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martes, 25 de abril de 2006
Desastre
Durante este curso he comentado en diversas ocasiones el ambiente conflictivo que reina en el curso del que soy tutor: variados conflictos interpersonales y sobre todo, el principal, el que enfrenta a alumnas de origen marroquí con el resto de la clase, en especial con un grupo de muchachas abiertamente racistas. Se intentó un proceso de mediación para acercar las dos orillas. Expliqué en un post los acuerdos a que se llegaron: las alumnas marroquíes se abstendrían de hablar en árabe en clase, y los demás procurarían integrarlas en los grupos de Educación Física para que no se encontraran siempre aisladas y marginadas.
Dichos acuerdos no se han cumplido por ninguna de las dos partes, aunque cada grupo aduce sus razones para demostrar que sí que lo ha intentado y que ha sido la otra parte la que ha iniciado el incumplimiento. Este fracaso de la diplomacia y el desarrollo de las tensiones del grupo ha hecho que hoy la situación haya estallado durante una clase de inglés. Nadie es capaz de reconstruir con certeza la secuencia de los hechos, o quién ha empezado, o cuál ha sido exactamente el detonante y quiénes son las víctimas y quiénes los agresores. El caso es que ha habido una explosión de sentimientos de ira con gritos, llantos, insultos y miradas asesinas.
Para las alumnas marroquíes hoy ha sido la gota que ha colmado el vaso del acoso a que se ven sometidas por parte de un grupo de la clase liderado por una alumna con graves problemas de autoestima y que se ve arropada por un grupo de cinco o seis chicas, que se escudan en el temperamento arrabalero de la misma. Cuando habla, chilla y parece no darse cuenta. Ella ha hecho comentarios despectivos e insultantes contra los “moros”, añadido a que en otras ocasiones ha expresado opiniones de muy mal gusto acerca de sus costumbres e idiosincrasia. Una de las alumnas marroquíes ha sufrido un ataque de histeria y ha habido que tranquilizarla, de modo que dos profesores que había en el aula no podían reconducir la situación.
Posteriormente hemos intervenido el Jefe de Estudios y yo -como tutor del grupo-. Después de hablar con todas las partes, incluida la madre de la alumna agresora, puedo decir que no hemos llegado a una solución satisfactoria porque hay demasiado veneno enquistado en esta situación y ya nadie juzga objetivamente el problema. Las dos partes achacan a la otra el origen de las desavenencias. Nosotros vemos de fondo un problema de claro racismo contra cuatro muchachas que forman piña y a las que se ve como potencialmente peligrosas porque no agachan la cabeza. Hay que decir que son de las que mejores notas sacan de la clase y que su actitud -en lo que alcanzo a considerar- es muy correcta y educada, pero hay algo que los demás no les perdonan y es ese "formar grupo" y hablar en otra lengua.
Jefatura de Estudios ha impuesto una "sanción cautelar" de cuatro días a la alumna que ha sido fijada como agresora aunque ella en todo momento lo ha rechazado. Se ve como víctima y aduce –gritando- que lo que las moras tienen es mucho cuento y que saben mentir muy bien, que no han cumplido el pacto porque siguen hablando en árabe y que han sido ellas las que han hecho esfuerzos para integrarlas, y que nosotros los profesores las protegemos antes a ellas -extranjeras- que a los de aquí. La madre tampoco ha aceptado la sanción porque se pregunta que si han sido dos los que se han peleado por qué se castiga sólo a su hija. Es que su hija es “instigadora” de una situación de acoso –le replicamos-, pero es muy difícil probar lo que sucede en realidad porque la mayor parte de las cosas suceden en el interior de la psique humana individual y colectiva. Cada parte se ve como víctima y probablemente todas tienen su parte de razón. Es muy difícil ser juez en una situación envenenada como esta. Alguien se preguntaba si no sería la difícil situación económica de las familias “de aquí” la que alimentaría el racismo contra los llegados recientemente. Al fin y al cabo resulta fácil no ser racista si uno vive en una zona acomodada de la ciudad donde no hay inmigrantes, pero el barrio donde yo doy clases es una zona límite donde se sufren graves carencias y muchas familias tienen serios problemas económicos y sociales.
Todo se ha mezclado en un cóctel explosivo que ha estallado delante de nosotros. La convivencia se ha ido al traste y la muralla de resentimiento contra las alumnas marroquíes ha aumentado por la sanción que hemos impuesto –que se ve como injusta- y por la dramática situación que ha tenido lugar hoy. Yo mismo como tutor he perdido muchos puntos delante de mis alumnos por ponerme del lado de los “de fuera”.
Es difícil juzgar a los seres humanos, sus motivaciones, sus intenciones y sus causas últimas porque urden –urdimos- una cadena de racionalizaciones que justifican cualquier desmán que hacemos. Luego están sentimientos de pertenencia, auspiciados por el miedo, los que hacen, que las personas tomen partido. Nadie ha sido capaz de distanciarse entre los alumnos para contemplar la situación. Algunos se han quedado al margen y no han entrado en el conflicto. Para nosotros ha sido difícil enjuiciar y tomar una decisión. Hemos cerrado el tema, pero mucho me temo que ha sido en falso y que no contribuirá a mejorar la situación de las muchachas marroquíes que perciben ellas solas todos los menosprecios de que son objeto mientras los demás los ven como “normales” y en todo caso son cuestión de grupo y ellas –las moras- deberían aguantar y aprender a integrarse. Es un buen problema porque nosotros vemos en la educación de estas muchachas magrebíes la oportunidad de emanciparse de las limitaciones que les impone su cultura. Una de ellas quiere ser enfermera y tiene capacidad para serlo pero tiene miedo a apostar tan alto. Es terrible tener que enfrentarse cada día a la agresividad de tus compañeros.
