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martes, 3 de marzo de 2020

La textura de lo real



Quiero decir, en realidad, es cierto que nunca nos pasa nada. Todos los acontecimientos que uno puede contar sobre sí mismo no son más que manías. Porque a lo sumo ¿qué es lo que uno puede llegar a tener en su vida salvo dos o tres experiencias? Dos o tres experiencias, no más (a veces, incluso, ni eso). Ya no hay experiencia (¿la había en el siglo XIX?), sólo hay ilusiones. Todos nos inventamos historias diversas (que en el fondo son siempre la misma), para imaginar que nos ha pasado algo en la vida. Una historia o una serie de historias inventadas que al final son lo único que realmente hemos vivido. Historias que uno mismo se cuenta para imaginarse que tiene experiencias o que en la vida nos ha sucedido algo que tiene sentido.

Piglia, Ricardo. Respiración artificial (Spanish Edition) . Penguin Random House Grupo Editorial Argentina. Edición de Kindle.

Este fragmento de la novela de Piglia me sorprendió y lo seleccioné para publicar. Parte de la idea de que en la vida contemporánea no hay verdaderas experiencias, que en la vida hay no más de dos o tres experiencias, y que nos inventamos historias para imaginar que algo ha pasado en nuestra vida y así intentar dotarla de sentido. ¿Es así? ¿Qué experiencias reales son las que tienen sentido en nuestra vida en tal caso? Puedo imaginar que son dos esencialmente, nacer, morir, y entre ellas simulacros de experiencias que no alcanzan dimensión. Del nacimiento no recordamos nada, de la muerte no recordaremos nada, pienso. El resto, para un personaje de Piglia, son falsas experiencias. Acaso tener un hijo, acaso un viaje, acaso una enfermedad, acaso una historia amorosa… ¿Hay algo que adquiera espesor como experiencia más allá del transcurrir aparentemente anodino de los días? No tengo una respuesta al respecto.

Pienso, como diarista artesano que da cuenta sistemática de su vida hace más de treinta y cinco años, que en cada día hay microinstantes que parecen significativos, acciones que simulan ser determinantes, momentos que parecen adquirir dimensión… pero no sé si es solo una forma de ver las cosas para transcribirlas luego en mi diario o es una realidad real. Mi constatación es que esas mil y una microsecuencias que componen la vida se disuelven como si carecieran de consistencia, aunque en el diario aparecen en su momento como importantes. El pensamiento oriental nos lleva a considerar que la vida es un cúmulo de ilusiones que carecen de sustancia real, que nuestro ego es también una ilusión –la única que tenemos diría Cioran-, que la propia muerte es una ilusión. La existencia es un combate agónico que carece de sentido por su carácter ilusorio. Solo jugamos para imaginar que esas historias de cada día son reales. Un blog es un buen constructor de imágenes y de historias. Este ahora navega por territorios literarios y presuntamente metafísicos. Querría ser real pero me parece que es una lid condenada al fracaso. Tal vez solo somos un sueño, es la sospecha que pende sobre nuestra vida, una lucha perpetua para intentar incorporarnos sentido.

Pero es tan poderosa la ilusión de que lo que vivimos es real…


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