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jueves, 10 de diciembre de 2009
Bodhisattva en el metro
martes, 8 de diciembre de 2009
Humildad

Esta noche pasada ha muerto una amiga muy querida, Julia. Me he enterado de su muerte a mediodía. Ella era una desconocedora totalmente del mundo digital, pero hace un par de meses le enseñé a utilizar el correo electrónico e incluso le ayudé a crear un blog titulado Diario de una abstemia obligada que figura en mi blogroll. Han sido más de veinte años de amistad con etapas de mayor cercanía o cierta distancia, pero Julia me ha enseñado algunas cosas. Era una de esas personas con las que merecía la pena mantener una conversación, inundada casi siempre de alcohol. Este era el mayor de sus problemas. Estaba muy débil físicamente. Cirrosis hepática. Últimamente lo había dejado y asistía a las reuniones de Alcohólicos Anónimos. Me lo contaba en sus email. También iba a la piscina. Tenía un brazo, el derecho, imposibilitado por un accidente. Fue una de las personas más trágicas y a la vez con más sentido del humor que he conocido. Por un tiempo, cuando ella se quedó sin trabajo, compartimos piso, pero su desorden, su incapacidad absoluta de seguir ninguna norma hacía difícil la organización de la casa. Y es que Julia es el personaje más anarquista que he conocido jamás. Era absolutamente imprevisible, todo corazón y puro sentimiento. Desde su trabajo en la administración hasta que tuvo que enlazar bajas por depresión, favorecía –por encima de las normas legales- a multitud de marginados y desdichados que carecían de empleo. Parecía un ser de otra galaxia y resultaba absolutamente original. Le encantaban los outsiders, los que estaban fuera de juego, y llegaba inevitablemente tarde a cualquier cita un par de horas o tres. A mí, que soy tan rigurosamente puntual, me desesperaba, pero seguro que ella estaba viviendo intensamente alguna otra conversación con un buen vaso de whisky de por medio. La admiraba por su desprecio de la vida. Le gustó vivir en el límite del abismo. Me desesperaba porque sabía que tarde o temprano acabaría mal, pero no había consejo sensato que ella fuera capaz de seguir.
Hasta siempre, guapa. Has sido el cronopio más cronopio que he conocido jamás.
jueves, 3 de diciembre de 2009
Agua con azúcar

Me quedé solo en aquel barrio que nunca me pareció más vacío.
martes, 1 de diciembre de 2009
La desaparición del yo

domingo, 22 de noviembre de 2009
La necesidad del narrador

Sin embargo, a veces el bloguero más veterano se siente atenazado y lleno de aprensión ante la hoja en blanco. No sabe si tiene algo más que decir. Profesor en la secundaria lleva cuatro años publicándose y ha colgado más de trescientos posts sobre los temas más variados. Muchos sobre educación, sobre la experiencia como profesor y las relaciones con los alumnos, otros sobre inquisiciones sobre los temas más variados que no tenían nada que ver con la enseñanza (arte, literatura, África, reflexiones sobre la crisis, poesía, teatro, cuentos de estilo zen, compromiso político, misticismo, dudas existenciales, viajes, experiencias telúricas y psicodélicas… Podríamos decir que el blog ha trazado un itinerario vital, ha sido un compendio de mi forma de sentir el mundo y la vida, llena de grandes zonas de sombra .
El otro día hablaba en este blog de la presentación del libro de Dimas Mas, Marcela y el narrador errante. El acto fue un éxito de público y en los ponentes estaba el propio autor y el brillante novelista Emilio Pascual (autor de Días de reyes magos). Me quedo con la figura del narrador. Tener al narrador de una historia, de una novela o de un blog es tener el cincuenta o más del trabajo hecho. Lo fundamental en un historia es el narrador. Pero ¿qué se puede esperar de un narrador avellanado, escéptico, lleno de dudas, enemigo de controversias, tímido y corroído por intuiciones y estados oscuros? A veces espero que un leve halo poético encubra mis dudosas inquisiciones. Quizás la poesía es el lenguaje en algún sentido más universal. Pero no sé si lo logro. Todo queda demasiado en el aire y en la más banal y extraña aventura.
Pero todos los que nos movemos en la oscuridad, ansiamos la luz y el placer del encuentro imprevisto. Por ese narrador extravagante que a veces se hace carne o luz o penetra en intuiciones merecedoras de algún detenimiento.
Vale.
domingo, 15 de noviembre de 2009
Marcela y el narrador errante

