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domingo, 24 de octubre de 2010

WikiLeaks


WikiLeaks (Leaks=filtraciones) es una página web que publica anónimamente documentos clasificados sobre los conflictos que tienen lugar en el mundo. La organización que está detrás está dirigida por un joven “periodista” llamado Julian Assange. Acaba de colgar su organización casi cuatrocientos mil documentos que ponen en evidencia la violencia ejercida contra los civiles en la guerra de Irak, igual que hace unas semanas publicó veinte mil documentos de acciones bélicas en la guerra de Afganistán.

WikiLeaks se ha convertido en la pesadilla del Pentágono por haber dado a conocer que se han producido matanzas indiscriminadas por parte de las fuerzas norteamericanas o que se sabía que se practicaba torturas en las cárceles iraquíes o los desmanes sangrientos de compañías privadas de seguridad como Blackwater.

Imagino que todos los lectores han seguido por la prensa o televisión los últimos acontecimientos relacionados con WikiLeaks. Su fundador es un hombre perseguido. Tiene la nacionalidad australiana, su vida está amenazada y ha de dormir cada día en un sitio distinto. Se ha convertido en el eje de un movimiento en pro de la transparencia total en los conflictos del mundo. No olvidemos el papel de la prensa a la hora de mostrar al planeta matanzas en la guerra de Vietnam como la de la aldea de Milai. Aquellas informaciones pusieron en jaque la política militarista americana, pero algo ha cambiado desde entonces. La prensa independiente americana está ligada al sistema, y la potencia de la sociedad civil -según Julian Assange- se ha desmoronado, si no muerto, ante el poder de los flujos financieros que se mueven más velozmente que los criterios morales o éticos. Vivimos en una sociedad controlada por el sistema financiero internacional que escapa al conocimiento de las sociedades que han perdido su capacidad de interaccionar con el organigrama de poder real. Los ciudadanos vivimos en un mundo que creemos conocer pero es opaco y oscuro. Las decisiones principales no están en nuestras manos y los sistemas políticos sólo son una ficción de decisiones soberanas. La seguridad se ha erigido en el centro de los poderes reales, y vivimos tutelados por dicho sistema de seguridad oculto que tiene su centro en Estados Unidos. Ni siquiera el presidente de los USA, Obama, tiene poder real para oponerse a los órganos de inteligencia que tiene su país. El poder efectivo está en manos de grandes corporaciones trasnacionales. La prensa es complaciente y no es auténticamente independiente. WikiLeaks es un grano en el culo que pone en evidencia la violencia terrorista ocultada por los gobiernos implicados en las guerra de Irak y Afganistán. Los medios de comunicación están en manos de empresas con intereses que las mediatizan. El mundo, según Assange, está en función de un anarcocapitalismo que utiliza el sistema de seguridad como escudo de protección de sus intereses. Los ciudadanos cada vez están peor informados y tienen menor posibilidad de oponerse o conocer la realidad del mundo.

El sistema necesita de individuos acríticos, añado yo, dependientes de un consumo que da entidad a sus vidas. Mis alumnos, a lo largo de mi historia como profesor, han ido evolucionando progresivamente hacia la infantilización, hacia la ausencia de sentido crítico. El sistema educativo ha coadyuvado a generar individuos pasivos que son incapaces de pensar o rebelarse o de ni siquiera intentar conocer qué pasa en el mundo en que están inmersos. Son acomodaticios, incapaces de ver por encima de sus cabezas. Tienen bastante con saciar sus ansias de consumo (salir de marcha, un coche en cuanto pueden) y vivir sin esfuerzo intelectual. Un muchacho que fuera consciente de lo que está pasando en el mundo actualmente tendría pensamientos bastante sombríos acerca de su futuro o realidad, pero todo contribuye a que vivan en una burbuja de bienestar -que ahora está en crisis- sin pensar un ápice más allá de ellos mismos.

El sistema educativo ha logrado (lo buscaba, no lo duden) puerilizarlos y hacerlos incapaces de pensar -con su beneplácito, claro está-. Es mentira que el estado, y en este caso la Generalitat,  pretenda individuos críticos como sostiene esa bazofia conceptual que son las competencias. Los institutos son centros correccionales en que se mantiene a hombres y mujeres hechos y derechos de incluso veinte años bajo un sistema de control indigno. Entretanto poderes fácticos catalanes y de cualquier parte del sistema español o mundial hacen su pequeño o gran agosto, tramado entre la corrupción y la falta de control real de las sociedades que viven en los mundos de Yupi.

Habría que crear WikiLeaks locales que pusieran en evidencia esa corrupción política y financiera que es tolerada por la sociedad civil. Pero habrían de ser los jóvenes los que tuvieran interés en hacerlo. El sistema ha conseguido lo que pretendía: convertirlos en incapaces y acríticos; haría falta algo que los despertara. Pero lo dudo. 

miércoles, 20 de octubre de 2010

Operación miedo


Siempre que puedo leo La contra de La Vanguardia. Pienso que es uno de los espacios mejores del periodismo español. En sus entrevistas, su trío de autores –Víctor-M. Amela, Ima Sanchís y Lluís Amiguet- penetran profundamente en la realidad abordando temas aparentemente tangenciales pero que son de enorme actualidad. En el ejemplar que guardé de hace unos días (18 de octubre), Lluís Amiguet entrevistaba a David Altheide, analista mediático y autor de “Creating fear, news and the construction of a crisis”.

