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viernes, 31 de mayo de 2019

A la búsqueda de una nueva red social universal




He leído en una entrevista que solo las fondues han envejecido peor que los blogs. Yo he vivido el mundo bloguero desde octubre de 2005 cuando apareció Profesor en la secundaria y he llegado hasta ahora, tras año y medio sin publicar en que he vuelto para ser consciente de la realidad de este mundo abocado a la desaparición, sustituido por otras redes sociales menos explicativas y disertativas o simplemente nada. Es como si se hubiera perdido el ansia de intercambio ideológico, ese furor que invadió internet, cuando era una novedad, en la primera década del siglo o en los primeros años de la segunda década. Había hambre de ideas, de intercambio de argumentos y pareceres. Todo eso ha desaparecido y los blogs que subsisten, que son pocos comparado con entonces, son o bien minoritarios o mayoritarios pero sin mucho espíritu crítico. Las ganas de debatir han pasado o son bien marginales reducidas a un pequeño grupo de incondicionales.

En la decadencia y muerte de los blogs hay la manifestación de un proceso de desgaste de la palabra como elemento de comunicación. Actualmente, la red que triunfa es Instagram donde no hay palabras, solo imágenes, memes o vídeos… En un momento se pensó que Internet sería la gran revolución que continuaría la de la invención de la imprenta por el intercambio y el trabajo en red que suponía. Yo me di cuenta en seguida que mis alumnos, hacia el año 2008 o así, no tenían los blogs como herramientas que los representaran. Les propuse crear blogs pero la mayoría desaparecieron en cuestión de pocas semanas, dejaron de renovarse en seguida. No era un lenguaje para los teenagers, eso sin duda. Demasiado bla bla bla. Pocos años después aparecieron las redes que los representaban como Snapchat y, por fin, Instagram.

No hay nada que lamentar. Las herramientas tecnológicas nacen, crecen y mueren. Los blogs son para gente mayor no para los jóvenes e incluso aquellos se han cansado de exponer argumentos para intentar persuadir a los otros. Sin embargo, esto es un proceso que tiene sus implicaciones políticas, creo yo. Todos nos hemos acostumbrado a publicar en redes sociales en que se limita la participación a los que son o piensan como nosotros. Se elimina a los disidentes bloqueándolos. Facebook o Twitter son artilugios en que solo aparecen las personas de nuestro club ideológico, lo que nos hace creer en la universalidad de nuestra doctrina. Yo decidí darme de baja de todas las redes sociales hace más de un año a pesar de ser usuario desde los comienzos de las mismas. Eran demasiado sesgadas, no se soportaban las voces disidentes, solo se buscaba la aquiescencia y la unanimidad. Y eso no me gusta.

Ahora solo quedan, como he dicho, imágenes y redes que funcionan creando fake news para alimentar los odios y resquemores de los usuarios. Internet ha perdido el carácter de lugar de encuentro y de intercambio universal.

En el adelgazamiento de la palabra, en su reducción a la mínima expresión, ha coadyuvado la deriva de la sociedad. En este momento somos así. Estamos en un momento de espera. Todas las redes sociales han envejecido, hay un hueco enorme para sustituir a Facebook, Twitter o Instagram, ya no digamos a los blogs que son verdadero paleolítico. Supongo que en eso están trabajando mentes brillantísimas desde Silicon Valley a Shangái. Todavía falta nacer la red que sea la que represente mayoritariamente a los jóvenes y personas de mediana edad de los años veinte del siglo XXI. ¿Cuál será?

¿Y mi blog? Carne del pasado, pesado artilugio de ideas y palabras que no tiene ya mayor utilidad que la de distraer al usuario que no sabe si despedirse o ponerse a pensar en una red nueva sin palabras, más allá de las imágenes, mezcla de realidad virtual y aumentada que necesita la tecnología 5G. ¿Acaso todo está ya inventado? No creo. Pero ¿acaso no seremos ya viejos para entenderlo?


sábado, 5 de diciembre de 2015

Los blogs perdidos en su laberinto de yoidad


Llevo diez años publicando en Profesor en la Secundaria, lo que significa un número aproximado de ochocientos posts que tienen alrededor de mil palabras cada uno, tal vez demasiado, pero es la medida de mi respiración como escribiente que no escritor. Pero no voy a hablar de mi faceta de autor de blog sino de la  de lector de blogs ajenos a lo largo de diez años. He sido y soy un lector constante de los blogs con los que tengo relación de alguna manera. En algunos me he implicado intensamente. Procuro siempre dejar comentarios con una cierta elaboración que merezcan la pena ser leídos. Esto me lleva un tiempo aunque escribo rápido. 

"Mi experiencia de lector de blogs es la de la constatación real de que detrás de un blog hay una persona con todos sus matices, con todas sus creencias, con su ideología, con sus rarezas y manías,  con la aspiración en general de mostrarse con una cara positiva ante los demás". 

