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lunes, 17 de noviembre de 2008

Joselu

Hace unos días me escribió un correo una amable lectora del blog y bloguera también sobre cuál era la identidad que me gustaba para dirigirme sus reflexiones. ¿Quería que me llamaran Joselu o cómo deseaba ser citado? La pregunta me hizo pensar porque ese sobrenombre que se ha adherido a mi piel, Joselu, está lleno de circunstancias extrañas. Implica enigmáticamente mi vida de bloguero y mi contacto con la blogosfera. Comenzó por azar hace tres años. No sabía cómo firmar y, sin pensarlo demasiado, sin saber a lo que me exponía, escribí lo primero que se me pasó por la cabeza: Joselu.

 Sospecho que Joselu encarna lo más estimulante que hay en mí como docente, recoge mi experiencia y mi deriva a lo largo de muchos años, y me proyecta en el presente y el futuro como un profesor con ilusiones, con expectativas, con ganas de innovar y de experimentar. Tira de mí extrañamente cuando mi yo biográfico flaquea o estoy por caer en estados sombríos, lo que me ha sucedido con alguna frecuencia. Joselu me dice: resiste, son sólo adolescentes que están buscando su lugar sobre la tierra, busca alternativas, propón ideas… Mi alter ego no se deja rendir fácilmente y no me consiente que yo lo haga. A veces es un pesado. Me tiene atrapado por su embrujo, y, con frecuencia me hace subir a la buhardilla, donde tengo el ordenador, para comunicarme con el mundo. ¿Qué mensajes hemos recibido? ¿Qué comentarios hay? Joselu tiene bastantes amigos. Yo reconozco que soy insociable, que me incomodan muchas veces los encuentros multitudinarios, las cenas de familia, las relaciones sociales. Joselu es un parrandero, le encanta charlar incansablemente, debatir, ser amable y escribir sin cesar de todo: posts, comentarios, respuestas, correos electrónicos. Si pudiera, estaría muchas noches en sesiones de jazz o escuchando música africana, fumando en una cava llena de humo. Pero yo no fumo, hace años que lo dejé. Joselu es un ser complejo, más que yo. Le acechan incertidumbres, pero tiene un algo que lo impulsa hacia delante. Le encanta releer a Cortázar, a Borges o a Roberto Bolaño, mientras que yo prefiero las autobiografías con  un cierto toque de melancolía. Joselu es aficionado al gimlet, ese cóctel que encantaba a Philip Marlowe en El largo adiós de Raymond Chandler hecho con ginebra, un poquito de lima y soda. Yo soy abstemio y sólo bebo cerveza sin alcohol.

 A Joselu le encanta tener amigos y seguir esa especie de autobiografía espiritual que son los blogs, que encarnan –según él- auténticas epopeyas personales de búsqueda interior. Cada blog que enlaza en su blogroll es una aventura apasionada, y cada bloguer lanza al mundo su modo de percibir las cosas y el mundo. Predominan los blogueros de izquierda, solidarios, amistosos, llenos de curiosidad, y que con sus palabras sencillas interpelan al mundo contando sus avatares personales o sus reflexiones. Abundan los amantes de la literatura y del cine, y el arte en general.

 A Joselu le atrae hablar del amor y de los sentimientos y es un ingenuo con vocación de cronopio mientras que yo soy escéptico y contengo mis emociones para que no me desborden; nada hay que me incomode tanto que sentir que me recorren escalofríos o ganas de llorar cuando veo una película como La pesadilla de Darwin. Joselu no, él llora si hace falta y no le molesta sentirse recorrido por un malestar interior cuando cree que algo es absurdo o injusto. Si por él fuera iría a un montón de manifestaciones y haría huelga contra la nueva Ley de Educación en Cataluña. Yo le pido prudencia y seny, pero él es un exaltado con gotas de anarquismo en sus venas y es algo jacobino. Le atrae el erotismo, bailar el tango, le encanta Inmar Bergman y las castañas asadas. Votó por Barack Obama en las últimas elecciones a pesar de que algunos le advirtieron que todo seguiría igual y que no cabía ningún cambio sustancial.

A Joselu le atrae ser escritor, pero yo le digo que no tiene nada importante que decir, que todo está dicho ya y de maneras mejores que lo que él sabe hacer, pero él, erre que erre, insiste y prosigue en su entusiasmo grafómano. Le gusta escribir sobre temas docentes pero también sobre otras cosas que no tienen nada que ver con las aulas. A veces me lo encuentro haciendo yoga o tai chi y me dice que Freud está superado, pero no descarta hacerse un psicoanálisis algún día o practicar zazen. O viajar al desierto, a pesar de que soy un sedentario contumaz y no me gusta ni moverme para ir a la playa en los veranos.

 A veces me incita a escribir posts tan insólitos como éste, y no es que me ponga la pistola en el pecho; es algo que tiene este muchacho de adolescente inmaduro que consigue, gracias a su insistencia, convencerme porque yo no tengo muchas cosas que decir. Joselu es un artista mientras que yo soy un gris funcionario, como el narrador de Bartleby el escribiente. Me quedo boquiabierto con sus salidas y con sus desplantes y sobre todo me irrita su identificación con el joven Alfred Jarry de Ubu rey. Es insoportable y realmente irritante. Pero es el que manda. De momento…

 Crédito de la imagen http://www.flickr.com/photos/jonowales/95283121/in/set-72057594059309323/

viernes, 14 de noviembre de 2008

El sustituto


Hace unas semanas el Canal 33 de la Televisión catalana emitió un interesante reportaje sobre la experiencia de un profesor sustituto, Max, en el instituto Hallomberg en el área metropolitana de Estocolmo. El profesor, joven e inexperto, se enfrenta a sus clases con alumnos, muchos inmigrantes, en medio de un desbarajuste completo. No consigue que se callen, ni que dejen de levantarse. Hay elementos distorsionantes en el aula, pero el desorden es generalizado. Así en todos los cursos. Sorprende este panorama en un país tan avanzado como Suecia. Las clases son amplias y en los cursos no hay más de veinte alumnos. Max no sabe qué hacer. Se encuentra perdido y se cuestiona su capacidad. Su autoridad es casi nula y su voz es impotente ante la situación del aula. Las amenazas de expulsión no surten efecto.

