Hemos dedicado en cuarto de ESO dos trimestres a la enseñanza de la Literatura Española desde el Romanticismo. El último trimestre nos centraremos en la lengua y en la sintaxis. El tiempo se hace corto. Una de las tres clases a la semana tiene como eje la lectura silenciosa, y otra la distribuimos entre el trabajo en el blog de la clase o bien en el taller de literatura dramática. Sólo nos queda una hora para trabajar la Historia de la Literatura Española. Hoy por fin hemos llegado a un tema especialmente apreciado por mí: la poesía de la generación de 1936, si es que existió algo llamado así. El conflicto bélico –terrible catástrofe en la historia de cualquier pueblo- de la Guerra Civil rompió la convivencia y dispersó a los poetas en el exilio.
Hoy quería presentarles la figura de Miguel Hernández. Para ello me he leído un par de libros, uno de ellos de Agustín Sánchez Vidal, antiguo profesor mío en la universidad de Zaragoza. Se doctoró con una tesis sobre el poeta de Orihuela. El recuerdo de mi profesor es entrañable.
La vida y la obra de Miguel Hernández está llena para mí de una intensa emoción, y quería transmitírsela. El hecho de ser un poeta auténticamente salido del pueblo, de formación autodidacta, pastor de un rebaño de cabras de su padre… me lo hacen especialmente querido. Su trágica historia comienza con los golpes que le daba su padre cuando le veía leyendo libros o escribiendo versos. Estudió hasta los catorce años. Me lo imagino con ese aspecto de patata recién salida de la tierra con que lo retrató Pablo Neruda, uno de sus maestros, cuando llegó a Madrid en noviembre de 1931. Apenas tenía dinero y vestía pobremente. Buscaba contactos en el mundo de la poesía. Escribió a Juan Ramón Jiménez para ser recibido por él, pero no sé de que lograra en este primer viaje la ansiada entrevista. No podía pagar la pensión, y hubo de dormir muchas noches en los bancos de la calle o en el metro. Seis meses pasó en Madrid, donde se empapó de las nuevas corrientes poéticas: el gongorinismo, las vanguardias, Juan Ramón Jiménez, Ramón Gómez de la Serna… Todo ello salió en un libro tan meditado como impetuoso que fue Perito en lunas (1933). Góngora total en octavas reales construyendo sorprendentes metáforas sobre los objetos o hechos menos aparentemente poéticos. Les he copiado en la pizarra su famosa octava real dedicada a la masturbación.
El ambiente en clase era festivo. Los adolescentes tienden a trivializar cualquier tema. Les he pedido un poquito de concentración. Llegábamos a su maravilloso libro de sonetos El rayo que no cesa (1936) del que les he leído su espléndida Elegía a Ramón Sijé, su maestro poeta oriolano, coautor de la revista El gallo crisis. La muerte de Sijé le dejó una honda huella, aunque hacia aquella época él ya estaba orientado más a la concepción de la poesía impura nerudiana, alejado de su neocatolicismo, de Juan Ramón Jiménez y la poesía enconsertada en composiciones clásicas.
En plena guerra civil surte torrencial Viento del pueblo que ejemplifica esa concepción de la poesía como arma de combate. Les he leído La canción del esposo soldado, aquella en que augura que su hijo nacerá envuelto en un clamor de victoria y guitarras, y al final
Para el hijo será la paz que estoy forjando.
Hoy quería presentarles la figura de Miguel Hernández. Para ello me he leído un par de libros, uno de ellos de Agustín Sánchez Vidal, antiguo profesor mío en la universidad de Zaragoza. Se doctoró con una tesis sobre el poeta de Orihuela. El recuerdo de mi profesor es entrañable.
