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sábado, 21 de enero de 2012

Una lógica infantil


                                           Víctor Erice y Abbas Kiarostami
Hace dos días visité el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona, lleno de una ingenua nostalgia. El director del mismo, Josep Ramoneda, ha sido sustituido por un nuevo director, Marçal Sintes, en mayor sintonía con el nacionalismo gobernante en Cataluña. La orientación universalista y multifacética del CCCB probablemente se convertirá en un enfoque más localista y nacionalista, en consonancia con los nuevos tiempos.

Disfruto, mientras llega la marea cuatribarrada, de las últimas muestras seleccionadas por la antigua dirección. Una de ellas es Correspondencias fílmicas. En ella se plantean diálogos entre cineastas de culturas distintas a través de cortos que se envían uno al otro. Cada sala recoge la proyección de estos cortos alternados.

Entre todos los posibles, elegí el diálogo entre el director español Víctor Erice (El sur, El espíritu de la colmena, El sol del membrillo...) y el director iraní Abbas Kiarostami (El sabor de las cerezas, El viento nos llevará...)

Víctor Erice planteaba uno de sus cortos dirigido a Kiarostami de un modo muy sugerente. En una escuela extremeña de un pueblo llamado Arroyo de la luz, el maestro les proyectaba a niños de unos diez años una película subtitulada de Kiarostami cuyo argumento conocemos a través de los comentarios posteriores de los niños que la han visto en la clase en penumbra. Imaginaos a un grupo de veinticinco niños totalmente fascinados viendo una película iraní subtitulada. Cuando acaba la proyección, el maestro les va preguntando sus impresiones y se va reconstruyendo el argumento del filme. Parece ser que en una escuela iraní un niño es castigado porque no hace nunca los deberes  del día siguiente. El niño tiene que trabajar en casa, cuidar a sus padres enfermos, trabajar el campo, ir a comprar. De modo que no puede hacer los deberes. El director le advierte que si al día siguiente no los hace, lo expulsará de la escuela. Este es el momento decisivo, porque un compañero suyo decide que aquella tarde le llevará los deberes hechos para que pueda presentarlos a su maestro. Para ello, ha de conseguir salir de casa, sin que sus padres sepan adónde va, e ir a otro pueblo donde vive el niño que necesita los deberes. Realizar el trayecto es complicado y debe correr diferentes vicisitudes y contratiempos. Pero consigue llevarle las tareas a su compañero. Cuando vuelve a casa, su abuelo se ha dado cuenta de la mentira de su nieto, y se expone el niño a un castigo por mentir y desobedecer...

En este momento el maestro de Arroyo de la luz les pregunta a los niños, que levantan la mano insistentemente para contestar, si creen que merece la pena desobedecer a los padres y engañar a los maestros para llevar los deberes a su compañero necesitado, y que si ellos hubieran hecho lo mismo... Todos los que intervienen, niños y niñas, hacen una valoración ética inmediata y afirman que está bien lo que ha hecho el niño que ha llevado los deberes a su compañero, aun desobedeciendo y mintiendo a sus padres, e incluso falseando la realidad en la escuela porque también mienten a sus maestros. Y sostienen que ellos también hubieran hecho lo mismo.

Víctor Erice termina la carta a Kiarostami, mostrando la evidencia de que los niños de culturas distintas (extremeña e iraní) reaccionan del mismo modo ante un problema ético universal porque en la lógica de los niños no existen las fronteras.

He querido traer esto a colación y había pensado contraponerlo a nuestro modo de funcionar como claustros en los centros de enseñanza. Me preguntaba si nosotros como adultos hubiéramos reaccionado con la misma lógica espontánea con que piensan estos niños de diez años. Me pregunto si la lógica infantil es un estadio precedente a la adquisición de una lógica de verdad madura, o si esta lógica adulta se convierte inevitablemente en una versión interesada y parcial de la realidad que se traduce en allá cada uno con sus problemas, que cada uno se las componga como pueda, y a mí que no me líen con los problemas de los demás.

