Páginas vistas desde Diciembre de 2005
jueves, 27 de abril de 2006
Dignidad
Déjenme que haga un post radicalmente subjetivo. Quiero exponer mis sensaciones, las de un profesor que se siente orgulloso de serlo y de tener contacto profundo con seres humanos en proceso de formación. Déjenme, asimismo, ser políticamente incorrecto e intentar el difícil ejercicio de llamar a las cosas por su nombre.
Ya saben el conflicto que arrastra mi tutoría desde principio de curso. Tiene un nombre muy sencillo: racismo. Mis alumnas bereberes son miradas con extrañeza, hostilidad, animadversión o indiferencia por una buena parte del curso, el tercero X de la Eso de un instituto cualquiera. Ni siquiera su compañero marroquí varón les presta la más mínima ayuda o apoyo. Esta es una cualidad que no se estila al oeste del río Pecos. No veo ternura en las relaciones entre mis alumnos ni veo solidaridad. Sin embargo, entre ellas cuatro hay una profunda relación de complicidad, de sentimientos que se confortan mutuamente. Lo tienen todo en contra: son musulmanas, son bereberes, son mujeres, llevan pañuelo y son buenas, sensibles e inteligentes, especialmente dos de ellas. Tienen todos los ingredientes para ser detestadas por la mayoría envidiosa y mezquina.
Ayer, una de ellas perdió los nervios ante el acoso a que se vio sometida. Los acosadores son astutos y saben como hacer daño pero que no se note, saben cómo hacer que se disparen los nervios de alguien sin dejar rastro, saben cómo hacer que alguien parezca una salvaje cuando es un prodigio de sensibilidad. Sara saltó y se abalanzó sobre una muchacha que no tenía mucho que ver con el asunto. La pegó. Sara no podía más. Se sentía humillada, rodeada, sin salida, sólo quería defenderse.
Rápidamente hubo protestas por su “salvajismo”. Conocíamos el acoso a que se veían sometidas pero no podíamos hacer nada porque los acosadores son sutiles y hábiles. Es difícil cazarlos in fraganti. Es todo como una nebulosa y Sara perdió los papeles y cayó en la trampa. Hubimos de sancionarla con cuatro días de expulsión del centro sabiendo que si su padre se enteraba probablemente la sacaría del Instituto y le impediría volver a estudiar. Sus padres no hablan castellano. Fue un drama cuando le comunicamos que estaba sancionada. Veía que habría de dejar los estudios y ella los ama. ¿Qué podría hacer esta mujer musulmana si su cultura y las circunstancias no estuvieran todas en su contra? Pero la ley habría de ser igual para todos. El día anterior se había sancionado a una alumna por su mala intención y agresividad con cuatro días. Sara había de ser igual para mantener el equilibrio delante del curso. No podíamos volvernos atrás.
Hoy he hablado con su madre. Sólo habla tamazit -la lengua de los bereberes- del sur. Ha venido con su chilaba y su cabeza totalmente cubierta por un pañuelo. Una de las compañeras de Sara, Hafida, nos ha servido de intérprete. Es otra muchacha de sensibilidad e inteligencia exquisitas. Le hemos dicho que estábamos muy orgullosos de su hija, que era una buena alumna y que sus notas eran buenas. Sin embargo, ha cometido un error. El jefe de Estudios le ha explicado la situación. Nos vemos obligados a sancionarla pero esperamos que en cuanto cumpla los cuatro días, vuelva y se saque el curso. La madre ha explicado que su hija está siendo acosada fuera del instituto, que se siente avergonzada por lo que ha pasado y que ha hablado con su hija para que no vuelvan a suceder los hechos por los que es sancionada, que si su padre se entera la quitará de estudiar…
La impresión que me ha dado hablar con esta madre bereber es la de dignidad y compromiso formal de que aquello no se repetiría. Se le han escapado las lágrimas discretamente. Para ella era una vergüenza estar allí. Su hija había sido sancionada. ¡Qué diferencia con la conversación que mantuve con la madre de la muchacha acosadora! Acusó al instituto de proteger a los extranjeros y acusó sin tregua a la muchacha que había discutido con su hija. El tono fue todo menos relajado. El profesor tuvo que echarle mucha paciencia para sobrellevar las impertinencias que tuvo que oír, impertinencias y amenazas. Su hija era menos culpable de lo que decíamos. Hoy la madre bereber con muchos más motivos ha aceptado nuestra decisión y lo único que ha pedido es que no vuelvan a perseguir a su hija.
