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lunes, 3 de abril de 2006
El modelo multicultural
Hay tres imágenes o grupos de ideas que se me superponen. Por un lado estoy leyendo el libro de Ayaan Irsi Ali, titulado Yo acuso que tiene por subtítulo Defensa de la emancipación de las mujeres musulmanas. Ayaan es una activista y diputada por el Partido Liberal Holandés que se manifiesta abiertamente crítica con las tesis del multiculturalismo, esto es, que en una sociedad convivan pacíficamente diferentes grupos étnicos, religiosos y, por ende, culturales. Las culturas no serían mejores ni peores sino sencillamente distintas sin posible comparación. Según ella, de origen somalí y musulmana, que sufrió en su propia persona, la ablación del clítoris por parte de una abuela y fue obligada a casarse a los veinte años con un primo al que no conocía, el establecimiento del multiculturalismo lleva a la absoluta desprotección, en materia de derechos humanos, a las mujeres musulmanas. El islam es un sistema premoderno que choca abiertamente con las normas y leyes de la sociedad occidental por su carácter teocrático, al poner la ley divina –el Corán y las costumbres patriarcales- por encima de las leyes humanas; esas costumbres perpetúan el sometimiento de la mujer al varón que es considerado superior: mito de la virginidad con la que han de llegar todas las mujeres al matrimonio; casamientos arreglados a temprana edad; educación de las niñas a las que se les niega totalmente su autonomía y responsabilidad y, por tanto, en muchos casos se les obliga a dejar sus estudios; consentimiento y estímulo de castigos físicos a las mujeres; código de honor y por consiguiente la cultura de la vergüenza porque si una mujer desobedece a su padre o a sus hermanos los deshonra y surge la vergüenza que los dejará muertos socialmente… Una mujer en definitiva no es nada comparada con el varón que es el que disfruta de todos los derechos.
Estaba pensando es estas cuestiones cuando hace un par de días iba en el metro. Una mujer musulmana de unos cuarenta y tantos años iba con su hijo de unos veinte. Cuando llegaron a final de trayecto nos bajamos los que quedábamos en el tren. El hijo salió primero y su madre se puso a caminar unos pasos por detrás de él y así se mantuvo por todos los corredores del metro. Él de vez en cuando miraba hacia atrás por el rabillo del ojo para ver si venía ella, que cuidadosamente no osaba ponerse al mismo nivel que su hijo. Esta imagen me inquietó poderosamente porque refrendaba lo que estaba leyendo en las palabras de Ayaan Irsi Ali.
Por último y para relacionarlo con el mundo de la enseñanza, puedo comentar que en la última semana se ha incorporado a mi tutoría una nueva alumna musulmana. Lleva un pañuelo que le cubre la cabeza y le tapa totalmente el cuello. Hay otras alumnas musulmanas que llevan pañuelo pero no de una forma tan estricta, incluso hay una que no lo lleva y su cabello largo –eso siempre porque una mujer musulmana no puede cortarse el pelo- lo lleva recogido en un moño.
En nuestras sociedades hemos optado por el modelo multicultural con el argumento de que los grupos culturales debe poder defender sus puntos de vista y costumbres propias en pie de igualdad. Es el argumento “progresista” y éste evita entrar en conflicto con las tradiciones de la inmigración, especialmente con el tema de la situación de la mujer en el Islam. Es decir que la mujer siga oprimida y careciendo totalmente de derechos como que no pueda trabajar fuera de casa, que no tenga derecho a la educación más allá de la obligatoria, que sea casada muy joven en matrimonios en que no conocerá apenas al que será su marido y con el que hablará muy pocas ocasiones en su vida. ¿Para qué escuchar el punto de vista de una mujer? Las mujeres siempre ocupan un lugar secundario respecto a los varones, sus propios hermanos que acostumbran a ignorarlas como sucede en mi instituto entre los musulmanes y las musulmanas entre los que no existe ninguna relación, ni de la más mínima conversación. Son mundos diferentes con una clara subordinación del mundo de la mujer al del hombre que es superior por definición.
