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martes, 9 de abril de 2013

La escuela democrática



Cada martes de 13.30 a 14.30 tengo una hora de lengua castellana con un grupo de cuarto de ESO que me lleva a hacer algunas reflexiones. Todos tienen en torno a 16 años pero se comportan en clase como si fueran niños de jardín de infancia. Hablan, se quitan cosas unos a otros, se tiran gomitas, riñen entre ellos, se abuchean cuando alguien dice alguna que no gusta a los demás, se levantan... Yo me harto de meterles discursos sobre la madurez necesaria a su nivel. El efecto dura cinco minutos tras yo alzar la voz y meterles la bronca. Su nivel es mínimo. Hay entre ellos algunos serios y responsables que están perdidos en un mar de tendencia al juego y a la irresponsabilidad. Con ellos es imposible cualquier tipo de debate porque no se toman nada en serio y no se respetan unos a otros. 

A otras horas están más tratables y se muestran más receptivos. Yo entiendo que es una hora mala y que la materia impartida no es la más atractiva del mundo. Hoy hablábamos del Complemento de Régimen Verbal y el Complemento Predicativo. Tenían que hacer una serie de análisis sobre oraciones sencillas que yo les había propuesto. El clima de la clase era como el que he explicado arriba. Procuro no enfadarme demasiado porque luego lo paso mal yo, y entiendo que, en definitiva, estos muchachos se encontrarán el problema cuando algunos de ellos lleguen a bachillerato y se den cuenta del tiempo que han perdido jugando y haciendo el tonto.

Supongo que saldrá algún avieso partidario de Ken Robinson a hacerme reflexionar que el problema es la escuela no adaptada a las necesidades del joven del siglo XXI, y que no responde efectivamente a lo que ellos precisan o a lo que a ellos les motivaría. Y desde luego, el Novecentismo, el análisis de oraciones compuestas, el origen de las palabras, las redacciones sobre temas variados... no es un paradigma adecuado para estos jóvenes que necesitarían otro tipo de escuela más dinámica y abierta a sus planteamientos vitales.

He reflexionado mucho sobre ello y no he llegado a ninguna conclusión sobre si el problema es que la escuela "tradicional" es la culpable del desinterés de nuestros alumnos o es que la escuela tradicional ha perdido su rumbo precisamente por intentar adecuarse a otros paradigmas revolucionarios y nunca acabados de diseñar, salvo con grupos de alumnos seleccionados, con padres implicados y un nivel económico y cultural alto.

Hoy les hablaba a mis alumnos de otro cuarto de ESO de escuelas en que los alumnos debían tratar preceptivamente a sus profesores de usted (ellos me decían que en este instituto hay profesores a los que no les gusta que los traten así), que hay que tratar a los profesores con el preceptivo señor tal o señor cual, y que incluso hay que levantarse cuando entra el profesor en el aula así como cuando sale. He incluido el tema del uniforme en la conversación y varios de ellos se mostraban partidarios del mismo por diversas razones, además de sentir mucho más atractiva una escuela con más autoridad. Esto me ha hecho pensar.

Entiendo que la escuela ha buscado desmitificarse, bajar a la calle, acercarse a los alumnos y a sus necesidades en un ejercicio de mimetismo que le ha hecho perder en buena parte su carácter reverencial, y el profesor se convierte en una especie de pieza festiva en un entramado lúdico y pedagógico que procura por todos los medios no frustrar ni crear malestar psicológico a los alumnos cuya salud mental está severamente condicionada por nuestro trato que no debe de ser en ningún caso autoritario sino inspirado en la negociación y en la mediación, y que no debemos tampoco torturarles con materias abstrusas y faltas de adecuación a sus necesidades concretas. Así la escuela se convierte en un gran espacio de convivencia y de aprendizaje consensuado en que profesores y alumnos se relacionan horizontalmente perdiendo los primeros cualquier atisbo de consideración preestablecida y exigida por su carácter de administradores del conocimiento, máxime en un tiempo en que éste parece estar democráticamente al alcance de cualquier joven con un golpe de ratón con la herramienta más prodigiosa jamás inventada que es internet y google por excelencia.