No es necesariamente fácil la relación con otros blogueros. Es un colectivo en que somos muy egocéntricos. El tamaño de los egos es desmesurado. Uno a fuerza de leer a un autor tiende a conocerlo bastante mejor de lo que se puede pensar aunque el blog sea escurridizo y evanescente. Nos vamos revelando en la escritura. No solo mostramos lo que somos sino cómo somos en nuestra intimidad. La forma de racionalizar, nuestro pesimismo u optimismo, nuestra posición política, la edad, nuestro modo de relacionarnos con los demás, nuestra generosidad, nuestra altivez. En mi recorrido por este mundo sumamente complicado me he encontrado de todo. A muchos blogueros les he perdido la pista porque sus blogs se han detenido en una fecha del tiempo y han sido abandonados. Otros se van desasiendo de sus blogs poco a poco y van espaciando sus publicaciones ... 
Con otros blogueros, tras un intenso intercambio, ha surgido el desencuentro, a pesar de nuestra atracción inicial. Hay blogs que te atraen por los temas que abordan y cómo los abordan; otros no te atraen pero te parece entrañable la persona que está detrás de él y permaneces fiel a través del tiempo. A otros los concluyes abandonando porque terminas saturado de la reiteración –inevitable- de unos tics que en un momento te resultaron curiosos pero que tras diez años de continuidad impertérrita te terminan pareciendo cargantes y te preguntas adónde pretende llegar el autor en un bucle infinito. Otros te resultan interesantes durante dos meses pero al cabo de este plazo, le ves el trasfondo egoico de su planteamiento: un intenso sentimiento de debilidad y menosprecio de sí mismo que se revela como adicción a estados de exhibicionismo y pornografía existencial. Dejan de interesarme. Hay muchos motivos de alejamiento de un blog: el choque de caracteres, un debate cargado de electricidad negativa que produce malestar, el agotamiento del modelo que lo encarnaba, la altivez ... Con esta me refiero a algunos blogs que no reciben apenas visitas y menos comentarios, pero el autor sigue adelante, en soledad, haciendo del blog su diario de derrota particular. Y lo más curioso es que estos altaneros blogueros no contestan nunca a los comentarios ni comentan en otros blogs. Su escritura es una suerte de autismo que no necesita para nada a los demás con los que no se desea un intercambio de ningún tipo. Solo estar ahí, señeros, firmes en la desolación de la quimera expresando algo que tal vez no lo lea nadie. A veces dejo algún comentario impertinente para hacerlo salir de la concha, pero te das cuenta de que el blog no es un instrumento de búsqueda e intercambio sino un artefacto de culto a la yoidad.

Un aspecto que me interesa vivamente es cómo algunos blogs parecen solo atraer elogios desmesurados y en los que no existe ningún atisbo de lugar para la disensión. 


"¿Qué hacer si alguien solo nos ofrece los más exquisitos y refinados pensamientos que expresan la belleza de un alma singular?"

 A estos de vez en cuando les doy una traca con alguna aviesa intención para provocar el debate. Ante esto hay dos formas de reaccionar: el sentimiento herido y la venganza o aceptar el desafío y debatir. Acepto que mi blog pueda generar críticas acerbas, fruto de una lectura consecuente y meditada. En general acepto el planteamiento y converso y, si puedo, termino riéndome con el comentarista crítico. Pero no todo el mundo reacciona igual. Hay quienes no olvidan y te guardan un profundo resentimiento. Es fácil herir a alguien con la palabra. Hay que tener mucho cuidado. Pero a veces es inevitable.

El mundo de los blogs está en aguda decadencia. La expresión de la palabra ha entrado en profunda crisis y se han buscado otros canales para conversar. El blog tiende a ser discursivo y esto no se lleva ya hace años. Desde luego no es algo que atraiga a los jóvenes. Pocos blogueros jóvenes hay si hay alguno. Es más propio de la madurez y algo más. Tras unos años de eclosión gigantesca, llegó su cenit y terminaron decayendo para llegar a este estado catatónico en que apenas hay vida en la blogosfera. Es muy desolador escribir y ver que solo has tenido un comentario o ninguno reiteradamente. Ante esto solo queda el orgullo de mantener frente a viento y marea el artilugio y seguir desentendiéndote de lo que opinen los demás. Esa soledad altiva en la que no contestas a los comentarios que tal vez un día te lleguen. Los blogs terminan en un laberinto de soledad sin fin. Y hoy la blogosfera es un universo con harapos de lo que algún día fue, con yoes en desbandada, perdidos, exhibiéndose con una seguridad casi absoluta de que nadie los leerá. Son como ruinas de castillos en lo alto de una montaña que entonan discursos que no interesan a nadie. Y es que no olvidemos que la película estrella de este tiempo es Ocho apellidos catalanes. No hay lugar para sutilezas exquisitas. Y los blogueros en cierta manera nos consideramos el no va más. Pero ¿a quién interesamos en realidad?



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