El pañuelo o chador es una clara muestra de su sumisión social. No es un elemento cultural como se nos quiere vender. En el islam no existe diferencia entre cultura y religión. Todo está jerarquizado en esta caso a la supremacía absoluta de Alá y su profeta Mahoma al que no se puede ni siquiera “representar” en las sociedades occidentales, y hemos consentido en ello con el beneplácito de figuras intelectuales como Günter Grass o José Saramago. Sólo Ayaan Hirsi Ali salió en defensa de la publicación de las caricaturas del profeta. Una sociedad occidental no podía plegarse por la razón de la fuerza o el miedo a argumentos premodernos como los que se nos han expuesto.
Ayaan Hirsi Ali es un elemento molesto y crítico, pues dice lo que no queremos oír. Estamos paralizados por el miedo. Todo lo que sea despertar a la fiera nos parece peligroso, pero ella ya está amenazada de muerte hace tiempo. Trabajó con Theo Van Gohg en la película Sumisión - cuyo tema es fácilmente previsible- y ya sabemos que el artista fue asesinado por un fundamentalista islámico, un crimen que conmocionó a la sociedad holandesa.
Bajo nuestra responsabilidad como profesores tenemos a numerosas alumnas musulmanas que perpetuarán ese modelo de ser dominadas y "ofrecidas en matrimonio" en su momento. Sólo la educación y la emancipación de las mujeres musulmanas podrá impulsar la modernización del islam como ha impulsado la modernización de las sociedades occidentales.
Cada vez que veo a mis alumnas musulmanas siendo aplicadas y estudiosas, cada vez que constato su interés por las tareas académicas, cada vez que veo que ponen sus perspectivas en tener una profesión o consideran quitarse el pañuelo, pienso que están trabajando por su emancipación. Siempre que un temprano matrimonio no venga a impedir dichos estudios. Atención, abanderados multiculturales, Ayaan Hirsi Ali desafía, siendo mujer, lo más nuclear del pensamiento teocrático islámico. Por eso su vida está amenazada y por eso es tan molesta a los partidos socialdemócratas que la acusan de “atizar” el conflicto. Pero ella es mujer y ha conocido los derechos humanos occidentales y no se va a callar. A ninguna mujer occidental le diríamos que se callara por ser mujer, pero a ella se le ha aconsejado. Hemos de ponernos a pensar sobre ello.
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Valiente post Joselu. Y seguramente políticamente incorrecto.
ResponderEliminarHablas de las chicas. Pero a mí me preocupa también el encaje de los chicos musulmanes.
Pasan de su sociedad basado en lo religioso a la nuestra que ya es atea (a Dios gracias).
Son deslumbrados por la sociedad occidental. Mientras sus madres y hermanas se cubren con el chador -sin duda instrumento de sumisión- ellos admiran escotes y minifaldas en sus compañeras. Les atrae pero al mismo tiempo lo desprecian. Uf, menudo cruce de cables.
En esa edad de inseguridades e incertidumbres que es la adolescencia el rigor (ojo, eufemismo) religioso es un clavo ardiendo al que agarrarse.
¿Se logrará el encaje?
Hay una entrevista disponible en el Suplemento Semanal XL de esta semana hacía dicha persona ^^
ResponderEliminarMi abuela es hija de arabes, realmente no se si eran musulmanes, judios o cristianos, perod debo confesar e¡que este mundo en el que sumergen a la mujer la cultura oriental siempre me ha dolido... siempre me he preguntado donde quedan los derechos humanos en este caso.. ¿o acaso las mujeres no son hijas de Alà?.. bueno amigo leerè sobre esta insigne mujer..
ResponderEliminarEl tema que tocas, complejo por los numerosos factores que implica, tiene cierta conexión con lo ocurrido, estos meses atrás, con la polémica de las viñetas.
ResponderEliminarParece, en principio, contradictorio, que una cultura diga otra cómo debe de comportarse, de qué debe desprenderse. En eso se basan los demagogos o los alienados de un sistema para preservar sus argumentaciones. Sólo deben transmitirse los buenos valores de un sistema, no los dañinos.