 Decide acudir a pedir consejo. Recuerda a su antiguo profesor Folke Silvén, todavía activo con setenta y tres años en un instituto en Tuna, en el sur de Suecia. Lo llama por teléfono y le solicita ayuda. Lo recuerda como un gran profesor. Folke acude a su llamada y por unos días impartirá clases como sustituto en el instituto de Max. Cuando el profesor Folke llega a clase encuentra a la mitad de los alumnos con gorra, con los pies en la mesa, comiendo chicles, unos levantados y otros tumbados. Sin apenas alzar la voz y sin estridencia les pide que se levanten todos. La clase comenzará con todos puestos en pie, como señal de respeto y cortesía. Además han de saber que los chicles y las gorras han de ir fuera. El profesor veterano tiene un extraordinario dominio de la situación y su autoridad hará que los alumnos se vayan moderando y callando para dar la clase. Él no se propone gritar. Cuando tiene algo que decir los mira a los ojos. Se hace el silencio. En cambio, en la clase de Max reina nuevamente el desorden ante una disección de unos pulmones que ha traído para la asignatura de experimentales. Incluso algún alumno se levanta descaradamente para hacer una foto con el móvil en primer plano a los pulmones.

 En la sala de profesores los dos compañeros hablan de la situación y  de las frecuentes bajas que hay en el centro por motivos de estrés. Lo normal es que haya numerosos sustitutos en el instituto. Y la dirección no ayuda mucho. Conversan también sobre los alumnos: “Tienen muchas cosas dentro estos chicos” –dice Folke. En efecto entre ellos hay varios que corren el peligro de ser deportados al no haberse legalizado su estancia en Suecia. Provienen de situaciones dramáticas y tienen mucho que contar.

 Sin embargo, no siempre le salen las cosas bien a Folke. Hay clases en que tiene que gritar y pegar con la regla encima de la mesa para hacerles callar, aunque luego siguen levantándose y hablando. Sale del aula enfadado consigo mismo diciéndose que no ha sido una buena clase y que no sabe cómo hacerles reaccionar. “Nunca había dado una clase así” –se confiesa-. La situación es realmente problemática. La indisciplina en algunos cursos es enorme.

 Los profesores se reúnen y exponen sus puntos de vista. Es general la situación. Algún profesor sugiere que se necesitan técnicas  y métodos nuevos. Max, entretanto,  llama por teléfono a los alumnos que crean más problemas o los que son absentistas, incluso va a su casa a visitar a sus familias. La mayoría son inmigrantes y tienen problemas o pertenecen a entornos desestructurados. Sin embargo, no se desanima y poco a poco se va acercando a ellos. En la medida que avanza el documental vemos cómo el factor personal se hace más patente. Conocemos su situación a través de las conversaciones con los alumnos. Incluso organiza una salida al campo de un par de días o tres y establece una intensa relación con los muchachos. Habla con ellos y poco a poco se los va ganando y estos terminan por respetarle. Se nota posteriormente en las clases en las que su autoridad ha ganado muchos puntos. Se lo ve progresivamente seguro en su papel y ha aprendido mucho charlando con su antiguo profesor y otros compañeros, pero sobre todo del arte de conducir a adolescentes inquietos y de comunicarse con ellos.

 Cuando acaba el documental, Folke vuelve a su instituto de Tuna en el que sigue haciendo levantar a sus alumnos al empezar la clase, y Max pierde su plaza por una reducción en los presupuestos.

 Dos estilos diferentes, el del profesor veterano que cumple setenta y cuatro años en el ejercicio de la profesión a la que ama por encima de cualquier duda, y el de Max que se inicia en este arte tan difícil de la enseñanza y como sustituto.

 Este es un pequeño homenaje a esos profesores sustitutos jóvenes que llegan a los centros educativos y durante unos meses van aprendiendo a lidiar con la realidad, pero poco a poco saben ir ganándose a sus alumnos hablándoles en un lenguaje que estos saben entender e imponiendo, en ese necesario tira y afloja, la autoridad absolutamente necesaria para la transmisión de conocimientos. Sin duda, cuando marchen dejarán un pedacito de su corazón entre los alumnos y sus compañeros. 

martes, 11 de noviembre de 2008

El niño que leía a Dostoievski


Hace ya unos cuantos años y unas cuantas nevadas, yo era profesor en Berga, una pequeña ciudad al norte de la provincia de Barcelona, al pie de las montañas del Prepirineo. Allí pasé tres años de los más felices en cuanto a mi experiencia docente. Los muchachos eran receptivos y con ganas de hacer algo diferente con la literatura, la asignatura que entonces existía y de la que era profesor a tiempo completo.

