Hace más de quince años leí un artículo en El País sobre educación. Por más que he indagado en su hemeroteca no he logrado encontrarlo. Creo recordar su sentido que en aquel momento me impactó. De hecho no lo he olvidado y lo traigo hoy aquí.
La noticia versaba sobre una escuela de Nueva York (¿) en la que utilizaban métodos de enseñanza dirigidos a superdotados para tratar a alumnos con graves problemas de aprendizaje sea por cuestiones intelectuales, comportamentales, sociales o culturales. Aquello me sorprendió. No entendía cómo era posible tratar como a superdotados a alumnos con un fuerte retraso escolar, teniendo en cuenta que una de las características de los superdotados es la rapidez de asimilación y la posesión de capacidades lógicas extraordinarias. No entendía esta vía, pero inmediatamente captó mi interés. Lamento no tener el recorte o el enlace a la noticia.
Algo de eso me viene a la mente cuando me planteo mis clases de segundo de ESO a un grupo de adaptación curricular. Nosotros lo llamamos de “ritmo lento”. Se entiende que son alumnos que por diversas circunstancias no pueden seguir el ritmo estándar de aprendizaje y se les adapta la materia de modo que les sea más accesible. Su tutor me decía hoy que era un grupo perezoso, lento y charlatán, al que había que plantearles cuestiones muy básicas y concretas. Aún así el número de suspensos es elevado, y las notas que podemos fijar en el boletín no pueden superar el bien por la adaptación de que son objeto.
Sin embargo, en clase de lengua yo les trato como si fueran un grupo con fuertes intereses intelectuales, preocupados por el mundo y con ganas de debatir. Fomento las competencias comprensivas y expresivas por medio de respuestas no mecánicas a preguntas complejas. Un día o dos a la semana comienzo la clase con un corto inserto en el blog de la clase. Ya os he hablado de él. Para mi sorpresa ha recibido casi seis mil visitas que no pueden ser explicables por la utilización en clase. Vamos a meternos en la boca del lobo es una herramienta que plantea debates en base a cortos muy expresivos y complejos. Pondré un ejemplo. El próximo jueves les proyectaré uno titulado La dama y la muerte en el que se plantea el tema de la “muerte digna”. Otras veces hemos hablado del hiyab, del maltrato a las mujeres, de los inmigrantes que mueren cruzando en pateras el estrecho, de la crisis en los aspectos más sangrantes… La mayoría son alumnos marroquíes con serios problemas de expresión. Me gusta que dichos cortos generen una verdadera fiebre por intervenir y que necesiten forzarse para hablar y decir lo que piensan. Luego han de plasmar por escrito pensamientos complejos. En este caso incluso preguntándoles (a alumnos de catorce años) si ellos en una situación límite, con intenso sufrimiento y sin posibilidad de salvación preferirían morir sencillamente o que se les mantuviera con vida indefinidamente. Es lo que refleja el vídeo que les pasaré. ¿O acaso la vida depende sólo de Dios? Piénsese que la mayorías son musulmanes.
Mediante una encuesta que va asociada al post les hago preguntas de difícil comprensión porque implican tanto conocimientos lingüísticos como juicios éticos y personales que requieren de elaboración. Cuando pienso en mis alumnos de bachillerato me doy cuenta de que para ellos serían más que difíciles.
Sin embargo, en el tiempo que llevo practicando esta vía experimental he recibido más sorpresas y satisfacciones que fracasos. De sobras sé que sus medios lingüísticos son muy limitados, que su ortografía es muy deficiente, que su léxico ha de ser enriquecido. Para ello nada mejor que hacerles pensar en temas densos. Siempre salen intervenciones que me sorprenden por su interés y oportunidad. Es como lanzar una piedrecita al río y ver con sentimiento de maravilla como va haciendo ondas y llega adonde no me esperaba. Así ha sido hasta ahora. Tengo la impresión de que el calificativo de grupo de “ritmo lento” con que se les califica hace que otros profesores no se den cuenta de las inmensas posibilidades que suponen actividades complejas. Desde luego no les explico la morfología del sintagma nominal, ni las oraciones simples y compuestas. Toda la clase está orientada a fomentar el pensamiento y la expresión. Tengo la impresión de que cuando alguien quiere decir algo, busca instintivamente los medios para lograrlo. El problema que me aterra es que alguien no tenga nada que decir porque no piensa, porque no está habituado a pensar o porque no se le ha fomentado el placer de hacerlo. Y ello me encuentro en grupos de niveles más avanzados caracterizados por la apatía mental.
¿Y si todo el sistema estuviera orientado a reproducir en lugar de a producir? Pensamiento, ideas, a eso me refiero.
Mi grupo de ritmo lento, bien, gracias. Pero yo lo trato como si fuera de ritmo vertiginoso. Y aun así logran sorprenderme.