Escribir con libertad interior no es necesariamente fácil. Llevo cinco años publicando y soy consciente de que en mis posts se han deslizado errores de interpretación o bien se han planteado profundas y serias contradicciones entre mi secuencia de ideas. No soy el mismo que comencé a escribir hace un lustro. La blogosfera me ha enriquecido y me ha hecho conocer líneas de pensamiento, experiencias, procesos íntimos de los blogueros… Pienso que no hay que temer equivocarse, ni a entrar en contradicción. Sólo los aquejados de elementalidad son siempre iguales a sí mismos y no incurren en el absurdo. Así pensaba Unamuno cuya vida y obra es para mí un ejemplo estimulante.
¿Se imaginan lo que es escribir sabiendo que te leen o que pueden leerte en el entorno personal y profesional más cercano? Uno puede caer en el temor a caer mal, a temer sus errores, a ir adecuando sus posts para que no resulten molestos, a irlos limando para que sean irreprochables y políticamente correctos para la administración o para las estructuras oficiales.
Mi post Censura digital en las aulas contenía errores que quiero reconocer aquí delante de todos. Sostenía que estaban siendo censuradas alguna aplicaciones por el Departament d'Ensenyament en el programa Educat 1x1. No es así. Salvo Facebook, Tuenti y Messenger, no he detectado que estén bloqueadas otras aplicaciones para los alumnos. No están bloqueados Gmail, Google docs, Youtube, Blogs o Twitter. Lo que yo percibí en una sesión informática fue un problema puntual que posteriormente no se confirmó. Mis disculpas públicas. Siento a la vez un gran alivio porque esto supondrá que estos canales estarán abiertos y serán utilizables. Me alegro de haberme equivocado.
Sin embargo, hacía una valoración del papel de las editoriales elegidas y mi intención de elaborar un programa propio adaptado a mis alumnos con serias dificultades de aprendizaje. Me confirmo en ello. Pienso que será un error convertir el programa 1x1 en un uso exclusivo del Libro digital de cada asignatura. Han sido hechos con mucho apresuramiento y los profesores con que he hablado deploran su deficiente calidad en las distintas materias. Será un error limitarse al uso del libro digital. Este programa nos abre perspectivas diferentes mucho más complejas que hemos de aprender a explorar y a atrevernos a llevar a cabo. Entiendo que muchos profesores asisten a cursos de formación y que esta dedicación ha de ser reconocida, pero también estimo que la revolución digital implica una convicción personal. Uno no puede seguir siendo el mismo profesor –con leves retoques- tras la incorporación a las aulas de las pizarras digitales y los ordenadores personales de los alumnos. Es como ir montado en una nave espacial y pensar que lo que uno conduce es un SIMCA MIL. Los cursos de formación no son suficientes, hay que pensar en digital y eso requiere de una íntima convicción, que estimo que no existe (aunque hay núcleos entusiastas a los que me he adherido tanto en Cataluña como en el resto de España. Entre los partidarios de la web 2.0 se distingue una gran ilusión por la incorporación de las TIC, pero también me anima su espíritu generoso que les lleva a compartir recursos y ponerlos libremente en la red. Me gusta ese ánimo conducente al intercambio, a la puesta en común, a pensarnos miembros de una conciencia e inteligencia colectivas que no tiene líderes y sí infinidad de conexiones que aportan cada una una parte digna de ser considerada.
El profesor medio desconoce esto. Le llega lejanamente. La tecnología es un mal necesario que hay que soportar y hacer algún cursillo de vez en cuando, pero ello no implica la transformación del proceso de pensamiento. Por ello, las editoriales –empresas que se lucran enormemente del mundo educativo- tienen a los profesores como sus más fieles aliados. Yo las he utilizado, siendo consciente de que elaborar es más difícil que seguir un texto. El mundo digital abre un nuevo campo en todas las áreas para adaptarnos al presente. ¿Qué es lo fundamental en lengua –me pregunto-. ¿Qué sepan analizar oraciones? ¿Penetrar en la densidad de las categorías morfológicas? ¿O tal vez que sepan escribir con sentido? ¿Qué entiendan un texto reconociendo sus ideas principales? ¿Que sepan puntuar un texto correctamente? ¿Que se sepan expresar oralmente con un léxico más rico? Alguien podría sugerir que ambas direcciones son compatibles, pero el esfuerzo que dedicamos para que reconozcan los arcanos de la gramática (conozco a un brillante profesor italiano de universidad, doctor en Filología Hispánica, que reconoce no saber nada de verbos transitivos o de complementos directos. En Italia no se le concede ningún valor a este tipo de contenidos), es tan alto que soy consciente de que los alumnos llegan a segundo de bachillerato incapaces de articular un texto con sentido. Eso sí puede que sepan distinguir –o no- una subordinada sustantiva de complemento directo.
En fin, quiero dejar claro a quien corresponda o lea esto, que seguiré escribiendo con libertad interior, me lea quien me lea, o reciba –legítimamente tal vez- los más sonoros rapapolvos institucionales por el contenido de este blog. Sé que me puedo equivocar o cometer errores, pero estos son connaturales a cualquier proceso de pensamiento. Aunque de eso a querer autocensurarme, nada de nada.