 Di clase en segundo de BUP, en tercero y en COU. Esta referencia viene a colación a una imagen, entre otras, que se me quedó impresa en mis gozosas clases en un curso de segundo. Había un muchacho, Daniel, menudo físicamente, con el cabello muy negro y algo largo, y con unos ojos oscuros extraordinariamente vivos. Daniel tenía unas circunstancias personales que lo hacían especial. Sus padres estaban separados, pero él no vivía con ninguno de ellos. Él a sus quince años lo hacía en una residencia, donde estaba como interno, y sólo salía para ir a clase. ¿Qué tenía de especial aquel muchacho serio y concentrado, ensimismado y poco charlatán, con un aire solitario y una velada tristeza que lo aureolaba? Pues que leía apasionadamente a Dostoievski. Le vi varios libros del autor ruso a lo largo del año. Los tenía en aquella antigua colección Bruguera que me trae tan gratos recuerdos. Leyó libros sorprendentes para su edad. Yo intentaba interesarme por lo que leían mis alumnos en aquellas horas de lectura libre que les dejaba para que leyeran sus libros preferidos. A lo largo del curso observé que leía Crimen y castigo, Los hermanos Karamazov, El idiota, Los demonios y quizá Memorias de la casa muerta. Leía  con una concentración intensa. Se pasaba la hora de lectura totalmente inmerso en la novela, como si el tiempo estuviera detenido y salía lentamente cuando sonaba el timbre o el profesor interrumpía la actividad para decir algo sobre algún trabajo pendiente.

 Años después leí Mi hermano el idiota del español Michel del Castillo. Me lo recomendó mi amigo Juan Poz. El protagonista, abandonado por su madre y huérfano de padre, vivió los terribles años de la posguerra exiliado en Francia, deportado en la Alemania nazi y recaló en su adolescencia en aquellos oscuros y tristes internados de la España del franquismo, además con el agravante que era hijo de republicano. Allí un profesor frustrado y alcohólico, que se encariñó con él, empezó  a facilitarle libros de Dostoievski, con los que el muchacho se sintió profundamente identificado en esos años dolorosos y de extrema soledad.

 A veces me pregunto por qué leemos, y me viene la imagen de aquel muchacho solitario, Daniel, que leía, igual que Michel del Castillo, para escaparse de la soledad, para huir de unas condiciones opresivas y amargas.

 Al año siguiente, Daniel ya no estaba en el instituto. Me quedé con las ganas de hablar con él, pero no quise forzar aquel cerco de silencio que había en torno de él.

 Por aquel tiempo, Michel del Castillo respondía a una extrevista de Feliciano Hidalgo (1981) sobre el papel de la cultura. Decía así el autor nacionalizado francés:

 “Ante la fragilidad del mundo en el que vivimos y ante la fragilidad igualmente de la cultura, cuando se es un hombre angustiado, como lo soy yo, una de dos: o decide uno suicidarse, o hay que creer en la perennidad de la inteligencia, del humanismo, del amor, de la cultura en suma”.

 No sé por qué  cuando pensaba en el tema del siguiente post, me vino a la memoria la historia incompleta de aquel muchacho que leía a Dostoievski a sus quince años. Algún día me gustaría recuperar a modo de libro de memorias docentes la semblanza de aquellos muchachos o muchachas que se me han quedado impresos profundamente y de los que aún muchos años después sigo viéndolos sentados en la clase como en una foto detenida.

 Querría que en ellos jugara un papel fundamental el humanismo, la inteligencia y el amor a la cultura. Y a ser posible que sigan leyendo a Dostoievski. O que sean apasionados del surrealismo, o se hayan orientado, como alguno de ellos hacia el veganismo. El caso es trascender este círculo de banalidad que impregna nuestra época.  

jueves, 6 de noviembre de 2008

Dante, poeta terrenal.

Sospeché de él inmediatamente. Era inequívoco su aire profesoral. Llevaba un gorro de punto azul y una chaqueta de pana negra. Se pidió un tallat y se puso a hojear un libro cuyo título me costó descubrir pero al fin lo atisbé: Dante, poeta del mundo terrenal de Erich Auerbach. Yo intentaba leer otro titulado Al oeste de Roma (Mi perro Idiota) de John Fante. Los dos íbamos al mismo sitio y hacíamos tiempo en aquel café antes de la reunión. Mi colega era también profesor de Literatura y venía a la reunión de Coordinación de las PAU de la asignatura Literatura Española de Modalidad.

La convocatoria era en el instituto Jaume Balmes de Barcelona a las cinco de la tarde. Era miércoles y en la entrada nos agolpábamos una veintena de profesores esperando que alguien nos dijera dónde era la reunión. Un grupo charlaba animadamente sobre los exámenes de las pruebas de acceso a la universidad. En la columna que había junto a nosotros había varios carteles de la asociación de padres y madres e información variada del instituto. De pronto una profesora se destacó del conjunto y nos llamó para acompañarla a la sala de actos. Se llamaba Teresa Barjau, como pudimos saber después, y era la subcoordinadora de las PAU. Seríamos unos cincuenta en total. Nos sentamos en las sillas frente al escenario. No había micrófono y Teresa, la subcordinadora, se dirigió a nosotros alzando la voz para decirnos que las PAU de este año mantendrían el mismo tipo de examen del año pasado, pero que no podría decirnos nada del cambio previsto con la entrada de la LOE. No se sabía nada sobre el examen del nuevo currículo.

