El maestro –don Gregorio- es un veterano enseñante que lleva a sus alumnos el amor por la cultura y la naturaleza. Moncho –Gorrión- llega un día a su clase lleno de miedo porque piensa que los maestros pegan y tal es su pánico que se hace pis encima ante la irrisión de sus compañeros. Pero don Gregorio no pega, es un hombre comprensivo y bondadoso, que participa de los ideales republicanos y liberales, igual que el padre de Moncho y piensa que la escuela es el camino de la libertad. Sólo será necesaria una generación educada en libertad para que nuestro pueblo español sea imparable. Entre el niño y el maestro se produce una estrecha relación llena de afecto y simpatía mutua. Don Gregorio le presta un libro de aventuras para iniciarlo en la lectura: La isla del tesoro, una de las mejores novelas de acción jamás escritas.
Esta escena es terrible. Cuando el niño acaba de leer la novela y comienzan los hechos de la guerra Civil. El pueblo es ocupado por los golpista falangistas. Reconocidos republicanos son detenidos en un clima de miedo generalizado. La familia de Moncho puede estar entre los sospechosos de simpatizar con la república, como en efecto era cierto. La película acaba con una escena sobrecogedora: los detenidos, entre ellos don Gregorio, son llevados en un camión a fusilar. La muchedumbre se agolpa insultándolos. Entre ellos, la familia del niño y éste que comienza a insultar a su maestro cuando sale de la prisión, llamándolo ateo y espiritrompa así como a tirarle piedras junto a otros niños del pueblo. Las miradas de Moncho y don Gregorio se cruzan en unos instantes atroces. ¿Cómo recuperar la inocencia después de esto? Es la pregunta que nos queda a los espectadores. ¿Cómo el niño puede traicionar así a su querido maestro?
Pero hoy los espectadores de la película no participaban de tan intelectuales reflexiones. Sólo era una película que les ha gustado, pero de la que desconocían su fondo político y social. Además el noventa por ciento de los chavales eran marroquíes o latinoamericanos a los que el tema de la guerra Civil les cae totalmente alejado. No entendían por qué se los llevaban a fusilar, no entendían por qué el niño le tiraba piedras y le insultaba. Me han acribillado a preguntas: ¿qué guerra era esa a la que yo había aludido? ¿Quién ganó? ¿Qué pensaba yo sobre ella? ¿Quién tenía razón? ¿Era malo ser republicano? ¿Por qué los mataban?
Les he explicado que don Gregorio era un maestro republicano que no pegaba a los niños, pero que en la escuela en que estudié yo era frecuente que nos pegaran en clase. Para mi sorpresa todos los niños y niñas marroquíes, algo así como una decena, reconocían que en la escuela de su país se pega a los niños, aunque no lo veían como algo negativo. Yo les he contado que cuando era niño en el colegio de curas me golpeaban con una dura regla mis dedos apiñados; que esa era la escuela que se impuso por causa de los vencedores de la guerra civil y que otros países tenían otras escuelas más liberales en la que se respetaba a los niños. Les he dicho que la guerra civil fue cruenta y que ganaron los enemigos de la libertad y la democracia.
Pero si don Gregorio era ateo significa que no creía en Dios –me decía un alumno bereber- . He recordado para mis adentros entonces la importancia que tuvieron las tropas bereberes en la victoria de Franco y que causaban el pánico entre los republicanos. Me he dado cuenta de lo difícil que es contextualizar el conflicto bélico español con alumnos de otras coordenadas culturales. Lo que hemos logrado consensuar y aceptar como una versión liberal de los hechos, no queda tan claro entre mis alumnos que tenían problemas para entender lo que había pasado. No paraban de hacerme preguntas sobre si se sabía dónde estaban enterrados los fusilados. Les he hablado de Federico García Lorca, del que sabían que era gay y que fue fusilado por eso, les he hablado de la ley de Memoria histórica para recuperar la memoria de los fusilados en aquellos días.
Dos cosas me han quedado claras: la película les ha conmocionado y les ha gustado; por otro lado, les ha abierto interrogantes difíciles de satisfacer por su desconocimiento del contexto histórico. En ellos luchan concepciones distintas de la vida y la sociedad, así como del papel de la escuela en el proceso de la educación. Me ha conmovido esa presencia de los palos en la escuela que vivieron de pequeños en su país. No es de extrañar el choque que supone para ellos la escuela española. Sed bienvenidos, y que vuestra presencia nos haga ser más comprensivos. Los rostros fascinados, las risas y las preguntas de mis alumnos han sido lo mejor de este curso con ellos, fuera de la ortografía y morfología a que los tengo habituados.