
Hace años tuve una alumna de cuarto de Eso que no he podido olvidar. Este post intenta poner orden en mis recuerdos sobre aquella estudiante cuya presencia condicionaba mis clases. Me refiero a que cuando hablaba de literatura, sus ojos, extraordinariamente expresivos, me miraban como si siguiera entusiasmada lo que yo estaba diciendo. Lo comenté con el profesor de filosofía y él tenía una sensación parecida. Blanca era especial en todo lo que hacía, pero sus ojos negros, despiertos y vivos eran mi punto de referencia cuando explicaba a Lorca o a Machado. El resto de la clase asistía más o menos atento a la explicación, pero nadie daba la sensación de estar demasiado interesado en lo que yo decía. Sólo Blanca. A veces tenía la impresión que daba la clase sólo para ella. Me preparaba textos que sabía que le podían interesar. Sin embargo, sus notas eran decepcionantes y sus exámenes, insatisfactorios. Pero todos sabíamos que nos enfrentábamos a alguien muy especial que leía a José Saramago, a Kafka, a Cortázar, a Günter Grass, a Beckett, a Platón…
Recuerdo que era el año 2001. Aquel curso los alumnos leyeron 2001, una odisea en el espacio y les pasé, cuando acabaron la novela, la película de Kubrick que les gustó a pesar del paso del tiempo. Era un cuarto de la Eso extraordinario. A continuación del trabajo sobre la obra de Clarke, les propuse un día ir al Zoológico de Barcelona a hacer un ejercicio de observación de primates, teniendo en cuenta que la novela se basaba en la evolución de los prosimios hasta el ser humano. Primero asistimos a un taller sobre los chimpancés, y luego los alumnos, los veinticinco alumnos, se pasaron cinco horas observando a los distintos ejemplares que había en el habitáculo del zoo. De ser una masa informe de monos, pasaron a tener nombre y características propias. Cinco horas después, los alumnos habían realizado un ejercicio magnífico de observación y sabían reconocerlos y habían asimilado sus comportamientos y personalidades. Es uno de los ejercicios más sorprendentes que he realizado jamás.
Blanca asistió fascinada al ejercicio de observación y en los días posteriores me trajo varios libros que había conseguido sobre los primates. Su campo de especialización fueron los gorilas. Conseguimos, asimismo, que un primatólogo de cierto renombre viniera al centro a continuar la tarea de información tomando como centro a los bonobos, esos monos que se dedican a hacer el amor para resolver sus conflictos.
Dado el interés de los alumnos y en especial el de Blanca, organicé una segunda salida al zoo para profundizar en la tarea de observación de los chimpancés. Esta vez se trataba de realizar un etograma sobre sus relaciones internas. Estaba yo pletórico, pero la mañana en que teníamos que ir al zoo, Blanca faltó a clase sin ninguna explicación. Llamé por teléfono. Su padre dijo que se había levantado y que decía que no se encontraba bien. No me creí la explicación, pero continuamos la salida que tuvo unos resultados interesantísimos.
Aquel año Blanca promocionó la ESO, tras una larga deliberación de los profesores. Varios hablaban de su bajo rendimiento, de que no leía los libros, de que no cumplía con los mínimos de varias asignaturas. Pero todos nos veíamos un poco inclinados a favorecerla, dados sus intereses y su supuesta madurez.
Cuento esto porque Blanca era una alumna muy singular. Sin embargo, cuando cursó Primero de bachillerato, su falta de nivel de mostró claramente y sus ausencias eran cada vez más frecuentes. Hasta que un día vino un día a hablar conmigo y me transmitió un sentimiento desolador de la existencia. Sólo tenía ganas de llorar, no le encontraba sentido a nada y pensaba que todo era una gran farsa. Intenté animarla. Recuerdo que le dije que si yo tuviera sus años los aprovecharía al límite, que podía hacer muchas cosas además de sacarse los estudios. Dejó de venir a clase. Aquel año se había presentado a Delegada de instituto y fue elegida representante de los estudiantes a nivel de todo el centro.
