En febrero de 2020 una noticia incendió las redes y la prensa. Según esta noticia infundada, en Holanda se estaba preparando una ley orientada para el suicidio asistido de modo que, según la idea de hace cuarenta años del jurista y ensayista holandés Huib Drion, se proporcionaría a los mayores de setenta años una píldora para que pudieran elegir el momento de su muerte si no deseaban seguir viviendo. No se trataba de la eutanasia que aborda el caso de enfermos incurables o de condiciones de vida terribles que eligen morir asistidos por el sistema nacional de salud. No, la píldora de que se hablaba y que finalmente fue un bulo, según La Vanguardia de esos días, era para personas sanas que por las razones que fueran no deseaban seguir viviendo. Se hizo una encuesta entre mayores de 55 años con una base estadística de 21000 participantes sobre si ellos, llegados a una edad y completadas sus expectativas de vida, querrían tener acceso a esta forma de eutanasia y diez mil respondieron que sí, lo que no es baladí en cuanto a número.
En España se suicidan once personas diariamente, el triple de varones que de mujeres, y la cantidad de suicidios anuales se está incrementando. Los sistemas para suicidarse son muy precarios porque van desde cócteles farmacológicos, cortarse las venas, ahorcarse, tirarse al tren, arrojarse de un edificio, envenenamiento, estrellarse con el coche... En el mundo son ochocientas mil personas las que se suicidan anualmente.
Por cierto, cuando buscaba información sobre este tema en diversos medios periodísticos, Google y ChapGPT, me ha saltado un banner advirtiéndome que estaban muy preocupados por la búsqueda que estaba haciendo de sistemas para suicidarse y que había medios para encarar esta situación para recuperar el gusto por la vida y me daba un teléfono de asistencia a potenciales suicidas.
Ciertamente, mucha gente piensa en el suicidio en algún momento de su vida porque la considera inaceptable o el sufrimiento psíquico que conlleva no compensa el hecho de seguir viviendo. Esto no depende de la edad porque suicidas los hay en todas las franjas de edad e incluso entre los más jóvenes. Es una pulsión humana universal que se da en todas las culturas que abordan el suicidio de forma diferente. En Japón era una muerte honrosa, en los países cristianos era un pecado mortal que conllevaba la condenación eterna para los suicidas por haber violado la ley de Dios que establece que él solo puede dar y quitar la vida. Los suicidas no podían ser enterrados en terreno sagrado, y tenían que ser inhumados fuera del recinto cristiano.
Nosotros somos una sociedad postcristiana que en general descree de Dios y de la vida trascendente. Ignoro que principios democráticos puede haber para que el estado se arrogue como norma el impedimento del suicidio asistido. ¿No es legítimo que una persona adulta pueda poner sin traumas violentos final a su vida? ¿Por qué me tendrían que proteger de esa manifestación de mi voluntad? Pienso en personas mayores que consideran que ya la vida no tiene sentido para ellos, tal vez viviendo, lejos de la familia y el calor de los suyos en una residencia donde les tienen que limpiar el culo cada día tras cagarse en el pañal porque no se deja ir al váter cuando se quiere por comodidad de las asistentas. Pienso en enfermos que saben de sobra que padecen alzhéimer y en una fase todavía para poder tomar decisiones, desearían elegir la muerte digna. Conozco varios casos de padres o madres con esta terrible enfermedad que vegetan en residencias y que por razones equis sobreviven en unas condiciones que no son humanitarias. Pienso en ancianos solitarios que mueren en sus casas y nadie se entera de que han muerto. Sé que en Japón es todo un fenómeno social creciente, el de ancianos que se dejan morir en casa aislados totalmente de todo, y especialmente de su familia.
Se habla de que a las personas que piensan en el suicidio habría que darles motivos para vivir, como si eso fuera tan sencillo y aplicable. Como si el mundo a su alrededor fuera a cambiar para hacerles confortable y deseable la vida adaptándose a él. Todos sabemos que eso es imposible o, por lo menos muy difícil. Que cada palo aguante su vela, se dice. Pocos o nadie están para aguantar sostenidamente la negativa a vivir de alguien que por las razones que sean decide poner final a su vida. Se dice, según las estadísticas, que se suicidan en España once personas al día, pero hay muchos más intentos de suicidio no consumado sobre los que muchas veces se piensa que es una forma de llamar la atención.
Si yo hubiera sido uno de los veintiún mil encuestados en Holanda a la pregunta de si en un caso extremo de mi vida, avanzada la edad, yo quisiera ponerle fin, hubiera contestado que sí, sin lugar a duda. Y tal vez la posesión de esa píldora me ayudara a vivir sin la angustia de pensar en un suicidio violento y traumático. El poder pensar que se puede poner fin a la vida por libre elección puede estimular el deseo de vivir.
Suicidar-se és un valent acte de covardía. Però és un dret:
ResponderEliminarhttps://anoarra.blogspot.com/2019/03/manifest.html
El problema es en qué condiciones, porque el que quiera poner fin a su vida, de una forma u otra lo logrará.