Lo sorprendente es que estos alumnos se quedan fascinados por películas como La ola en que se pone en funcionamiento en la escuela un proyecto autoritario, protofascista, y pareciera que ellos mismos añoraran un mundo en que hubiera valores fuertes, instituciones fuertes, uniformidad, orden y disciplina. Y es que, lectores amigos, nada hay más aburrido que el desorden y la desidia. Pero nos hemos empeñado en despojar a la institución pedagógica de cualquier carácter mítico y retirar de los profesores cualquier atisbo de autoridad dotada por el sistema y los alumnos nos ven como poco más que colegas que vienen a divertirlos unas horas hablándoles de materias oscuras, y que no entienden para qué les sirven.

Espero que estos muchachos encuentren en la sociedad que les aguarda un mundo en consonancia con la escuela que han experimentado y que han disfrutado, y que sea igualmente generosa, no competiva, democrática, irreverente, laxa, tolerante, banal y leve. Se lo deseo de todo corazón, porque como nos hayamos equivocado... lo van a tener muy mal. 

16 comentarios :

  1. La autoridad clásica es un ideal que ni por asomo la educación tradicional consiguió con su sistema represivo, y que la actual a duras penas intenta alcanzar (convirtiéndola en fatuo ejercicio de teatralidad). La "autotitas" latina se basaba en la capacidad natural del educador de ser legitimado por la presentación eficaz de los conocimientos y el ejemplo moral de sus acciones. Era esencial la empatía (intelectual) entre el alumno y su maestro. Hoy es difícil conseguir algo así de primera por factores culturales que separan el universo del profesor del de sus alumnos. Así, debe ser aquel quien adapte su representación a una etnografía didáctica.

    En mi caso, en escasas ocasiones, pero algunas sí que ha habido, he logrado conseguir ese encuentro, esa sinergia misteriosa, una gracia ajena la mayor parte a esfuerzos conscientes.

    Un saludo afectuoso, Joselu, desde Badajoz.

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    1. Yo también lo encuentro a veces, escasas, pero lo encuentro con este mismo curso que menciono. Y con otros. Sin embargo, la tendencia al desorden, a la entropía es tal que difícilmente se logra esta sinergia, y siempre en determinados momentos.

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  2. Joselu

    Para una psicopedagoga ,no es nado raro que los chavales se queden enganchados a la peli de la ola. Porque la escuela perpetua muy bien el -patrón de la obediencia-ya que se tiende al orden y se entra poco o casi nada en procesos disruptivos, por lo tanto sienten una empatía pura y dura, es la misma sintonía.Y también porque la escuela propicia el liderazgo en la figura docente ,en lugar del autoliderazgo en el rol discente,por lo tanto no hay mucho lugar para cuestionarse la autoridad de modo que le siguen como borreguillos ( me dan mucha pena).

    Esta peli la estudiamos en unas sesiones de psicopedagogía y se ve muy bien la teoría de Bronfenbrenner , los adolescentes que más conectan con el docente son los que tienen su micro ( relación con sus padres casi nula o mala)de ahí que se lo creen a pie juntillas porque les falta el rol paterno, hacen una transferencia filial al docente de modo inconsciente...

    Ya lo tienen fatal, y en parte nos hemos equivocado y seguimos equivocando y no aprendemos porque no les ayudamos a saltar el patrón de la obediencia, no les educamos en competencias sistémicas, no les empoderamos, no hacemos clases abiertas -comunitarias como en otros países...no hay dos profesores en la misma aula para que creen un pensamiento propio ( cuando 1 profesor cuestiona a otro, no te queda otra que ir más allá)..

    Esta noticia :Cientos de jóvenes salen a la calle contra el “exilio forzoso”http://ccaa.elpais.com/ccaa/2013/04/07/madrid/1365359139_911539.html

    Para mí no se puede tener peor, supongo que por eso cree este post: Apadrina un estudiante :Compromiso educativo para los parias de España

    http://carmenviejodiaz.wordpress.com/2013/04/06/compromiso-educativo/

    Pónselo en clase y me cuentas , que me escriban...¡¡ me encantaría saber que piensan de forma proactiva !!

    Y bueno las pulseras rojas siempre son un canto de esperanza, pero sólo si se autolideran...

