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viernes, 22 de abril de 2016

Félix de Azúa y el sistema educativo catalán.


Hace unas semanas Félix de Azúa en una entrevista manifestó algo parecido a que en Cataluña en la escuela se enseñaba a odiar a España. Pongo aquí el enlace a su entrevista en La Vanguardia. Esto fue en vísperas de su ingreso en la Real Academia Española. Félix de Azúa se ha trasladado a vivir a Madrid desde que nació su hija.

No he leído a Félix de Azúa, lo reconozco. No soy consciente de su obra literaria, pero esto no me va a servir para denigrarle ni para insultarle ni para condenarle al infierno de los réprobos catalanes, víctimas de autoodio como muchos han querido hacer con Azúa.

Llevo treinta y siete años en el sistema educativo catalán. Evidentemente mi visión es parcial, solo conozco aquello que he vivido en los centros en que he estado. Vi que sus afirmaciones levantaban olas de reprobación contra él desde muchos ángulos de la comunidad educativa o desde sectores muy variados que vieron en sus declaraciones algo abominable y vergonzoso. Miserable leí en algún sitio.

¿Es cierto que en Cataluña se enseña a odiar a España en las escuelas? Es algo muy arriesgado sostener esto sin un adecuado y sutil análisis. Tal vez es escribir con trazos gruesos un sentimiento que tiene algo de real pero que expresado así es poco adecuado. Yo no diría que en los centros de enseñanza se enseñe explícitamente a odiar a España, al menos de forma generalizada, pero sí que se actúa de forma coordinada para vivir sin la presencia de España o lo español. En efecto, nada hay en el sistema educativo que evoque a España, en todo caso, se menciona de pasada algo sobre un “estado español” que está en alguna parte pero lejano y en todo caso nunca de forma afectuosa o cálida. Cae sobre esa expresión una frialdad absoluta. Esto no quiere decir que algunos profesores sí que prediquen, los hay, desdén y rencor contra esa realidad. Desde los medios de comunicación desde luego todo lo relacionado con lo español en cualquiera de sus formas es considerado rancio, casposo, facha, españolista....

En cualquier fiesta, en cualquier celebración, en cualquier objeto como una agenda escolar, se omite totalmente cualquier referencia a España, país en el que se supone que estamos dentro. Ni a sus fiestas. Es obvio que el día de la Constitución es tabú. O el doce de octubre. Yo no diría que se educa en el odio, pero sí en el desdén, en la distancia, en la omisión completa de esa referencia que para muchos de los que están detrás es odiosa, claro está. El término España no existe en la realidad educativa catalana. Es objeto de una omisión clamorosa. Es algo que es tan palpable que no nos damos cuenta siquiera. Para mí profesor de lengua sé que es totalmente inapropiado que yo escriba en ningún sitio administrativo que soy profesor de lengua española. Lo soy de lengua castellana, que es tolerada siempre que no se salga de los cauces discretos donde debe estar. Nadie nos persigue, lo digo por propia experiencia de tres décadas largas en el sistema educativo catalán, pero sabemos que hemos de ceñirnos a unas normas implícitas que ya se aplican de forma inconsciente.

Hoy por ejemplo, en la fiesta de Sant Jordi, ninguna referencia a Cervantes. Celebración festiva, animada, participativa, emocionada, todo lo que se quiera. Premios de escritura en lengua castellana y catalana, es bien cierto. Pero cuidado con salirse del tiesto celebrando algo que es ajeno a la tradición cultural propia. No digo que fuera reprimido, no, pero no se suele hacer, por lo que sea.

Me imagino la situación en Francia y se me hace inconcebible. En un centro de enseñanza que no se hiciera mención jamás de la palabra Francia, y que se evitara toda referencia a la literatura francesa, o que la bandera tricolor no pudiera ondear de ninguna manera. Pacto de silencio absoluto al respecto. Esto es lo que pasa en Cataluña.

Los profesores de lengua castellana no recibimos ninguna especial malevolencia abiertamente. Es todo más sutil. Ya tenemos asumido nuestro papel y no nos salimos de él. Es pura supervivencia. No sé si es temor o solo saber dónde estamos. Advierto que a veces mantenemos conversaciones inapropiadas pero cerramos la puerta para que no se nos oiga en el pasillo. No ha habido en mi centro ninguna propuesta para celebrar el cuatrocientos aniversario de la muerte de Cervantes. Me pregunto qué hubiera pasado si se hubiera querido hacer algo destacable al respecto, es decir, algo con resonancia entre la comunidad educativa. No sé qué hubiera pasado. Tal vez nada, pero nunca se sabe. Por lo que sé, es mejor no mear fuera de tiesto y permanecer adaptado al ambiente en que sabemos que eso no es conveniente. Ya me entienden.

Los anómalos como yo aprendemos a nadar entre dos aguas. A veces tenemos alguna salida del guion, pero oportunamente se nos obvia y se nos ignora. Esta es la fuerza más poderosa que opera sobre cualquier persona, la reducción a la insignificancia.