Conocí a Dimas Mas (Tetuán, 1953) durante las oposiciones al cuerpo de agregados de Lengua y Literatura españolas de 1982. Ambos leímos ante el tribunal nuestro examen y yo tuve ocasión de escucharle pues él lo hizo antes que yo. Me deslumbró su estilo brillante y sugerente al exponer el tema, en principio académico, de Los orígenes de la lírica castellana. Su exposición me cautivó, y apenas me di cuenta de que a continuación iba yo a exponer el tema que había escogido que no era otro que el de la Ilustración en España, tema que me llevó a ganar en aquella ocasión las oposiciones, mientras resonaban los goles del campeonato mundial de fútbol que se estaba celebrando en España.
miércoles, 11 de noviembre de 2009
Competencia comunicativa

Estos días pasamos en los institutos de Cataluña la Evaluación diagnóstica sobre competencia comunicativa del área de lengua, en mi caso, castellana. Ayer tuve que cuidar el desarrollo de la prueba en un curso de tercero de ESO. Los chavales recibieron, a lo que vi, con enorme displicencia la necesidad de realizarla cuyas razones no entendían y de poco vale que se les diga que es un test para evaluar la eficacia del sistema educativo catalán valorando la llamada competencia comunicativa que consiste en tres pruebas de comprensión lectora bastante fáciles, aunque si se leen con excesiva rapidez, es fácil cometer numerosos errores como he tenido ocasión de ver. Otra parte es la realización de una redacción con unas indicaciones sobre su desarrollo. Trata sobre un viaje, sus preparativos, su transcurso y la llegada al punto de destino. He corregido unas sesenta y soy consciente de la enorme dejadez con que han sido realizadas. Si esto da medida de la competencia comunicativa de los chicos de mi centro, realmente es aterradoramente deficitaria. Escasa coherencia, deficiente cohesión, pésima ortografía, léxico endiabladamente pobre, faltas de concordancia verbales, signos de puntuación prácticamente inexistentes, anacolutos…
martes, 3 de noviembre de 2009
Conversaciones en el aula de informática

