
Volvemos de vacaciones. Caras largas. Sniff. Segunda hora: lengua castellana. Llego con el aula de ordenadores portátiles. Tema del día para investigar: la revolución de 1968. ¡Casi cuarenta años hace ya que Daniel Cohn Bendit arengaba a los estudiantes franceses en Nanterre! Treinta días que estremecieron el mundo, emulando el libro de 1919 de John Reed. La juventud se echó a las calles gritando que debajo de los adoquines había playa, que estaba prohibido prohibir y que la imaginación debía ir al poder… Este año 2008 abundará en retrospectivas del mayo francés, de lo que supuso la ideología del placer inmediato aquí y ahora, sin espera. Quería saber qué sabían mis alumnos de aquel año. Para ello les he preparado una presentación en Power Point muy sencillita y un post en el blog de la clase. ¿Qué queda de la rebeldía del 68? ¿Qué queda de aquel estilo de vida que se difundió por todo el orbe occidental?
Mis alumnos no habían oído hablar de la guerra del Vietnam, ni de la Revolución cultural china, ni de la Primavera de Praga. Les sonaba algo eso de los hippies, la marihuana, el LSD… En parte son herederos de aquella revolución que condenaba el aburrimiento como contrarrevolucionario y también son en su mayoría adictos al consumo, al placer fácil, no fruto del esfuerzo. No son rebeldes frente a la sociedad de consumo. Sólo aspiran a integrarse en ella de la mejor forma posible.
Del 68 ha quedado esa reivindicación del sexo placentero, el uso de drogas para mantener una buena desconexión con la realidad, el alcohol, y muy poco rock and roll. No sé si hay que enterrar el mayo francés como dice Sarkozy o recordarlo como un hito en nuestra historia occidental. ¡Cuánto aprendieron los ideólogos de la publicidad para vendernos paraísos en la tierra! En buena parte todo lo que nos rodea, en cuanto a concepciones de las cosas tienen que ver con aquello. Nos gusta la aventura (sin riesgo), los mundo virtuales, los paraísos imposibles, El señor de los anillos (Había pintadas en París que rezaban “Gandalf al poder”), nos sigue seduciendo Carlos Castaneda y las leyendas de Jim Morrison, Jimmy Hendrix y Janis Joplin, todos muertos por causa de las drogas. Todavía no hemos olvidado a los Rollings ni a los Beatles, aunque a mis alumnos les cayeran un poco lejos. Somos herederos de la revolución del 68 viviendo sus consecuencias más devastadoramente conservadoras. Del "prohibido prohibir" se ha llegado a un mundo invadido de ordenanzas y reglamentos abracadabrantes, así como a una sociedad burocratizada y controlada por decenas de millones de cámaras de seguridad (para nuestra seguridad). Es una herencia contradictoria. El mundo no volverá a ser igual. Los jóvenes del 68 llevaron a las calles los sueños de los surrealistas y vanguardistas del primer tercio de siglo. Lo que entonces concibieron minorías exquisitas, se extendió entre las masas de clase media ¡Viva la juventud! ¡Viva la velocidad! James Dean dijo: “Vive deprisa, muere joven y dejarás un bonito cadáver”.
A mis alumnos les cae lejos ese espíritu de rebeldía pero el profesor todavía mira con fascinación aquella década prodigiosa en que todo era posible. Sólo bastaba imaginarlo. Aunque sabe de las terribles consecuencias que tuvo aquel conglomerado de deseos e ideas que han enriquecido a los que se declararon enemigos a muerte: a los capitalistas. Nunca los bancos han estado más cebados. Pero en cada anuncio televisivo vemos, creados por publicistas avisados, aquel recuerdo del mayo francés. Saben cuáles son nuestros sueños y nos los venden. Con perfumes, con coches, con hipotecas, con tecnología (el mundo de los videojuegos, Second Life…). El profesor concilia su devoción por los clásicos y el escepticismo, con una venada inconsciente que le pone contento cada vez que se acuerda de aquellos treinta días.