¿Es el miedo una creación de los medios? ¿Por qué vivimos tan atemorizados? ¿Es más peligroso vivir ahora que en los años cuarenta? ¿Por qué hemos cambiado totalmente de costumbres respecto a generaciones anteriores en la educación de los hijos?

Parece que el miedo nos paralizara. No hay sociedad más obediente que una que siente  miedo. La prensa y la televisión se dieron cuenta pronto de que era mucho más rentable crear miedo mediante noticias escabrosas que destacaran la criminalidad, la droga, las amenazas de la guerra fría… El miedo cohesiona e infunde sentido de la comunidad. No hay mejor cosa que tener un enemigo: el comunismo, los negros, la droga, y ahora en occidente, los islamistas.

Según David Altheide, existe una gran desproporción entre el miedo que proyectan los telediarios y la realidad de las calles, entre los peligros reales del planeta y lo que aterrorizan los informativos. El cine y la ficción han potenciado el terror social; ficción y no ficción se han mutuamente influenciado. El miedo provoca ansiedad y odio a la amenaza.

Estas reflexiones del escritor citado me hacen plantearme si vivimos en un estado de temor permanente –a casi todo, y en especial a las amenazas irracionales- y si éste es artificialmente creado por medios informativos, cine, televisión basura o por oscuros laboratorios políticos de ideas para tenernos controlados. Seres llenos de miedo se convierten en sumisos. Hubo un tiempo en que los predicadores en los púlpitos aterrorizaban a los fieles con el castigo eterno para los pecadores. Era la mayor fuente de dominio de la iglesia. Hoy esto ha sido sustituido por otros mecanismos que generan un miedo abstracto, por un lado y concreto, por otro, en la población. Esto he podido constatarlo en mi vida. Pienso que vivía con menos miedo durante la dictadura de Franco (en mis años de lucha contra ella) que en plena democracia y con plena estabilidad política. El miedo se masca, se siente. Especialmente desde el 11-S. Miedo ahora con la crisis a perderlo todo, a que todo vaya a peor,  a descender de nivel de vida, a ser invadidos...Estaremos dispuestos a aceptar las durísimas medidas de ajuste que van a venir sin resistencia, y buscaremos un enemigo al que odiar y no hace falta ser muy agudo para ver cuál es. El racismo está rebrotando en Europa de forma exponencial. El miedo sustituye a la razón, y entonces todo se convierte en incontrolable. Beneficiarios: todos aquellos que desean la destrucción de lo público para rendirnos a la iniciativa privada, al poder de los mercados, al populismo más visceral, al populismo de casquería. Cuando la gente siente miedo son los carniceros de vísceras los que triunfan. Parecen expresar lo que la gente quiere oír. Atentos. Quizás sea un buen momento para releer El miedo a la libertad de Erich Fromm, y tal vez Mi lucha, escrito por un mediocre cabo que supo interpretar el miedo pavoroso de su país. 

domingo, 17 de octubre de 2010

Una iniciativa valiente


No puedo menos que sentirme alborozado por la situación planteada en la escuela de primaria Taquígraf Garriga de Esparraguera (Barcelona).  La semana pasada el conseller de Educación Ernest Maragall visitaba la escuela esperando encontrarse un recorrido cómodo en el que todo fueran besamanos, aulas ordenadas y declaración de buenas intenciones. Sin embargo, el claustro de profesores de este CEIP decidió actuar críticamente con el conseller al que no le gusta en absoluto la disensión.  Tenía previsto recorrer el centro y tener un encuentro con el claustro de profesores del mismo, así como con el AMPA (Asociación de Madres y Padres). Una de las funciones de la escuela debería enseñar a ejercer la crítica razonada. Pues bien, los profesores del centro llenaron los pasillos de carteles murales en los que se expresaban el mundo de las emociones que habían estado trabajando con los alumnos. Y también expresaron sus emociones respecto a una ley de Educación (LEC) aprobada en el Parlament que ha llevado el malestar a los centros educativos y a los profesores que se sienten desoídos, deslegitimados y abandonados por la Administración Educativa. Es una ley –aprobada democráticamente- en la que no se ha tenido nada en cuenta a los principales actores del hecho educativo, una ley política mediocre y nefasta que desdeña la aspiración al conocimiento, la autoridad del los profesores, refuerza los poderes, con mucha probabilidad arbitrarios, de los directores de centro, y sobre todo favorece a la escuela concertada en detrimento de la pública. Es una mala ley, que ha sido objeto de varias huelgas y manifestaciones en contra con participación masiva de los profesores.

La escuela Taquígraf Garriga decidió comunicar al honorable Conseller su malestar y su crítica a dicha ley poniendo de manifiesto que no se ha escuchado a los profesores para su elaboración y aprobación. Todo el centro estaba lleno de carteles alusivos al cansancio, sensación de abandono y marginación de la que se sienten objeto los docentes. Culminaba el trabajo sobre las emociones con una pancarta en la sala de profesores que decía: La llei d’educació ens fa fàstic (La ley de Educación nos produce asco).  El hermano de Pascual Maragall entonces se negó a dialogar con los profesores bajo ningún concepto y abandonó el centro diciendo que era una ley aprobada por el Parlament y que no tenía nada de que hablar sobre el tema. Los padres le entregaron una carta crítica con la citada ley, pero él les espetó que estaban muy mal influenciados y se negó a escucharles a sus críticas sobre el nuevo calendario escolar, la suspensión de la jornada continua en el mes de junio en los centros de primaria, y otros aspectos del nuevo ordenamiento jurídico.