¿Cuántos de nosotros hubiéramos arrostrado un riesgo real por ayudar a un compañero? ¿En qué momento el sentimiento ético de la infancia se convierte en sentido ético individualista?

He pensado en nuestra convivencia profesional, y he percibido tan subterránea división entre compañeros que, aparentemente, desempeñan la misma función (enseñar) que me temo que no son buenos tiempos para la ética colectiva, pero de puertas afuera parecería que todos, como profesores que viéramos el filme de Kiarostami, fomentaríamos entre nuestros alumnos los mismos valores que aquel excelente profesional de Arroyo de la luz: es lícito mentir, desobedecer y hacer trampas para ayudar a un compañero necesitado aunque ello nos acarree un castigo. 

¿Y entonces?

Un excelente, aunque apenas concurrido, diálogo entre directores que he de seguir revisitando. 

23 comentarios :

  1. Jo, Joselu, que complicado es el tema. Por un lado no mentir, no desobedecer, no hacer trampas, por otro lado la solidaridad entre compañeros.... Yo, sin duda elijo la desobediencia antes que dejar a un amigo en la estacada.
    Es verdad que cuando crecemos nos volvemos menos sensibles a los problemas de los demás y es muy común oir "que cada palo aguante su vela", pero en un momento dado creo que sí que nos comportamos como niños sin fronteras cuando la persona a ayudar la tenemos próxima. Con todas las consecuencias.

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  2. No existen comportamiento standard en la vida, JOSELU,

    no existe casi nunca el blanco o negro, las normas, las morales, las éticas y las legales, todas, absolutamente todas para ser justas admiten excepciones, es más, creo que la mejor ley no es la mejor redactada, si no la mejor desarrollada en reglamentos que son los que contienen las casuística al detalle.

    Para mi no admite ninguna duda, que en el caso que usas como ejemplo, la razón está del lado del niño que se arriesgó, aun mintiendo por ayudar a un compañero ¿cómo puede nadie dudar que ese es sin duda el comportamiento adecuado?

    Que alguien lo ponga en duda, me parece terrible y más que preocupante. En absoluto me parece un comportamiento o una manera de pensar infantil, es la única aceptable. Ocurre que en los tiempos que vivimos lo normal, se ha convertido en excepcional, una pena.

    Verás, la única ocasión en la que tuve un enfrentamiento con un profesor en mi vida, corrijo, no fue con un profesor, fue con todo el equipo directivo de un centro, fue con ocasión de la expulsión de toda una clase por no delatar a un compañero. Sinceramente, aun es el día de hoy que no puedo comprender ese proceder.

    Recuerdo que mi hija llegó llorando a casa al saber el castigo que les habían impuesto y recuerdo que ese día me sentí muy orgullosa de ella, me pareció mezquino por parte del centro que se propiciara la falta de compañerismo, que se incitara a la delación y por contra, me pareció estupendo que todos sus compañeros se cerraran en banda apoyándole.


    Para mi no hay ninguna duda, mejor ser un infractor, que un miserable.


    Un beso grande JOSELU y feliz finde.

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  3. Desde luego que elegiste bien.
    Qué triste noticia si se confirma el sesgo localista que vaticinas. Qué triste la cultura de estas tierras.

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  4. A otro nivel, percibo detalles solidarios entre mis alumnos a diario. Sólo entre algunos.

    En cuanto a la ética de los mayores, es muy fácil de encontrar en viejos militantes de izquierda. Gente que se dejaba reventar un testículo o hundirse una costilla por un secuaz de cierto ministro del interior, antes que dar el paradero de un camarada.

    Tambien es fácil de encontrar entre militantes cristianos de la teología de la liberación y entre la mayoría de las madres.

    En cuanto al sesgo político, cada vez me dan mas repulsión los dos únicos partidos que realizan sus mítines en mareas de banderas : PP y CiU. Ni siquiera el PNV cae tan bajo. Esos mares de banderas sólo ocultan barcos naufragados en una tempesdad de inequidad (y tambien de iniquidad)

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  5. La ética es un tema que me interesa mucho, por su importancia para nosotros y porque las preguntas que plantea no son fáciles de responder.