Este mediodía he mantenido un intercambio de opiniones con el coordinador de informática de mi instituto. Él quería saber si yo era favorable a la tecnología de libros digitales que empieza a emerger. He reflexionado rápidamente y le he dicho que yo me sentía vinculado al libro físico. ¿Por qué? Porque me produce emociones llegar hasta él, firmarlo, subrayarlo, leerlo, tocarlo, olerlo, cerrarlo y guardarlo en mi biblioteca hasta nueva ocasión que quizás llegue algún día. Menacho, el coordinador, se interrogaba por esa necesidad afectiva que tengo hacia el libro. ¿Para qué? El libro puede almacenarse en soporte digital y tener acceso al texto siempre que quieras. ¿Pero me garantizas que dentro de diez años seguirá existiendo el mismo soporte digital o habrá periclitado? No, -me ha contestado- nadie sabe qué habrá pasado dentro de diez años, pero ¿qué importancia tiene? El valor de las cosas es fungible. No tienen por qué durar toda la vida. Duran lo que duran y mientras nos aprovechamos de ellas, me dice. Esto me ha llevado a reflexionar sobre la importancia de los objetos para generaciones anteriores. Un objeto, un mueble, un libro era un elemento para toda la vida. Nuestra vida estaba unida a los objetos. Estos estaban ligados a nuestra vidas, eran nuestros compañeros. La filosofía de la modernidad es úsalo y tíralo. Desde los pañuelos a infinidad de elementos tecnológicos que ya no merece la pena reparar y los tiramos necesariamente. Ikea, la cadena sueca de muebles, ha establecido la filosofía de que un mueble no es para toda la vida. ¿Para qué queremos que dure toda la vida? Diez años es suficiente, parece decir Ikea, un ciclo, o medio ciclo vital. Y es una filosofía que ha calado. Ya los objetos son unos compañeros de ciclo de cinco o diez años. Me pregunto si esto tiene implicaciones vitales más profundas. En seguida he pensado en ese libro de Kundera que tiene un título genial pero que me desagrada profundamente por su fatuidad: La insoportable levedad del ser. Nunca el ser se ha visto tan contingente como ahora. Nada es estable, todo se transforma a velocidad de vértigo y nada permanece. Parece un koan budista. Todo es impermanente. Pero el ser humano padece la misma transitoriedad, la misma sensación de lo efímero en cuanto a su propia esencia. Todo va demasiado rápido y nos desgastamos a velocidad de vértigo. Estar en la cresta de la ola es demasiado costoso. Temo esa sensación de desgaste absoluto que tiene la contemporaneidad. Las relaciones humanas, las conversaciones, el tiempo para el diálogo, para ser, para permanecer, ofrece las mismas circunstancias de deterioro que los objetos. No soporto la levedad de los objetos a la vez que soy un entusiasta de la tecnología, sin la cual este blog no existiría. A la vez añoro las cartas físicas que nos escribíamos algún tiempo y que tenían una densidad mucho mayor que los correos electrónicos que ahora nos escribimos, añoro los espacios de encuentro que tenían mucha mayor sustancia que el facebook o el twitter, fenómenos de nuestro tiempo, ya sé que irrenunciables e imparables, pero añoro un sentir del mundo más estable, más profundo y más denso, más sereno. Todo va demasiado rápido. Quizás esto sea un efecto de mi edad y un joven ya no tenga las mismas coordenadas y viva en un mundo esencialmente efímero e impermanente. ¿Tiene alguna importancia leer los libros en soporte físico –el papel- o soporte digital? Supongo que no, pero ya sabemos hace algún tiempo, gracias a Marshall McLuhan, que el medio es el mensaje. Ese soporte evanescente, impermanente de lo digital nos hace quizás livianos, etéreos, sin demasiada dimensión. El ser humano desde el tiempo de los clásicos ha temido esa liviandad pero nunca ha sido tan real como es en nuestro tiempo. Tempus fugit. El ser humano no acaba de encontrar su esencia. Veo a mis alumnos inquietos, sin saber a qué mundo pertenecen, si es que pertenecen a algún mundo que no vaya a cambiar veinte veces a lo largo de su vida. Nuestros abuelos vivieron mundos más estables que cambiaron también dramáticamente, pero nunca la realidad ha sido tan inestable como la que vivimos ahora. Antes los cambios tenían una dimensión que era acogida como una nueva etapa en la vida y que se celebraba o lamentaba. Ahora vivimos en una transformación permanente en la que no sabemos a qué asirnos. ¿Cómo crecerá la sabiduría en este terreno? Porque crecerá no me cabe duda, pero lo que no sé si será un aprendizaje compartido. Uno que es aficionado a la literatura y a la cultura africana se pregunta si la enorme riqueza que supone la tradición (también esclavitud) y el acceso a la sabiduría que implica ¿por qué será sustituido en un mundo sin raíces? Temo vivir sin raíces, yo que he crecido sin ellas, pero siempre he ansiado la serenidad, el goce del detenimiento, la eternidad.
Menacho, desde luego no compartía nada de mi visión, ni de mi pesimismo, ni de mi añoranza, sino todo lo contrario. El mundo está bien siendo impermanente. Al final nos morimos y ¿qué permanece?, mientras tanto las cosas cambian continuamente. Es así. Y no hay muchas vueltas que darle, es el sino de nuestro tiempo.
sábado, 31 de octubre de 2009
En la pista de hielo