Enseguida se encendieron las protestas. Varios profesores argumentaron certeramente sobre la necesidad de tener ya pautas para preparar la asignatura cara al curso que viene. Después de diversas consideraciones sobre el examen, otros hablaron de la pérdida de la asignatura de Literatura Española en varios centros por la organización del nuevo currículo. La subcordinadora habló de la irreparable pérdida de peso como asignatura de las literaturas (tanto catalana como española). Es un proceso imparable. A los alumnos no les atrae nada enfrentarse a textos complejos y de otras épocas y tienen menos nivel. Cada vez hay menos estudiantes que elijan literatura frente a otras opciones más prácticas. La tendencia es a que desaparezca como asignatura. En las lenguas también se ha perdido una hora semanal. Ahora en Cataluña sólo hay dos horas a la semana para lengua y literatura en Bachillerato. La introducción de nuevas asignaturas como sociología y psicología y los nuevos enfoques desde el punto de vista de la psicopedagogía han adelgazado la presencia de la lengua y la literatura. La literatura y también la lengua han perdido prestigio social frente a asignaturas como el inglés, las matemáticas o la tecnología. Según la subcordinadora era un proceso a nivel europeo, no sólo español. Aquí resulta difícil argumentar su necesidad ante razonamientos que hacen hincapié en las horas que ya ha habido en la ESO y lo poco que se ha conseguido en nuestros alumnos que se expresan cada vez peor.

Alguien sugirió la necesidad de coordinarnos, de redactar manifiestos y enviar cartas a la prensa. Otros sectores como las clásicas o la filosofía se habían movilizado con mayor convicción que nosotros. Se sugirieron otras reuniones. No debía perderse la literatura en una seria formación humanística. ¿De qué tipo de ciudadanos estaríamos hablando si se arrinconaba la formación literaria? ¿No serían cada vez más superficiales y expuestos a lo peor de la sociedad de consumo?

Todas estas opiniones se pusieron de manifiesto, pero nos veíamos invadidos por un claro fatalismo. Exponíamos estas razones pero nos temíamos que ya éramos una cofradía romántica en vías de extinción, la de los profesores vocacionales de literatura. Nos mirábamos entretanto perplejos.

No había mucho más que decir. Habíamos hablado sin micrófono pero nos habíamos oído. Éramos una minoría sin mucho futuro. La subcordinadora nos dio su email y la reuníón se cerró con el compromiso por su parte de tenernos informados. Salimos rápidamente en grupos. Bajé por Pau Claris hacia la plaza Urquinaona. A mi lado caminaba el profesor de mediana edad que leía el libro sobre Dante. Le saludé y me respondió cordialmente. Era profesor en Martorell y se llamaba Antonio. Tenía un gran sentido del humor y nos reímos con ganas del desastre que había constituido la reunión. Yo le hablé de Idiota, el perro que protagoniza Al oeste de Roma de John Fante. Sólo se siente atraído por perros o seres humanos de su mismo sexo. Se abalanza sobre ellos y les lame mientras su miembro se pone tieso. Es tronchante. Decidimos irnos juntos a tomar algo. En la plaza de Urquinaona había una manifestación multitudinaria de los afectados por el expediente de regulación de empleo de Nissam. Mil setecientos despedidos que se manifestaban junto a los de otras empresas como Frigo y miles de trabajadores más. Miramos pasar la manifestación dándonos cuenta de lo fastidiado que estaba todo. Y no ha hecho sino empezar. La crisis se va a agudizar -nos dijimos-.

Entramos en un bar de Sant Pere més Baix y nos pedimos una botella de Rioja. Antonio tenía una curiosa concepción del mundo y la literatura. Hablamos de nuestros autores preferidos. Ambos habíamos leído a Dante, y nos sentíamos atraídos por la literatura rusa, en especial Dostoievski, Tolstoi, Goncharov, Chejov... Brindamos y bebimos hasta que terminamos achispados y contentos hablando de nuestro mutuo amor por Galdós. Éramos incorregibles enamorados de la literatura, sin mucho futuro pero hoy estábamos eufóricos. Mañana sería otro día. Los de Nissam están peor. 

martes, 4 de noviembre de 2008

Barack Obama

Yo no puedo votar, por razones obvias, en las elecciones de Estados Unidos. Sin embargo, he de reconocer que esta campaña me ha llegado con calor y no tengo dudas sobre cuál es mi candidato preferido  que  no es otro que Barack Obama. El senador por Illinois ha sabido hacer una campaña seria y coherente, sin estridencias, con respeto, con honestidad, y ha llegado a ganarse lo que se está debatiendo en Estados Unidos: la confianza. Confianza en alguien que puede sacar a su país de la crisis económica y moral en que está hundido tras ocho años nefastos de la administración Bush.

 Sus orígenes modestos, su compromiso con los más desfavorecidos en Chicago como abogado en servicios sociales, hacen de Obama el candidato que se ha hecho a sí mismo, un mito que atrae en el planeta americano, en que existe la creencia que cualquiera puede llegar a cualquier sitio si trabaja con ahínco.

 La crisis económica propiciada por un capitalismo salvaje, sin reglas, ha exportado a todo el mundo la depresión en que nos debatimos. El mundo necesita cambiar sus reglas económicas que favorecen exclusivamente a los más poderosos, que actúan movidos por una voraz avaricia. No sé hasta que punto Obama puede cambiar el mundo y hacerlo más justo. Imagino que él se sentirá prisionero del stablishment financiero y político, y no podrá desarrollar una política social que lleve la sanidad a todos los norteamericanos, por ejemplo. Clinton lo intentó, pero su plan de reforma de la sanidad naufragó, siendo uno de sus proyectos estrella.

 Igualmente, surgen dudas sobre qué hará Obama, si gana las elecciones, con la guerra de Irak y Afghanistán. Son decisiones complejas, pero hay que considerar que el ciudadano medio americano ya está afligido por el número de bajas y el gasto que supone dicha guerra, que sólo ha conseguido aumentar la inseguridad en el mundo y potenciar el fundamentalismo islámico.