    Normalmente se acepta como paradigma del desarrollo de la moralidad el esquema de seis etapas de Kohlberg: http://es.wikipedia.org/wiki/Teor%C3%ADa_del_desarrollo_moral.
    Según este esquema la mayoría de adultos nos quedamos en la etapa 4 y sólo muy pocos llegan a la fase 6 en la que se puede llegar al sacrificio por los semejantes.

    Yo personalmente creo que las verdades éticas son como teoremas matemáticos. En la mayoría de casos sabemos lo que hay que hacer del mismo modo que sabemos que 2+2=4. Ese sentido ético universal lo tenemos todos, desde niños. Sin embargo ver las cosas en la distancia no es lo mismo que vivirlas y decidir con nuestra piel, he ahí la diferencia.

    Por otro lado, tampoco creo que se trate tanto de una moral diferente que adoptamos cuando somos adultos como de que no hemos evolucionado a nivel de conciencia lo suficiente, o simplemente, que algunas personas son (o somos) sencillamente egoístas.

    Creo que ya sabes lo que pienso tal y como te he comentado alguna vez: como educadores debemos explicar y proyectar el ideal, el teorema matemático, que hace las veces de norte y que indica hacia donde hay que ir, aún a sabiendas de que en la realidad somos humanos y estamos lejos de ese ideal, incluso en nuestro entorno más cercano.

    Saludos.

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  6. Lola, este corto me pareció en el fondo muy revelador. Todos los niños estaban decididos a infringir las reglas para ayudar a un compañero. Infringirlas y asumir que podían recibir un castigo. Ya sé que solo es una declaración de intenciones, pero me temo que en el mundo adulto, salvo que se trate de alguien muy cercano y no simplemente un "compañero", no estamos dispuestos a arriesgarnos lo más mínimo. Me gustó la actitud de aquellos niños.

    María, en el caso que has mencionado, en el que los alumnos debían "delatar" al que hubiera hecho algo y se negaban con el consecuente castigo, creo que el poder (la escuela, la dirección) debe actuar así, es su función. Otra cosa es que la clase acepte ese juego y se niegue a "delatar" a un compañero.

    Sin embargo, María, cuando has citado este caso, me viene insistentemente otro hipotético caso. Imagínate una situación de acoso contra alguien de la clase. Acoso con humillaciones, amenazas, violencia y que lleva a un muchacho a la desesperación, tal vez al suicidio. En tal caso, ¿no debería alentarse la "delación" de los instigadores de dicho acoso? ¿No sería función obligada de la escuela, el investigar y fomentar que los que supieran algo, deberían decirlo aunque fuera anónimamente?

    La figura del "delator" es sumamente compleja. A veces la aceptamos, si va a favor de nuestros intereses ideológicos o políticos. Ahí están los "arrepentidos" de la mafia que merecen protección económica y policial.

    La valoración ética es sumamente compleja. En el caso que expongo, todos los niños de la clase se habrían presuntamente arriesgado por un compañero al que querrían haber salvado de la expulsión. Pero cada caso es diferente. De ahí, la dificultad de los actos humanos y la elección de la decencia como norma de comportamiento.

    Besos desde el domingo.

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  7. Pedro Ojeda, es una lástima porque era yo un visitante asiduo de los montajes del CCCB, ajeno a la deriva nacionalista en manos de Josep Ramoneda. Era un soplo de aire fresco en la maraña en que se está convirtiendo Barcelona. Paradójicamente solo quedan las exposiciones de las entidades bancarias como referente cultural y artístico.

    Osselin, me preocupa que este no sea un valor que esté siendo fomentado. Parece que existe espontáneamente entre algunos niños, entre las madres, entre los miembros de partidos en la clandestinidad, entre los seguidores de la teología de la liberación… Me da por pensar que estos valores existen de manera espontánea entre los más niños, y que cuando nos hacemos adultos los vamos perdiendo, salvo que haya algo más grande que nos dé un armazón ideológico expuesto al sacrificio. Por los camaradas hubiéramos resistido una intensa presión (o creíamos que hubiéramos sido capaces. Nadie sabe nunca cómo reaccionará), por los más necesitados teniendo una visión religiosa, o simplemente humanista.

