Sé que mi nacimiento es una casualidad, un accidente risible, y, no obstante, apenas me descuido me comporto como si se tratara de un acontecimiento capital, indispensable para la marcha y el equilibrio del mundo.
Leí este pensamiento de Emile Cioran en Del inconveniente de haber nacido, mientras me tomaba una cerveza con unas aceitunas en la terraza de un bar de Calafell. No pude sustraerme a un ataque de risa en que me estuve carcajeando durante un buen rato. No había nadie más en la terraza. Enseguida recogí esta reflexión y se la envié a tres contactos de mi gmail. No sé por qué pero los buenos pensadores pesimistas logran hacerme reír, mientras que los optimistas me deprimen.