EliminarTodo está en que condiciones se llega a la vejez, para cuando eso ocurre, normalmente nos agarramos a cualquier medio para seguir viviendo, es el espíritu de supervivencia predomina. Luego cuando ya nada se puede esperar, es difícil que se pueda hacer por los propios medios y la sociedad no está por la labor.
ResponderEliminarLo sano y más extendido es aferrarse a la vida con verdadera pasión o desesperación -más allá de cualquier expectativa razonable-, pero, como dices, más tarde, cuando ya nada se puede esperar, es muy difícil poder tomar decisiones y la familia no va a ayudar probablemente si se tiene.
EliminarBueno, ostras, este es un tema durillo. Lo he leído dos veces y no me ha hecho falta consultar nada, sólo recordar a begoña Román, la profe de Filosofía (una de las mejores que tuve), y que está en el comité de Bio-Ética del HC.
ResponderEliminarSomos libres. Esta es la máxima a seguir. Estamos condenados a tomar decisiones (ya lo he dicho en alguna ocasión), y por lo tanto a decidir.
Cada día se suicidan, ya lo has señalado, un promedio de once personas (hasta hace un par de años nueve), lo se seguro porque de eso habla la gente que me rodea y yo escucho, cada vez a edad más temprana, ese es otro problema.
La pregunta que me hago, y que he hecho en alguna ocasión es ¿a que edad, si, a que edad está permitido que uno pueda suicidarse?, porque aquí entramos en otro orden de cosas; pensamos que cuando una persona no se siente útil, se siente cansada, fuera de lugar y sin motivos para apreciar la vida tiene derecho a suicidarse, si, pero pensamos que esos motivos vienen después de una larga vida, cuando todo está ya realizado y sólo te espera la cajita, pero no es así, no lo es, cada vez personas más jóvenes desean acabar con su existencia.
Esa es mi pregunta. Porque estoy de acuerdo en desaparecer cuando se me escapen los meados, cuando no tenga a nadie que me de un beso, cuando la Navidad me quiebre por estar sólo, cuando las fuerzas no me ayuden, cuando le esté dando por saco a mi hijo y en consecuencia un cargo de conciencia...pero, ¿y los jóvenes? ¿tienen ellos el derecho de dejar de existir?
Un abrazo
Salut
UN abrazo, mi buen Joselu...
EliminarBuena reflexion y si en algún momento . Todos pensamos en terminar con nuestra vida. Ya sea que es mejor vivir plenamente que vivir solo por el hecho de existir. Te mando un beso.
ResponderEliminarPienso que es un misterio cómo cada uno dota -o no- de sentido al hecho de existir. No sé si es un logro o una conquista, o algo que viene por influencia genética, el carácter, la formación... pero hay personas que, por lo que sea, no tienen ese íntimo deseo de aferrarse a la vida y cada día es agónico. La píldora sería una esperanza.
EliminarCuando terminé de leerte, pensé qué curioso que realices esta reflexión cuando estamos próximos a Navidad y fiestas de término de año, pero luego comprendí que son justamentes estas fechas donde la tasa de suicidios se incrementa. El sentido de soledad y de abandono se manifiesta en todas las luces y en todos los escaparates de las grandes tiendas. Todos hablan de cenas familiares, de eventos con los amigos, de regalos para los seres más queridos y, aquellos que están solos y olvidados por la sociedad y por la familia extravían el sentido de la vida, pero ¿qué pasa con los que son más jóvenes?, con aquellos que por trastorno mental o por drogas se suicidan. Yo comprendo y, estoy muy de acuerdo con la muerte asistida en personas que están sufriendo por dolores insoportables causados por enfermedades terminales, también, en personas mayores que ya sienten aburrimiento y cansancio por la vida, porque no encajan con la realidad que ellos vivieron, pero en jóvenes que mediante un tratamiento con algún analista recuperan el sentido, entonces, nos damos cuenta que pensar en algo así, sería un problema: filosófico, social, religioso y ético.
ResponderEliminarMuy buen tema de reflexión Joselu
Abrazos
No, ciertamente no es un tema navideño, pero precisamente, como dices, en estas fechas se acentúan los motivos para sentir un profundo contraste entre la propia vida y la euforia que rodea la Navidad como fiesta familiar y de celebración de ágapes y regalos. El tema tiene perfiles sociales, filosóficos, religiosos y éticos. Los observatorios sobre el suicidio sostienen que el suicidio se puede abordar como cualquier patología mental y que caben estrategias de prevención efectivas. No lo sé.
EliminarEntre los jóvenes es la segunda causa de muerte tras los tumores, y hay niños que se suicidan. A partir de los cincuenta años aumentan los suicidios progresivamente. Se suicidan tres veces más hombres que mujeres.
Plantear política y socialmente, una píldora que produjera la muerte plácidamente pienso que, a partir de cierta edad, sería algo positivo. Cuando una persona opta por el suicidio con decisión nos enfrentamos al misterio impenetrable de la existencia. Y ahí no puedo entrar, no podemos entrar. Sócrates, que había sido condenado a muerte por "corromper a la juventud" se tomó la copa de cicuta que produce una parálisis progresiva.