    No sé por qué me temo que en la moderna cultura, el hombre está más solo que nunca. Nos hemos acostumbrado a que sea el estado el que actúe en casos de necesidad, y nos desconcierta cuando hay que retornar a esquemas de solidaridad personal, más si ello conlleva unos riesgos notables.

    Y sí, estoy de acuerdo contigo, me inquietan y desprecio a los movimientos políticos que se cubren con las banderas sean las que sean. Banderas que simplemente se dirigen a la cartera como soporte fundamental de ideas

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  8. Toro sentado, nosotros como educadores hemos de exponer el ideal como si fuera un axioma matemático, según interpretas. Sin embargo, si nuestras palabras no están íntimamente ligadas a la experiencia personal, y eso se nota perfectamente y nos lo notan nuestros alumnos en nuestras palabras, en nuestras miradas, en nuestros gestos… ¿qué valor tiene que expongamos que la ética humana debe llegar incluso al sacrificio por un semejante si lo que exponemos con nuestra presencia es todo lo contrario? Es una reflexión simplemente.

    Los miserables de Víctor Hugo presenta un Jean Valjean que roba unos candelabros a un obispo, y éste no solo no le denuncia sino que le facilita el robo, que ya no es tal robo. Esta experiencia marca profundamente a Jean Valjean puesto que nadie había hecho nada jamás por él, y la actitud del obispo le salvará de la maldad.

    Si lo que exponemos no lo hacemos con el corazón, son palabras vacías. De ahí la dificultad. Saludos.

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    1. Totalmente de acuerdo con lo que dices.
      Sin embargo aunque admiro a los que son capaces de sacrificarse por sus semejantes, no tengo claro hasta qué punto sería capaz yo de hacerlo. Puedo transmitir mi admiración e incluso intentar ser lo mejor persona que pueda pero no se hasta donde llegaría en un caso extremo.
      Un saludo.

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  9. Como siempre, son muy interesantes todas las reflexiones. Yo creo que el egocentrismo de los niños, paradójicamente, los hace ser más solidarios. Quiero decir, que los niños, por defecto, nacen sabiéndose valiosos simplemente por existir. Si no pasa nada que los malee, y antes de una cierta edad, la autoestima infantil suele ser a prueba de bomba. Y es esa fortaleza, creo, la que los lleva a arriesgarse y a no traicionar los principios éticos en los que creen.
    Empezamos a claudicar cuando perdemos esa auto confianza y queremos encajar en algún lugar, pertenecer a algún grupo y así.

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  10. Cristina, leo y releo tu argumentación y me parece muy interesante. El egocentrismo de los niños lleva a la solidaridad, en tu opinión. Su autoestima promueve que sean capaces de arriesgarse y no traicionar los principios éticos en que creen. Alguien ha dicho que hacerse adulto es adulterarse, son de la misma raíz. Sea porque nos hacemos interesados o cobardes, perdemos parte de esa inocencia inicial que lleva a la solidaridad. Es sorprendente lo permeable que es el mundo de los niños y los filtros que se van poniendo a medida que se va creciendo. Filtros y medidas.

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  11. Le estuve dando vueltas a la entrada que has escrito y por una parte pienso que es lícito -engañar, mentir, etc.- porque hay alguien que en este caso, por ignorancia -el profesor que castiga- está siendo injusto. O es lo que a mí me parece. ¿En qué queda pues ese engaño, esa mentira, ese supuesto mal comportamiento? El problema que yo veo, a parte de, es que no se saca del error al que lo está -al profe, digo-.
    Por otra parte lo de arriesgarse a pesar del castigo, no sé bien de qué depende. Pero mira, leyendo el comentario de Cristina, me ha venido a la mente Roberto Saviano. Pero él no es un niño, y además está solo -si no del todo, me parece que casi-. Quizás como todos esos a los que los demás no acompañamos.

    Vaya un post complicado, Joselu.

