Blog poliédrico que no cree que haya una versión canónica de la realidad y que asume la contradicción flagrante como sistema de interpretación del mundo.
La cita es de un libro de 1950 centrado en un personaje honesto y tan profesional que despierta inquina y animadversión entre sus compañeros funcionarios en una colonia británica. Ni siquiera a su mujer le gusta demasiado.
Pero esto es algo más profundo de lo que puede parecer. A todos nos gusta gustar, pero hay personas que tienen empatía o don de gentes que tienen docenas o centenares o miles de seguidores y simpatizantes. Es un misterio lo que hace de alguien un personaje popular o un desubicado. La frase me ha hecho pensar. Pienso que a todo el mundo le gusta gustar aunque sea a un grupo reducido que es su apoyo mental. Se puede estar solo pero hasta cierto punto, la soledad total es, como dice el personaje, algo terrible.
Según a qué gente puede ser una situación estimulante, pero no gustar en general ni siquiera a los más cercanos, como le pasa al protagonista de la novela, da qué pensar. ¿De qué depende el gustar? ¿De la ideología? ¿De la idiosincrasia personal? ¿Del encanto que se expresa? No es tan sencillo porque según lo que tú dices, no gustarás a según qué gente pero gustarás a otra. Hay gente que no gusta a nadie. Y eso es terrible.
¿Puede no gustarse a nadie? Eso sí sería terrible... Pienso al hilo de esto en las personas que no me gustan sin que haya un motivo para ello. Individu@s que me dan cierto repelús instintivo y que me dan pena porque es una repulsa inmerecida. Eso me parece una faena si es algo general. Siempre quedará al menos nuestra madre para querernos, ¿no? Al menos mientras viva... Jolín, me has dejado hecha polvo...
El gustar es problemático, Ilona. Es un don que se tiene o no se tiene. Hay quien lo tiene y es un superdotado emocional y hay quien no lo tiene y está solo. La cita del libro me ha parecido muy ilustrativa en un tiempo en que las redes sociales funcionan con el botón de "me gusta". Hay distopías en que uno tiene tanta entidad como "me gustas" tiene de la gente que tiene relación con él. Me encanta tu página de muñecas, pero por timidez no intervengo.
Me encanta que hayas descubierto mi página dedicada a las muñecas, es mi pequeña válvula de escape porque últimamente me da mucho oxígeno para la creatividad, incluso más que el dibujo, que tengo muy abandonado pero intento retomar. Aludes a tu timidez, y es la que me produce a mí también un hobby no muy bien entendido por muchos, aunque a mi edad ya no me importe nada lo que otros puedan pensar de mí... bueno, antes tampoco, pero esa timidez que tanto coarta en la vida, me acostumbré a ocultar cierta parte de mí. Porque la timidez no es exactamente verguenza, sino una incapacidad paralizante en las relaciones con los demás, ¿no? Yo no siento vergüenza por nada de mi vida, más bien al contrario, sin embargo me paralizo y escondo a veces sin saber por qué. Porque yo también soy tímida para comentar en tu blog porque me sé muy por debajo del nivel que hay aquí. Pero como para aprender no hace falta manifestarse, aquí sigo aunque invisible. Menos hoy...jajaja... Un abrazo.
Tu afición me parece valiente y hermosa; con ella no haces daño a nadie y te hace feliz. En cuanto a opinar, hay opiniones más sofisticadas lo que no quiere decir que sean más valiosas que opiniones espontáneas y directas. No te cortes. A veces vale más la naturalidad que la sofisticación. Un abrazo.
A veces las dos cosas van unidas. No lo veo una situación tan excepcional. No sé si me gusta demasiado la gente que se gusta excesivamente a sí misma. Besos.
A todos nos gusta que nos miren, a nadie que nos observen. Y es bien cierto, (por mucho que uno diga que no le importa, si le importa, y no poco), que hacemos ver que pasamos si no agradamos al próximo, intentamos saber el porqué, y ello ya demuestra que nos importa, por el mero hecho de que nos importamos. Creo que muy pocas personas pasen de no gustar a los demás, que haberlas deben de haber, por supuesto. Salut
Lo has sintetizado bien, es lo mismo que yo pienso. La idea de que a uno no le importa qué piensen los demás es algo ingenua. Me imagino al rey Juan Carlos ahora con lo que le está cayendo encima cuando él pensaba que era un capital enorme en la historia de la democracia española. Tiene uno que ser muy cínico o muy desesperanzado para no necesitar que lo quieran a uno. Tal vez se pueda pasar al otro lado y no sé si tiene retorno. Salut y muchas gracias.