Me pregunto si algunas relaciones difíciles, complicadas o dramáticas no son a veces un encubrimiento de una intensa llamada de atención. Pienso en si un alumno de tercero de ESO, de corta talla y diminuto, pero de poderosa personalidad; con una historia personal trágica; de buen nivel pero de formas ariscas, irrespetuosas, a veces insultantes, con el cual no es difícil chocar, no encubre bajo sus actitudes una clamorosa petición de ayuda. Quizás él se comporte de forma hiriente, tal como le han tratado en su vida repleta de dolor. El profesor sabe algo de su historia personal y se estremece íntimamente. El profesor sabe algo de lo que significa el dolor y la agresión en la infancia inicial, en la infancia y en la adolescencia. No todo el mundo tiene la suerte de contar con una familia normal. Hay quienes viven demoledores dramas desde que nacen. Y estos dramas los hacen esquinados, difíciles, extraños, desquiciados pero a la vez deseosos de equilibrio, hundidos muchas veces en un complicado cenagal emocional.
El profesor, si ha vivido un drama semejante en sus días de niño, puede empatizar con él y a la vez chocar intensamente. No hay una solución fácil. Le gustaría poder vivir con buenas vibraciones este encuentro que se contemplaría desde la seguridad de un saber estar en el plató, desde la seguridad de tener un terreno firme al que asirse. Sin embargo, en otras ocasiones, los mundos disimétricos o simétricos se buscan, se atraen a la vez que se repelen. Este alumno al que me refiero es muy diferente en el encuentro personal -en la intimidad- al encuentro en medio de la clase. En el primer ambiente es razonable, humano, dulce, pero en la clase es terrible, agresivo, contestón, con la misma persona que momentos antes ha demostrado su simpatía y sus ganas de encuentro en un lugar aparte. El profesor sabe que ha de llamarle la atención, de contestar socialmente a su desafío, ha de reprobarle y sancionarle. No queda otra opción. Pero en su fuero íntimo y más profundo siente una fuerte atracción personal por el drama de este muchacho que se encuentra desnortado y con ganas de un guía personal que lo acerque a unos instantes de equilibrio y serenidad. ¡Ah, la serenidad! Un estado que algunas personas felices son capaces de desarrollar, de experimentar, de vivir. Mucho me temo que este muchacho de corta talla -lo que debe acentuar su necesidad de imponerse frente a un mundo agresivo- sufre profundamente y su risa es una mueca dramática que muestra su anhelo de felicidad.
¡Cómo me hubiera gustado habérmelo encontrado en la salida! ¿Cómo manifestarle mi afecto y mi confianza en él sabiendo que a la vez he de sancionarle por su comportamiento totalmente inadecuado? ¿Cómo encontrarme con él cuando todo nos lleva a chocar en la superficie. Él lo necesita porque ve en mí un doble de su situación, pero a la vez necesita mi réplica, mi respuesta, mi afecto, la seguridad que yo le pueda dar, seguridad que yo he de conseguir para poderle orientar aunque nuestra relación sea un auténtico calvario. A veces los padres o los profesores hemos de ser el frontón donde choquen violentamente las pelotas que lanzan dramáticamente adolescentes buscando perdón, expiación, ayuda, necesidad de cambio o felicidad en suma.
En los carteles gigantes del F.C. Barcelona, a la entrada del Skating, figuraban fotos de Iniesta o Messi con unos textos de origen budista, textos que me reclamaron, y me hicieron saber que el espíritu sopla en cualquier parte, y que cualquier lugar es propicio para encontrar sabiduría, la sabiduría del enfrentamiento que no tiene lugar, que no ha de tener lugar fuera del escenario inevitable porque detrás entre bambalinas los contrincantes nos abrazamos fraternalmente. Quiero pensarlo así.
martes, 27 de octubre de 2009
Insomnio

¿Qué se puede hacer? Intentar no sufrir, supongo y saber que lo que es imposible es imposible. Pero les aseguro que en estos contextos tan difíciles hay alumnos que luchan por hacerse un hueco, por progresar, por aprender. Supongo que por ellos sobre todo seguimos en la brecha a pesar del insomnio nocturno.
viernes, 23 de octubre de 2009
La vida al tablero