Doy clase en un centro educativo en una comarca mayoritariamente de habla castellana (ya ven que escribo acorde al guion). En las clases jamás manipulo a mis alumnos pero se sorprenden muchos cuando menciono el nombre de España. ¿Cuánto hace que has llegado a España? –pregunto a un alumno marroquí o peruano. Estoy seguro de que nadie le ha hecho esa pregunta jamás en el instituto. Mi única rebelión es atreverme a violar el tabú de mentar la realidad de España. Por lo demás jamás he hablado del asunto con mis alumnos. Los respeto y no quiero intervenir de ninguna manera.

Me pregunto cómo será la realidad en la Cataluña profunda, esa Cataluña interior donde hay esteladas en todas partes, incluidos ayuntamientos, paseos, glorietas, cimas montañeras, albergues de montaña... Esa Cataluña que respira nacionalismo por cada poro y que sabe que la desconexión hace mucho tiempo que ya es una realidad. Forma parte de un plan que lleva más de treinta años realizándose.

Pero ya digo que solo hablo de lo que conozco.



viernes, 26 de febrero de 2016

La Vanguardia gratuita en los centros públicos




Hace varios años que en mi instituto se recibe La Vanguardia gratuitamente. Aproximadamente setenta ejemplares diarios, tanto en catalán como en castellano. Se dejan a la entrada del centro y los coge quien quiere. Los profesores se abalanzan con agilidad hacia ellos cuando llegan a primera hora y los alumnos también cogen ejemplares hasta que se acaban. Es una hermosa manera de acostumbrar a los jóvenes a la lectura del periódico. Esta sería una interpretación piadosa del hecho de que La Vanguardia se reparta gratuitamente en centros públicos, trenes y otros lugares no especificados. Su lema es “El periódico que más se vende y se lee”. Genial. ¿Qué hay detrás? ¿Por qué se regalan periódicos cuyo coste es ciertamente elevado? No es difícil seguir la pista a esta generosidad. El gobierno de la Generalitat concede sustanciosas subvenciones a los medios según su tirada. A más tirada, más subvención. Si se regalan cien mil ejemplares (no tengo cifras fehacientes), la subvención es muy superior. Pero en un tiempo en que la prensa pasa terribles dificultades y sus ventas han caído en picado, ¿no es algo extraño que se regalen ejemplares? ¿Quién de mis estimados compañeros que cogen La Vanguardia gratuitamente va a comprar un periódico por 1.60€?

El otro día plantee el problema en clase de segundo de bachillerato y mis alumnos no veían ningún problema en que la prensa se repartiera gratuitamente y consideraban normal que sea la Generalitat quien pague su difusión. Al fin y al cabo, la prensa digital es gratuita y es normal que no se venda prensa. Además hay diarios que se reparten asimismo gratuitamente en el metro como 20 Minutos.

Pero, ¿una prensa subvencionada por el poder político será independiente? –les pregunté-. Bueno, también está la publicidad, me dijeron. Yo les seguí diciendo que si un diario depende únicamente de las empresas anunciantes y del poder político nunca podrá ser independiente, porque quien da independencia a los diarios son sus lectores que pagan el precio del ejemplar. Compran libertad de expresión con su contribución económica. Pero la realidad es que la venta de diarios se ha desplomado y los ingresos por publicidad también han disminuido radicalmente. Todos los grandes diarios del mundo se enfrentan a una gigantesca crisis que puede suponer su desaparición más o menos inmediata. Sin una economía no dependiente del poder de empresas y político los diarios no pueden tener una infraestructura que permita el periodismo de investigación que se enfrente al poder en todas sus facetas, no pueden tener corresponsalías en las distintas capitales del mundo para no depender de las agencias, no pueden tener una plantilla en condiciones no tercermundistas, no pueden ejercer la libertad ni la independencia. Son diarios frágiles ante el poder.

La crisis de la prensa que vivimos hace que en pocos años pueda desaparecer el periodismo independiente. Se me dirá que la prensa en tal caso será totalmente digital. ¿Vamos a pagar por el acceso a un diario digital una cantidad elevada anualmente? Mucho tendrá que cambiar la cultura de este país en que todo ha de ser gratuito para que alguien pague por el acceso a los distintos diarios. Claro que hay diarios exclusivamente digitales como Diario.es, El Confidencial, Público...  que intentan mantener su independencia pero entiendo que sus medios tienen que ser muy limitados a pesar de sus buenos propósitos. Supongo que esto es el futuro: pequeñas empresas casi domésticas que intentan ejercer el periodismo en condiciones de no sumisión al poder. Pero no me salen las cuentas sin la aportación solvente de lectores que mantengan al diario.