Por lo demás, estoy de acuerdo en que los jóvenes y personas de mediana edad hay que luchar para que recuperen el deseo de vivir. Entre personas de mayor edad, especialmente a partir de setenta años, cabría intentar luchar para que recuperen el deseo de vivir, pero si es imposible y la vida es difícilmente soportable, entiendo que sería una posibilidad abierta, aunque ningún gobierno del mundo decida legislar al respecto. Pienso que una persona mayor que decida ahorcarse con el sufrimiento que eso conlleva, tendría que tener una forma de hacerlo serenamente.
Abrazo grande, Tatiana.
Joselu, haces unos razonamientos que suscribo y no necesito ampliar, porque cada día me doy cuenta de que cuando se dice algo breve pero conciso se gana tiempo y sobre todo reflexión íntima.
ResponderEliminarEs un tema que, a medida que avanzamos en edad, muchos lo tenemos en consideración, lo cual no quiere decir que ahora mismo y ya y etcétera estemos dando el paso. Pero...todo sea una enfermedad sin solución y con harto dolor y no te cuento un alzheimer. Es muy personal, también es ejercicio de libertad dentro de lo que la salud nos limita, y no se puede desdeñar como opción. Recuerdo hace varias décadas que un médico local fue diagnosticado de alzheimer y a continuación se puso a las vías del tren. Probablemente él conocía más del mal que el resto del común.
Por otra parte, lo del Estado y el individuo (o ciudadano) ¿Qué podría hacer el Estado? ¿Medios paliativos insuficientes que a unos llegarán y a otros no? Yo solo pediría al papá Estado dos cosas: inversión gigantesca en ciencia y tecnología para que se puedan afrontar los males. Y estatus jurídico clarísimo e incuestionable para quien decida poner fin a sus días. Pero eso es como pedírselo a los reyes magos, al menos en este tiempo. Ya vemos que cualquier medida de progreso por el bien individual es contratacado por los cavernícolas de la religión y de la política nefasta de quienes -como ayer en el Congreso- tratan de torpedear el sistema constitucional con ayuda de sus peones en las altas instituciones jurídicas.
Un abrazo.
Por supuesto, mi comentario se centra en las situaciones de enfermedad sin salida y sumamente dolorosa y agravada familiarmente en que el paciente -nunca mejor este término- reclame con plena conciencia la propia decisión final.
ResponderEliminarNingún estado en el mundo, ni siquiera Holanda, tan avanzada en tantos temas sociales, se ha atrevido a legislar sobre la píldora de la muerte por la gigantesca complejidad ética, social y humana que comporta. Podemos saber que los suicidios van a seguir, más entre personas mayores, sin posibilidad de remisión aunque se afirme que se pueden plantear y tratar como una patología o cualquier estadística tal como los accidentes mortales de circulación -que han descendido notoriamente-, pero lo cierto es que continúan sistemáticamente. Cuando alguien decide ahorcarse se pasa al estado por el forro, al estado, la religión, circunstancias de todo tipo, y lleva a cabo una decisión individual soberana en que ejercita su libertad -sea entendida como cobardía o valentía- por encima de cualquier código, y ahí nos enfrentamos al misterio irresoluble de la existencia.
EliminarParece que la ley para la eutanasia ya cubre esas situaciones de enfermedad sin salida o sumamente dolorosas. El problema que se plantea en el post va más allá porque aborda la posibilidad de morir sin patologías o enfermedades dolorosas simplemente basándose en el deseo de morir porque la vida, sea por la razón que sea, ya no es deseable. Me pregunto por la causa de la muerte de Antonio Escohotado, oficialmente se habló de cáncer, pero murió en Ibiza. Él, que sabía tanto sobre las drogas y sobre los enemigos del comercio, no me cabe duda de que eligió su forma de morir a los ochenta años y no puedo decir sino que chapeau, tuvo que ser coherente con su propia vida, sin alardes estúpidos ni moralismos de derecha o izquierda.
Un abrazo.
Ya hay medios, para cuando la cosa se pone fea, estoy pensando en un familiar, cansando de operaciones en el corazón(edad avanzada),que prolongó su vida varias años, pero al final decidió que ya no se operaba más, así que todos los familiares celebraron una comida con ella y efectivamente no tardó en morir. Ahora, que el Estado saque una ley sobre eutanasia, así parecida a la indicada de la píldora, no lo imagino.La Ciencia dispone de medios, para la solución de depresiones, esquizofrenias y demás enfermedades que conduzcan a un posible suicidio y la obligación del Estado, está en eso y no en dar facilidades a la muerte.
