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domingo, 16 de febrero de 2020

La vida es ilusoria, pero me gusta. No tengo otra.



"Cuando Mara, el Tentador, intenta suplantar a Buda, este le dice: «¿Con qué derecho pretendes reinar sobre los hombres y sobre el universo? ¿Acaso has sufrido por el conocimiento?». He ahí la pregunta capital, quizá la única que debería uno hacerse al indagar sobre alguien, principalmente sobre un pensador. Habría que establecer la diferencia entre aquellos que han pagado por el menor paso hacia el conocimiento y aquellos, mucho más numerosos, a quienes les fue otorgado un saber cómodo, indiferente, un saber sin adversidades".

He leído este pensamiento de Cioran en la zona de café de un Caprabo bebiendo una cerveza, tras haber comprado algunas cosas. El conocimiento exige un peaje de sufrimiento interior. Intento pensar sobre ello y evaluar mi propia vida al respecto. Emerge el dolor como una constante de la vida, desde niño hasta adulto. Eso no impide ni se contradice con que la vida sea un reto terrible y fascinante. El viernes hice una caminata de 28 kilómetros en solitario y ciertamente lo pasé mal porque el gps me condujo a una zona de cuevas muy peligrosa y luego me extravié en el bosque, perdiendo totalmente la orientación. No disfruté ni un segundo de aquella mañana gris y pálida en que inicié mi caminata, pero andar es meditación y durante el dolor de aquello sentí una intensa autoconciencia del instante presente. Creo que en algún sentido fui feliz inconscientemente, centrado en mi realidad por más ilusoria que fuera. Si hubiera muerto en alguno de los difíciles pasos del ascenso en que me vi, si me hubiera despeñado, creo que habría sido algo totalmente ilusorio. La vida es ilusoria. Pero me gusta. No tengo otra. 

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