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  12. Yo estoy convencido de la buena voluntad infantil roussoniana, es decir, que el niño es bueno por naturaleza. Y aquí nos muestras un ejemplo. Yo lo he podido constatar también en clase. Los niños son muy solidarios dentro de sus posibilidades. Son capaces de arriesgarse a una mala nota con tal de ayudar a un compañero en un examen, en dejarse copiar los ejercicios, en facilitar un trabajo... Ya de mayores, efectivamente, la solidaridad humana (que no infantil) cambia. Pero cambia a mal. Y solo hay solidaridad con la mente y no con el corazón como ocurría antes. Los adultos solo son solidarios cuando es políticamente correcto serlo. Si no, funciona el "ahí te pudras..."

    Un abrazo.

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  13. No JOSELU, perdóname pero en este caso no puedo estar más en desacuerdo contigo.

    En primer lugar, la escuela, no es ningún poder, ni mucho menos debe actuar como la policía, que encima es un poder represor... pero, por favor JOSELU ¡¡ Tú haciendo semejante afirmación!! ¿¿quien te ha abducido?? ;-)


    La escuela está para enseñar, todo lo que pueda y le dejen, para empezar conocimientos, pero ante todo a ser personas. Me niego a suponer que a mis hijos les educa la Gestapo.

    En un caso como el que te he comentado, el tutor lo tenía muy fácil, hablar tranquilamente con los alumnos ¿es eso tan difícil? cualquier cosa antes de ponerlos a todos contra el paredón de mano.

    En mi opinión, debieran haberlo hecho al revés, tras hablar tranquilamente con todos, que fueran los compañeros del culpable los que le convencieran para confesar su “gamberrada” porque fue sólo eso, una gamberrada. Además el equipo directivo, debiera haber puesto todo de su mano para propiciar esta confesión, no asustando con un castigo ejemplar, como encima anunció. Te aseguro además, que en este caso hubiera podido ser así de fácil y de hecho, al final fue así, porque todo el mundo se recolocó, pero costar, costó:))

    Para tu segundo ejemplo, vale exactamente igual la solución que te he dado para el mío. Si se propicia el diálogo y el compañerismo, no tiene por qué haber delación y en todo caso, no es lo mismo delatar, que denunciar JOSELU son cosas muy distintas. Si tu conoces que alguien está siendo víctima de una agresión del tipo que sea, lo cobarde es no denunciarlo.

    Amenazar y castigar, son el último peldaño de la escalera y sólo en casos extremos. Sacar la metralleta y arrasar con todo es siempre la peor opción.

    Respecto a la delación, te lo he dicho arriba, todo, absolutamente todo admite excepciones y ahí lo que debe primar siempre es el bien o derecho más digno de protección, no creo en absoluto que sea tan complicado a ningún nivel, ni siquiera éticamente. Un arrepentido, del tipo que sea, siempre merece una segunda oportunidad e incluso toda la ayuda que necesite para salir adelante tras su arrepentimiento.

    La decencia, no tiene nada que ver con el sentido común, a veces todo es más sencillo de lo que suponemos y cuando no lo es, hay que pensar despacio, no tirar nunca por la calle del medio.

    Hay muchísima gente que se arriesga cada día por gente que ni siquiera conoce, no creo en absoluto que seamos tan pétreos a Dios gracias y no hablo de héroes, hablo de gente normal que hace lo correcto cuando toca, nada más.

    Lo siento JOSELU... esta vez, de cara a la pared y sin recreo;-)

    Un beso grande, eso sí que te lo dejo jajaja Buenas noches.



    PD
    He intentado dejártelo donde se supone que pone responder(te), pero no me ha sido posible, lo siento.

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  14. Lo que hacen esos niños es ejemplar y digno de aplauso, al margen de que desobedezcan y mientan a sus padres y maestros. Lo aplaudo y asumo las consecuencias. Y no merecen, de ninguna de las maneras, un castigo colectivo. No hay nada más injusto que los castigos colectivos. He cometido muchos errores a lo largo de mi labor docente, pero presumo de no haber castigado nunca a todo un colectivo por no delatar a los culpables de lo que sea o por no haber sido capaz de identificarlos por otros derroteros...
    Un abrazo

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  15. Una reflexión muy kantiana.
    Sugerente anécdota la de los niños.