Para mí es un pequeño drama porque soy lector de la prensa de papel desde muy pequeño. En mi casa se compraba el periódico y yo he seguido comprándolo religiosamente toda mi vida. Soy suscriptor de El País, aunque es posible que este sea el último año. El capital de la empresa de El País y el grupo Prisa actualmente no resguarda precisamente su independencia de factores externos, incluidos los países del Golfo Pérsico y algún gran banco. Es un periódico que ha crecido conmigo al que guardo un afecto aunque, claro, ahora sabemos que es un diario al pairo de intereses económicos y financieros evidentes, no precisamente limpios.  

¿Y La Vanguardia gratuita? Sin duda, un hecho de corrupción flagrante. Al poder político nacionalista en Cataluña le interesan diarios que expresen su ideología y lleguen al mayor número de sitios posible, incluidos los alumnos de la ESO, profesores, funcionarios en general. Es un mecanismo de control ideológico más. Por eso le permite que el diario del conde de Godó falsee sus ventas con la entrega gratuita de ejemplares que producen entre otras cosas que la gente no compre periódicos, que los quioscos de prensa cada vez sean menos rentables y que terminen cerrando.

Pero mis compañeros, a pesar de la carta abierta que envié reflexionando sobre ello, siguen cogiendo alegremente el diario y mis alumnos entienden, como he dicho, que es normal que sea el Govern de la Generalitat quien pague la difusión de la prensa con sus subvenciones. 

Consecuencia: la prensa y los medios de comunicación en esta Cataluña maravillosa en que vivo están totalmente secuestrados.


miércoles, 30 de septiembre de 2015

Quien manipula políticamente a sus alumnos es un sinvergüenza



¿Pueden los profesores hacer interpretaciones políticas de lo que sucede en el país frente a sus alumnos? ¿Pueden interpretar –desde un ángulo legítimo pero partidista- lo que sucede en la realidad política y manipular las mentes de los alumnos de su aula, que se ven inermes ante el poder del profesor? Yo siempre lo he tenido claro y jamás he utilizado mi tribuna para mediatizar en asuntos complejos a mis alumnos. Ni siquiera con la excusa de la reflexión racional.

Sin embargo, la respuesta a esta pregunta que formulo al principio es que sí si se hace desde la óptica del nacionalismo catalán. Entonces profesores de filosofía, de lengua catalana, religión, etc no se recatan en “pensar” frente a sus alumnos haciéndoles participar de su óptica nacionalista e independentista. Todo está legitimado como rebelión frente al estado. Y los niños, incluso bebés, son manipulados en las manifestaciones, no digamos niños, adolescentes, que se visten y asimilan lo que sus mayores les han metido desde que nacieron: que son las víctimas de una nación oprimida y ocupada. Y si van a conciertos de grupos catalanes son de rigor los mítines independentistas y las olas que difunden desde  sus micrófonos: “espanyol, el que no boti”.

Sé que hay manipulación política goebelesiana en la Radio Televisió Pública Catalana, que la hay en todo tipo de asociaciones cívicas (soy socio de un club excursionista de Cornellà que me ha inundado de propaganda política ante la Diada y el momento histórico de Cataluña. Organizaban su propia participación en la manifestación del Once de Septiembre), que la hay en el deporte, que la hay en los conciertos juveniles, en los casales de la tercera edad, en las librerías (en la Cooperativa ABACUS de Cornellà había un están donde se exponían libros sobre el procés catalán, con la única particularidad de que había 29 títulos abiertamente independentistas y uno solo, con un solo ejemplar, crítico con el soberanismo), que la hay también en las aulas del instituto de mi hija. Se trata de transformar la sociedad desde la niñez, la adolescencia, la juventud, la tercera edad, para extirpar todo signo de españolismo. Y para esto todo vale. Todo. Las manipulaciones más groseras y fuera de lugar. El fin justifica los medios.

Sin embargo, el 52 por ciento de la sociedad catalana ha votado en contra de este sesgo manipulador y totalitario. El president de ellos, Artur Mas, hizo la butifarra a los de Podemos, Ciudadanos, el PP y el PSOE. Eso es lo que piensa el nacionalista, convencido de que es el propietario absoluto de su tierra. Y eso es lo que debe pensar el profesor que “piensa” delante de sus alumnos hablándoles de filosofía...



Es curioso que yo no haya intentado mediatizar la opinión de mis hijas en ningún sentido. No las envolví en ninguna bandera a los cinco años, no las llevé a concentraciones ideológicas y políticas, no las vestí de colores patrios. Y nunca he hablado a mis alumnos una palabra de más sobre temas políticos. Me parecería una indignidad y una sinvergonzonería a la cual no tengo derecho en ningún caso. Pero tal vez sea porque yo no soy un patriota, ni me gusten las manifestaciones, ni las vestimentas bananeras, ni participo de los fervores políticos de ningún club de fútbol.

Pero hay quienes sí que se adjudican ese derecho: la patria, la Razón, la filosofía, les dan soporte ideológico.


No obstante, pienso que quien manipule a sus alumnos políticamente es un sinvergüenza.

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