Lo cierto es que el hecho de no gustarte a ti mismo te vacuna contra esa necesidad de gustarles a los demás, pero, al tiempo, te hace mucho más sensible a la mínima simpatía que te demuestre cualquiera.
Admites una gran verdad psicológica, la de ser sensibles a las muestras de simpatía que te demuestra cualquiera. Así funcionamos y así funcionan las redes sociales explotando un sentimiento que llevamos grabado profundamente en nuestra psique. No digo que no se pueda desdeñar el gusto ajeno, sea porque uno no se guste a sí mismo o por altivez, pero el principio fundamental está ahí, en ello, en ese misterio, el de nuestra necesidad de recibir simpatía, aunque sea de un reducido núcleo. Sin ello, estamos cojos y dañados. De hecho nuestro éxito en la vida no cabe duda que consiste en ser queridos aunque sea por unos pocos. Lo del gran público también si fuera posible, pero...
Siempre tarde, mal y a rastras. La tragedia de lo humano es que aunque demostremos que algo no nos conviene, lo hacemos igual. Más te digo, cuanto menos nos convengan más nos impulsa el deseo de ir por lo inconveniente. Si le dijéramos a alguien que invirtiera todo su dinero en un negocio no rentable nadie lo haría. Con los afectos funciona de otra manera. Uno cuando intenta gustar se pelea con esa lógica. El anhelo de gustar es objetivar algo oculto en nosotros. Un tema poliédrico Joselu! La cuestión es ¿El anhelo de gustar tiene que ver conmigo o con el otro?
Conozco a una mujer que a sus 87 años han gozado toda su vida de una superdotación emocional que ha hecho que todo el mundo que ha pasado por su vida la haya, no querido, sino adorado. Todo el mundo le dice que quiere ser como ella. Es un prodigio de inteligencia, sensibilidad y destreza emocional. Es imposible no quererla. Esto a ella le produce un placer inmenso, ese cariño que recibe de todo el mundo la eleva espiritualmente y la hace extraordinariamente rica. Ama cada día de su vida y se levanta cada mañana con proyectos nuevos. Pienso que la gran clave de su vida es esa dotación emocional que hace ser adorada por todos. El amor de los demás, la simpatía de los demás, dan sentido a nuestra vida. No gustar a los demás puede ser bien triste, pienso que todos necesitamos ese combustible, por fóbicos sociales que seamos, y yo lo soy mucho, pero como dice Juan Poz, se necesitan esos gestos de simpatía que nos confortan. Pienso que tiene que ver con los dos, pero especialmente con nosotros que lo vivimos como necesidad espiritual.
Pienso que lo de no gustar a los demás es algo con lo que tenemos que aprender a vivir, siempre habrá alguien que te aprecie, creo yo. Que no haya nadie al que le gustes me parece demasiado rotundo, sólo se me ocurre que una persona que esta convencida de que no gusta, si se empeña, verá lo que quiere ver. Un abrazo.
Sin duda, hay personas más o menos dotadas emocionalmente como he dicho en mi comentario anterior. Es cierto que incluso sanguinarios asesinos y psicópatas en prisiones americanas reciben cartas de admiradoras que se enamoran de ellos. Pero ciertamente, hay personas grises u oscuras o poco de fiar, no sé cómo expresarlo, que gustan más bien poco a los demás. Si hay personas que atraen a los demás y son artistas en el arte de hacer amigos, hay también personas totalmente incapaces de ello. Y que incluso los demás se sienten alejados de ellos sea por lo que sea. Un abrazo, Ana.
En ese no gusto hay un regusto por saberse único. Puede haber, claro, una decepción de no entender qué pasa frente al mundo. Y, con el tiempo, comprender que eso carece de importancia porque esa percepción de impopularidad viene explicada en ese dicho que refiere que "hay quien mea en lana y suena y hay quien mea en lata y no suena".
