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viernes, 14 de junio de 2019

Jugando al Trivial



Mi hija mayor -22 años- me comentaba el otro día que estuvo jugando con unas amigas al Trivial pero que se encontraron con un montón de preguntas de conocimientos generales cuyas respuestas desconocían por completo, y ella estaba segura de que yo hubiera sabido la mayoría. Reflexioné y le dije que el problema reside en una falta de cultura general. No es el problema de que ella no haya estudiado, acaba una sólida carrera científica este año. No, yo achaco este déficit cultural a que los jóvenes –y no tan jóvenes- no han sido lectores de prensa. En nuestra casa hasta hace dos años entraba siempre el periódico, a veces dos diarios, pero nunca vi que mis hijas tuvieran el más mínimo interés en hojearlos. Yo fui lector de prensa desde que recuerdo y reconozco que es una fuente de cultura impresionante, no solo por lo que representa la información sobre la actualidad sino por sus reportajes y crónicas sobre ciencia, historia, arte, cine, etc. Probablemente buena parte de la cultura que poseo es debida a mi lectura sistemática de la prensa y a la curiosidad que despierta ser conocedor de claves interpretativas del mundo en general.

Ahora los jóvenes se alimentan de las noticias sesgadas de las redes sociales, son noticias parciales y sin fuentes de información solventes y muchas veces son totalmente manipuladas por los difusores de las mismas. Carecen de un conocimiento del mundo y de la realidad, y ya no digamos de la historia. La inmensa mayor parte de los jóvenes –y no tan jóvenes, insisto- desconocen la historia del siglo XX, sus crisis, sus conflictos, sus guerras en que murieron más de setenta millones de seres humanos por decir algo. Desconocen qué fue el comunismo, su revolución iniciática, la figura de Stalin, y su hundimiento en 1989. Se podría decir que es opaca para ellos la mayor parte de la historia mundial porque no les atrae la historia y, lógicamente, esto les lleva a desconocerla. El mundo está en manos de la ignorancia más generalizada. Solo cuenta la actualidad más banal, las series, las redes sociales estúpidas que absorben por completo las ansias de actividad mental de los adolescentes, los jóvenes y de muchos adultos (o adulescentes).

¿Cómo enfrentarse al mundo que está viniendo que es heredero del pasado? ¿Cómo entender los conflictos de nuestro tiempo: las migraciones, el cambio climático, la Inteligencia Artificial, la robotización y la automatización que dejará sin puestos de trabajo a millones y millones de jóvenes, sin tener una curiosidad que lleve a conocer las claves de la historia?

La calidad de la información ha descendido geométricamente con la crisis de la prensa: ya no se venden periódicos, solo hay que ver los quioscos de prensa que siguen abiertos –que son pocos-. No se puede sostener periódicos digitales alternativos solventes si estos son gratuitos. Hace falta mucho dinero para mantener una empresa informativa independiente que no termine en manos de los tiburones del Golfo Pérsico. Habría que pagar la información seria, pero no se está por la tarea. La prensa digital no puede mantenerse solo con los anuncios, esto va en detrimento de la calidad de la información y de su independencia.

En Cataluña se reparte gratuitamente La Vanguardia en centros de enseñanza y otros lugares públicos. Se reparte gratuitamente porque recibe grandes subvenciones del poder político que paga así una información sumisa y dependiente de dichas subvenciones y el poder las paga, con dinero de todos, para tener una prensa obediente a su servicio. La jugada perfecta para tener a una opinión pública manipulada sin medios informativos realmente independientes.

La crisis de la información es peligrosísima para el futuro de las sociedades modernas. Por un lado, los jóvenes se alimentan solo de las redes sociales y sus tonterías, desconocen totalmente la historia y las claves del futuro inmediato y a medio plazo; pero, por otro lado, esto coincide con la crisis generalizada de los medios informativos que se hacen dependientes de capital problemático que invierte en ellos para manipular a la sociedad.

Cada vez habrá menos información libre y esto es una espada de Damocles para la viabilidad de los grandes debates del mundo actual, unido al desinterés generalizado por la cultura si no es presentada en papel couché y de modo adulescente.