ResponderEliminarNo es mi caso de ninguna manera, pero pudiera darse la circunstancia de que en tiempo equis y. por los motivos que fueran, que yo no deseara seguir viviendo y quisiera poner fin a mi vida. Y no es cierto que la ciencia pueda solucionar siempre depresiones, esquizofrenias y demás enfermedades mentales. Pero si yo decidiera que no quiero seguir viviendo, aun sin una enfermedad dolorosa o fatal, ¿por qué el estado tendría que intervenir en mi libre decisión? Ya interviene de mil y una maneras, pero no querría que decidiera sobre mi muerte. Puede que no la eligiera, pero si decidiera elegirla ¿por qué esa muerte tendría que ser violenta o traumática? ¿Por qué no una píldora indolora con música de Dire Straits y acompañado de quien quisiera estar conmigo? ¿Quién es Pedro Sánchez o el Tribunal Constitucional para decirme cómo he de morir? ¿O la iglesia? Yo podría tener derecho a elegir cómo morir. Es un problema mío y de nadie más.
EliminarA ver Joselu, que tú eres libre de tirarte por un balcón, pero no puedes exigir al Estado que te tire, en forma de pastilla o lo que sea. Distinto es la eutanasia asistida, pero tú no planteas esa cuestión.
EliminarIncluso, el Estado, hará todo lo posible para que no te tires, poniendo barreras en los puentes y otros lugares.
Cuando digo tú, puedo ser yo.
A diferencia de ti, soy más bien agnóstico y a veces gnóstico, de modo que no excluyo una visión trascendente de la existencia humana. Comparto contigo esas reflexiones sobre nuestros estilos de vida, de nuestro modo de estar en el mundo. Tengo la fortuna de estar cerca de una persona o de personas que encarnan una visión humana y solidaria de la vida, y esto me ayuda a salir de mi solipsismo para darme cuenta de que hay cuestiones que son más grandes que uno mismo.
ResponderEliminarAdmiro a los que trabajan por un mundo más humano y fraternal, pero soy consciente de la soledad y el dolor inmensos que hay por muchas partes. De ahí, esa pregunta espinosa y poliédrica sobre la píldora que ayude a morir a personas mayores, que sencillamente no desean seguir viviendo por razones que solo ellas conocerán: la soledad, el dolor, la amenaza de una enfermedad degenerativa, la falta de expectativas, la sensación de fracaso, el sentir que ya se ha cumplido un ciclo vital, la angustia de envejecer... Ciertamente, la mayoría se aferra -nos aferramos- a la vida por encima de todo y creemos que vivir un día más es algo esperanzador, pero hay personas que no lo ven así, y cada día es una tortura y sin esperanza. He conocido a personas ,familia de mi familia, que a los cincuenta años se han quedado afectados tras un ictus y han sido ingresados en una residencia entre ancianos porque no tenían a nadie. Y su más íntimo deseo cada día era morir. Y allí han pasado diez años en la residencia sin expectativas, sin esperanza, engordando porque la comida era lo único que satisfacía el ansia y la angustia y así hasta que murió tras una vida de agonía. El espíritu humano es tan complejo... A veces no es posible aprender a vivir de otra manera. Cada uno tiene su carácter que nos condiciona trágica o benévolamente. La vida es un misterio, Rodericus. Y a veces no hay motivos para vivir. No hablo de mí, que considero cada día como un regalo, esencialmente para comprender y amar -cada uno a su manera y según sus posibilidades-, pero entiendo que hay personas que agradecerían tener esa píldora por no soportar la existencia. No tienes que disculparte, Rodericus, tu "catilinaria" me ha hecho pensar.
Los que trabajamos con jóvenes :vemos mucho trastorno de personalidad., hay una alta carga de estrés emocional, como el bullying y sobre todo el bullying electrónico, se considera la generación de niños y jóvenes más solitaria.Estoy de acuerdo con una eutanasia para personas que no quieran seguir sufriendo y ven que son una carga no hace tanto una pareja de unos setenta o posible que más:él le ayudó a morir a ella y al pobre le cayó una condena ..Este tema de la eutanasia tiene que legislarse porqué un médico aunque vea tu deterioro no te puede ayudar, en un hospital te llevan a la unidad de paliativos, para poder morir sin sufrimientos.Como bien dices no es un tema navideño, pero si que es cuando la carga emocional es más fuerte.Japón también está sufriendo que con el modernismo , los jóvenes no sienten ningún apego hacia las personas mayores, es el efecto dominó de una generación con más comodidades pero menos solidaria.Estoy con car res , uno con una edad decide que hacer con su vida...
ResponderEliminarUn abrazo y un tranquilo finde aun nos quedan dos días de matraca con las notas
,,,quería decir adolescentes
ResponderEliminarEl otro día en un pueblito del Pirineo aranés, hablaba con un joven sobre los trastornos psicológicos en nuestra sociedad y convenimos en que ahora los niños y los adolescentes no pueden jugar en la placeta del barrio porque lo impiden las ordenanzas municipales -prohibido jugar a la pelota- y que cada vez más los chicos viven encerrados en su casa con los dispositivos electrónicos, salvo las horas de cole e instituto. Los chicos son mucho más frágiles que hace dos décadas por ejemplo. Nuestra sociedad ha perdido ejes importantes sobre muchas cosas.