Me gustaría saber cómo diablos transformar este desastre en una oportunidad. Al menos eso decía un libro de autoayuda que hojeé en una ocasión.
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Dices que la situación se ha cerrado en falso. ¿Acaso cabía esperar lo contrario después de semejante crisis?
ResponderEliminarTambién dices que has perdido puntos. Yo creo que no. Un conflicto ha explotado en tu clase y lo has afrontado. Eso no quita puntos. Da autoridad.
Lo que no se ha solucionado en dos trimestres es difícil que lo haga en la recta final del curso. Es muy probable que tu trabajo durante este curso se note en el próximo.
Paciencia.
Lo digo, amigo Escipión, porque he tenido ocasión de tantear el ambiente horas después y las alumnas magrebíes estaban totalmente aisladas y alguna de las nativas anunciaba que "mañana se iban a enterar". No sé me huele que esto no se ha acabado.
ResponderEliminarLo que constaste sobre la mediación, hace unas semanas, me ilusionó. Ilusamente, supongo. Lo que cuentas ahora tiene mucho sentido: no ser racista va de suyo cuando no eres absolutamente idiota ni te ves en circunstancias que te animan a serlo. Lo realmente importante, capaz de cambiar en algo las cosas, es ser capaz de resistir la corriente cuando viene a toda mecha. Hablas de las alumnas marroquíes y del grupo liderado por la muchacha racista. ¿Qué hay del resto? ¿Asienten? ¿Otorgan? ¿Todos piensan que no integrarse a cualquier precio en el grupo es un delito imperdonable?
ResponderEliminarNo perder las esperanzas, crisis=oportunidad.
ResponderEliminarNo puede darse el cambio sin la crisis, y la crisis debe ser dolorosa, lamentablemnte. Fuerza amigo
Al 59. No es un grupo numeroso. En él hay seis o siete magrebíes. Los chicos marroquíes no cuentan porque no tienen relación ni buena ni mala con las chicas de su misma nacionalidad. Las ignoran. El resto se ha sumado al carro que cunto en el post o se mantienen discretamente al margen. Hay dos latinoamericanos que tampoco dicen nada. Son seis o siete chicas las que originan todo el conflicto.
ResponderEliminarYo te recomiendo que hagas una serie de sesiones de grupo, donde todos se sienten en círculo y se expresen; en un principio sin la intención de tomar acuerdos, sino de analizar la situación a fondo... pero de verdad a fondo.
ResponderEliminarClaro, hay que poner reglas de respeto mínimo para la sesión y un moderador bien asesorado/preparado.
Hay que hacer que hablen de sus sentimientos, no de sus acciones.
Seguramente alguien con experiencia en manejo terapeútico de grupos te podrá asesorar: un Psicólogo, Psiquiatra o Trabajador Social... seguro tú o tus compañeros conocen a alguno.
"Hay que hacer que hablen de sus sentimientos, no de sus acciones", dice Roberto. Pero a mí ese camino me parece, con todos los respetos para el proponente, que va directo al precipicio.
ResponderEliminarSi nos ponemos cervantinos -lo que nunca está de más- y nos reconocemos "hijos de nuestras obras", ¿no sería más conveniente que hablaran de "lo que hacen", que trataran de objetivar cada uno de sus comportamientos para analizarlos hasta el más insignificante de los detalles? ¡Cuántas miradas y gestos no vehiculan una agresividad imitada, aprendida o propia!
A través del análisis de los actos deberían saber esas "perlas" de criaturas si se reconocen en ellos, si les "identifican", porque no estoy yo muy seguro de que sea así, de que se sientan orgullosos de esos actos, de que se digan este desplante soy yo, esta butifarra soy yo, esta higa soy yo, esta mirada de odio soy yo, este lapo soy yo, etc.
Con todo, lo que yo quería reconocer aquí es mi total impotencia ante un estado de cosas como el descrito por Joselu, que, desgraciadamente, se parece más a una pelea en la casa de Gran Hermano, que al conflicto racista que también es. Cuando desde la realidad de los media se han devaluado los sentimientos hasta convertirlos en mercancía grosera y barata, ¿cómo no esperarse que sucedan cosas como la que nos ocupa?
Sinceramente, Joselu, ante un problema como el que tú tienes, lo que yo haría sería dar un paso atrás para refugiarme en una baja transitoria y dejar que fueran las "autoridades competentes", creadoras del problema, quienes lo resolvieran.
Aprovecho para recomendarte, y a otros visitantes de tu blog, el libro de Paul Goodman La Des-educación obligatoria. ¡Una joya! El análisis es de 1964 y nos sirve para 2007 sin modificar ni una coma, hay que joderse...
Un abrazo solidario de tu amigo desencajado.
La solución estaría en separarlas, o hablar con todas ellas por separado. Mientras sigan en grupo se mantedrán fieles a sus acuerdos, incluso tácitos. Que cada una asuma una responsabilidad-actividad distinta, en la que tengan que colaborar los distintos grupos, pero por parejas...
ResponderEliminarObligar a las alumnas a que no hablen árabe en clase... mmm ... brillante, como el lavavajijas CID
ResponderEliminarMe parece muy interesante el punto de vista de un profesor desde un blog. Se lo voy a recomendar a un par de amigos que también son profesores.
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