El conseller se vio puesto en cuestión y eso no le gustó. Desprecia a los profesores que se sienten olvidados por un político que no sabe nada de Educación y que mira con recelo y desconfianza a los docentes de los que espera nada más que acatamiento. Fue una mañana penosa que puso de manifiesto la nula disposición al diálogo y la escasez de talante democrático de este conseller que ha hecho aprobar un instrumento legal criticado desde muchos ángulos a los que no se ha escuchado.

Un bravo por estos colegas del colegio Taquígraf Garriga que han ejercido su derecho a la disensión, ese valor que las competencias trasversales nos llevan a enseñar a nuestros alumnos y no a ser sólo una masa aborregada que vota cada cuatro años y mientras tanto se mantiene callada porque es lo que le toca. El gesto de estos maestros me enorgullece acostumbrado ya al conformismo, la pasividad y el fatalismo que ha invadido la profesión docente, teniendo en cuenta que cuando entré en ella nos caracterizábamos por el entusiasmo y el espíritu crítico y contestatario. 

¡Bravo!

miércoles, 13 de octubre de 2010

Un poco de espiritualidad

                                                             Cristo en la cruz (Goya)

Estoy comentando en clase de segundo de bachillerato la antología propuesta para las pruebas de las PAU (Pruebas de Acceso a la Universidad). Hoy explicábamos varios textos de poetas como Fray Luis de León. Mañana nos corresponde San Juan de la Cruz. Hemos contextualizado el Renacimiento, el Humanismo, la reforma de la poesía llevada a cabo por Garcilaso, la trasposición a lo divino de las imágenes amorosas, el fenómeno ascético y místico…

Hoy no hemos podido evitar desarrollar la secuencia de ideas de dos odas de Fray Luis: Al licenciado Juan de Grial (XI), y De la vida del cielo (XIII). Ambas son magníficas. En ellas Fray Luis dialoga con su amigo Juan de Grial recreando la llegada del invierno como espacio de tiempo propicio al cultivo de la poesía y el ascenso espiritual que esto supone más allá de las apetencias de poder o riqueza tan vanos.

En la segunda oda, se exalta la vida en el cielo, en ese prado de bienandanza, lleno de imágenes bucólicas en que brilla la figura del Buen Pastor que apacienta a su hato amado y que es pastor y pasto.

Para intentar llegar a mis alumnos he tenido que explicar la imagen de Cristo como Divino Pastor que guía a su rebaño. El gozo es absoluto. Es la imagen del paraíso y la eternidad. El divino pastor toca el rabel y el dulzor de su música pasa a las almas que dejan atrás el oro y la vida terrena.

No sabían nada de la Trinidad, ni de la institución de la Eucaristía en la última cena. Algunos habían hecho la primera comunión, otros no. Había una alumna musulmana que no sé qué pensaba del asunto. Les ha sorprendido la explicación de la trilogía de dioses (Padre, Hijo y Espíritu Santo), la Encarnación, la dualidad de Cristo como hombre y Dios, las imágenes del alma como Amada y de Cristo como Esposo.

Varios han opinado y han afirmado que todo esto son tonterías, que cualquiera puede inventarse lo que quiera y fundar una religión. Yo que soy en cierta manera religioso (próximo al budismo y no contrario a manifestaciones religiosas auténticas) les he intentado hacer ver que la historia sagrada contribuye a alumbrar nuestra cultura, que no es posible acceder a las imágenes de buena parte de nuestra literatura sin unos conocimientos mínimos de fundamentos religiosos, que no se pueden entender mínimamente los pórticos de las catedrales (escritura sagrada) sin cierta cultura religiosa. Me han preguntado si yo era creyente, pero he preferido dejar pasar el tema porque sería demasiado complejo explicarles lo que yo siento.

Pienso que las nuevas generaciones llegan al bachillerato con una cultura próxima al cero en muchos aspectos, pero no es éste uno de los menos preocupantes. La historia de occidente es cristiana. Es necesario conocerla para entender muchas cosas de nuestro pasado, de nuestra literatura, de nuestro arte, de nuestra concepción de la vida.  Da igual ser ateo o no. Yo de hecho pienso que lo soy, pero entiendo y me llega la belleza de los mitos religiosos en que me formé, a pesar de que fueran profundamente represivos.

Me pregunto qué les quedará de duradero en esta época: si los centros comerciales como fundamento existencial, si el fútbol, si Fernando Alonso, si el ansia de riqueza (todos anhelan ser ricos sin esfuerzo) frente a la postura de Fray Luis que encarna ese abandono del ser frente a la inmensidad y belleza de lo eterno. Ante ello, la fama, el dinero o el poder no dejan de ser efímeros y pasajeros, fenómenos que se lleva el viento.

Es difícil explicarles a Fray Luis, pero la clase ofrece múltiples ocasiones de diálogo en que se contrastan su opinión de que todo eso son tonterías y que lo que importa es hacerse rico lo más rápidamente posible, aunque se concede que la salud es también importante.

Me temo que este programa de imágenes poéticas requiere mucho más tiempo del estipulado. No es fácil explicar la visión de Fray Luis sin incidir en nuestra propia existencia. Sudo cuando mañana tengamos que adentrarnos en la mística de San Juan. La distancia vivencial hacia esas experiencias de misticismo es tanta que no puedo imaginar cuál es el punto de contacto para acercárselas. Hace un par de semanas les proyecté El imperio de los sentidos para inducirles algo de espiritualidad erótica, pero me temo que el terreno no está abonado. Tenemos poco que hacer frente a las imágenes mediáticas del placer de los sentidos que llenan la propaganda consumista que permiten acceder al paraíso de forma cómoda, confortable y sin problemas con los créditos y plazos adecuados.