 Asimismo, espero que una de sus primeras decisiones sea cerrar la prisión de Guantánamo y otras similares. Esto y la política sobre los derechos humanos de Estados Unidos ha supuesto un enorme desprestigio de la potencia americana en el mundo. Todos recordamos las difundidas torturas en la cárcel de Abu Ghraib en Irak con el consentimiento y la anuencia de las autoridades americanas.

 Es necesario un nuevo liderazgo mundial que se ejerza de forma diferente, entendiendo que Estados Unidos es la superpotencia que, con errores y aciertos, puede construir un mundo más equilibrado.

 Además, aunque no lo hemos citado, el hecho de que Barack Obama sea negro, hijo de un keniata que lo abandonó de pequeño, supone una revolución en el pasado racista de los Estados Unidos, con el que no puedo dejar de simpatizar. En muchos sentidos, la figura de Obama es continuadora de Martin Luther King, que fue asesinado por sus ideas y su capacidad de fomentar sueños de mayor justicia y fraternidad entre “todos” los norteamericanos. Obama quiere ser el presidente que una a los americanos, sin distinción de sus orígenes sociales o étnicos.

 En definitiva, su personalidad me ofrece confianza y la esperanza de que pueden hacerse mejor las cosas. No puedo votar realmente, pero aquí deposito mi voto virtual en este cuatro de noviembre en que puede ganarse una votación histórica. 

domingo, 2 de noviembre de 2008

Un reencuentro

Llueve. Son días de lluvia generosa. Una tupida cortina de agua golpea los cristales de la claraboya de mi buhardilla. Escribo en esta mañana del domingo en que todavía estoy dominado por una intensa emoción. Ayer noche también llovía. Mi mujer y yo nos acercamos a un centro comercial para ir a ver una película. De pronto,cuando entrábamos por el acceso principal, oigo una voz que me decía: ¡Hola, profe! Me volví y vi a una parejita de jóvenes a los cuales conocía por haber sido alumnos míos hace unos años. Recordé inmediatamente sus nombres: Toni y Estefanía.

 Di un apretón de manos a Toni y di dos besos a Estefanía. En mi mente se rebobinaba la imagen de Toni y los dos años que fui profesor suyo. Su paso por la ESO fue terriblemente conflictivo. El primer año tuvimos él y yo múltiples problemas. Nada era sencillo con él. No trabajaba y se negaba a cualquier esfuerzo. Me enfadaba frecuentemente porque no traía material a clase, y cuando se fijaba alguna tarea a realizar, él se negaba a hacerla. Digamos que nuestra relación no fue fácil. Le puse algún parte de amonestación por sonarle el móvil en clase y promover una situación que puso la clase patas arriba. Le confisqué el móvil y llamamos a su casa para que su padre viniera a buscarlo. Estuve presente en el encuentro con su padre en el despacho del jefe de estudios. Observamos que su padre no tenía demasiada autoridad sobre él, y que mantenían también una relación tormentosa. El hijo parecía despreciar a su padre y no sentirse a gusto con su presencia.

 Lo tuve otro año como alumno en tercero de ESO. Suspendía todo y su pasividad era absoluta. Se sentaba al final de la clase y ya no creaba problemas. Alguna vez intenté hablar con él, pero parecía sumido en un mutismo absoluto. Creía distinguir en él un gesto de tristeza y abandono. Me pregunté más de una vez qué sería de su vida, tan perdido y aislado lo veía. Creo que escribí incluso un post sobre él en mi etapa inicial de Profesor en la Secundaria, post que se ha perdido porque borré mis primeras treinta entradas correspondientes a los meses de octubre y noviembre de 2005. Aquel muchacho ofrecía la viva imagen de la desolación y la pérdida de rumbo.

 Ayer me encontré con él y su novia. Le pregunté si estaba trabajando. Me dijo que era soldador, y que mañana –hoy domingo- salía en avión rumbo a Londres donde trabajaría durante unas semanas con su empresa. Le vi contento y sereno. Y sobre todo centrado. Fue él quien me paró. Mantuvimos una conversación de varios minutos en que mutuamente nos fuimos interesando por nuestras circunstancias.

 Lo mejor fue cuando nos separamos. Le apreté el brazo en señal de afecto, pero aquello no era suficiente. Nos abrazamos con calidez y nos despedimos.  Durante la película me asaltaba la imagen de Toni y nuestro reencuentro. Me planteé cómo se pueden reorientar la vidas que por unos momentos damos por totalmente perdidas en esos años de tormentas emocionales a los que a algunos afectan dramáticamente. Volví atrás y hubiera querido rehacer las palabras que en el pasado dirigí a Toni, mis palabras airadas y mis reproches. ¡Quién iba a decir que entre nosotros pudiera existir una corriente de simpatía y de reconocimiento!

