A todos nos gusta situarnos éticamente en el lado correcto,
sentir que la razón moral está de nuestro lado, nos gusta apostar por causas
que merezcan la pena, que estén en consonancia con nuestros valores. Nos gusta
observar el mundo y comprenderlo sabiendo nítidamente quiénes son los buenos y
quiénes son los malos, analizar todos los conflictos humanos y políticos de
forma que haya culpables detrás que no tienen nada que ver con nosotros. Los
culpables siempre son los otros. Nosotros no. Nosotros probablemente no hagamos
nada pero sabemos que estamos en el centro justo. Y así comprendemos el mundo
condenando el capitalismo depredador, los USA que están detrás de toda causa
injusta, hablamos de la Merkel y su voracidad contra los países del Sur, y, por
supuesto, en el conflicto árabe-israelí tenemos claro cuál es nuestra posición
pues somos antisionistas y apoyamos a ese pueblo heroico palestino que está
siendo masacrado por la asimetría brutal de la agresión del estado sionista de
Israel.
Y ¡plas! nos vamos a dormir tranquilos pues ya hemos puesto
el mundo en orden. No se va a alterar nuestro sueño porque sabemos que el mundo
es injusto pero tenemos claras nuestras ideas. Vale que no supimos qué decir
sobre el genocidio de Ruanda en 1994
del que han pasado veinte años y tal vez éramos demasiado pequeños, vale que no
nos metemos en la masacre de Sbrenika
en que murieron casi diez mil musulmanes indefensos, vale que no queremos
opinar sobre lo que pasa en Siria
donde se han producido doscientos mil muertos y hay dos millones de refugiados,
vale que no opinamos sobre la ocupación del Tibet por parte del estado chino, vale que los kurdos no ocupan
nuestra atención, vale que no opinamos sobre el terrible genocidio que se está
llevando en Centroáfrica donde hay
millones y millones de asesinados en el silencio además de centenares de miles
de mujeres que son violadas salvajemente, vale que no opinamos sobre el
aplastamiento de la mujer en Irán y los castigos físicos que recibe en nombre
de Allah... No, esos conflictos son
complicados. Nadie sabe muy bien dónde está el lado correcto. En esos
conflictos seguro que tiene la culpa el imperialismo, el neocolonialismo y el
capitalismo, pero yo estoy a salvo porque yo que soy progresista sé escoger muy
bien a los responsables de cómo entiendo el mundo. Y hay conflictos sobre los
que no hay nada que opinar, pero otros... Claro, yo soy antinazi. Condeno el horror del Tercer Reich contra los judíos de Europa. Pero condeno también el sionismo surgido a partir de Theodor Herzl y que se extendió entre
parte de los judíos europeos que se propusieron retornar a la Tierra Prometida de donde fueron
expulsados en el siglo I de nuestra era. El estado de Israel, fruto de ese sionismo y el sentimiento de culpa de los
occidentales por el genocidio nazi, llevó a que se fundara un estado racista: Israel. Vale que los judíos han sido
perseguidos en todos los países en que han estado, han sufrido pógromos y
matanzas sistemáticas a lo largo de la Edad
Media y la que va al siglo XX, vale que los judíos han sido marginados y
humillados en todas las naciones en que han estado. Pero es que en cierta
manera se lo merecen por su carácter egoísta y su endogamia. Y ¿para qué hablar
de su habilidad para los negocios? De hecho son los que controlan el mundo y
así Estados Unidos tiene una cabeza
de puente en Israel para defender
sus intereses para controlar a los árabes, pero esto es por el lobby judío que controla la Casa Blanca y la Cámara de Representantes. Vale que dicen que Israel es la única democracia en Oriente Medio, pero no es tal porque erigen vallas indignas para
separarse de los palestinos y de lo que ellos llaman “atentados terroristas”.
Vale que Hamas tira cohetes contra el
territorio llamado israelí pero no tienen mala intención, son pequeños petardos
para asustar. Y, el opresor judío contesta con una potencia de fuego brutal
asesinando impunemente a niños y mujeres. Vale que todos los países que rodean
a ese estado, surgido de la conjura sionista, han declarado tres guerras contra
él, en 1948, en 1967 y en 1974, pero estas solo buscaban la convivencia con los
judíos en pie de igualdad y no pretendían nada malo. Vale que Hizbolá en Líbano afila sus armas contra Israel,
que Siria sea un enemigo potente,
que Irán esté detrás de la bomba
nuclear para igualarse a Israel que
la tiene desde hace más de veinte años. Vale que los israelíes se duermen cada
noche evocando el Holocausto y
sabiendo que en ese lugar en que están no tendrán una segunda oportunidad, pero
es que están demasiado obsesionados con el pasado del que tendrían que
liberarse. Hay que saber olvidar y abrir los brazos en señal de paz, aunque
desde los pueblos árabes e Irán se
les recuerde continuamente las cámaras de gas que no fueron tales, de hecho hay
quien piensa que todo fue propaganda sionista para justificar la entrega de Palestina a los judíos. Vale, los judíos
son igual que los nazis, hay que recordárselo y ligar la estrella de David con la Cruz Gamada para que se den cuenta de su horror. Y no es poco
significativo que fuera un judío el que teorizó el psicoanálisis, tratamiento
que todo israelí debería recibir porque su sentimiento del mundo es anómalo y
ultradefensivo. Los palestinos solo quieren la paz y compartir el país que, trabajando
conjuntamente, se abriría a una etapa de paz y prosperidad aportando cada uno
lo mejor que tienen. Pero ¿es que no se dan cuenta? Hay que recordar a John Lennon y su Give peace a chance, así como a Nelson Mandela que supo unir contradicciones insolubles y evitó la
venganza contra los opresores.
Hay que liberar a los judíos de sí mismos, de sus fantasmas,
de sus miedos históricos, de su ley del Talión.
Han de abrirse a la paz del corazón y entender el sufrimiento también de los
palestinos.
Y entonces desperté
tras un sueño extraño que ya no recuerdo.