    Todavía no hay pelis sobre ese tema que yo sepa. Este vídeo está bien:

    Maria Full of Hope: An Equal Voice Story

    http://vimeo.com/34636308

    " Los niños llegan al mundo adulto sin tener idea de sus propios talentos y capacidades , por todo ello, se llega a la edad adulta sin liderazgo para generar cambios en el interior de la familia, empresa y sociedad "ELICREA (2012)

    Un saludo y¡ ojalá no haya abusado de este espacio¡

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  3. Joselu, mucho me temo que el final de tu acertadísimo post es lo que nos espera. Todos vamos a sufrir las consecuencias de años y años de marasmo educativo, inmerso en un sistema social que no quería ni oír hablar del valor del esfuerzo, el orden, la disciplina, el afán de superación... Qué te voy a contar que tú no sepas... Los padres quieren que sus hijos sean felices y que no prueben el fracaso, que no se frustren, que no sufran, que vivan en los mundos de Yupi hasta pasada la treintena, con suerte. Rara vez apoyan al profesor, y el niño busca (y encuentra) todos los resortes posibles para escaquearse y justificarse. Mienten, engañan, ocultan información, falsifican firmas... Y te estoy hablando de niños de Primaria, no mayores de doce años. Son capaces de mostrar una crueldad inaudita, pero siempre con "justificación": él empezó, tú más que yo, ¿y Fulanito qué?... Tras realizar una actividad consistente en elaborar jabón de forma artesanal, que tarda unos días en solidificarse, algún gamberro ha estropeado algunos metiendo el dedo. ¿Respuesta de una niña? Ha estropeado aposta todos los demás, los de sus compañeros. ¿Qué gana con eso? Un castigo, pero no sé cómo vamos a convencerla de que es algo más que una mala acción. Viven en un mundo que ofrece muy pocos modelos positivos y gratificantes. Muchos confiesan ver día tras día programas como "La que se avecina",o algo así (no la he visto nunca) y válgame Dios qué vocabulario, que expresiones...
    ¿Hay algo que deba permanecer inmutable en educación? Sin duda, pero no tiene nada que ver con hacer filas, llamar de usted a un profesor o temer a los padres. Lo malo es que no hemos podido desarollar una alternativa válida, por desidia, ignorancia o impotencia. Me da pánico y horror pensar en los futuros adultos. Todos lo estamos haciendo mal, pero nadie es capaz de marcar un itinerario coherente y lógico. La nueva ley no hará sino empeorar las cosas. ¿A ti te han preguntado sobre probemas y posibles soluciones? A mí tampoco. Así nos va...
    Qué terrible desolación... Un fuerte abrazo, colega.

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  4. Hay cosas que hay que llevar aprendidas de casa, me temo.

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  5. Yo no soy profesor, pero creo que cosas como el uniforme debieran estar presentes en la escuela nacional publica. Creo que los alumnos debieran ponerse en pie cuando entra el profesor no por el profesor como persona sino por la institución, por lo que representa. No creo que el profesor deba ser amigo de sus alumnos al igual que yo no soy amigo de mis hijos, soy su padre, dentro de unos años a lo mejor soy su amigo, pero no ahora.
    Esto se confunde con corrientes autoritarias y en eso creo que están equivocados, como también impusiera un uniforme a los profesores. Los abogados y los jueces y otras muchas profesiones lo llevan con naturalidad, forma parte de su trabajo y les ayuda a llevarlo a cabo...
    Eso ayudaria a centrar a la gente en lo que esta haciendo en clase o así lo creo yo..
    Un saludo.

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    1. No puedo estar más de acuerdo contigo. Creo que tus estimaciones son coherentes y válidas. Es necesario un cultivo esencial de las formas para que la institución se respete a sí misma. Esto lo dice un anarquista vital que es enemigo del autoritarismo, pero el nivel de descrédito y de descenso de la consideración de la institución académica es tal que hay que empezar a replantearse cuestiones básicas como las que mencionas. Y no son autoritarias sino de sentido común.