 Este post continúa el que hace unos días sugirió Antonio Solano sobre la acera por la que caminábamos cuando nos encontrábamos con algún alumno. Ayer recibí una lección hermosa que me lleva a plantearme mis relaciones con alumnos difíciles. A veces, sin quererlo o sin intuirlo siquiera, surgen corrientes de comunicación en las más ásperas circunstancias. Sentí cómo una herida del pasado tendía a cerrarse. Ojalá, Toni, todo te vaya bien en la vida. Los pasos de nuestra vida son inciertos y a veces cuesta encontrar el camino. No sé por qué pero este reencuentro me insufló una enorme carga positiva y esperanza. Habrá otros Tonis tan perdidos como él y quizás nuestra relación no será sencilla. Necesitamos tener la mirada puesta en la cercanía de lo que pasa en nuestros días, pero también en la lejanía del tiempo que vendrá. 

miércoles, 29 de octubre de 2008

Guerra en el Congo



Euforia en las bolsas americanas y europeas. El Ibex 35 sube en estos momentos que escribo 6,90 %. Recibo dos correos a lo largo de la mañana del miércoles. Uno de mi suscripción a las noticias de Le Monde y otro de Viajar.com que me ofrece “Un mundo para descansar. Hoteles a 40 €”. El titular, en cambio, del día en Le Monde dice así:"El ejército gubernamental se repliega delante del avance de los partidarios de Laurent Nkunda, que se aproximan a la ciudad de Goma, en proximidad con la frontera con Ruanda. Los cascos azules son impotentes delante del avance de los rebeldes". La guerra nuevamente se ha reanudadado en el este de la República Democrática del Congo. Decenas de miles de personas huyen presa del pánico ante el avance de las fuerzas del CNDP (Congreso Nacional para la Defensa del Pueblo) de tendencia protutsi dirigido por Laurent Nkunda que se enfrenta a las Fard (Fuerzas Armadas de la República Democrática) de tendencia gubernamental y a los combatientes hutus (FDLR). Parece iniciarse la tercera guerra del Congo que ha dejado un reguero de cuatro millones de muertos y millones de desplazados y refugiados. Los destacamentos de la Naciones Unidas (Monuc) allí destinados manifiestan su fracaso en conseguir el cese de las hostilidades. La zona de Kivu Norte es una de las mayores productoras del mundo  de coltán y casiterita, elementos imprescindibles en la telefonía móvil y las videoconsolas. Todas las facciones enfrentadas negocian con estos minerales que son extraídos en condiciones de esclavitud.

La situación es confusa y no se acaba de entender el lío de siglas que concurren en estos enfrentamientos que oponen nuevamente a partidarios de los hutus y los tutsis, como en el terrible genocidio de Ruanda en 1994. Pero una cosa es cierta, Occidente está muy interesado en los yacimientos de coltán y casiterita que hay en la zona y los compra a cambio de armas y dinero a todas las partes enfrentadas. Armas y corrupción no les falta. Todo lo demás sí.

La principal víctima es la población civil que es asesinada y ha de huir de las zonas de conflicto en la zona más castigada del planeta.

Para mi sorpresa ni la edición digital de El País ni la de El Mundo hacen referencia a la situación en el este del Congo. La principal noticia es, cómo no, la citada al principio, la de la euforia en las bolsas de todo el mundo. Ello oscurece una tragedia como la que está pasando en estos momentos y que pasa desapercibida para el público occidental que se tienta los bolsillos para saber cómo le está afectando la crisis.

Recuerdo una conversación un día en Foz (Lugo) en el mercadillo. Una señora decía a un africano que lo que le vendía era muy caro, “que estábamos en crisis”. Él le respondió: “Crisis, señora, en África”.

Nada más, que no les olvidemos.

viernes, 24 de octubre de 2008

El espacio del dolor

Caixafórum, el centro cultural y social de la Caixa, acoge desde el 22 de octubre en Barcelona una interesante muestra de pintura, que abarca desde el Quatrocento al Barroco, titulada El pan de los ángeles. Son cuarenta y cinco obras pictóricas y tapices procedentes de la Galería de los Uffizi de Florencia. La exposición permite hacerse una idea de la evolución de la pintura italiana entre los siglos XV y XVII. Está organizada en torno a siete apartados en torno al sacrificio realizado por Cristo para redimir al hombre del pecado original.

El pan de los ángeles abarca desde la pintura de Botticelli al pintor barroco Luca Giordano cuya Subida al monte calvario ilustra la entrada de este post con un expresionismo muy marcado para provocar la emoción y la devoción del espectador. En la muestra destaca La Madonna della Logia de Sandro Botticelli. Su mirada, aparentemente serena, ya refleja la preocupación por el destino que aguarda a su hijo.

La exposición supone un recorrido por la espiritualidad de Occidente mediante el recuerdo de la entrega del hijo de Dios. Antiguo y Nuevo Testamento. El pecado original, el maná en el desierto, la anunciación, el nacimiento, la adoración de los pastores, la última cena, la flagelación, la crucifixión y la resurrección. En cuarenta y cinco cuadros vi compendiados los mitos del cristianismo, mitos que  me resultaban lejanos por más que la pintura que allí estaba viendo me seducía y maravillaba. La cosmovisión del Renacimiento y del Barroco buscando sus claves de espiritualidad y del sentido de la vida en la idea del sacrificio de Cristo por todos nosotros. El pan de los ángeles. De estas imágenes e historias me nutrí cuando era pequeño en tardes inmensas en el colegio de las monjas al que asistí hasta mi siniestra primera Comuníón. Más tarde en rosarios rezados a las seis de la tarde en el colegio de curas donde estudié durante nueve años. Imágenes que contemplé en procesiones larguísimas donde Cristo sufría lo indecible por todo el género humano.

Pero todo aquello no me decía nada. Me decía sí la pintura, el lenguaje del arte. El rostro desolado de la Virgen desfallecida con los símbolos de la Pasión de Cristo de Alessandro Allori, la Virgen con el niño de Parmigianino, La sagrada familia de Michele di Rodolfo... Pero más allá no había ningún significado, ninguna emoción como la que podían sentir los hombres de aquellos siglos.