lunes, 19 de octubre de 2009
La fascinación del mal

jueves, 15 de octubre de 2009
La buena educación

Ilia Popescu es un muchacho rumano que llegó a España hace año y medio. Este no es lógicamente su nombre verdadero. Hoy lo traigo aquí porque me atrae reflexionar sobre él. Es un chico de pelo negro con flequillo y que contrasta poderosamente con todos sus compañeros. Cuando conoció a su tutora de tercero de ESO a principio de curso le llevó una manzana como obsequio y reconocimiento. Parece ser que es una costumbre en Rumanía. La tutora se quedó boquiabierta pero luego advirtió el sentido del regalo. Ilia es un alumno extraordinariamente educado y su comportamiento sin ser pelota se puede decir que está lleno de detalles. Quiero aclarar que no es pelota porque observo que lo que hace le sale de dentro. Cuando llega la hora de salir de clase hay que poner las sillas encima de las mesas, bajar las persianas y apagar las luces. Mis alumnos están tan deseosos de salir que consideran una ofensa que se les recuerde que tienen que poner las sillas en orden. Lo hacen a regañadientes. No así Popescu que coloca más de las que le corresponden y baja las persianas con suma cortesía. Siempre que salimos de clase se despide de mí y me da las buenas tardes o buenos días.
Desde el Aula de acogida a los alumnos inmigrantes se me ha advertido de las probables dificultades que tendrá este alumno con la lengua y que convendría hacerle una adaptación curricular. He visto su rendimiento en estas semanas de clase, he leído su carta de amor siguiendo la estela de la Jeni y puedo decir que ésta fue una de las mejores, de las más poéticas y de las más ricas conceptualmente, a pesar de sus dificultades lingüísticas. Popescu ha aprobado el primer examen con buena nota en una lengua que no es la suya, pero se ve que ha estudiado y eso el profesor lo advierte. En su caso relativizamos algunos errores ortográficos, fruto de su confusión con el catalán, y apreciamos el gran esfuerzo que hace el chaval.
lunes, 12 de octubre de 2009
En el sur de Francia

Este fin de semana del Pilar lo hemos pasado en familia en el sur de Francia. Concretamente el el municipio de Osseja, muy cerca de la frontera. Nos agrada la cortesía francesa, su sentido del humor, el cuidado de sus pueblos, el agua abundante de sus ríos… Hemos ido dos familias con nuestros hijas. Por la noche era el momento de cenar en compañía y de interesantes conversaciones. Quiero compartir una de estas conversaciones que mantuvimos Jorge y yo con un botella de Borgoña del 2003 que estaba delicioso.
El debate entre Jorge y yo pasa entonces a la cuestión de la piratería, el hecho de que cualquiera pueda descargarse sin pagar una película, un disco (o una discografía) o el conjunto de la obra literaria de un autor. Lo que al principio parece una idea genial, el hecho de que el arte sea de libre acceso, se convierte en una realidad perversa que tiene consecuencias nefastas. ¿Cuántos videoclubes han cerrado por falta de negocio? ¿Cuántas salas de cine han cerrado por falta de público? Le hablo a Jorge de las salas de repertorio, aquellas en que se podían ver programas dobles de cine de películas de no estricta actualidad, pero de gran calidad. Estas salas de repertorio han desaparecido. Ya nadie va al cine si no es a ver a precios abusivos películas de rabiosa actualidad. El cine ha quedado circunscrito a la última novedad en cines formato de multisalas. ¿Acaso esta reorientación del cine y empobrecimiento de la oferta tiene también que ver con la piratería? ¿Acaso los altos precios de las salas cinematográficas tiene también relación con el hecho de la piratería, el saber que todo se termina copiando y descargando?
miércoles, 7 de octubre de 2009
Beatrice

Dar clase de literatura en bachillerato es una fuente de posibilidades pero también de desencantos. Hay pocos alumnos que estimen la literatura, que comprendan su alcance, que se den cuenta de su dimensión estética y humana. Creo que el pensamiento que domina nuestra civilización es demasiado pragmático (contra ello alertaba Cortázar), demasiado alicorto y poco ambicioso de grandes ideas o ideales. Los chavales suelen debatirse exclusivamente en torno a sus problemas inmediatos y apenas ven un ápice de poesía, un lenguaje extraño y anómalo. Esta constatación de la pasión por el presente que devora todo, que absorbe todo en un vórtice colosal, la he ido confirmando en las sucesivas generaciones de alumnos que han pasado por mí. Sé que para muchos partidarios de la nueva pedagogía, el pasado es un lastre insoportable y un ejercicio pueril de nostalgia. Nos debemos al tiempo que late aquí y ahora, patrón absoluto de nuestra vida, de nuestras expectativas y de nuestras ambiciones. Esto es lo que hay parece ser el eje de nuestro pensamiento contemporáneo. No importa lo que pudiera ser, lo que tal vez sea, lo que fue o lo que será, importa definitivamente lo que hay. Las utopías no son ya un código de nuestro tiempo, subsumidos en el devenir incesante de nuestros días y nuestras noches. Y con nuestras concepciones juzgamos todo el pasado.
Aquel amor extraordinario para la historia de nuestra cultura fue maravillosamente provechoso y lleno de densidad poética y simbólica.