EliminarEn el debate sobre esta píldora hay muchos factores implicados. Por un lado la libertad personal, por otro el derecho del estado para intervenir en la vida privada de las personas en aras del bien común. Por un lado, dicha píldora se interpreta como una invitación al suicidio facilitándolo; por otro, se expresa la firma convicción de que es cada uno quien puede elegir su propia muerte y la forma en que esta va a revestir. Pienso que con el tiempo, esto se convertirá en un derecho esencial de las personas.
Japón es un país admirable pero muchos datos que se saben de este país muestran una cultura herida mortalmente por la despersonalización, la soledad y el aislamiento, la competitividad salvaje, la escasa natalidad -la más baja del mundo, aunque España no está demasiado lejos-...
Ya estáis acabando, Bertha. Solo tres días más y vendrá el descanso navideño.
Colijo, por tanto, que hubieras sido, como yo, de los diez mil votantes que en Holanda votaron que desearían que existiera legalmente esa píldora benéfica que permitiera poner de forma no traumática el viaje no sé si definitivo. No es que se desee la muerte sino que uno quisiera poder elegir un final no traumático para el tránsito cuando sea.
ResponderEliminarYo estoy en un buen momento de mi vida -los ha habido terribles- y las cosas me siguen sorprendiendo y no veo con especial sentimiento de oscuridad la realidad -aunque no me guste-. La filosofía oriental, el budismo, el taoísmo, que comparto contigo, me ha hecho ver la realidad con mayor luz que hace un tiempo. No estoy cansado y sí con muchas ganas de descubrir cosas. Los seres humanos me resultan complejos y sorprendentes y hay más cosas buenas que malas -sobre todo hay mucha confusión-. No veo el mundo actual con tintes esencialmente negativos a pesar de sus sombras. Me hace ilusión escribir posts y contestar los comentarios. Me hace ilusión caminar, fotografiar, jugar con mis gatos, pensar -pensar me erotiza-, hablar con mi mujer, tomarme un vino turbio por las noches, ver alguna serie de las plataformas, leer literatura buena ... Me hace ilusión la vida pero no sé si esto será duradero porque he pasado por etapas muy duras en que he deseado desaparecer. Pienso que el ser humano y toda la globosfera -Gaia- es un enigma insólito en el universo y que nuestra misión es intentar comprenderlo. En todo caso, me gustaría pensar que puedo poner fin a mi vida si yo lo decidiera de un modo pacífico y benévolo. Eximo al estado de su obligación de protegerme, me guardo ese derecho para mí. En cierta manera, estoy muy de acuerdo de aquel formidable pensador que fue Antonio Escohotado por ser un espíritu libre y que reivindicó las drogas como un derecho de los ciudadanos, y entre ellas, las que ayuden a morir, como sin duda hizo él en la isla que más amaba. Sí a la píldora, como posibilidad y ya digo que tenerla puede que alargue la vida, no quiero irme arrastrando, quiero vivir en plenitud... Un abrazo, nubeagua.
¿Sabes? Lo que más me repugna de esta cuestión es que en cualquier momento de una conversación sale el tema de la cobardía/valentía. Y lamentablemente, prejuzgando, como hacemos casi siempre, nos olvidamos de que puede haber algo tan simple como la generosidad. Llevo en mi corazón el recuerdo agrio de mi madre, postrada por un ictus que la dejó muy mal. Sufría, no podía comunicarse, no podía moverse, no podía comer ni beber sin ayuda. Estuvo así más de dos años en lo que se puede calificar de una tortura insoportable. Ese recuerdo agrio me devuelve su mirada y su llanto. No quiero decir lo que yo sufrí, porque no es comparable, aunque seguramente lo comprenderás.
ResponderEliminarEstoy totalmente en armonía con lo que nos has escrito. Es incuestionable que deberíamos tener esa libertad de decidir cuando morir con dignidad y cierto confort, si la vida nos lleva a una situación dolorosa y no queremos molestar a nuestros hijos, familiares o incluso a la sociedad entera.
Es terrible que esto no sea posible, por causas como las creencias religiosas, por supersticiones absurdas. Generosidad; nos falta generosidad.
Lo has situado en un terreno importante, el de la generosidad y no la cobardía o valentía o el egoísmo. Personalmente, siento intensos deseos de vivir pero sé que eso puede truncarse en un futuro incierto, nadie lo sabe, nadie sabe lo que nos espera o lo que espera a nuestros seres queridos. Supongo que verías la película Amor de Michael Haneke. Es una de esas películas que no se olvida. Tener que soportar todo hasta el final en nombre de creencias religiosas, estatales o sociales es algo próximo al crimen. Las personas, llegado un momento, saben si desean vivir o no. No digo que sea una decisión que se tome a la ligera de forma banal. Intentar convertir la libre elección del propio final en un acto de deshumanización es desvirtuarlo. Afortunadamente, ya hay una ley que legaliza la eutanasia. He leído que en el primer aniversario de la entrada de la ley en vigor, 172 personas se han acogido a ella, un número sorprendentemente pequeño. Pero esto son situaciones límite e ignoro la lucha legal que hay que hacer para conseguirlo. Me temo que es muy complicado. Nosotros hablamos de algo más sencillo, menos burocrático, la simple y elemental decisión de un individuo, según su estado físico, o una determinada edad, de querer seguir viviendo o morir. Es así de simple. No entiendo esa tutela del estado que permita el sufrimiento de tu madre, que tal como nos lo has contado, conmociona. Sí, es una cuestión de generosidad.