Afortunadamente un alumno ha reconocido que oyó hablar del premio Nobel aunque no sabe a quién le correspondió. Era de Sudamérica, parece, pero no lo tiene muy claro. 

lunes, 11 de octubre de 2010

Una experiencia mística

                                                     Sierra Guara                                                   
Déjadme hacer una entrada atípica. Soy un apasionado de la cocina, pero no siempre tengo el tiempo suficiente para dicha dedicación. Mi compañera, mi esposa, mi mujer, mi hembra… tiene un paladar fino y delicado. Yo no soy capaz de expresar mi opinión sobre los distintos sabores. Me gusta el aceite artesano extra virgen bañando las ensaladas o el pan tostado o el queso o los tomates cherry.

Este puente del Pilar nos hemos permitido escaparnos a pasar dos días y dos noches (con lo que eso significa) a un alojamiento rural en Adahuesca (Huesca). Se llama El Puntillo en plena sierra de Guara. Hemos cenado allí dos noches. En la comida nos conteníamos para cenar con más apetito. Habitaciones bellísimas con vigas de madera en una antigua casa de pueblo, trinos de los pajaritos en los árboles de alrededor, silencio, decoración esmerada, libros por todas partes, madera…

Y por la noche una cena regada con vino del Somontano joven. Detallo al final lo que cenamos las dos noches. Quizás no impresione mucho la lista de exquisiteces que comimos. Sólo apuntaría a la pequeña cantidad de cada elemento, su extraordinaria calidad, su producción artesana y su cocinado artístico. El resultado es un conjunto sinfónico de sabores que suponen una auténtica experiencia mística. Nunca había considerado tanto la cocina como un arte como hasta estas dos noches en que en pequeñas porciones y sin quedarme lleno he podido degustar el arte en estado puro. Cada plato suponía una combinación de notas que armonizaban las distintas expresiones de los sabores. Era tan escasa la cantidad que pocas veces he podido disfrutar tanto dos langostinos a la plancha, o unos ñoquis con una salsa realmente maravillosa de tomates cereza o un bacalao (pescado que me entusiasma) con una salsa de setas y trufas. Increíble.

Miguel, un hombre de sesenta y cinco años, andaluz, hippie, anarquista, músico, creador, es el autor de esta cocina mistérica. Le acompañan su mujer, Lupe, catalana, dulce, extraordinariamente amable y eficaz y un hijo de unos veinte años, excelente camarero que nos ponderaba las características de cada pequeña maravilla que nos servía.

Envidié a Miguel, un hombre en esencia libre, que proyecta con la cocina su espíritu creador y revolucionario. Quizás viva de alimentar a los burgueses más que a los obreros, que no sé si sabrían disfrutar de este tipo de cocina. Su vida es arte y su pequeño hotel de tres habitaciones es una verdadera proyección artística. Encontré en estos tres personajes que servían como máximo tres o cuatro mesas preparando cada plato como si fuera un tesoro, un mundo sorprendente. Nunca he sentido tan profundamente que cada plato puede llegar a ser un poema.

No me importó pagar la factura, que en el fondo no era tan elevada. En plena sierra Guara, en días de tormenta.

Dejo constancia del menú de las dos noches:

Primera noche:

Ñoquis con salsa de tomates cereza.
Langostinos a la plancha
Bacalao con salsa de setas.
Melocotón confitado con merengue recién hecho.

Segunda noche:

Crema de zanahorias con huevas de pescado.
Espárragos trigueros a la plancha con pimientos del piquillo rellenos de queso de Radiquero y membrillo, posteriormente rebozado con tempura.
Medallones de solomillo de cerdo con salsa de higos.
Pasteles de pollo de corral rebozados y fritos con mermelada casera de tomate.
Ensalada de lechuga, granada, remolacha, cebolla.
Helado de vainilla.

Para desayunar…

Zumo de naranja.
Virutas de queso parmesano con pan tostado bañado con aceite del somontano.
Croissancitos rellenos de confitura casera.
Jamón serrano.

¿Qué os voy a contar? Una experiencia mística. ¿Sabéis de algo parecido?

viernes, 8 de octubre de 2010

Latinoamérica en el corazón

                                                             Alejo Carpentier (cubano)
Mi entrada al mundo de la literatura no fue por las clases espléndidas en la universidad de Zaragoza de Víctor García de la Concha. Yo repartía pan por las mañanas antes de ir a clase y cuando llegaba a la universidad me encontraba con su asignatura de literatura del siglo XVI.  A veces me dormía escuchándolo. Era un histrión fantástico, pero nunca me llegó a emocionar. Sabía mucho de mística y de poesía de postguerra, pero su estilo me resultaba pretencioso y nunca me entendí con él. Tuve más suerte con Agustín Sánchez Vidal, especialista en Buñuel, Miguel Hernández y cine. Algunas clases suyas fueron excepcionales, una en especial recuerdo sobre la construcción de El Quijote proyectándonos Las Meninas de Velázquez. Alguna vez me gustaría conseguir la emoción que sentí escuchándole en sus primeros años como profesor, antes de que percibiera un cierto desencanto.