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  6. Me toca el tema de lleno. Imparto Lengua Española y además ejerzo de "Jefe de Estudios". He de decir que los compañeros que más prestigio tienen entre los alumnos combinan una serie de factores: dejan muy claro "lo que sí y lo que no" en el aula, marcan perfectamente los espacios temporales de trabajo, tienen una fuerte presencia física por el aula (se pasean constantemente por los pupitres), conservan el mismo tono de voz (nunca alto ni gritan), repiten órdenes/instrucciones cuantas veces sean necesarias hasta que se cumplen (por ejemplo: saca la libreta, saca la libreta.. siéntate correctamente, siéntate correctamente), y así acaba haciéndose entender por sus alumnos, los cuales, en el fondo lo único que quieren es una comunicación fluida. El que manda que mande y el que obedece que obedezca. Por desgracia, los profesores que peor lo pasan son aquellos que "perdonan" (por esta vez te perdono, pero la próxima...; lo malo es que hay más ocasiones de perdón), mandar una acción y luego no comprobar si se ha cumplido, contestar reflexivamente al "¿por qué?" de un alumno (cámbiate de sitio -¿por qué? Porque te lo digo yo (falsa autoridad)/ porque estás hablando demasiado con tu compañero (al alumno no le interesa tu reflexión-... no, la respuesta es repetir la orden "cámbiate de sitio" (sin cambiar el tono de voz, sin gritar...). Los alumnos quieren profesores que se ganen el prestigio. No importa la materia -quizá porque a ellos tampoco les importe la materia- (conozco profesores de todas las asignaturas que gozan de una gran aceptación entre sus alumnos, incluidos los muy conflictivos). Por desgracia, esos mismos alumnos son capaces de destrozar a un profesor.
    En todos los comentarios aquí publicados hay una gran parte de razón. Por eso el problema es muy complicado. Acepto que hay que hacer una profunda autocrítica del nivel profesional de los propios profesores... pero después de recibir alumnos y padres de alumnos constantemente por mi despacho, puedo señalar que el mal de la educación tiene su mayor porcentaje en una sociedad que ha sustituido conceptos básicos: constancia, sacrificio, retos para poder hacer del aprendizaje un estímulo y una herramienta útil en la vida) por exigir otras necesidades como el afecto, respeto, organización, que es lo que muchos alumnos realmente acaban admirando de sus profesores. Este sistema educativo le ha robado el sentido a nuestras asignaturas, nos ha confundido a los profesores con "criadores" (de ahí la idea de guardería para los menores de 16 años) y ha difuminado la relación docente/padres-hijos en hostelero/clientes y por descontado, el cliente siempre tiene la razón. En el fondo, mal lo tenemos los profesores... mal, si no aprendemos a sobrevivir en estas nuevas circunstancias e identificamos los actuales valores que realmente nos permitan presentarnos "interesantes" a nuestros alumnos.

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    1. Tus reflexiones son pertinentes y ajustadas. Tienen una fuerza y coherencia completa sobre lo que debe hacer o no un profesor en el aula. Tomo nota de algunas de ellas que me pueden servir seriamente. El problema es que cada profesor está condicionado por el carácter personal. Conozco profesores reverenciados por los alumnos que cumplen con este perfil que dibujas. Se puede ser un espléndido profesional de la lengua y la literatura y a la vez un pésimo profesor que no coincide con el modelo que has diseñado, al que sus alumnos no respetan, aunque en el fondo lo estimen o lo quieran. Es un problema muy serio porque me da de lleno todo tu comentario. Hay caracteres y caracteres Y se puede haber sido un exclente profesor en otras circunstancias y no serlo ahora en que las circunstancias han cambiado radicalmente en el senitdo que planteas tan bien. Y es cierto que los alumnos suelen admirar a los profesores que encarnan la autoridad sin complejos y lo hacen bien, como bien dices. No obstante eso es aloo que sale de dentro. Yo era un profesional de la enseñanza de la literatura que hacía amarla. Ahora el problema es otro y esto no es algo que se enseñe en ningún lado: cómo ejercer la autoridad. Es algo que sale de dentro -repito- y no es fácil improvisar. El hecho de ser profesor ha cambiado radicalmente en las sucesivas generaciones. Y nuestras materias han sufrido un cambio fundamental pasando a ser casi irrelevantes ante otras actitudes necesarias del profesor. Muy interesantes tus palabras. Tomo nota de muchas de ellas.