    Los sensistas ilustrados defendían la existencia de un connatural sentido de cooperación que anida en la naturaleza humana. Salvo que veamos amenazada nuestra integridad -e incluso en algunos caso ni con esa condición-, tendemos instintivamente a auxiliar antes que obedecer.

    Sin embargo, los contextos hostiles desfiguran este sense common.

    Buena semana, Joselu.

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    1. Ramón: Con el mayor respeto, perdón por la corrección, pero en el blog de un profesor de lengua española, es más fuerte que yo, que soy profesora de lengua inglesa sin alumnos a mano por vacaciones.

      Es "common sense".

      Y si no, usemos "sentido común", que es el menos común...

      ¡Un saludo, y como decimos en Argentina,va con la mejor onda y de onda!

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  16. Pues yo no puedo evitar pensar en los tan típicos casos de bullying, de violencia patotera en las escuelas, donde parece que se forman alianzas basadas en el miedo, no en la empatía, para cubrir al patotero. Y en esos casos los niños pueden ser muy crueles. Desde ya, creo que la escuela está para intervenir, para encausar, en definitiva, para educar, para pavimentar el lóbulo frontal.

    Los niños se conectan con las emociones de un modo más primario que nosotros los adultos. Se arriesgan a infringir las reglas, tanto por una noble causa, como en este caso, así como también por temor a las represalias y porque sienten que su pertenecia y la aceptación por parte del grupo corren peligro a la hora de lidiar con un bully.

    De acuerdo a la neurobiología, el lóbulo frontal, que representa al cerebro que entendemos por humano, el pensante, no está aún maduro en la infancia, y tarda largos años, creo que cada vez más, en madurar. Y en algunos adultos que conozco o que salen en las noticias, no termina jamás de hacerlo.

    Pero en quienes lo hemos desarrollado probablemente el dictado sea el de cuidar el propio pellejo primero, porque incluso hay muchas veces niños a nuestro cargo. Esto no nos hace seres despreciables: somos humanos, y no hay aquí un estándar, estoy generalizando. En esto coincido con María.

    En Argentina se ha hecho trístemente célebre el "No te metás", tal vez por la historia que cargamos de violencia y castigos inhumanos por infringir las reglas que se imponían sin consenso. Aún hoy, hay cosas que no conviene decir, aunque uno las vea a las claras. Y ésto aplica al ciudadano común y también a profesionales con el deber ético de informar con la verdad.

    Es un tema tan apasionante como complejo, tal como es la naturaleza humana.

    Un beso.

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  17. V., supongo que el corto iraní de Kiarostami pretende ejemplificar una situación de modo artístico para extraer alguna consecuencia con valor humano. Ese niño que se arriesga pese a la posibilidad del castigo a ayudar a su compañero es un ejemplo de solidaridad y de resistencia frente al poder que supone la escuela. Situaciones semejantes se dan con frecuencia en mi centro. Alumnos que por circunstancias económicas no pueden comprar el material, alumnos que no hacen los deberes por situaciones familiares complicadas… pero yo no veo esta solidaridad por parte de los compañeros. La dejadez es tan grande que cuando faltan a clase, no se preocupan de saber qué se ha hecho o de si hay deberes para el día siguiente. Y sus compañeros desde luego no les informan. Entre alumnas bereberes se daba más este tipo de solidaridad. Entre el resto no está extendida.

    MIguel, en mi comunidad del parking se ha dado el caso de un vecino que no paga entre otras cosas porque se ha quedado en paro y está pasando una situación muy delicada. Expuse esto en la reunión y no hubo por parte de nadie la más mínima solidaridad con el susodicho. Más bien se tiraron a degüello. Los adultos somos muy crueles, y solo mostramos la solidaridad con alguien muy allegado como son los hijos. Fuera de ahí, me temo que tienes bastante razón. Mi padre me decía que la gente era más solidaria con alguien que no conocía que con alguien que conociera. La cercanía humana no surte los efectos balsámicos que se supone.

