Sus primeros títulos Muiñeiro de brétemas (1950), Elexías á miña vida pequeniña (1951), Morrendo a cada intre (1952)-Molinero de nieblas, Elegías a mi pequeña vida, Muriendo a cada instante- están impregnados de un sentimiento existencial que revela la desorientación vital, la angustia, el desasosiego y las contradicciones del joven poeta chairego en una búsqueda desesperada de luz. Estos libros pertenecerían a la Escola da tebra (escuela de la tiniebla) o a la Filosofía de la saudade en la más característica tradición de la lírica gallega. Manuel María tomó la palabra muy tempranamente con un objetivo claro: luchar por su tierra, por su gente, por su lengua, por su mundo cultural, en definitiva por su Patria, Galiza, en unos años oscuros en que otro gallego siniestro reprimía cruelmente a los españoles cualquier rescoldo de libertad y los sentimientos que tenían a Galicia como eje de proyecto nacional independiente.
Yo no soy gallego y soy escéptico sobre los sentimientos nacionalistas de cualquier tipo por muy dignos que puedan ser. Por otro lado, estos no añaden una brizna de riqueza lírica a los poemas que son compuestos con tales nobles y legítimas emociones. Alguien ha calificado a Manuel María como el Walt Whitman gallego (C. Gómez Torres, Manuel María: os traballos e os días, 2001). Pretendió, tras su inicio existencial, hablar en nombre de su gente, de su pueblo, de su estado de pobreza y postración (labriegos, mariñeiros, obreros, emigrantes que tuvieron que dejar la Patria en busca de otra fortuna...). No es difícil reconocer una explícita intención social, propia de las tendencias de los años cincuenta, que le llevó a militar políticamente en la clandestinidad y en los años de recuperación de las libertades en movimientos nacionalistas radicales para los que se convirtió en un modelo de entrega, fe y compromiso nacional.
Estos días he leído poemas y poemas suyos, no todos obviamente. He intentado hacer un recorrido por su obra pero la impresión que tengo es que no llega a emocionarme ni a cautivarme poéticamente. Lo veo demasiado explicativo y explícito, dice demasiado, subraya lo obvio, carga de palabras definidoras de los sentimientos lo que escribe, no deja el poema latiendo misteriosamente para que sea el lector el que recoja las vibraciones y las recomponga en su espíritu. Entiendo sus sentimientos y me parecen valiosos pero no me gusta que me lo expliquen todo. Su poesía no logra alzar el vuelo, se queda en un primer nivel en busca de la emoción lírica. Pienso que él sospechó siempre que no tenía el hálito poético necesario. No era Walt Whitman, pero lo intentó. Pienso incluso que fue excesivamente prolífico, escribió en cantidad lo que no logró en hondura y calidad. Intuyó que no era un buen poeta, pero le gustó identificarse con la imagen de un poeta al servicio del pueblo, de su Patria. Hay demasiada poesía de circunstancias. Depuró poco.
Significativamente tiene sus obras completas publicadas en dos volúmenes, pero tras su muerte, relativamente reciente, no percibo un eco de su obra. En internet apenas hay referencias, estudios o reflexiones sobre su poesía. Es prácticamente imposible encontrar poemas suyos. No pienso que sea un poeta esencial, pero sí que expresó un sentimiento, una manera de percibir la realidad de su tierra de un modo histórico-temporal que reivindicó una esencialidad en la identidad de Galiza. Comprendo sus fundamentos y los respeto pero no es un buen poeta por más que haya sido reclamado como modelo de bardo nacional.
Dejo unos poemas suyos. Es curioso que se le siga recordando por su primer libro de poemas Muiñeiro de brétemas o que acaben de reeditarse sus Elexías á miña vida pequeniña. Éste poeta existencial, contradictorio, confuso, angustiado, de sus primeros años es el único que logra alcanzarme de alguna manera.
Son home. E sei que non teño salvación.
Todo está pecho ao meu redor.
Perdín a inocencia dos meniños.
E berro como un tolo.
E cúspolle ás estrelas.
Malia a miña suficiencia
leo libros e libros que non matan
o desacougo interior que vai en min.
Son unha noite moura entre dúas noites.
Nacemento e morte determinan a vida.
Pregúntome a min mesmo porque son.
Non teño resposta para as preguntas
que se erguen imperiosas no meu fondo.
Non atopo algo de luz
coa que poida alumar a miña tebra.
E ando sempre loitando sen acougo
anque sei que perdín a miña guerra.
Soy hombre. Y sé que no tengo salvación.
Todo está cerrado a mi alrededor.
Perdí la inocencia de los niños
Y grito como un loco.
Y le escupo a las estrellas.
A pesar de mi suficiencia,
leo libros y libros que no extinguen
el desasosiego interior que va en mí.
Soy una noche oscura entre dos noches.
Nacimiento y muerte determinan la vida.
Me pregunto a mí mismo por qué soy.
No tengo respuesta para las preguntas
que se yerguen imperiosas en mi fondo.
No encuentro algo de luz
con la que puede alumbrar mi tiniebla.
Y ando siempre luchando sin sosiego
aunque sé que perdí mi guerra.
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Eu son para min
toda-as interrogacións,
todal-as estatuas,
todol-os misterios,
e todal-as cumes xeadas de evanxeos.
Os ollos contémprame
Na impura prata dunha soma
Moendo ó vello sembrante
Que borra ó indecible desta morte
Chea de agonías e de bágoas”.
Muiñeiro de brétemas, 1950.
Yo soy para mí
Todas las interrogaciones,
Todas las estatuas,
Todos los misterios
Y todos las cumbres heladas del evangelio.
Tus ojos me contemplan
En la impura plata de una sombra
Que muele el viejo semblante
Que borra lo indecible de esta muerte
Llena de agonías y de lágrimas.