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  7. ¿Y que pasa si el profesor no tiene esa personalidad, esa "autoritas", ese sentido de la responsabilidad y del deber hacia sus alumnos?
    ¿Y que pasa si el profesor no pertenece a los marines, a los boinas verdes y tampoco se acaba de creer al personaje de Robin Williams en el Club de los Poetas Muertos?
    ¿Y si el profesor es un profesional, valga la redundancia, que al estudiar no sabía o no recordaba lo que le esperaba al otro lado de la tarima?
    ¿Cuales son sus armas? ¿Qué puede hacer siendo el monigote de un sistema educativo que no deja de dar bandazos de un lado a otro?
    ¿Los que hemos sufrido la represión educativa antes de la muerte de Franco somos tan olvidadizos como para olvidar aquellos viejos tiempos?
    ¿Los que experimentamos la absoluta desacralización de la vida contemporánea donde todo se ha banalizado en el mismo marasmo y no hay un elemento de autoridad moral hacia el que dirigirse como podemos pedir a un profesor que se convierte en un apagafuegos o en un superhéroe de la cotidianidad?
    No soy profesor, aunque pude serlo y ahora me siento aliviado de no haber tomado aquel rumbo.
    Os admiro
    Saludos

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    1. Sin duda es terriblemente difícil ser profesor. No es cuestión de admiración, pero sí de que se tome conciencia que sobre nosotros descansan todas las incoherencias del sistema que ha arrumbado la autoridad como criterio rector, y el profesor queda inerme ante sus alumnos, con su buen o mal hacer, con sus contradicciones, con sus miedos, con sus angustias. Cuando se cierra la puerta del aula, solo el profesor y sus alumnos saben qué pasa allí, Y es complicado explicarlo. Por eso es bueno que se debata un tema que es tabú porque nadie quiere reconocer su impotencia y su vértigo ante una concentración humana que recibe toda las influencias sociales que desdeñan la autoridad de ese ser humano que creía saber de algo cuando comenzó a dar clases, pero le cambiaron todas las preguntas y ninguna respuesta le valía. Saludos.

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  8. Confieso que Ken Robinson me deslumbró en un principio, pero luego te preguntas cómo se hace para cambiar de paradigma con todos los problemas que enfrentamos en las aulas y las paupérrimas condiciones en las que trabajamos tantos. Es una teoría fascinante pero aplicable para pocos y aún no veo cómo se articula con el sistema universitario de excelencia a nivel mundial, inclusive el de las universidades británicas más prestigiosas de las que emergió el propio Robinson.

    Es curioso que me sienta tan identificada con la descripción que haces del comportamiento de tus alumnos, siendo que el perfil de los míos, adolescentes de clase media alta, es bien distinto del de los tuyos, y dado que yo les enseño algo que supuestamente sí les sirve cono herramienta de aplicación práctica, no sólo para insertarse en el mundo laboral en el futuro cercano, sino además para acceder a este mundo digital tan fabulosos en el que ellos nadan como peces en el agua en el ahora. Todo lo que idolatran está en inglés: desde sus canciones favoritas, sus series preferidas, los nombres de las marcas de la ropa que llevan puesta, hasta el infumable Disney Channel del que no se despegan las chicas ni aún bien entradas en la adolescencia. Sin embargo me encuentro con el mismo nivel de inmadurez que tú en mi aula, con jóvenes de dieciséis años y más también, hasta con universitarios, que ostentan una superficialidad y falta de información y opinión pasmosa, agravada por una profunda ausencia absoluta de interés, al punto de que, tratándose de clases de inglés en un instituto privado extra escolar, confiesan que vienen porque los obligan sus padres, que pagan una fortuna, aunque no a mí, claro, y me bostezan en la cara la hora y media porque mis clases van a contra turno de sus horarios escolares matinales.

    Son en general jóvenes hiperexigidos en busca del éxito entendido como riqueza y no valoran un ápice los contenidos culturales del aprendizaje. Comenzamos el año con una unidad sobre cine, y no conocen el nombre de actores famosos, no saben qué es "El Padrino", quién es Marlon Brando o Al Pacino, ni hablar de Hitchcock, Woody Allen o Fellini... Y cuando les dices que deberían ponerse al tanto porque vale la pena, no te creen. Siguen aferrados a su pequeño mundo sin ninguna intención de dar el paso que les permitiría entrar al mundo adulto. Ese es el mayor obstáculo para lograr el éxito que buscan en los exámenes internacionales de lengua inglesa para los cuales los preparo: su inmadurez.