Pero no es de ellos de quien quería hablar. Tuve en cuarto de Filología a una profesora cuyo nombre no recuerdo y lo siento. Era una profesora que era menospreciada por sus alumnos no sé por qué. No tenía un relumbrón como el de Víctor García de la Concha. Daba la asignatura de Literatura Hispanoamericana. Tenía yo veintiún años en 1977, en plena transición política. Militaba en un partido de extrema izquierda. Descubrí gracias a aquella profesora de nombre desconocido la inmensa riqueza de la literatura en lengua española escrita en América. Descubrí a Alejo Carpentier, a Vargas Llosa, a García Márquez, a José Donoso, a Juan Carlos Onetti, a Carlos Fuentes, a Julio Cortázar, a Borges, a Miguel Ángel Asturias, a Ernesto Sabato, a Uslar Pietri, a Augusto Roa Bastos, a Lezama Lima, a Mújica Lainez, a Guillermo Cabrera Infante, a Manuel Puig, a Adolfo Bioy Casares, a Juan Rulfo… Fueron una revelación para mí. Creo que descubrí mi amor por la literatura –ya era lector contumaz- gracias a los autores latinoamericanos. Me sumergí en ellos con una pasión absorbente. Gracias a ellos llegué a la literatura. Era una época propicia que se manifestaba con el llamado “boom” de la literatura hispanoamericana. Cada libro de Cortázar me maravillaba, lo leía y releía. Su Rayuela lo leí en varias ocasiones de todas las formas posibles. El barroquismo de Alejo Carpentier me fascinaba en una época de profundo compromiso político. Su apuesta por la revolución me resultaba exaltante. Leí sus extraordinarios Los pasos perdidos, El siglo de las luces, La consagración de la primavera, El recurso del método… Yo buscaba en la estética una razón de estar en el mundo. Y el planteamiento experimental de la mayoría de estas obras que ponían en cuestión la literatura tradicional me unía a la revolución literaria y política. La fecundidad de la literatura hispana en los países sudamericanos desbordaba los estrechos límites de la producción en la península. Nos sentíamos ligados a lo que pasaba allí, y no es sino en ese contexto cuando se produjo el golpe de Pinochet contra Allende en 1973. Recuerdo la oleada de solidaridad que despertó en la España predemocrática, incluso en periódicos de supuesta derecha como Pueblo que llegaba a mi casa todos los días.

Latinoamérica estaba presente en nuestras expectativas. Muchos autores del llamado boom vivían en España. Así García Márquez, Vargas Llosa, José Donoso… Leí todo el Vargas Llosa inicial: Los cachorros, Los jefes, La ciudad y los perros, Conversación en la Catedral, La casa verde, etc, etc.

Pero luego hubo un momento que nuestro interés por Latinoamérica decayó, en especial por su literatura. Barcelona fue el eje de publicación de las principales obras de los autores citados. Seix Barral fue una editorial esencial en su difusión en el ámbito hispano. La Barcelona de los setenta fue infinitamente más abierta al mundo que lo que es la Barcelona nacionalista de la actualidad. Pero, poco a poco, se rompieron amarras con Latinoamérica. Y su literatura pasó a un segundo o tercer plano. Hoy día los autores de esa porción del mundo nos resultan alejados y extraños, salvando figuras históricas como las de Mario Benedetti. Pero lo más candente y actual de Hispanoamérica no figura entre nuestras inquietudes fundamentales. En algunos sentidos nos sentimos más cercanos a ciertas figuras de la literatura japonesa como Murakami que a los nuevos valores de la literatura hispana en América. El Premio Nobel a Vargas Llosa puede ser un reconocimiento del empate técnico entre las dos vertientes del pensamiento latinoamericano: el representado por Gabriel García Márquez, izquierdista y castrista, y el liberal de Vargas Llosa. Admiro profundamente a los dos, pero la vida me ha hecho y llevado a ser mucho más próximo al liberalismo de Vargas Llosa que el progresismo del autor de El otoño del patriarca. Eran amigos del alma y un día Mario Vargas Llosa le pegó un puñetazo en el ojo a Gabo en Mexico a propósito de una discusión de parejas.

Echo a faltar esa presencia cálida de lo hispanoamericano en nuestra vida cultural. Lo de Vargas Llosa está bien, pero es premiar –y es magnífico- a un fenómeno que dio lo mejor de sí mismo hace cuarenta años.

Me gustaría que Barcelona siguiera siendo ese puente entre lo español y lo latinoamericano, y que la literatura del otro lado del océano volviera a estar presente en nuestra vidas cuando tantos compatriotas ecuatorianos, bolivianos, colombianos, peruanos, dominicanos, chilenos, etc están presentes en nuestra España de comienzos del siglo XXI. Que no se sientan nunca ciudadanos de segunda. 

Sin duda la literatura hispanoamericana me abrió las venas de mi amor por la literatura. 

miércoles, 6 de octubre de 2010

El Premio Nobel de Literatura


Se ha fallado el premio Nobel de Literatura  2010 que ha correspondido a Mario Vargas Llosa, el escritor peruano que refulgió en el panorama literario con La ciudad y los perros y Conversación en la catedral, a los que siguieron La casa verde, Pantaleón y la visitadoras, La tía Julia y el escribidor, La guerra del fin del mundo, La fiesta del chivo...