No sé: veo elegancia, sensibilidad, ternura por un lado; y por otro, el de las acosadoras o los indiferentes, hallo insensibilidad, falta de solidaridad, cobardía, envidia, rencor.
¿Adónde podríais llegar si os dejaran crecer en armonía? Si os atrevierais... Encuentro en las mujeres musulmanas una extraordinaria fuerza moral.
Estos días de tensión, son también de esperanza. Sabemos que si estas chicas logran aguantar la situación en que están, saldrán más fuertes. La fortuna les ha ofrecido la posibilidad de estudiar, una posibilidad que en Marruecos hubiera sido, por ser bereberes, próxima a cero. Algunas de ellas se dan cuenta del valor que tiene la educación y los conocimientos y disfrutan esforzándose y sacando buenas notas. Lástima que la envidia humana sea tan ponzoñosa. ¡Suerte!
Suscribirse a:
Enviar comentarios
(
Atom
)
Estimado amigo Joselu:
ResponderEliminarEs una situación peliaguda y tiene difícil solución. En un litigio de este tipo todos tiene algo que perder (incluidos vosotros los profesores) y es una pena.
Lo más reprobable es la actitud de la madre de la acosadora. Si su hija es como es, ella tiene una buena cuota de responsabilidad, y es algo que le pasará factura.
El que estas chicas sean diferentes y destaquen por sus valores las convierte en diana de las frustraciones de algunos de sus compañeros.
El hacer piña, el hablar su idioma, son argumentos para los acosadores.
Espero que el problema se solucione, aunque es más probable que dure hasta que acabe el curso.
fmop
Las chicas saldrán adelante. No tienen otro remedio. Pero me preocupan las cicatrices que les van a quedar.
ResponderEliminarSon chicas musulmanas sometidas a tanta presión que tenderán a desarrollar un rechazo a nuestra sociedad.
Cuando te meten tanta caña la religión puede ser un refugio y un bálsamo. Respeto a los creyentes, pero yo desconfío de todas las religiones. Especialmente de aquellas que te prometen una vida eterna a todo lujo a cambio de padecimientos y sacrificos en este mundo, que es de paso.
Durante este curso una compañera de mi instituto "se incautó" de unos dibujos de una alumna musulmana. En ellos se veía un avión estrellándose contra una ciudad repleta de letreros en los que se leía SEX, SEX, SEX,...
¿Conseguiremos escapar de esta espiral?
Un saludo, amigo Joselu.
Con permiso. Creo que has relatado con una minuciosidad pasmosa algo que sucede a diario en los institutos. Desde mi punto de vista, y en muchos casos, los inmigrantes son los que están recordándonos que existen unos valores, precisamente por eso son machacados por muchos de sus compañeros, compañeros que los han perdido, como lo ha perdido gran parte de nuestra sociedad. La conversaciones con las dos madres son un ejemplo evidente. Pienso que una sociedad que no respeta a sus semejantes, que no respeta a una institución como la enseñanza, con todo lo que ello representa, está abocada al desastre.
ResponderEliminarTienes un blog muy interesante.
Hoy estábamos en clase, en una clase del mismo instituto, y nos estaban explicando las fases de la guerra civil española. Estamos escuchando como habían sufrido los “rojos” durante la guerra. En la clase se había hecho un silencio increíble, no se escuchaba ni un susurro y en el ambiente había una sensación de repulsión hacia el bando nacional y de tristeza hacia el bando republicano. Nos estaban explicando el exilio que debieron sufrir los republicanos en Francia en los campos de concentración y en las circunstancias que vivían. Una alumna ha preguntado al profesor: ¿Qué tenían los franceses en contra de los españoles? ¿Por qué no les ofrecían cosas mejores? Y él ha contestado con otra pregunta: ¿Qué tienes tu contra los que vienen en las “pateras”? ¿Qué les ofreces tú? Y la respuesta ha sido que no les ofrecemos nada y que se vuelvan a su país si no tienen papeles. Y ahora yo me pregunto qué será de nosotros si algún día necesitamos ayuda de los que ahora reprochamos y tratamos mal. Se nos ha olvidado nuestro pasado. Y si es así, estaremos condenados a repetirlo. Deberíamos hacer un auto evaluación de nosotros mismos y de nuestros comportamientos.