    Es difícil envisionar el futuro para ellos. El otro día, en medio de tanta agua, eché un vistazo a un artículo del New York Times publicado por el Clarín del domingo que analizaba las perspectivas para esta generación, y me sorprendió ver que los analistas son optimistas: los califican como más flexibles y altamente adaptativos, a diferencia nuestra. A mí me sigue preocupando la falta de sustento, pero como diría Zygmunt Bauman, ellos flotan en tiempos líquidos y nosotros venimos con los pesados anclajes culturales de tiempos mucho más sólidos. De todos modos, la liquidez no me parece un estado ideal para el futuro de la humanidad. Puede serlo para el embrión humano dentro de la solidez del útero materno, pero si hay algo que ha quedado demostrado en mi ciudad en estas últimas semanas es que el agua, concreta y metafórica, en la que vivimos inmersos tan a menudo no nos ofrece un buen porvenir.

    Un saludo esurgiendo del torrente.

    Fer

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    1. Quise decir "resurgiendo" del torrente, disculpa...

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    2. Desconocía el fuerte contraste social que existe entre tu alumnado y el mío. Pero fíjate, Fer, en las últimas pruebas externas realizadas a alumnos de cuarto de ESO (16 años) nuestro centro ha obtenido de las notas más bajas de toda la región catalana, incluso entre institutos de una problemática social parecida. La vida de mis alumnos suele ser la calle y son escasamente escolares. Entiendo que a mí me aprecian pero otra cosa es que se tomen totalmente en serio la materia y los conocimientos que les imparto. Sin embargo, creo que no cambiaría a estas alturas de historia un alumnado humilde, viviendo en la precariedad, por uno de clase media alta. Es algo que se ha hecho parte de mí y me doy cuenta de que amo estas circunstancias difíciles que viven mis alumnos. Bueno, no sus circunstancias, claro está, pero sí lo que ello supone y las deficiencias enormes que supone, y a la vez sus virtudes. Pero sí, Fer, el nivel de inconsciencia es el mismo por lo que podemos colegir que es la edad. En mi caso no puedo aducir que lo tienen todo porque no es así. Un saludo muy cordial.

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  9. Tu último párrafo lo dice todo: ¿para qué le vendemos una escuela democrática, participativa y de igualdad de oportunidades, si la vida más allá del instituto no es ni de lejos parecida? Estamos estafándolos con esta permisividad. Ojo, no estoy a favor de la escuela autoritaria, pero creo que si hay unas normas de convivencia en un centro, se deben cumplir, y entre ellas está el deber de estudiar y participar activa y respetuosamente. No entiendo cómo aceptamos sin rechistar todas las reclamaciones de derechos de alumnos y familias y no somos capaces de exigir ninguno de los deberes, que también están escritos negro sobre blanco. Dices que piden autoridad y mano dura -también yo lo he oído- porque muchos saben que el caos les impide aprender, y en determinados contextos (o a determinadas horas) el caos es sistemático. Las escuelas para la creatividad deberían también experimentarse en nuestros centros reales y con nuestros alumnos reales, lo que obligaría a replantearse cierto espíritu rousseauniano.

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    1. Hay alumnos que se desplazan a otros países latinoamericanos y se encuentran, tras años de estancia en un colegio español, con sistemas como los que he descrito: tratamiento de respeto a los profesores, uniformes, levantarse al entrar o salir el profesor, homenaje a la bandera… y para ellos supone una sorpresa mayúscula. Hay ciertos elementos que se han descuidado en nuestra enseñanza. No debería darse clase sin una adecuada distancia de la mesa del profesor a la de los alumnos (en mi centro la mesa del profesor es arrollada por las mesas de los alumnos que se permiten sentarse en la silla del profesor así como trastear en sus instrumentos de trabajo), la limpieza y orden del aula… Un mal ambiente predispone al desorden y el orden favorece la concentración, así como la disciplina fomenta la atención. Esto es inimaginable para generaciones como las nuestras que nos hemos formado en el antiautoritarismo… pero el éxito de las escuelas chinas y coreanas sin duda tiene mucho que ver con el orden y la disciplina. Finlandia es un caso aparte, pero sus circunstancias son muy distintas a las nuestras y su modelo social es totalmente diferente. Un centro de enseñanza debería ser un paradigma de orden y claridad, en el que se abordara con serenidad cualquier tema, y ahora, desde luego, no es así. No sé cuál es la salida pero me temo que no estamos en la correcta dirección. Hemos perdido muchas batallas importantes. No sé si la guerra.

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