    María, creo que estás desenfocando la cuestión. Claro que la escuela es un poder, delegado, pero poder. Mantenemos dentro de un horario a una serie de muchachos de modo obligado. No les permitimos salir si no es acompañados de sus familiares, establecemos normas de comportamiento (que se cumplen así así), horarios, un modo de estar en el aula (sentados, con el material), y establecemos sanciones para los que no cumplen con el protocolo establecido. En la realidad todo es mucho más laxo que lo que escribo, pero no cabe duda de que tenemos un poder que ejercemos con más o menos acierto. Y en el aula somos la autoridad (o eso intentamos), les hacemos sentar como decidimos, les ponemos exámenes, tareas, y les calificamos lo que puede suponer que acrediten el curso o que terminen sin el graduado de la ESO. De fondo está la diatriba si el profesor es autoridad pública como se ha debatido y se ha aprobado en alguna comunidad como Madrid. Otra cosa es que luego Esperanza Aguirre desacredite a los profesores a los que antes les había dado el carácter de autoridad pública.
    Que ejerzamos ese poder delegado con prudencia, con sensatez, apelando al diálogo, a la moderación, al consenso es otra cosa que está dentro del orden democrático, pero somos poder. Solo tienes que ver lo que pasa en un instituto cuando suena el timbre de final de jornada. Ahí hay un signo de que las normas liberan a los alumnos de esa opresión. Y es que se llama ESCUELA SECUNDARIA "OBLIGATORIA".

    Besos.

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  18. Menudo tema, Joselu, te empeñas en remover nuestras conciencias y luego pasa lo que pasa... ¿Ayudar a un compañero? Sin duda, la lealtad es lo primero, aunque nos cueste más de un disgusto. Yo me he visto en algún serio aprieto por apoyar a quien creía que lo merecía, y no me arrepiento de ello. A los maestros nos enseñan que hay que inculcar en los niños el cumplimiento del deber ante todo, pero en la práctica no es nada fácil ser justo y objetivo. Si alguien sabe quién ha cometido una infracción, ¿debe delatarlo? ¿Cuál es el límite entre la denuncia y la delación? El delator siempre es mal visto, recuerda eso de "Acusica Barrabás, en el infierno te verás" que decíamos en nuestra infancia.
    ¿Debemos enseñar ética a nuestros alumnos? Sin duda, especialmente en estos tiempos tan llenos de ejemplos poco ejemplares. ¿Se debe denunciar al ladrón, al malversador, al chorizo, al evasor de impuestos, al estafador, al mentiroso, al que ha utilizado su influencia para enriquecerse y enriquecer a sus cómplices, al que ha llevado a la ruina a millones de personas...? No faltan casos, por desgracia, para saber distinguir el bien del mal. Los niños tienen un sentido innato de la justicia que a veces resulta chocante. Los adultos nos movemos por otros parámetros, influidos por nuestra experiencia.
    La sucia política alarga sus tentáculos hasta límites insospechados. No respeta nada. El arte le tiene sin cuidado, sólo le interesa para sus fines, como bien hemos comprobado infinidad de veces. Acabo de leer que los productores de cine alaban al nuevo ministro de Cultura por haber arobado la llamada "Ley Sinde". No conozco los detalles, pero mucho me temo que los mismos que ahora se alegran tanto no tardarán mucho en comprobar cómo se las gastan estos alegres muchachos de azul, y si no al tiempo...
    Un fuerte abrazo, colega.