Puedes votar en la encuesta de la columna de la derecha. Quizás es tiempo perdido pero puede dar idea de lo que se cuece por aquí. No me parece mal y estoy contento de que sea un autor hispano, nacionalizado español, y con el que muchas veces estoy de acuerdo en su visión liberal del mundo.

Mario Vargas Llosa y Alejo Carpentier fueron mi pasaporte de entrada a la literatura hispanoamericana.

Los escritores más votadas en la encuesta son Philip Roth, Claudio Magris, Murakami, McCarthy, Kundera...


Una buena noticia para el mundo hispano.

domingo, 3 de octubre de 2010

Pasado de moda


Hace unos días estaba yo de guardia en mi instituto. Era una guardia relativamente tranquila, pero en un momento nos llegó la incidencia de que un alumno de tercero de ESO se había lesionado. Bajó cojeando. Me interesé por lo que había pasado. Parece ser que bajando la escalera alguien se le había interpuesto y el había tropezado y se había torcido el tobillo. Todos los alumnos tienen seguro escolar y hay un centro de traumatología donde atienden problemas como éste. Deduje que sería pertinente hacer una radiografía y practicar un vendaje compresivo si tenía un esguince o una distensión. No entiendo mucho. Estaba de guardia. Nada más fácil que coger a este alumno y llevarlo en mi coche, aparcado en el instituto, al ambulatorio a cinco minutos. Iría con él y le esperaría a ver el diagnóstico. Me pareció razonable.

Sin embargo, en cuanto formulé dicha hipótesis, la conserje torció el gesto. No podía llevarlo en mi coche. Habría que avisar a sus padres para que vinieran a recogerle y que hicieran lo más oportuno. Se lo planteé al alumno y me dijo que no quería inquietar a su madre (luego entendí por qué) y que prefería que no se enterara hasta después. Fui a secretaría a recoger la documentación, pero allí me volvieron a decir que yo no podía llevarlo al centro médico. Que pensara –me dijeron- en lo que podía ocurrir si sucedía algo en el trayecto. Que se me caería el pelo, el poco que me queda. Arguí que estaba muy cerca y que qué iba a pasar. Se avisó al Jefe de estudios que se reafirmó en la tesis de los conserjes y secretaría. Era absolutamente inapropiado que yo lo llevara en mi coche al centro médico. Que vinieran sus padres a buscarlo. Avisamos a su madre. Se puso a hablar de su expediente escolar con el jefe de estudios, olvidándose del tema que motivaba la llamada que no parecía inquietarle mucho. Yo razoné que lo más humano era llevar al muchacho sin más tardanza a que le revisaran. Así lo hice sin no pocos tiras y aflojas con jefatura de estudios. La secretaria me dijo que yo era un profesor de los de antes, y yo entendí que significaba pasado de moda, que se ceñía por un código que no es el normal en estos tiempos.

Le llevé. No pasó nada. Le hicieron la radiografía, lo vendaron y lo devolví al instituto, no sin haber trabado con el muchacho una conversación interesante que me dio a entender que su madre no confiaba nada en él. Sin embargo, yo tuve la sensación de que era alguien muy responsable, y que podía haber tenido malos momentos que le habían llevado a repetir. No sé.

Esto me lleva a recordar mi pasado como profesor cuando me iba un fin de semana con alumnos –sin permiso paterno- a pasar dos días acampados junto a un lago, o les llevaba a media noche a entrar en una cueva por túneles angostos que les evocaban en la madrugada la salida del claustro materno. Luego en el interior de la cueva contábamos historias de terror en la más absoluta oscuridad. Recuerdo haber hecho queimadas con alumnos de COU en un playa de Almuñecar de madrugada. Recuerdo cuando les tomaba fotos sin que fuera necesario un permiso especial de los padres para robarles la imagen. Y cuando mis alumnos llevaban una cabeza de cerdo y cien objetos raros a clase para hablar del surrealismo, bebiendo moscatel, en un tiempo en que los bares de los institutos no proscribían el alcohol ni a alumnos ni a profesores. Recuerdo haber fumado en clase y que mis alumnos de BUP me pidieran permiso para hacerlo ellos. Recuerdo cuando como profesores pensábamos que las clases eran una especie de acto de rebeldía frente al sistema y los alumnos participaban con entusiasmo poniendo en cuestión el mundo y la sociedad o aportando sus puntos de vista. Recuerdo alumnos con el torso desnudo llevando antorchas en el teatro del instituo representando un acto dadaísta.

No sé. Sé que estoy pasado de moda, absolutamente demodé y que esto pertenece a un pasado irrepetible, pero en el que existía un espíritu de cambio, de resistencia, de crítica frente al sistema fuera el que fuera. Y concordábamos en ello alumnos y profesores que no estabamos tan alejados.

Hoy todo es normativa, código, autorizaciones, programaciones, memorias que nadie lee, permisos, prescripciones, miedo a las consecuencias o a las demandas judiciales, direcciones burocráticas y carentes de imaginación…  Y nuestra máxima tarea es vigilar para que nada se escape fuera de nuestro control. Se pide autorización por escrito para todo, se teme dejarlos fuera de vigilancia en todo momento, y cuando se sale con ellos, se les acompaña a todos los sitios menos al cagadero donde todavía no hemos decidido intervenir, pero todo se llegará. De momento han de llevar un escrito cuando necesitan ir al váter por alguna necesidad.

Los institutos parecen penitenciarías, se cierran las puertas, se llama a casa si faltan… Todo me parece lógico, pero uno siente a veces la tentación de añorar el tiempo en que uno no tenía vocación de carcelero y creía que la enseñanza estaba unida al ejercicio de la libertad. Lo dicho, totalmente demodé.