ResponderEliminarGracias a todos por vuestros comentarios. El blog no sería lo mismo sin vuestro granito de arena, muchas veces más sustancioso que lo que el post expone. Aprecio vuestras puntualizacionss. No pueden ser más atinadas. Lo peor del asunto es que los acosadores no parecen tener conciencia de su conducta o no quieren tenerla. Tengo la impresión de que mis alumnas bereberes han sido educadas en el desierto con mucha mayor sensibilidad y sentido de la moralidad que el que es habitual por aquí en general. María José, tienes mucha razón. Tu intervención sobre los exiliados republicanos no puede ser más acertada. Nosotros en un tiempo hubimos de salir de nuestra tierra y entonces supimos lo que era la insolidaridad en los campos del sur de Francia. ¡Qué mal olvidar la historia!
ResponderEliminarque fuerte lo que cuentas!!!
ResponderEliminarCreo que fue el Quijote que dijo que todas las comparaciones son odiosas, pero no puedo dejar de comparar las experiencias que cuentas entre extranjeros y nacionales y las que se dan en la misma situación en EE.UU. Veo una coincidencia en la actitud que en inglés llamamos "entitlement" entre los que no son extranjeros. Es decir, se sienten con derecho a todo. Al extranjero se le cuestiona el derecho a existir. Pero como me decía un señor en la calle ayer, así de manera casual como si no fuera serio lo que decía, al final todos somos extranjeros advenedizos, de paso por este mundo.
ResponderEliminarDespués de pasar por la experiencia migratoria, me parece que todos nos beneficiaríamos de una buena dosis de extranjerismo: pasar por lo menos por una etapa de la vida en la que caemos entre un lugar y unas gentes que desconocemos y tener que adaptarnos, que no es más que rehacernos de la nada.
Mi querido amigo:
ResponderEliminarDuele que existan estas situaciones. El hombre no termina nunca de aprender, y sobre todo allí en Europa, cuna de cultura, pero tambien de muchos odios.
Un abrazo
Hermoso lo que cuentas sobre la transmision de los valores tradicionales en la cultura bereber. Hermoso, si no fuera porque esta transmisión se sustenta sobre la base de la violencia familiar, que tanto nos cuesta erradicar en nuestro país incluso en su sentido ideológico. Hermoso, si no fuera porque esa madre preocupada ni siquiera hubiera aparecido por el Instituto si su hijo fuera varón. Hermoso, porque gracias a esos valores esas niñas tendrán un futuro asegurado gracias a un matrimonio forzado: un día desaparecerán del Centro Educativo y nadie se preocupará de ellas.
ResponderEliminarDe verdad que a veces la buena voluntad me harta. De toda la narración se deduce que el respeto a los valores solo tiene efectividad si la sombra de la violencia los hace brillar con más intensidad. Pero no queremos aceptar que en una sociedad democrática es el Estado quien debe tener el monopolio de la violencia y que los educadores en cuanto integrantes del mecanismo del estado formamos parte de ese mecansmo de violencia. Mejor dejarlo todo en manos de las familias. Que cada cual manifieste públicamente sus valores, sean los que sean y que la sociedad civilmente representada no interfiera. Que la violencia se haga presente en las familias, las calles, las escuelas... pero en eso yo, funcionario del estado, no intervengo, no me implico.
Ellos son conscientes de esta situación. Unos imponen sus valores en la calle a base de alcohol, ruido y vandalismo. Otros, organizando sociedades en que la ley de su dios sea la ley de todos.
Y nosotros, mirando. Como si nosotros mismos o nuestros hijos fueran invulnerables.
Que estafa