Hoy mis alumnos han estado trabajando sobre la revolución del 68. Las teclas de los ordenadores entraban en ebullición investigando y escribiendo sus comentarios. Entretanto el profesor releía el Primer manifiesto surrealista. Relee: “El hombre, soñador sin remedio, al sentirse de día en día más descontento de su sino, examina con dolor los objetos que le han enseñado a utilizar, y que ha obtenido al través de su indiferencia o de su interés, casi siempre al través de su interés, ya que ha consentido someterse al trabajo o, por lo menos no se ha negado a aprovechar las oportunidades... ¡Lo que él llama oportunidades! Cuando llega a este momento, el hombre es profundamente modesto: sabe cómo son las mujeres que ha poseído, sabe cómo fueron las risibles aventuras que emprendió, la riqueza y la pobreza nada le importan, y en este aspecto el hombre vuelve a ser como un niño recién nacido…”.
Mis alumnos no habían oído hablar de la guerra del Vietnam, ni de la Revolución cultural china, ni de la Primavera de Praga. Les sonaba algo eso de los hippies, la marihuana, el LSD… En parte son herederos de aquella revolución que condenaba el aburrimiento como contrarrevolucionario y también son en su mayoría adictos al consumo, al placer fácil, no fruto del esfuerzo. No son rebeldes frente a la sociedad de consumo. Sólo aspiran a integrarse en ella de la mejor forma posible.
Del 68 ha quedado esa reivindicación del sexo placentero, el uso de drogas para mantener una buena desconexión con la realidad, el alcohol, y muy poco rock and roll. No sé si hay que enterrar el mayo francés como dice Sarkozy o recordarlo como un hito en nuestra historia occidental. ¡Cuánto aprendieron los ideólogos de la publicidad para vendernos paraísos en la tierra! En buena parte todo lo que nos rodea, en cuanto a concepciones de las cosas tienen que ver con aquello. Nos gusta la aventura (sin riesgo), los mundo virtuales, los paraísos imposibles, El señor de los anillos (Había pintadas en París que rezaban “Gandalf al poder”), nos sigue seduciendo Carlos Castaneda y las leyendas de Jim Morrison, Jimmy Hendrix y Janis Joplin, todos muertos por causa de las drogas. Todavía no hemos olvidado a los Rollings ni a los Beatles, aunque a mis alumnos les cayeran un poco lejos. Somos herederos de la revolución del 68 viviendo sus consecuencias más devastadoramente conservadoras. Del "prohibido prohibir" se ha llegado a un mundo invadido de ordenanzas y reglamentos abracadabrantes, así como a una sociedad burocratizada y controlada por decenas de millones de cámaras de seguridad (para nuestra seguridad). Es una herencia contradictoria. El mundo no volverá a ser igual. Los jóvenes del 68 llevaron a las calles los sueños de los surrealistas y vanguardistas del primer tercio de siglo. Lo que entonces concibieron minorías exquisitas, se extendió entre las masas de clase media ¡Viva la juventud! ¡Viva la velocidad! James Dean dijo: “Vive deprisa, muere joven y dejarás un bonito cadáver”.
A mis alumnos les cae lejos ese espíritu de rebeldía pero el profesor todavía mira con fascinación aquella década prodigiosa en que todo era posible. Sólo bastaba imaginarlo. Aunque sabe de las terribles consecuencias que tuvo aquel conglomerado de deseos e ideas que han enriquecido a los que se declararon enemigos a muerte: a los capitalistas. Nunca los bancos han estado más cebados. Pero en cada anuncio televisivo vemos, creados por publicistas avisados, aquel recuerdo del mayo francés. Saben cuáles son nuestros sueños y nos los venden. Con perfumes, con coches, con hipotecas, con tecnología (el mundo de los videojuegos, Second Life…). El profesor concilia su devoción por los clásicos y el escepticismo, con una venada inconsciente que le pone contento cada vez que se acuerda de aquellos treinta días.
Hoy mis alumnos han estado trabajando sobre la revolución del 68. Las teclas de los ordenadores entraban en ebullición investigando y escribiendo sus comentarios. Entretanto el profesor releía el Primer manifiesto surrealista. Relee: “El hombre, soñador sin remedio, al sentirse de día en día más descontento de su sino, examina con dolor los objetos que le han enseñado a utilizar, y que ha obtenido al través de su indiferencia o de su interés, casi siempre al través de su interés, ya que ha consentido someterse al trabajo o, por lo menos no se ha negado a aprovechar las oportunidades... ¡Lo que él llama oportunidades! Cuando llega a este momento, el hombre es profundamente modesto: sabe cómo son las mujeres que ha poseído, sabe cómo fueron las risibles aventuras que emprendió, la riqueza y la pobreza nada le importan, y en este aspecto el hombre vuelve a ser como un niño recién nacido…”.