Salí desconcertado, por un lado con la emoción de la pintura que había visto, pero también desolado por la lejanía que me suponían aquellas bellísimas imágenes sobre lo que representaban. Vi los últimos tres tapices con motivos de La última cena y el Descendimiento de la Cruz y me dirigí a la siguiente sala. No había nadie. Vi una puerta y una habitación en penumbra. En la puerta estaba el nombre del artista Joseph Beuys y se titulaba El espacio del dolor. Me quedé anonadado. Entré con precauciòn y vi un cuarto, tenuemente iluminado por una bombilla, de paredes de plomo, planchas de plomo rayadas con signos que ignoraba si estaban hechos por la gente que había visto la instalación o eran obra del mismo artista Joseph Beuys cuya historia y trayectoria investigué cuando llegué a casa. En el cuarto, de unos treinta metros cuadrados, no había nada excepto dos anillas en el techo junto a la bombilla. No había nada más. Aquello me recordaba una cámara de gas, era un lugar de agonía. Me acordé de la agonía de Cristo en la cruz. Relacioné dos imágenes conectadas con el sufrimiento y la muerte. Aquella habitación me evocaba la angustia y la muerte. No sé qué pretendería el artista, pero el título de la obra El espacio del dolor (Schmerzaum) resultaba explícito. La atmósfera resultaba opresiva, la iluminación, sórdida. ¿Habría salida? ¿Qué significaban las dos anillas del techo que parecían no ser de plomo? ¿Qué diálogo pretendía el artista conmigo? ¿Era para acostumbrarme a la muerte? ¿O era una accesis espiritual la que me estaba proponiendo el artista con un renacimiento posterior? Seguía sin entrar nadie. De vez en cuando se veía a alguna pareja despistada que miraba sin entrar, sin entender que aquello era algo más que una habitación vacía. Me senté en un rincón de aquella habitación tétrica, igual que cuando entré en el patio de las columnas de la mezquita de Córdoba. Algo me decía que aquello había que verlo desde abajo como participando de un profundo decaimiento del ánimo, abrumado por la atmósfera agobiante. Revisé las imágenes de la exposición de pintura italiana. Algunas se me habían quedado grabadas como la del Cristo en la escena del calvario de Luca Giordano cuyo rostro va a ser enjugado por la Verónica. El dolor es una experiencia universal. No podemos aspirar a estar en una burbuja protectora aislados del dolor. La vida es dolor y también capacidad para superarlo, y elevarse por encima de las paredes de plomo para encontrar la plata de esas anillas suspendidas en el techo, anillas que reflejan la luz. El plomo es protector, te aisla del exterior pero no refleja la luz. Somos migajas de luz en la oscuridad del universo. Y aspiramos al autoconocimiento. Joseph Beuys vino a decir que todos los seres humanos somos artistas y que cada acción es una obra de arte. Allí en aquella mañana de lluvia él y yo habíamos trenzado una comunicación a través del tiempo y habíamos sentido emociones paralelas. ¿Sería también un poco artista?

domingo, 19 de octubre de 2008

Camino


Reconozco que fui a ver Camino, película dirigida por Javier Fesser, sin muchas ganas. Sentía aprensión por lo que había visto en un vídeo promocional. Una niña de once años enferma de cáncer en la médula y su sufrimiento es utilizado para la glorificación del OPUS DEI en un ambiente que constituye una radiografía  respetuosa -no un diagnóstico- de la Obra fundada por Monseñor Escrivá de Balaguer. El resultado es una película magnética por la personalidad de la niña que interpreta el papel de Camino, Nerea Camacho. La película está inspirada en hechos reales sobre una niña formada en el ambiente de esta asociación religiosa llamada Alexia González-Barros que murió en 1985 y está actualmente en proceso de canonización.

Camino es una muchacha llena de vida que parece ofrecer todo su terrible sufrimiento por Jesús. Todo el ambiente de su familia es opresivo, aunque se puede decir que no está caricaturizado. Es simplemente así. Su madre, encarnada certeramente por Carme Elías, es una fanática de la orden que cree que la enfermedad de su hija es un bien venido del cielo. Su padre, en cambio, es tierno, frágil, impotente, pero resulta un personaje entrañable.

Carlos Boyero, crítico de El País, ha calificado la película de documento que le produjo horror y que le obligó a desviar la vista de la pantalla rebelándose contra esa secta oscurantista que manipula el sufrimiento de la niña para su propio engrandecimiento. Pero reconoce que la película le había tocado y no le dejó insensible. Es la misma sensación que he tenido yo al enfrentarme a un filme complejo cuyas conclusiones están abiertas al criterio del espectador.

No creo que Javier Fesser haya querido hacer una película contra el OPUS DEI. Nada hay de manipulación en la ambientación que no responda a la realidad. Ese es el auténtico horror. La hermana es candidata a numeraria de la orden y la vemos robotizada y carente de vida personal. Cualquier duda en la orden es considerada como tibieza. Pero Camino tiene su alegría y sus visiones que lindan con el surrealismo. Y además está enamorada de un niño de su edad que se llama Jesús. De ahí la ambigüedad de la película. La escena que en  su lecho de muerte se imagina bailando con el muchacho con un vestido rojo y unas camper rojas, rodeados de flores, es antológica y bellísima.

He rastreado en páginas del OPUS constatando, para mi sorpresa, que la película no les ha desagradado, al contrario que a su familia que la consideran una manipulación especialmente en la mención que se hace al final de la película del nombre real de Alexia como homenaje a la niña y en algunos detalles como los aplausos cuando la niña muere.

Es una película muy rica en matices, muy bien interpretada, y que sorprende por su fuerza emotiva. Horroriza y cautiva a la vez.  