Pensé que lo que había cambiado todo había sido el gobierno de la izquierda durante décadas a la que yo había votado siempre.

Temí haberme equivocado en esto último y sentí satisfacción por haber llevado a aquel muchacho al centro médico.

jueves, 30 de septiembre de 2010

El extrañamiento


Cuando he podido en mi historia como profesor, he intentado, como objetivo central de mi pedagogía, enseñar a pensar, estimular la reflexión sobre el ser humano y sobre el mundo. Pienso que la curiosidad es una facultad que nos impulsa a descubrir nuevos horizontes. Enseñar a pensar es aprender a cuestionarse uno mismo, a poner en duda lo sabido, a interpelar sobre lo desconocido, a desafiar nuestros propios estereotipos, ideas esquemáticas que contribuyen a tener una visión simple –o maniquea- del mundo. Este es el desafío intelectual. Para ello, el profesor ha de ponerse él mismo en situación de búsqueda, mostrando claramente que tampoco su mundo está cerrado y que se apasiona en ese indagar en las áreas seminales del conocimiento.

¿Cómo lograr esto? Pues no lo tengo claro. Sé que tengo diez alumnos de literatura española que no son muy propicios en principio ni a la lectura ni al ejercicio del pensamiento. Eso se creen ellos. Tengo una materia seleccionada por la universidad que he de enseñar, pero más importante que eso es potenciar la curiosidad intelectual. No pienso que lo que tenga que hacer es enseñarles a aprobar un examen con recetas pragmáticas. Creo que lo que tengo que hacer es descolocarlos, obligarles a un ejercicio de extrañamiento que les lleve a salir fuera de sí mismos y a contemplar el mundo con ojos nuevos. No hay peor enemigo del pensamiento que creer que uno lo sabe todo, que lo entiende todo.

Llevamos poco tiempo de curso, pero he tenido ocasión de poner a prueba su disposición reflexiva. Estamos en la literatura del Renacimiento y del Barroco. Un tema central es el misticismo, la búsqueda de la unión amorosa entre el hombre y dios, en un éxtasis de plenitud en que todo desaparece y el tiempo cesa. ¿Cómo ilustrar esta unión inefable? Pensé en proyectarles una película francojaponesa llamada El imperio de los sentidos del director Nagisa Oshima que me cautivó cuando la vi en los años posteriores al fin de la dictadura, cuando fue permitida. El imperio de los sentidos –no sé si la habéis visto- es una película durísima, erótica, violenta… Dos personajes, Kichi Sam y Abe Sada (una geisha),  llevan hasta el límite su deseo de posesión sexual. No quiero desvelar más detalles de la película. Baste decir que no es apta para menores y que sabía que les iba a resultar muy difícil puesto que puede herir la sensibilidad del espectador, aunque yo pienso que es una película intensamente poética. La he visto cuatro veces en circunstancias distintas y todas ellas me ha logrado conmocionar. Pero he leído críticas para todos los gustos que llevan a pensar que esta película es pura basura. Para mí es una muestra del intento humano de fusión mística a través del sexo. Algo no muy alejado de lo que proponen los grandes poemas místicos que hemos de estudiar. En todo caso, estaba seguro que la cinta les golpearía y les descolocaría. Asi fue. Les hice plasmar por escrito sus impresiones y estas fueron muy intensas. Desde quien veía en el filme la lucha entre eros y thánathos freudiano, a quien juzgó que era una película realmente asquerosa, pero no se dejaba de reconocer que entre aquellos dos protagonistas había amor, un amor extraño, obsesivo, que no buscaba perpetuarse en el tiempo, ese gran destructor. Su pasión había de tener un final, tras haber llegado al éxtasis y no tendría vuelta atrás. Hubo quien vio un filme pornográfico, y quién entrevió algo de lo poético. Para ello había que ir más allá de lo conocido.

Una alumna escribía: "A la pregunta de cómo es posible que dos seres que se aman anhelen el sufrimiento, opino que es tal la obsesión de los dos por ser uno que ven la forma de conseguirlo en la muerte. A consecuencia, deciden que Abe acabe con la vida de Kichi para así cortarle sus genitales ya que representaba que si ella tenía esa parte de él, serian solo uno. Por ello, después de cumplir la decisión de ambos, la protagonista escribió en el pecho de él con sangre: "Sada y Kichi, ahora uno."La reflexión que me ha llevado la película, es que se trata de un amor tan extremo que la obsesión que tienen el uno del otro le llevan al punto de cruzar las barreras del dolor hasta llegar a sentirse abrazados por la muerte."

Al día siguiente, les proyecté un vídeo de veinte minutos (primera y segunda parte) de una conferencia de una escritora nigeriana  a un público norteamericano en que les planteaba la necesidad de ir más allá de la historia única que contamos acerca de los distintos pueblos. Los africanos son así, los moros son asá, los gitanos son sin duda de esta manera, los españoles son…Ella como africana les hacía reflexionar sobre la complejidad de los seres humanos y las culturas y su imposible reducción a estereotipos. Nada es lineal y simple. Superar esa historia única confiere dignidad a los hombres. Este vídeo me lo envió V. y me fascinó desde el primer momento. Creo que es un material necesario y oportuno  para muchachos de bachillerato. El vídeo está en inglés con subtítulos en castellano. Son veinte minutos de intensa indagación en los estereotipos culturales para mostrar su oquedad, pero a la vez terribles porque llevan a la simplificación de las culturas y al odio entre los diferentes. Muchas veces a la guerra.