La vida y la obra de Miguel Hernández está llena para mí de una intensa emoción, y quería transmitírsela. El hecho de ser un poeta auténticamente salido del pueblo, de formación autodidacta, pastor de un rebaño de cabras de su padre… me lo hacen especialmente querido. Su trágica historia comienza con los golpes que le daba su padre cuando le veía leyendo libros o escribiendo versos. Estudió hasta los catorce años. Me lo imagino con ese aspecto de patata recién salida de la tierra con que lo retrató Pablo Neruda, uno de sus maestros, cuando llegó a Madrid en noviembre de 1931. Apenas tenía dinero y vestía pobremente. Buscaba contactos en el mundo de la poesía. Escribió a Juan Ramón Jiménez para ser recibido por él, pero no sé de que lograra en este primer viaje la ansiada entrevista. No podía pagar la pensión, y hubo de dormir muchas noches en los bancos de la calle o en el metro. Seis meses pasó en Madrid, donde se empapó de las nuevas corrientes poéticas: el gongorinismo, las vanguardias, Juan Ramón Jiménez, Ramón Gómez de la Serna… Todo ello salió en un libro tan meditado como impetuoso que fue Perito en lunas (1933). Góngora total en octavas reales construyendo sorprendentes metáforas sobre los objetos o hechos menos aparentemente poéticos. Les he copiado en la pizarra su famosa octava real dedicada a la masturbación.
El ambiente en clase era festivo. Los adolescentes tienden a trivializar cualquier tema. Les he pedido un poquito de concentración. Llegábamos a su maravilloso libro de sonetos El rayo que no cesa (1936) del que les he leído su espléndida Elegía a Ramón Sijé, su maestro poeta oriolano, coautor de la revista El gallo crisis. La muerte de Sijé le dejó una honda huella, aunque hacia aquella época él ya estaba orientado más a la concepción de la poesía impura nerudiana, alejado de su neocatolicismo, de Juan Ramón Jiménez y la poesía enconsertada en composiciones clásicas.
En plena guerra civil surte torrencial Viento del pueblo que ejemplifica esa concepción de la poesía como arma de combate. Les he leído La canción del esposo soldado, aquella en que augura que su hijo nacerá envuelto en un clamor de victoria y guitarras, y al final
Para el hijo será la paz que estoy forjando.
Y al fin en un océano de irremediables huesos
tu corazón y el mío naufragarán, quedando
una mujer y un hombre gastados por los besos.
El final, emocionante, la derrota plasmada en El hombre acecha y ese único y singular libro que es Cancionero y Romancero de ausencias, donde el poeta liberado de corsés estetizantes, canta con voz personal, su dolor desde la cárcel. Las palizas que sufrió, los continuos traslados de cárceles, la neumonía que no fue tratada, su condena a muerte conmutada por una pena de treinta años de cárcel, su tuberculosis final y la muerte en Alicante en 1942, alejado de su mujer y su segundo hijo. El primero había muerto a los diez meses. Su vida queda plasmada en aquel poema de las tres heridas: la de la vida, la del amor y la de la muerte, como también en aquel estremecedor poema que es las Nanas de la cebolla.
No sé muy bien quiénes me han escuchado y quiénes no. La poesía a priori no les motiva, aunque les gusta oírla. No sé si mi emoción les habrá llegado. Un alumno al final, saliendo de clase, me ha preguntado que cómo era posible que alguien que viniera de tan abajo hubiera logrado escribir una poesía de tan alta calidad, teniendo todo en contra. La voluntad, le he respondido. La vida de Miguel Hernández es un prodigioso ejercicio de voluntad, honradez y compromiso intelectual y político. Todo ello unido al genial misterio del artista del pueblo, del que no hay otro ejemplo en nuestra historia literaria.
El final, emocionante, la derrota plasmada en El hombre acecha y ese único y singular libro que es Cancionero y Romancero de ausencias, donde el poeta liberado de corsés estetizantes, canta con voz personal, su dolor desde la cárcel. Las palizas que sufrió, los continuos traslados de cárceles, la neumonía que no fue tratada, su condena a muerte conmutada por una pena de treinta años de cárcel, su tuberculosis final y la muerte en Alicante en 1942, alejado de su mujer y su segundo hijo. El primero había muerto a los diez meses. Su vida queda plasmada en aquel poema de las tres heridas: la de la vida, la del amor y la de la muerte, como también en aquel estremecedor poema que es las Nanas de la cebolla.
