Hace unos días (19-02-2011) El País publicaba esta noticia sobre el ministro de Defensa alemán, el barón Karl-Theodor zu Guttenberg. Su título de doctorado, muy estimado en Alemania, estaba basado en una tesis que había obtenido la calificación de Summa cum laude pero que estaba plagiada en una amplia parte de ella, tomando o copiando documentos ajenos sin citar la procedencia. Se estima que un 25 por ciento de la tesis está copiada de diecinueve autores a los que no citó. El escándalo ha sido mayúsculo y el ministro ha retirado de su página web el título de doctor. La situación de este rico y aristocrático ministro es más vergonzosa porque hacía ostentación de ideas morales sobre la nobleza y el sentido del honor.
Hoy domingo, asimismo, el diario El País en su sección de la Defensora del lector hace referencia al artículo firmado por Borja Vilaseca en su sección de Negocios sobre el modelo de consumo insostenible de la sociedad occidental (20 de febrero de 2011). El problema es que buena parte del artículo es la transcripción de un famoso vídeo de Annie Leonard titulado La historia de las cosas, considerado como una de las mejores aportaciones audiovisuales sobre este tema. Borja Vilaseca no citó en ningún caso el origen de sus ideas. Él justifica, una vez descubierto, que lo que intentó fue democratizar el conocimiento y divulgar el contenido del vídeo, así como de otras fuentes a las que no hizo la más mínima referencia, pasando él como un experto en el tema.
Son dos ejemplos recientes que han resultado llamativos pero que expresan un estado de las cosas que ponen en evidencia una forma de actuar en el mundo de las ideas. Es de estos días la noticia de que Google ha advertido que su algoritmo de posicionamiento de las páginas web favorecía a las que, mediante triquiñuelas tecnológicas, se limitaban a copiar los contenidos de otras originales que quedaban desplazadas a lugares inferiores. Los plagiarios y copiones quedan más recompensados en el mundo de Google.
¿Por qué reflexiono sobre estas noticias desde el punto de vista de un profesor de instituto? Porque me encuentro en bachillerato casi siempre con trabajos meramente copiados de fuentes que no son citadas. El problema es escandaloso en la valoración de los trabajos de investigación, característicos de Cataluña (treballs de recerca) en que en muchos casos se limitan a ser una copia indiscriminada de páginas web a las que no se hace mención ni se acota lo copiado masivamente. Esto es –desgraciadamente- tolerado por algunos tutores de estos trabajos que no controlan adecuadamente el origen de los contenidos. La cuestión es evidente porque contrasta poderosamente el estilo de los textos copiados con el estilo personal de los alumnos que suele ser estremecedoramente pobre y plagado de errores.
Personalmente al principio de curso les reparto a mis alumnos una hoja en que les hablo del compromiso de honestidad por el que deben citar y entrecomillar todo aquello que no sea suyo. Se entiende que pueden hacer uso de ideas ajenas. Es necesario. Pero dichas ideas deben ser expresadas desde una óptica personal con un estilo propio sin reproducir fragmentos ajenos y menos sin mencionar la autoría. No lo consigo y cada año me veo ante trabajos cortados y copiados de El rincón del vago o diversas páginas web. A lo sumo cambian unas palabras para que no se note tanto u omiten algún fragmento del documento copiado. La realidad es un plagio de dimensiones abusivas sobre el que no sienten el más mínimo rubor. El otro día un alumno de segundo de bachillerato me reconoció en una conversación personal que había copiado en un examen fragmentos extensos que eran idénticos al dossier entregado por el profesor. Le pregunté si le parecía ético el hecho de copiar. No se sonrojó y muy dignamente me dijo que las trampas eran válidas si nos ayudaban a conseguir objetivos y que bastante había hecho siendo noble y reconociendo que había copiado.
Me pregunto qué falla, cómo no somos capaces de explicar qué es copiar y qué no y no me refiero sólo a los exámenes sobre los que se puede decir que siempre se ha intentado copiar. Me refiero a la sensación de que es válido apropiarse totalmente de las ideas de otra persona sin ningún tipo de complejo y, lo que es peor, ignorándola totalmente porque no se la cita para nada. Yo no consigo hacerles ver que está feo copiar, que manifiesta una falta de respeto por el trabajo ajeno, que les impide aprender seriamente. Está claro que elaborar personalmente es mucho más costoso, que enfocar o reenfocar las ideas de alguien supone un ejercicio del juicio mucho más complejo que copiarlas indiscriminadamente sin ningún tipo de vergüenza.
Los dos ejemplos que he recogido al principio ponen de manifiesto que el mal es mucho más profundo que lo que parece. Si un aristócrata alemán plagia masivamente su tesis doctoral o un periodista de divulgación toma como eje vertebrador de su artículo (por el que ha cobrado) el trabajo de otros a los que no se menciona, es que la cuestión es mucho más honda, y el caso de nuestros alumnos no es más que la plasmación de un estado de las cosas en que no existen valores asentados ni criterios éticos reconocidos.
¿Copiar es legítimo? ¿No hay quien defiende que copiar es la esencia de nuestra época y que es natural hacerlo, teniendo en cuenta que siempre se ha copiado? ¿Qué recompensa tienen los que aportan ideas propias y originales? ¿Cómo hacer entender esto a nuestros alumnos?
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