El refrán que nos traes es muy explicativo de las distintas habilidades de las personas. Sin duda, hay personas populares y queridas; y otras que no lo son nada por más que meen en lata. Son diferentes modos de estar en el mundo. Hay una novela de Henry James en que se confrontan dos escritores: una que goza de un amplio favor del público, dada la frivolidad y habilidad de su estilo narrativo; y otro que no tiene apenas lectores pero goza de la estima de la crítica minoritaria. Ambos anhelan lo que el otro tiene. El exquisito querría llegar a un público grande, y el popular querría ser alabado por la crítica. He ahí el tour de force de esta novela que puede expresar lo que tu dicho nos trae.
Disculpa, Jose, ¿la anécdota se centra en que ambos ven a una vecina leyendo, equidistante de las casas de los dos escritores, y ambos razonan que está leyendo el libro del otro, en vez del propio?
Hay un libro fabuloso y muy conocido, Dr Jeckyll, que tiene mil caras. Todos parecemos conocerlo porque se ha llevado al cine y se ha versionado en mil maneras. Yo encontré una lectura en él inesperada, quise ver que no se trataba del bien y del mal, sino de la simpatía y la antipatía, de lo que habla dicha frase tan sencilla. Es terrible que todos vean en ti a un monstruo. No sé si Stevenson tuvo la más remota idea de escribir un libro tan polifacético, ni sé si este comentario viene al caso ;) Abrazo
Sí, que viene al caso, tú lo has sentido así. Me asombra el interés que ha despertado este post en cuanto al número de comentarios no habituales, y tengo la impresión de que la idea de gustar es poderosamente magnética. El que más y el que menos anhela gustar por más exquisito que se muestre y pretendidamente minoritario que sea. Pero hay personas que cuentan con la simpatía y otras que son abiertamente antipáticas. Como la novelas de Stevenson, en tu interpretación y que nos has aportado. Un abrazo.
Miles de millones piensan lo mismo y los pocos que piensan que sí gustan, me hacen tanta rabia, que es evidente que están equivocados.
ResponderEliminarLa cita es de un libro de 1950 centrado en un personaje honesto y tan profesional que despierta inquina y animadversión entre sus compañeros funcionarios en una colonia británica. Ni siquiera a su mujer le gusta demasiado.
EliminarPero esto es algo más profundo de lo que puede parecer. A todos nos gusta gustar, pero hay personas que tienen empatía o don de gentes que tienen docenas o centenares o miles de seguidores y simpatizantes. Es un misterio lo que hace de alguien un personaje popular o un desubicado. La frase me ha hecho pensar. Pienso que a todo el mundo le gusta gustar aunque sea a un grupo reducido que es su apoyo mental. Se puede estar solo pero hasta cierto punto, la soledad total es, como dice el personaje, algo terrible.
Pues yo creo que es estupendo no gustarle a según qué gente.
ResponderEliminarUn abrazo.
Según a qué gente puede ser una situación estimulante, pero no gustar en general ni siquiera a los más cercanos, como le pasa al protagonista de la novela, da qué pensar. ¿De qué depende el gustar? ¿De la ideología? ¿De la idiosincrasia personal? ¿Del encanto que se expresa? No es tan sencillo porque según lo que tú dices, no gustarás a según qué gente pero gustarás a otra. Hay gente que no gusta a nadie. Y eso es terrible.
Eliminar¿Puede no gustarse a nadie? Eso sí sería terrible...
EliminarPienso al hilo de esto en las personas que no me gustan sin que haya un motivo para ello. Individu@s que me dan cierto repelús instintivo y que me dan pena porque es una repulsa inmerecida. Eso me parece una faena si es algo general. Siempre quedará al menos nuestra madre para querernos, ¿no? Al menos mientras viva... Jolín, me has dejado hecha polvo...
El gustar es problemático, Ilona. Es un don que se tiene o no se tiene. Hay quien lo tiene y es un superdotado emocional y hay quien no lo tiene y está solo. La cita del libro me ha parecido muy ilustrativa en un tiempo en que las redes sociales funcionan con el botón de "me gusta". Hay distopías en que uno tiene tanta entidad como "me gustas" tiene de la gente que tiene relación con él. Me encanta tu página de muñecas, pero por timidez no intervengo.