No sé muy bien quiénes me han escuchado y quiénes no. La poesía a priori no les motiva, aunque les gusta oírla. No sé si mi emoción les habrá llegado. Un alumno al final, saliendo de clase, me ha preguntado que cómo era posible que alguien que viniera de tan abajo hubiera logrado escribir una poesía de tan alta calidad, teniendo todo en contra. La voluntad, le he respondido. La vida de Miguel Hernández es un prodigioso ejercicio de voluntad, honradez y compromiso intelectual y político. Todo ello unido al genial misterio del artista del pueblo, del que no hay otro ejemplo en nuestra historia literaria.
¡Yo, yo te he escuchado!...
ResponderEliminarEn mis clases (ojalá se parecieran un poquito a las tuyas) he dejado de leer La canción del esposo soldado porque todos los años no podía aguantar las lágrimas...
¡Yo, Joeselu, no he respiado mientras leía tu clase y me llegaba tu emoción hasta el último verso de mi memoria!
Y tus alumnos, tenlo por seguro, también.
ResponderEliminarEl poeta más puro, innato diría yo.
ResponderEliminarJoselu, has hablado de uno de mis poetas preferidos. Todos los años les leo a mis alumnos la Elegía a Ramón Sijé. Les cuento de Miguel Hernández,a veces les muestro fotos -les muestro esa en la que abraza la tumba de Sijé, sonriendo y después sigo leyéndoles.Entre esas La canción del esposo soldado. Y algunos me las piden y las copian en sus carpetas.
ResponderEliminarMe enteré por tu post de otros datos de su vida que desconocía. Gracias, Joselu, y comparto la emoción. Al alumno que te preguntó le gustó, y con eso suficiente.Un abrazo.
Es absolutamente casual, pero hoy, en una de esas extrañas horas donde tienes que vigilar por peregrinos motivos a alumnos que no son tuyos, he leído las nanas de cebolla a dos de ellos, se han quedado de piedra.
ResponderEliminarSaludos.
Los beneficios de la poesía no son inmediatos. Tampoco creo que lo sean los de una clase en la que se lean poemas.
ResponderEliminarSi un alumno se ha preguntado acerca del mérito del artista, seguro que en él algo se ha sacudido. Tiempo al tiempo, Joselu.
Impresionante, como siempre. Ya he contado que en la Comunidad Valenciana no hay literatura en selectividad, así que en 2º de Bachiller no se suele tratar de ello. En esta evaluación les he preparado una antología poética sui generis, desde Bécquer hasta hoy. Los alumnos tienen que elegir un poema y defenderlo. El último día de clase, un alumno salió a defender la Canción del esposo soldado; lo hizo con emoción y me hizo sentir lo que describes en tu nota. La poesía es única.
ResponderEliminarDos cositas:
ResponderEliminarBécquer también tuvo que dormir en los bancos de las plazas de Madrid, porque ni podía pagarse una pensión de mala muerte.
No fue la voluntad, creo yo, lo que le permitió escribir su obra, sino haber disfrutado, de forma innata, del "don de la palabra", que no es bien común, general. Con él se nace. Del mismo modo que otros tienen el oído absoluto, como Mozart.
No se vayan a creer, tus muchachos, que sólo con dedicación se es capaz de llegar a la cimas poéticas...
Hola Joselu!
ResponderEliminarA mí me llegó tu emoción!
Nanas de Cebolla es el poema favorito de mi padre, hace unos días cumplió 60 años (yo cumplí recién 33) y nos unía en secreto. Un secreto solo nuestro.
Me emocionaste amigo! Me emocionaste!
Totalmente de acuerdo Joselu.