EliminarHola Joselu, planteas un tema siempre interesante. El tema de la píldora del suicidio me recuerda a las políticas públicas de control de riesgos que se han llevado a cabo en el abordaje de algunas drogodependencias. Si sabemos que es un colectivo que va a suicidarse más, ¿por qué no facilitar que lo hagan en condiciones de seguridad? Algunas personas que han tenido un intento de suicidio quedan con secuelas físicas de por vida. Sin embargo, no sabría darte una opinión contundente a favor ni en contra. Influye seguramente la edad. Estoy en los treinta y empiezo a sentir que voy forjándome una manera de estar en el mundo, tengo unas ganas locas de vivir. Recientemente me chocó el caso de un conocido poco mayor que yo que se quitó la vida dejando hijos pequeños. Tiempo atrás un familiar mío hizo lo mismo. Cuesta perdonarlo. Los suicidas no son cobardes, en el caso de estos dos creo que tenían una visión de túnel que les impidió ver la devastación en que quedarían sumidos sus seres queridos, o incluso les hizo pensar que a sus familias les iría mejor sin ellos. Pero creo que el suicidio en personas mayores puede tener un matiz de miedo a la dependencia, al aislamiento, a la decrepitud… que se me hace hasta razonable, aunque otras personas puedan tener una vida plena en similares circunstancias. Un abrazo
ResponderEliminarNo es fácil hablar de este tema, Cris, y cuanto más reflexiono o leo los comentarios, más complejo me resulta. Hablas de dos conocidos que se quitaron la vida dejando hijos pequeños. No podemos imaginar el estado de la mente de estas personas porque las decisiones de este tipo son impenetrables y enigmáticas, pero seguro que fueron fruto de un sufrimiento que les resultó insuperable. Hablas de la visión de túnel que les hizo pensar que a sus familias les iría mejor sin ellos. Creo que nadie puede comprender la mente humana en estas circunstancias.
EliminarPero sí, la píldora de que hablamos sería para personas mayores de setenta años -la edad es una referencia aleatoria-, que decidieran que la vida había dejado de tener sentido y que no deseaban seguir viviendo por los motivos que fueran.
Pienso que el transcurso de la vida depende de una batería interna que se va recargando continuamente. A los treinta, tus años, la batería está supercargada y funciona perfectamente, pero con el paso de los años, la batería se descarga y se deteriora el proceso de recarga -no todas las baterías son iguales ni el estado físico o mental de las personas-. Hay personas que a los sesenta están acabadas y su batería interna falla profundamente aunque físicamente no tengan ninguna dolencia grave. Hay, en cambio, personas de casi noventa cuya batería funciona a las mil maravillas y siguen teniendo enormes ganas de vivir y de conocer cosas nuevas. Conozco a una mujer de esta edad que es un prodigio pero también le rodea un entorno en que sus hijos la adoran, tiene muchísimos amigos, está bien de salud y tiene solvencia económica, además de tener una genética favorable. Pero puede que no se dé nada de esto y las circunstancias sean totalmente adversas. Las ganas de vivir, el ímpetu por vivir, el deseo de seguir aprendiendo no es algo que se dé por supuesto. Pueden acabarse todas estas cosas. Y entonces, solo queda arrastrarse y sufrir sin ninguna ilusión por la vida. Por supuesto que el miedo a la dependencia, al aislamiento y a la decrepitud juegan un papel muy importante.
Un abrazo, Cris.
A mi que cada uno haga lo que quiera, pero estas cosas son peligrosas y deben ser fruto de reflexión más que de emoción. Una persona puede pasar por un periodo depresivo a los 56 años y decidir suicidarse y quizas lo pudiera haber superado en un plazo breve. No es un tema sencillo, Pero entiendo, y hablo por mi que se que no voy a durar muchos años, que llegado un momento uno puede decidir: "Hasta aquí hemos llegado, me voy, el último que apague al luz y cierre la puerta" y nadie, creo yo, tiene porque impedírselo, simplemente porque no puede.
ResponderEliminarY tambien se me plantean otras cuestiones, una señora que, por ejemplo, ha sido condenada por matar a sus hijos y tiene que estar en la cárcel 15 años y no se ve capaz de soportarlo ¿puede decidir suicidarse? ¿debe el estado permitírselo?.
Yo solo conoci a una persona que se suicidó ahorcándose y la verdad es que nadie lo hubiéramos adivinado, la mente humana es compleja.
Muchos hombres se suicidan fruto de procesos de divorcio injustos que les dejan arruinados, en la calle y sin hijos, muchos. Perdón, esto no se puede decir ahora, que los "benefactores del biencomún" te excomulgan, te detienen, te arrestan y te encarcelan. Es un silencio miserable, ¿por que no se hacen estudios sociológicos de quienes son los que suicidan y que patrones comunes tienen?.