Hoy hemos hablado del barroco. Quiero que la clase sea un espacio de elaboración de pensamiento. Que no sea un ámbito cerrado al mundo. Un cañón de proyección en el aula es una ventana extraordinaria a la universalidad de la cultura. Y el profesor ha de convertirse en un provocador, un dialéctico que ejerza –con libertad y audacia- esa tarea necesaria de hacerles sentir placer en adentrarse en un universo complejo a través de la literatura, las imágenes, el cine… A amar el conocimiento. No sólo a soportarlo. 

lunes, 27 de septiembre de 2010

Y todo esto ¿para qué?


Soy profesor, además de la ESO, de segundo de bachillerato. Es una asignatura de modalidad: Literatura española. Tengo diez alumnos, no especialmente motivados por la literatura, pero sí por que el estudio tenga una recompensa social. Saben que si no estudian se quedarán sin nada, y en estos tiempos de crisis eso es un suicidio. No son en general estudiantes entusiastas, ni están acostumbrados a pensar. Se rigen más bien por estereotipos elementales. Mi desafío, como profesor, es intentar hacerles amar el pensamiento, ejercer la crítica, superar su tendencia a lo simple. Esto es con lo que sueño.

Sin embargo, he seguido en el diario El País, una serie de reportajes titulado (Pre)parados, a lo largo de la última semana en el que jóvenes sobradamente preparados, con carrera, con varios másteres, con idiomas, con estudios de especialización en Europa, están en paro y sus currículos ni siquiera reciben acuses de recibo. Están camino de la treintena y creyeron que una buena formación profesional les abriría muchas puertas y que su dedicación a su carrera tendría consecuencias definitivas. No ha sido así. La mayoría están en paro o subempleados cobrando salarios de seiscientos euros. No pueden irse de su casa ni vivir con su pareja. Sobreviven algunos con becas o subvenciones, y muchos han de pedir dinero a sus padres para pagar el transporte.

¿Quién les ha engañado? ¿Cómo les hemos prometido que si uno se esfuerza y estudia consigue sus fines? Algunos se plantean que para repartir pizzas o hacer de teleasistente, es mejor ocultar sus carreras o sus másteres. Es algo que cotiza en contra. Tienen una formación excesiva y eso levanta suspicacias. ¿Quién confiaría en un doctor en ingeniería para un trabajo eventual y de repartidor de pizzas?

No deja de ser significativo que muchos de los ejemplos traídos por El País señalen que profesionales superformados han encontrado trabajo en Europa, en el Reino Unido, en Holanda, en Alemania, en China, en Suecia… Son los nuevos emigrantes que ven que su capacitación les vale mucho más fuera de España que en su país. Y en contra de sus deseos, sintiéndose expatriados y desterrados, han de amoldarse a una vida diferente a la que habían esperado. Algunos guardan un sordo rencor hacia su patria y parecen renunciar a ella. Algunos son de los mejores de sus promociones, y su especialización ha sido apreciada en otros países europeos mientras que en España no reciben siquiera un acuse de recibo de su currículum.

¿Qué he de explicarles a mis alumnos de bachillerato? ¿Qué estudiando se consiguen oportunidades? ¿Qué estudiando uno se forja un futuro profesional? Para ello he de luchar contra la creencia de que lo que en realidad genera expectativas son los amigos que te pueden enchufar y colocar, que los estudios y la dedicación son accesorios. La excelencia no se prima en España. Sé de magníficos estudiantes que, tras acabar la carrera, con buenas notas, están en una crisis mayúscula. Los jóvenes son el segmento de población más castigado por la crisis, además de los mayores de cuarenta años que se quedan en el paro.

Quiero hacerles pensar, pero ¿sobre qué? ¿sobre la relativa utilidad de lo que están haciendo? ¿sobre el escaso aprecio que se tiene en este país hacia la calidad? ¿Pensar para qué? Cuando el futuro de uno está en el alero, las reflexiones son limitadas. Espero que ellos no lean este post. No me suelen leer. Pero quiero plantear esta reflexión a los lectores. Quizás haya otras alternativas como son el autoempleo o el convertirse en empresarios en un país en que es difícil y complejo constituir una empresa y que va en contra de toda la ideología que magnifica la opción de hacerse funcionario sobre todas las demás. Quizás nuestra formación debería empezar por esto, por hacerles ver que el futuro es sumamente incierto, que tal vez tengan que emigrar, que no podrán emanciparse hasta muy entrados los treinta si es que es posible entonces, que el estudio no garantiza un puesto de trabajo y a veces lo dificulta.

Pero mañana he de trabajar para hacerles sujetos críticos y reflexivos. Pero ¿les explicaré esto? ¿Habré de callarme como si no supiera nada? ¿He de dejar que se lo encuentren ellos mismos? ¿O lo sabrán ya? ¿Qué sentido tiene mi clase sobre el neoplatonismo en la poética del Renacimiento?

A veces pienso que tendría que darles dinamita. Pero he de prepararles para selectividad? Otra gran mentira. Este mundo es reflejo de otro, es un espejo, pero ¿de qué? Mañana les he propuesto que sean ellos los que me formulen preguntas que no pienso contestar. Pero formular preguntas supone un ejercicio de primer orden. Y todo esto ¿para qué? –sería una buena cuestión-.

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