ResponderEliminar"Temprano levantó la muerte el vuelo.
Temprano madrugó la madrugada.
Temprano va rodando por el suelo."
Me encanta.
Me alegro ver el nombre de Agustín Sánchez Vidal porque soy un buen amante del cine de Buñuel,la poesía de Lorca y la pintura de Dalí,y Sánchez Vidal ha sido el que mejor ha escrito sobre estos tres geniales artistas,como el estupendo libro; El enigma sin fin.
Un fuerte abrazo amigo.
JL me alegra ver que hayas integrado el contenido de tu ex-blog, Palabra Poética, aquí. Esa parte de ti la extrañaba porque, no sé si lo sabes: se aprende mucho leyéndote.
ResponderEliminarConfieso que la poesía es mi gran desconocida en literatura. Siempre me he sentido más atraída por la prosa, y eso me ha hecho descuidar este otro género. Al leer tu post me han entrado unas ganas terribles de rescatar de mi olvido personal a este enorme poeta. El fragmento que citas de La Canción del esposo soldado me ha dejado boquiabierta.
ResponderEliminarTus alumnos han tenido una suerte inmensa al tenerte como profesor, Joselu. Quizás muchos no sen den cuenta ahora, pero lo harán con el tiempo, seguro.
Un abrazo
Un pesimista es uno que se cree tal. O que ha creado un hábito de pensamiento. Y un pensamiento crea acciones...
ResponderEliminar¡Ánimo hermano de otras latitudes! A mi parecer con que logré el despertar de uno de sus alumnos a la consciencia social es más que suficiente...
ResponderEliminarMuchos hombres y mujeres que han escrito la historia partieron de ese despertar.
Saludos y le felicito por su labor constructora con las nuevas generaciones
Voluntad es destino.
ResponderEliminar"Boca que arrastra mi boca:
boca que me has arrastrado:
boca que vienes de lejos
a iluminarme de rayos.
Alba que das a mis noches
un resplandor rojo y blanco.
Boca poblada de bocas:
pájaro lleno de pájaros.
Canción que vuelve las alas
hacia arriba y hacia abajo.
Muerte reducida a besos,
a sed de morir despacio,
das a la grama sangrante
dos fúlgidos aletazos.
El labio de arriba el cielo
y la tierra el otro labio".
MH
hola he leido tu comentario sobre el debate de rajoy no he podido evitar escribirte, cuanta razon tienes, estoy totalmente de acuerdo contigo, y casualemnte le dediqué al sr Rajoy una entrada en mi blog de poesia y literatura y CASUALMENTE un poema del gran JAIME GIL DE BIEDMA.................................
ResponderEliminarLeela, me gustaria saber tu opinion
MARAVILLOSO TU BLOG, YA ME HABÓ DE EL ELENA DE PERDIDA ENTRE LIBROS.
GRACIAS.
Hola Joselu, una de las cosas que más me gustan de tu blog es el ritmo, me recuerda a la métrica de los versos y me he acostumbrado a leerte miércoles y domingo.
ResponderEliminarCuando no escribes, se te echa en falta ;-)
Si, a mí también ya me acostumbraste... se te echa en falta...
ResponderEliminarHola José Luis...
ResponderEliminarHAce tiempo escribí un post sobre Bécquer que hoy me resulta infame... Tú me advertiste de su "no facilidad" y he leído un artículo fascinante de Senabre que "te da toda la razón"...qué atrevida es la ignorancia... y lo mejor, su influencia en tu hoy citado Juan Ramón.
Un cordial saludo
Redonna
La poesía siempre es bella, pero casi siempre lo es más, la más triste.
ResponderEliminarPienso que cuanto menos se tiene, más se logra. No quiero generalizar, pero a muchos jóvenes de ahora les pasa que, como lo tienen todo, no se esfuerzan por conseguir nada. Hoy estoy pesimista.
Un don muy preciado el de la voluntad, ojalá hubiese tenido yo algo más.
Un abrazo.