Cuando mi hija me explicaba que no podían jugar al trivial porque era opaco para ellas, estudiantes universitarias, se estaba evidenciando una situación que no me parece tranquilizadora.

viernes, 31 de mayo de 2019

A la búsqueda de una nueva red social universal




He leído en una entrevista que solo las fondues han envejecido peor que los blogs. Yo he vivido el mundo bloguero desde octubre de 2005 cuando apareció Profesor en la secundaria y he llegado hasta ahora, tras año y medio sin publicar en que he vuelto para ser consciente de la realidad de este mundo abocado a la desaparición, sustituido por otras redes sociales menos explicativas y disertativas o simplemente nada. Es como si se hubiera perdido el ansia de intercambio ideológico, ese furor que invadió internet, cuando era una novedad, en la primera década del siglo o en los primeros años de la segunda década. Había hambre de ideas, de intercambio de argumentos y pareceres. Todo eso ha desaparecido y los blogs que subsisten, que son pocos comparado con entonces, son o bien minoritarios o mayoritarios pero sin mucho espíritu crítico. Las ganas de debatir han pasado o son bien marginales reducidas a un pequeño grupo de incondicionales.

En la decadencia y muerte de los blogs hay la manifestación de un proceso de desgaste de la palabra como elemento de comunicación. Actualmente, la red que triunfa es Instagram donde no hay palabras, solo imágenes, memes o vídeos… En un momento se pensó que Internet sería la gran revolución que continuaría la de la invención de la imprenta por el intercambio y el trabajo en red que suponía. Yo me di cuenta en seguida que mis alumnos, hacia el año 2008 o así, no tenían los blogs como herramientas que los representaran. Les propuse crear blogs pero la mayoría desaparecieron en cuestión de pocas semanas, dejaron de renovarse en seguida. No era un lenguaje para los teenagers, eso sin duda. Demasiado bla bla bla. Pocos años después aparecieron las redes que los representaban como Snapchat y, por fin, Instagram.

No hay nada que lamentar. Las herramientas tecnológicas nacen, crecen y mueren. Los blogs son para gente mayor no para los jóvenes e incluso aquellos se han cansado de exponer argumentos para intentar persuadir a los otros. Sin embargo, esto es un proceso que tiene sus implicaciones políticas, creo yo. Todos nos hemos acostumbrado a publicar en redes sociales en que se limita la participación a los que son o piensan como nosotros. Se elimina a los disidentes bloqueándolos. Facebook o Twitter son artilugios en que solo aparecen las personas de nuestro club ideológico, lo que nos hace creer en la universalidad de nuestra doctrina. Yo decidí darme de baja de todas las redes sociales hace más de un año a pesar de ser usuario desde los comienzos de las mismas. Eran demasiado sesgadas, no se soportaban las voces disidentes, solo se buscaba la aquiescencia y la unanimidad. Y eso no me gusta.

Ahora solo quedan, como he dicho, imágenes y redes que funcionan creando fake news para alimentar los odios y resquemores de los usuarios. Internet ha perdido el carácter de lugar de encuentro y de intercambio universal.

En el adelgazamiento de la palabra, en su reducción a la mínima expresión, ha coadyuvado la deriva de la sociedad. En este momento somos así. Estamos en un momento de espera. Todas las redes sociales han envejecido, hay un hueco enorme para sustituir a Facebook, Twitter o Instagram, ya no digamos a los blogs que son verdadero paleolítico. Supongo que en eso están trabajando mentes brillantísimas desde Silicon Valley a Shangái. Todavía falta nacer la red que sea la que represente mayoritariamente a los jóvenes y personas de mediana edad de los años veinte del siglo XXI. ¿Cuál será?

¿Y mi blog? Carne del pasado, pesado artilugio de ideas y palabras que no tiene ya mayor utilidad que la de distraer al usuario que no sabe si despedirse o ponerse a pensar en una red nueva sin palabras, más allá de las imágenes, mezcla de realidad virtual y aumentada que necesita la tecnología 5G. ¿Acaso todo está ya inventado? No creo. Pero ¿acaso no seremos ya viejos para entenderlo?


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