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NOTA POSTERIOR: Por honradez intelectual he de hacer constar que la reacción del Opus Dei ante la película no es favorable como había escrito. He tenido acceso a la página oficial Opus Dei  en que se vierten juicios muy negativos con el conjunto de la película a la que se califica de radiografía desenfocada y falseada. 

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Sin embargo, la página no oficial El Opus Dei en Valladolid se hace eco de las entrevistas a Nerea Camacho, al director y de la crítica de Carlos Boyero. Esta página es una web formada por ex-miembros del Opus Dei muy críticos con su antigua organización. 

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miércoles, 15 de octubre de 2008

Artistas africanos


Hace unos días escribía algunas notas críticas con el arte contemporáneo. La mayoría de los comentarios mostraban su incomprensión acerca de obras catalogadas bajo esta etiqueta. Banalidad, agotamiento de formas, cansancio, idioteces, bostezo, provocación, mercado del arte, reivindicación de la emoción, falta de comprensión, indiferencia, vacío conceptual, avaricia comercial... eran algunas de las reflexiones que suscitaban este tipo de obras.
Hoy, sin embargo, quiero iniciar un recorrido fascinante a través de algunos artistas africanos que pintan en la actualidad. Desde muchos de estos artistas se rechaza el concepto occidental de “contemporaneidad”, que pretende universalizar un proceso creativo. No existe universalidad de lo contemporáneo. Esta es una categoría caduca. África crea desde otros parámetros, Occidente vive cegado por la sagrada alucinación que domina por doquier su arte, encerrado en el narcisismo.
Para los africanos el hombre de sus creaciones está ligado a los otros y a las fuerzas invisibles. No existen los hombres en soledad en la cultura africana. El ser humano está íntimamente relacionado en todas las etapas de la vida a los otros. Históricamente se ha venido juzgando el arte tradicional africano con el arte de los niños, de los locos o de los hombres prehistóricos. De ahí la fascinación que ha suscitado en occidente y la influencia que ejerció sobre las vanguardias (cubismo, surrealismo). Era un arte ligado a lo sagrado que fue considerado como “inocente”, “espontáneo” y fue rápidamente llevado a países occidentales para preservarlo que lo tomaron como recuerdos o testimonios de creencias primitivas. La voracidad o la condescendencia se apoderó de lo africano y se creó la etiqueta de “arte negro”, que no deja de ser una creación occidental.
Por eso no quiero teorizar más, sólo quiero dejar constancia del proceso creativo de algunos artistas africanos cuyo arte no está alejado de la emoción, ni es fruto del cansancio cultural, ni se basa en el relativismo de la experiencia artística. En algunos casos es arte social como crítica de la sociedad y la política como el de Shula -Jean Bosco Monsengo- (Zaire, 1959); otras veces tiende a la abstracción como Esther Mahlangu (Sudáfrica, 1935); pintura naïf como la de Moke (República Democrática del Congo, 1950); las esculturas de Agbagli Cossi ligadas a lo sagrado; el cubismo colorista de Florence Béal-Nenakwé (camerunesa); las espléndidas acuarelas de Mireille Dubois Vanhove (Congo) llenas de sentimiento y que hablan de la esperanza; las figuras de animales o guerreros masai de Tinga Tinga (Tanzania); Alex Mbugua (Kenia, 1958) y sus óleos multicolores de figuras difuminadas que me maravillan; el pintor enigmático Gico (Hosea Muchugo) y sus figuras humanas plenas de emoción; las figuras emotivas de rostros redondos de David Jaa Munyua; Andrew Kamondia (Kenya, 1956) y sus figuras ligadas a fuerzas telúricas; las escenas de la cotidianidad de Martin Kamuyu (Kenya, 1972); Masila (Kenia) y sus cuadros llenos de fuerza en los que aparecen el mundo de los antepasados y las fuerzas invisibles; el también misterioso Peter Mbugua y sus composiciones de cuerpos humanos, colorido y emoción. Una de sus composiciones ilustra el blog; Jared Kihiu Njuguna (Kenya, 1977) y sus cuadros de naturalezas muertas o seres humanos ataviados tradicionalmente; la inocencia y el humor de los cuadros de Njogu (Kenya); la alegría de vivir en los cuadros de Njuguna en composiciones corales; el estudio Banana Hill Artists en Kenya; Joseph Juma (Kenya, 1958) y sus aglomeraciones humanas....
Podríamos seguir durante mucho más tiempo. Esto sólo ha sido una selección apresurada de algunos artistas con claves de creación heterogénea pero que rechazan la idea de exotismo y de lo etnológico, así como la arrogancia cultural occidental. El problema es que la totalidad de estos artistas dependen de las colecciones occidentales. La noción de arte no es africana. En África nadie compra arte puesto que es considerado como algo inútil. Éste ha perdido sus antiguos poderes mágicos. Así, pues, este arte se reserva para los extranjeros que son quienes lo compran. En África no hay museos. Todo el arte africano marcha de África (clima, termitas). Las galerías europeas se han centrado en la búsqueda de artistas populares, aquellos que no han tenido educación formal y que son autodidactas.
La mentalidad africana vive ligada a la comunidad, al sentido del humor y a la vinculación con el país de sus antepasados. Una lección para nuestros museos de arte contemporáneo. También cabría hablar del supuesto retraso de África respecto a los dictámenes del ya caduco Fondo Monetario Internacional. África puede exportar humanismo, sentido pleno de la existencia, optimismo (sin acidez ni amargura), concepto del grupo como cohesión e integración de la diversidad, armonía. y mucho arte plástico y musical.  
No dejéis de clicar en los cuadros enlazados que pueden ser vistos en mayores dimensiones.  

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