EliminarMe encanta que hayas descubierto mi página dedicada a las muñecas, es mi pequeña válvula de escape porque últimamente me da mucho oxígeno para la creatividad, incluso más que el dibujo, que tengo muy abandonado pero intento retomar. Aludes a tu timidez, y es la que me produce a mí también un hobby no muy bien entendido por muchos, aunque a mi edad ya no me importe nada lo que otros puedan pensar de mí... bueno, antes tampoco, pero esa timidez que tanto coarta en la vida, me acostumbré a ocultar cierta parte de mí. Porque la timidez no es exactamente verguenza, sino una incapacidad paralizante en las relaciones con los demás, ¿no? Yo no siento vergüenza por nada de mi vida, más bien al contrario, sin embargo me paralizo y escondo a veces sin saber por qué.
EliminarPorque yo también soy tímida para comentar en tu blog porque me sé muy por debajo del nivel que hay aquí. Pero como para aprender no hace falta manifestarse, aquí sigo aunque invisible.
Menos hoy...jajaja...
Un abrazo.
Tu afición me parece valiente y hermosa; con ella no haces daño a nadie y te hace feliz. En cuanto a opinar, hay opiniones más sofisticadas lo que no quiere decir que sean más valiosas que opiniones espontáneas y directas. No te cortes. A veces vale más la naturalidad que la sofisticación. Un abrazo.
EliminarMás terrible es no gustarse a uno mismo.
ResponderEliminarBesos.
A veces las dos cosas van unidas. No lo veo una situación tan excepcional. No sé si me gusta demasiado la gente que se gusta excesivamente a sí misma. Besos.
EliminarBueno, para todo hay un punto medio. Una cosa es gustarse y otra es estar enamorado de uno mismo.
EliminarPero tienes razón, las dos cosas puede ir unidas.
A todos nos gusta que nos miren, a nadie que nos observen. Y es bien cierto, (por mucho que uno diga que no le importa, si le importa, y no poco), que hacemos ver que pasamos si no agradamos al próximo, intentamos saber el porqué, y ello ya demuestra que nos importa, por el mero hecho de que nos importamos.
ResponderEliminarCreo que muy pocas personas pasen de no gustar a los demás, que haberlas deben de haber, por supuesto.
Salut
Lo has sintetizado bien, es lo mismo que yo pienso. La idea de que a uno no le importa qué piensen los demás es algo ingenua. Me imagino al rey Juan Carlos ahora con lo que le está cayendo encima cuando él pensaba que era un capital enorme en la historia de la democracia española. Tiene uno que ser muy cínico o muy desesperanzado para no necesitar que lo quieran a uno. Tal vez se pueda pasar al otro lado y no sé si tiene retorno. Salut y muchas gracias.
EliminarLo cierto es que el hecho de no gustarte a ti mismo te vacuna contra esa necesidad de gustarles a los demás, pero, al tiempo, te hace mucho más sensible a la mínima simpatía que te demuestre cualquiera.
ResponderEliminarAdmites una gran verdad psicológica, la de ser sensibles a las muestras de simpatía que te demuestra cualquiera. Así funcionamos y así funcionan las redes sociales explotando un sentimiento que llevamos grabado profundamente en nuestra psique. No digo que no se pueda desdeñar el gusto ajeno, sea porque uno no se guste a sí mismo o por altivez, pero el principio fundamental está ahí, en ello, en ese misterio, el de nuestra necesidad de recibir simpatía, aunque sea de un reducido núcleo. Sin ello, estamos cojos y dañados. De hecho nuestro éxito en la vida no cabe duda que consiste en ser queridos aunque sea por unos pocos. Lo del gran público también si fuera posible, pero...
EliminarSiempre tarde, mal y a rastras.
ResponderEliminarLa tragedia de lo humano es que aunque demostremos que algo no nos conviene, lo hacemos igual. Más te digo, cuanto menos nos convengan más nos impulsa el deseo de ir por lo inconveniente. Si le dijéramos a alguien que invirtiera todo su dinero en un negocio no rentable nadie lo haría. Con los afectos funciona de otra manera. Uno cuando intenta gustar se pelea con esa lógica. El anhelo de gustar es objetivar algo oculto en nosotros. Un tema poliédrico Joselu!
La cuestión es ¿El anhelo de gustar tiene que ver conmigo o con el otro?