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    1. Yolanda, me quedo con eso que has escrito de que los niños tienen un sentido innato de la justicia. Tú trabajas con niños de la edad del filme de Víctor Erice y lo ves más claramente. Tú te sitúas dentro de una franja del llamado pensamiento ético tradicional, en el sentido de que no has relativizado el comportamiento humano, y sabes que hay héroes y villanos, hay gentes honestas y chorizos, personas decentes y personas indignas. El pensamiento líquido a ese al que nos han acostumbrado los nuevos tiempos llevan a poner en cuestión nuestros juicios éticos tomando en cuenta las circunstancias, los traumas, los atenuantes… Me asombra que haya tanto sinvergüenza que luego no tenga ningún pudor, tras sus desmanes, de vociferar diciendo que es objeto de un juicio mediático, y de que él no hizo nada. Ahí tienes a ese mangante corrupto que es Camps leyendo un libro sobre Job durante el juicio, tras haber llevado a la Comunidad Valenciana al descrédito y a la ruina. En ningún momento ha manifestado pesar ni vergüenza. Ahí tienes a Jaume Matas y su periodista de cámara Alemany después de haber robado a mansalva, sin ninguna vergüenza… Y al ínclito Urdangarín, experto en tráfico de influencias. Yo en su caso, antes de pasar por la vergüenza, creo que me habría suicidado. Sería un final honroso como pensaban los japoneses. Es difícil no corromper ese mundo de justicia innata de nuestros niños por efecto de tanta sinvergonzonería. Probablemente no seas una experta en sistemas informáticos y pizarras digitales pero eres expresión de una profesora con valores éticos serios y profundos. Un abrazo, colega.

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  19. Ramón Besonías, en el contexto en que trabajo (muchachos de quince o dieciséis años) observo comportamientos que alientan la creencia en ese common sense, como los contrarios. La adolescencia ejemplifica la entrada en ese mundo adulto al que por fuerza habrá de pertenecerse, y muchas veces ellos son los más crueles con sus compañeros, no dudando en acusar, delatar, en función de sus propios intereses. Es una etapa fascinante en la que se ve la conformación de un mundo ético particular, y lo cierto es que se ve en pocos casos de modo expreso la expresión de un razonamiento ético profundo referido a sí mismos como a los demás. Pienso que los protagonistas de este corto (nueve o diez años) todavía no han entrado en esa montaña rusa emocional y ética que es la adolescencia.

    Fer, entrar en el alma adolescente es complicado, y sí es cierto que desarrollan mecanismos solidarios de lo justo como de lo injusto, sea por miedo o inseguridad. Esa carga emocional que suponen las situaciones que requieren un juicio ético es la que explica sus motivaciones y actuaciones. A veces me asombran lo crueles que pueden llegar a ser y lo inmunes a nuestros razonamientos éticos, cerrados en esquemas parciales propios ya del mundo adulto. Un instituto de secundaria es un espacio privilegiado para observar el comportamiento humano con sus grandezas y sus miserias, solo que la sociedad los tiene todavía como aparte, con reglas aparte ya que no son todavía responsables penalmente. Me interrogo sobre los mecanismos que desarrollan los sentimientos de solidaridad en un mundo que premia los comportamientos egoístas e individualistas, y no sé en muchas ocasiones si somos los profesores los mejores mensajeros de esa espíritu colectivo y solidario que defendemos al menos en teoría. Los profesores han de tener una gran capacidad de argumentación y de seducción para llegar a estos muchachos de lógica limitada e individualista. No hay que tener claras muchas cosas, basta con unas cuantas pero de modo firme.

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  20. Cada vez estoy más de acuerdo con aquel canto de Pata Negra: 'todo lo que me gusta es ilegal, es inmoral o engorda'. Sería exagerado decir que todo lo bueno e interesante del mundo se ha hecho al margen de las leyes, quebrándolas; pero es que, viendo lo que dan de sí las leyes y los que las defienden caiga quien caiga, dan ganas de exagerar. 'To live outside the law you must be honest', cantaba Dylan. 'El sueño se hace a mano y sin permiso', apunta otro cantor (defensor, así son las paradojas, de una dictadura del quince).

    Sobre la amistad, es difícil mejorar el apólogo del Conde Lucanor sobre el joven que tenía muchos amigos y el padre que apenas contaba uno y medio. Ahí se explica muy bien que tener un amigo es cosa más seria de lo que suele pasar por tal. Y mucho más comprometida. Los niños de ese colegio lo han captado perfectamente.

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