Durante esta semana santa he seguido la prensa desde Galicia, y he pensado en algún post que diera continuidad a mi blog. El martes 18 de marzo El País publicaba una noticia que traerá cola y no sé si algún blogger lo ha abordado ya en estos días de cierta desconexión. Resulta, decía la noticia, que Nueva York está desarrollando un programa experimental, subvencionado de momento por entidades privadas como la fundación Rockefeller, que premia económicamente a los alumnos según su presencia y resultados en los exámenes de dos asignaturas: inglés y matemáticas.Es un programa al que se han acogido voluntariamente 58 escuelas de zonas muy deprimidas donde predomina la población negra o hispana. Los resultados académicos allí son muy bajos. Se han probado todos los sistemas para que los niños estudien y no han funcionado. La polémica medida ha sido ideada por Robert M. Fryer, economista de la universidad de Harvard, y forma parte de un programa más amplio que bajo el título de NYC Opportunity trata de mejorar los resultados de los niños neoyorquinos.
La medida se aplica a niños de entre ocho y once años, en una etapa que ya se ha dejado de aprender a leer y se lee para aprender. El programa pretende dirigirse a las edades críticas como pueden ser los cursos finales de la primaria y la secundaria.
La noticia me ha hecho pensar. No es la primera vez que los alumnos me han replicado que yo trabajo porque me pagan, mientras que a ellos lo hacen de balde, que la cosa cambiaría si ellos también cobraran. Pero este era un comentario tangencial y nadie se hubiera imaginado que a algún economista se le ocurriera poner en práctica aquella idea acariciada por los alumnos.
Mi instituto está situado en una zona deprimida, con un alto índice de inmigración. No llega a ser una zona conflictiva pero sí que se detectan en ella bolsas de cierta pobreza. Los alumnos no tienen asumida en general la cultura del esfuerzo y viven más en la calle y en los videojuegos que en las responsabilidades académicas. Como imaginar es gratis, me planteo qué pasaría si mis alumnos cobraran por evaluación pongamos que 5 € por suficiente obtenido, 10 por el bien, 15 por el Notable y 25 por el excelente. Es una hipótesis que pienso plantearles en cuanto vuelva de vacaciones. Seguro que la idea les atraerá de inmediato. Un alumno con ocho excelentes cobraría 200 € por evaluación. ¿Serviría este sistema para atraerles hacia el trabajo y el esfuerzo necesario para la tarea escolar? ¿Se convertiría ello en un vicio que traería más inconvenientes que posibilidades? La escuela siempre se ha entendido que era un bien en sí misma y que uno no debería cobrar por aprender; más bien al contrario: se paga tradicionalmente por aprender bien. La escuela pública no obstante se ha convertido en gratuita y el pago queda para los colegios privados o concertados. ¿Qué pasaría en el caso de que se pagara por aprobar? ¿El alumno se convertiría en un mercenario y no haría nada sin cobrar? ¿Habría que pagarles también, como ha llevado a cabo Robert M. Fryer en Dallas, por leer libros? ¿Estimularía la curiosidad por aprender o sólo por el objetivo inmediato de sacar buenas notas? ¿Sería una especie de soborno encubierto bajo la buena voluntad de promover la igualdad de oportunidades? ¿A qué edad sería conveniente que comenzara? ¿Quién administraría el dinero que ganaran los alumnos? ¿Ellos mismos o los padres o tutores?
Otra hipótesis con la que se trabaja es la de premiar a los profesores cuyos alumnos mejoren sus resultados académicos respecto al curso anterior. El alcalde de Nueva York, Bloomberg, ha propuesto también pagar a los padres por llevar a sus hijos al colegio. Esta es una realidad en España dirigida a comunidades gitanas a cuyas familias se les paga una cantidad mensual por que lleven a sus hijos a la escuela.
El mundo educativo está en transformación y parece ser que los incentivos son necesarios, sean dirigidos a los alumnos, profesores o los padres. ¿Cómo aumentar la motivación tan desganada de nuestros estudiantes? ¿Cómo competir la escuela con la cultura de la falta de ganas o con otras alternativas más atractivas? ¿Cómo atraer a los jóvenes hacia la cultura del conocimiento? ¿Tiene alguna perspectiva positiva la iniciativa de la fundación Rockefeller?

