Y, desde luego, que yo no obligaría a ningún medico a prescribir esta "medicina", como tampoco le obligaría a practicar abortos y tampoco le meteria en listas negras de gente no afin al régimen, como quieren hacer muchos inquisidores actuales.
Si uno quiere suicidarse pues muy bien, pero no puede obligar a otra persona a que se lo practique o ayude, creo yo.
Un saludo.
Por cierto, yo no se si soy agnóstico o ateo, hay una frontera bastante difusa en eso o yo, por lo menos, asi lo veo. Pero yo no he bautizado a mis hijos y no soy religioso, ni sigo iglesia alguna por clarificar conceptos.
EliminarUn saludo.
Se suicidan, como hemos dicho, tres veces más los hombres que las mujeres. Es una constante universal. Puede que exprese una menor resistencia ante la vida, de hecho, sabemos que las mujeres en general son más fuertes anímica y físicamente, pero puede ser, como dices que concurran circunstancias como las que mencionas, la pérdida de la familia y del patrimonio por un divorcio casi siempre favorable a la mujer. Y, ciertamente, no se extraen patrones sociológicos de los suicidas, algo que me sorprende porque hay un observatorio oficial del suicidio que se puede consultar.
EliminarCiertamente, cuando en Holanda se abrió el debate sobre la píldora a que nos referimos, no se trataba de obligar a nadie a colaborar con el suicidio porque la decisión correspondía al sujeto en exclusiva que era el que se tomaba la píldora. Creo que se hablaba de un consejo asistencial como acompañamiento y para hacerle ver otras opciones, algo que sería necesario.
El problema es que si uno termina simplemente arrastrándose por la vida, sin ningunas ganas de vivir, con dolencias físicas importantes pero no mortales, creo que en este caso estaría bien tener la posibilidad de decir hasta aquí hemos llegado.
Un saludo.
Un tema realmente espinoso y que nos deja desencajados, Joselu. Con demasiadas aristas, cuando desde determinados opúsculos se critica la huella del hombre y su legado de termitas en la naturaleza, que convierte en una cuestión ética nuestro paso, que no hemos elegido. ¿Somos poco más que eso? Cada hombre tiene una historia, es como una novela según dijo uno de esos escritores famosos, que la memoria traicionera no trae a mi mente. Es misterio, riqueza, sorpresa, un tesoro por sí mismo.
ResponderEliminarEs verdad que fuimos puestos en un camino para el que carecemos de herramientas, pese a que los estados providencia quieran crear un espejismo por el que nos conducen seguramente desde la cuna a la tumba. Más que proveernos de esa píldora, en un fin más libertario, el estado no debería prohibirlas. Sin embargo, a pesar de mi pensamiento de índole liberal, me cuesta renunciar a ese milagro que es la vida, con la muerte como reverso de la misma. Creamos en un Dios creador o que nuestra existencia obedezca a un puro juego de azar. Yo veo trascendencia en cada ser humano, no por mis creencias religiosas, que podía ser, que van y vienen como la marea, sino por el caudal de vivencias, por el milagro de que se hayan combinado moléculas para realizar algo tan mágico y complejo como es la vida. No solamente la humana. Esa misma complejidad nos puede inducir a ver las sombras de la tristeza y despojarnos del misterio por el que merece la pena continuar viviendo. Yo que he atravesado esas lóbregas franjas en numerosas ocasiones, pienso en lo que me habría pasado de haber activado esa salida liberadora de la píldora u otro medio de quitarnos de en medio. Y en mi humildad, he de reconocer, que siempre y a medida que cumplo años, salvo casos en los que me hallase desahuciado, espero tener la fuerza para no renunciar y llevar esta aventura hasta el final. Pues siempre hay algo que nos sorprenderá. Como a esos combatientes de grandes guerras, que en el día de la batalla, en un campo lleno de cráteres y antes de que resuenen los cañones, se solazaban con la contemplación de los pájaros y el vuelo de las mariposas. Hablan del horror del frente, decía una mujer rusa que combatió en la que llaman la Gran Guerra patriótica, y para ella no hubo día más maravilloso que aquel en el que entró por primera vez en combate. Se le reveló con toda su belleza un paisaje derruido por el armamento, por estar tan próxima la muerte. Perdón si late mi pesimismo y a la vez mi candidez,, hacia un mundo y una personalidad como la mía que trata de convencerse a sí misma, de que vivir es un milagro. Y los que creemos en ocasiones que los días iguales se nos apilan sin sentido, y que contaremos con ellos de gran número, pensemos como esta combatiente, que nunca se sabe y que cabe mejor opción que exprimir el jugo de cada momento. Cuántas casualidades para que se formasen mis ojos, y pudiesen contemplar la silueta sinuosa de un médano. En fin, ese el misticismo de nuestra existencia. Sin caer en el solipsismo, con cada uno de nosotros acaba una forma de ver el mundo. Y ahora me marcho, que mi perro me lo agradecerá. Gracias a tu entrada, veré la ciudad, Joselu, con otros ojos, no agachado con pesares más mundanos.