Conozco a una mujer que a sus 87 años han gozado toda su vida de una superdotación emocional que ha hecho que todo el mundo que ha pasado por su vida la haya, no querido, sino adorado. Todo el mundo le dice que quiere ser como ella. Es un prodigio de inteligencia, sensibilidad y destreza emocional. Es imposible no quererla. Esto a ella le produce un placer inmenso, ese cariño que recibe de todo el mundo la eleva espiritualmente y la hace extraordinariamente rica. Ama cada día de su vida y se levanta cada mañana con proyectos nuevos. Pienso que la gran clave de su vida es esa dotación emocional que hace ser adorada por todos. El amor de los demás, la simpatía de los demás, dan sentido a nuestra vida. No gustar a los demás puede ser bien triste, pienso que todos necesitamos ese combustible, por fóbicos sociales que seamos, y yo lo soy mucho, pero como dice Juan Poz, se necesitan esos gestos de simpatía que nos confortan. Pienso que tiene que ver con los dos, pero especialmente con nosotros que lo vivimos como necesidad espiritual.
EliminarPienso que lo de no gustar a los demás es algo con lo que tenemos que aprender a vivir, siempre habrá alguien que te aprecie, creo yo.
ResponderEliminarQue no haya nadie al que le gustes me parece demasiado rotundo, sólo se me ocurre que una persona que esta convencida de que no gusta, si se empeña, verá lo que quiere ver.
Un abrazo.
Sin duda, hay personas más o menos dotadas emocionalmente como he dicho en mi comentario anterior. Es cierto que incluso sanguinarios asesinos y psicópatas en prisiones americanas reciben cartas de admiradoras que se enamoran de ellos. Pero ciertamente, hay personas grises u oscuras o poco de fiar, no sé cómo expresarlo, que gustan más bien poco a los demás. Si hay personas que atraen a los demás y son artistas en el arte de hacer amigos, hay también personas totalmente incapaces de ello. Y que incluso los demás se sienten alejados de ellos sea por lo que sea. Un abrazo, Ana.
EliminarEn ese no gusto hay un regusto por saberse único. Puede haber, claro, una decepción de no entender qué pasa frente al mundo. Y, con el tiempo, comprender que eso carece de importancia porque esa percepción de impopularidad viene explicada en ese dicho que refiere que "hay quien mea en lana y suena y hay quien mea en lata y no suena".
ResponderEliminarEl refrán que nos traes es muy explicativo de las distintas habilidades de las personas. Sin duda, hay personas populares y queridas; y otras que no lo son nada por más que meen en lata. Son diferentes modos de estar en el mundo. Hay una novela de Henry James en que se confrontan dos escritores: una que goza de un amplio favor del público, dada la frivolidad y habilidad de su estilo narrativo; y otro que no tiene apenas lectores pero goza de la estima de la crítica minoritaria. Ambos anhelan lo que el otro tiene. El exquisito querría llegar a un público grande, y el popular querría ser alabado por la crítica. He ahí el tour de force de esta novela que puede expresar lo que tu dicho nos trae.
EliminarDisculpa, Jose, ¿la anécdota se centra en que ambos ven a una vecina leyendo, equidistante de las casas de los dos escritores, y ambos razonan que está leyendo el libro del otro, en vez del propio?
EliminarTe dejo el articulo de Ignacio Echevarría en que comenta el relato de James, La próxima vez https://elcultural.com/la-proxima-vez
EliminarHay un libro fabuloso y muy conocido, Dr Jeckyll, que tiene mil caras. Todos parecemos conocerlo porque se ha llevado al cine y se ha versionado en mil maneras. Yo encontré una lectura en él inesperada, quise ver que no se trataba del bien y del mal, sino de la simpatía y la antipatía, de lo que habla dicha frase tan sencilla. Es terrible que todos vean en ti a un monstruo. No sé si Stevenson tuvo la más remota idea de escribir un libro tan polifacético, ni sé si este comentario viene al caso ;)
ResponderEliminarAbrazo
Sí, que viene al caso, tú lo has sentido así. Me asombra el interés que ha despertado este post en cuanto al número de comentarios no habituales, y tengo la impresión de que la idea de gustar es poderosamente magnética. El que más y el que menos anhela gustar por más exquisito que se muestre y pretendidamente minoritario que sea. Pero hay personas que cuentan con la simpatía y otras que son abiertamente antipáticas. Como la novelas de Stevenson, en tu interpretación y que nos has aportado. Un abrazo.
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