Recuerdo que era el año 2001. Aquel curso los alumnos leyeron 2001, una odisea en el espacio y les pasé, cuando acabaron la novela, la película de Kubrick que les gustó a pesar del paso del tiempo. Era un cuarto de la Eso extraordinario. A continuación del trabajo sobre la obra de Clarke, les propuse un día ir al Zoológico de Barcelona a hacer un ejercicio de observación de primates, teniendo en cuenta que la novela se basaba en la evolución de los prosimios hasta el ser humano. Primero asistimos a un taller sobre los chimpancés, y luego los alumnos, los veinticinco alumnos, se pasaron cinco horas observando a los distintos ejemplares que había en el habitáculo del zoo. De ser una masa informe de monos, pasaron a tener nombre y características propias. Cinco horas después, los alumnos habían realizado un ejercicio magnífico de observación y sabían reconocerlos y habían asimilado sus comportamientos y personalidades. Es uno de los ejercicios más sorprendentes que he realizado jamás.
Blanca asistió fascinada al ejercicio de observación y en los días posteriores me trajo varios libros que había conseguido sobre los primates. Su campo de especialización fueron los gorilas. Conseguimos, asimismo, que un primatólogo de cierto renombre viniera al centro a continuar la tarea de información tomando como centro a los bonobos, esos monos que se dedican a hacer el amor para resolver sus conflictos.
Dado el interés de los alumnos y en especial el de Blanca, organicé una segunda salida al zoo para profundizar en la tarea de observación de los chimpancés. Esta vez se trataba de realizar un etograma sobre sus relaciones internas. Estaba yo pletórico, pero la mañana en que teníamos que ir al zoo, Blanca faltó a clase sin ninguna explicación. Llamé por teléfono. Su padre dijo que se había levantado y que decía que no se encontraba bien. No me creí la explicación, pero continuamos la salida que tuvo unos resultados interesantísimos.
Aquel año Blanca promocionó la ESO, tras una larga deliberación de los profesores. Varios hablaban de su bajo rendimiento, de que no leía los libros, de que no cumplía con los mínimos de varias asignaturas. Pero todos nos veíamos un poco inclinados a favorecerla, dados sus intereses y su supuesta madurez.
Cuento esto porque Blanca era una alumna muy singular. Sin embargo, cuando cursó Primero de bachillerato, su falta de nivel de mostró claramente y sus ausencias eran cada vez más frecuentes. Hasta que un día vino un día a hablar conmigo y me transmitió un sentimiento desolador de la existencia. Sólo tenía ganas de llorar, no le encontraba sentido a nada y pensaba que todo era una gran farsa. Intenté animarla. Recuerdo que le dije que si yo tuviera sus años los aprovecharía al límite, que podía hacer muchas cosas además de sacarse los estudios. Dejó de venir a clase. Aquel año se había presentado a Delegada de instituto y fue elegida representante de los estudiantes a nivel de todo el centro.
Dejó todo en el aire. Recuerdo su mirada profunda y su tristeza abrumadora. Blanca no terminaba nada a pesar del entusiasmo que pusiera en ello. Supimos poco después que había intentado suicidarse, y que le habían diagnosticado TLP o lo que es lo mismo Trastorno Límite de la Personalidad. Cuando, investigando supe en lo que consiste este síndrome, entendí su comportamiento errático, su confusión, sus entusiasmos y sus depresiones, ese todo o nada en que se movía su vida, su profundidad, su falta de estímulos para acabar lo que empezaba y su instinto de abismo… Quizás no acababa nunca aquellos libros que nos sorprendían. Abandonó el instituto y se puso en manos de los psiquiatras -que odiaba-, que por cierto, tienen muy escaso interés en este tipo de enfermos porque no suelen seguir los tratamientos y caen fácilmente en la drogadicción, el alcoholismo, y son muy frecuentes los intentos (a veces consumados) de suicidio.
Recuerdo la última clase a que ella no vino. Estábamos estudiando en Literatura Española el Simbolismo y les había preparado fotocopias de Le bateau ivre de Arthur Rimbaud. Creo que no repartí la fotocopia ¿Quién iba a entender el poema si no estaba ella?
Recuerdo la última clase a que ella no vino. Estábamos estudiando en Literatura Española el Simbolismo y les había preparado fotocopias de Le bateau ivre de Arthur Rimbaud. Creo que no repartí la fotocopia ¿Quién iba a entender el poema si no estaba ella?