No es un tema navideño, es así, y es afilado y espinoso lo miremos desde lo miremos como han puesto de relieve los comentarios anteriores. Permíteme, Sergio, hablar más que en nombre de ninguna forma de justicia o de lógica humanitaria, hablar de mí mismo, pues es en mi nombre en el que reclamo esa posibilidad. Has hablado de un sentimiento de trascendencia y yo me identifico en él, no creo que el universo sea fruto del azar y tampoco nuestra vida. Creo que es única, insustituible, así que estamos en una percepción semejante. He hablado de una píldora que el jurista Huib Drion reclamó como un derecho para personas mayores, no para cualquiera sino para personas cuyo fin de la vida estuviera más próximo que lejano, habló de los setenta años, una edad en que hay que empezar a pensar, si no se ha hecho antes, en cosas importantes como la muerte. No sé qué derivaciones va a tener mi vida, como tampoco sabes tú las que va a tener la tuya. Pienso que me gustaría aguantar hasta el final, pero hay finales cuyo único sentido es el sufrimiento en sí mismo, sea psíquico o fisiológico. Las lacras de la decrepitud acompañada de enfermedades dolorosas o terribles, hace que el final no sea a la altura de la vida que uno ha soñado. Hay finales horrorosos, Sergio. No sé si el hecho de que la vida sea única o que se tenga una visión trascendente excluye el hecho de que en un momento dado, por libre decisión, uno elija poner fin a sus días de una forma digna. Hay finales que no son dignos que acompañan a una vida que ha podido ser hermosa. Pienso que yo me sentiría más seguro si tuviera la posibilidad de esa píldora, aunque no la utilizara. El hecho de saber que podía poner final a lo que fuera ejerciendo mi libertad, me ayudaría a sobrellevar las pruebas a que estuviera sometido. Un diagnóstico de alzhéimer, por ejemplo, con el consabido final que implica no es digno, Sergio. Uno se convierte, tras una vida dichosa tal vez, en un ser ajeno a sí mismo, desconocedor de todo lo que le rodea, con su disco duro borrado. Y eso puede durar años y años en que serás solo una máquina de deglución y de defecación. Pienso que no hay ningún ser que pueda exigir o valorar ese final por más que la vida de uno sea singular. Es a eso a lo que me refiero, a poder elegir en un momento dado. No hace falta que el estado dé esa posibilidad pero que no me la prohíba convirtiendo una vida digna en un final horroroso y sin ningún sentido más que el sufrimiento. Estoy seguro que nada ni nadie puede exigir eso para ningún paraíso o nirvana. Uno debería poder poner punto final. Y este caso es cada vez más frecuente y es una fuente de dolor inenarrable a las personas que lo sufren como acompañantes, y el final en una residencia en que no se es sino un vegetal que caga no creo que sea un tributo a ningún dios ni destino real o imaginario. Es ficción porque esa píldora no existe ni hay ningún país que esté dispuesto a darle viabilidad. La idea de final digno es buena, eso quiero. Pienso que mi vida ha tenido y está teniendo mucha dicha, a la vez que otras cosas de que no vamos a hablar, y que su colofón me gustaría que también lo fuera. Sin duda, con nosotros acaba una forma de ver el mundo, pero en un enfermo de alzhéimer ¿es eso cierto? He puesto esta enfermedad porque me causa un terror especial, pero hay muchas casuísticas en que debería ser uno quien pudiera elegir. Gracias, Sergio, por hacerme pensar.
EliminarSe suele asociar el suicidio a la debilidad, yo no lo veo así, pienso que es una decisión personal que se debe respetar. Siempre defiendo que cada persona es responsable de su vida y por ello creo que ni la sociedad, ni ningún organismo, debería interferir en una decision tan personal, vivir es un acto muy intimo en mi opinión.
ResponderEliminarEn cuanto a poder solicitar una pastilla para una muerte indolora, en principio nada que objetar, aunque es cierto que el tema de la edad me plantea dudas.
Un abrazo
Ana, el tema es muy complejo y yo considero que la idea de suicidarse deja tras de sí un sentimiento de desamparo y culpa terrible en las personas queridas que deja atrás. No es cualquier cosa. En todo caso, ante una situación insoportable y a una edad ya avanzada -esto es importante- la persona que deseara poner fin a su vida debería compartirlo con los más cercanos -si los tiene, claro- y hacerles entender el porqué de su decisión. No es algo banal ni caprichoso. Entiendo que pueda resultar terrible para los que lo vayan a vivir como acompañantes. Es un acto capital y definitivo. Hay que pensarlo mucho y tener en consideración a todos los que deje atrás. No es fácil. Un abrazo, Ana, feliz navidad.
EliminarEs un tema complejo sí, no podemos ponernos en el lugar de nadie, ni del que se va ni de los que se quedan, por eso pienso que en todo caso, por desconocimiento, es una decisión a respetar.
EliminarSeguramente nos leeremos antes de las fiestas pero por si acaso, también te deseo feliz navidad 🌸
quede tonta de tantos comentarios largos No se ofndan muchachachos Me gusta corto y bueno Odio lo largo
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