Pero hay algo que es importante no perder de vista en un asunto como este. No desde una perspectiva humanista.
No podemos olvidar que nuestra cultura es el fruto de una evolución propiciada por la lucha de las libertades de las que ahora gozamos y que queremos ampliar. Nuestra imposición hacia ese tipo de sociedad (ellos lo pueden ver así y por eso piden que se les respete), es la imposición de la libertad. Y sólo desde la libre elección cada uno puede usar los símbolos que quiera y someterse a sus ritos, pero nunca a la fuerza.
En la medida que se conservan ciertas costumbres ancestrales el grupo tiene coherencia, sobre todo cuando se está en minoría en un país extranjero. Ocurre como con la etnia gitana. El ejemplo que pones de la mujer en el metro se ve cuando un patriarca gitano camina por la calle rodeado de ‘sus mujeres’, que siempre van un paso detrás.
Por eso considero que esa no ingerencia, esa aparente neutralidad a que responde el hecho multicultural es, al menos una ironía, cuando no una cobardía.
Me decía un amigo que el tema de las viñetas era inoportuno. Es decir hay que dejar a la fiera tranquila. Y mientras que siga la fiesta de la barbarie y el sufrimiento para miles de criaturas que viven en una cultura de la Edad Media.
Así es. Tengo amigos que dan clase en una localidad extremeña próxima, en la que casi la mitad del alumnado es de origen magrebí, y en las últimas semanas han tenido un conato de conflicto con el tema del pañuelo que nos ha obligado a repasar una y otra vez este tema.
ResponderEliminarNo creo que haya que entrar en el juego de prohibir nada. (Algunos aún recordamos las imágenes de Charles Manson, y después los punkis del 77, tatuándose o colgándose al pecho esvásticas y cruces de hierro simplemente para epatar al burgués: todo lo satanizado es automáticamente cool). Si alguna chica quiere llevar el pañuelo a clase, que lo lleve. Pero... lo que hemos visto en estas semanas es que un pequeño grupo de integristas intentaba forzar a las demás chicas a llevarlo, con maniobras tan lindas como mostrarles un vídeo en el que se ve cómo la tierra escupe los cadáveres podridos de las mujeres que en vida no llevaron pañuelo, y explicándoles bien clarito que no llevar pañuelo equivale a ser una prostituta, señal que todos los varones de su misma cultura no dejarán de tener en cuenta.
De este tipo de presiones no debemos pasar ni una, por lo que nos va a todos en ello. En el caso del que hablo, se ha intervenido a tiempo contra la asociación 'de cultura islámica' que había venido desde Marruecos (¡pagada con dinero público español!) a comerles (casi literalmente) la cabeza, y también se ha constatado con alivio que muchas muchachas marroquíes (sobre todo las del sur) rechazan a estos Torquemadas de tres al cuarto, por mucho que se les presenten como los únicos portavoces autorizados de su cultura.
Por cierto, y abundando: del machismo, igualmente atroz, de los gitanos apenas se habla. No te digo nada si además (gitanos o no) son evangelistas y están convencidos de que los pitufos y la ciencia moderna son epifanías del Diablo. (Sic.)
Excelente artículo amigo...si defendemos tanto en las sociedades occidentales la libre expresión, la libertad individual y los derechos humanos..y hasta nos rasgamos las vestiduras cuando se cometen ese tipo de violaciones entonces por qué permitimos que extranjeros, que están nacionalizados violen todas estas leyes en nuestras propias narices y no pasa nada o es que acaso yo me puedo ir a irán y trasgedir las leyes porque soy occidental??? explíquenme..o la discriminación de las mujeres no es una violación??, el golpear a una mujer tampoco lo es??..el humillar publicamente a una mujer tampoco lo es???...una cosa es las costumbres culturales y la religión y otra cosa son las leyes y los convenios universales de derechos humanos que existen en los paises (donde existen derechos humanos , claro) y lo peor es que el Sr. Zapatero está promoviendo esta multiculturalidad..JODER!!!!
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