Najat el Hachmi, una escritora de veintiocho años, nacida en Nador (Marruecos) y que lleva en Cataluña dieciocho años, ha obtenido el premio Ramón Llull de narrativa con su novela L'últim patriarca en la edición de 2008. Es el premio Planeta de las letras catalanas y está dotado con 90.000 euros. La primera impresión que nos viene es la del origen de la escritora y su adaptación al medio que la educó desde los ocho años en la ciudad de Vic. Sin embargo, Najat el Hachmi se ha mostrado muy crítica con los estereotipos que quieren convertirla en un modelo de “integración”, término que ella deplora y rechaza con todas sus fuerzas.
Esta nueva narradora, admiradora de Mercé Rodoreda, no quiere ser bandera de nada y sus críticas abarcan desde los que miran con desprecio o temor a los inmigrantes como a los que exageran sus rasgos culturales en aras de un supuesto multiculturalismo. No soporta a los que hablan de la riqueza que supone la llegada de los inmigrantes de cara a la sociedad de acogida. Ella es crítica con las dos sociedades, una autoritaria -como es la marroquí- y otra -la occidental- que es incapaz de autocriticarse y reconocer sus propios errores y defectos. Lo único que se espera de los inmigrantes es que no lo parezcan, que disimulen sus costumbres y que se integren.
El ser humano puede compartir diversas identidades y roles y no ser incompatibles. Ella por ejemplo es bereber y con su familia habla amazig; con su hijo habla en catalán; es mujer, filóloga y escritora -lo que quiso ser desde que tuvo doce años- y son vertientes de una identidad, la que cada ser humano va construyendo con fragmentos. Najat asegura que en la literatura se pueden conciliar mundos que pueden parecer irreconciliables. Su primer libro se tituló Jo també sóc catalana. Algún crítico lo comparó con Els altres catalans del desaparecido Paco Candel. En esta obra, la escritora deja claro que ella es de aquí y que su identidad está construida con diferentes fragmentos, como la de todo el mundo.
L'últim patriarca, la novela ganadora del Llull, plantea las difíciles relaciones entre un padre bereber, paleta y que se convierte en pequeño empresario de la construcción, con su hija en el momento de la adolescencia. El padre tiene una visión despótica de las relaciones con su mujer y sus hijos, en especial con las que son muchachas. El retrato de dicho padre es inmisericorde. Según la autora, que no niega el carácter autobiográfico de la novela, se ha basado también en otras experiencias ajenas a ella.
Quizás, cuando vemos a alumnos con apellidos no peninsulares, tendemos a verlos como formando parte de una tradición ajena a la de la sociedad de acogida. No advertimos suficientemente el proceso de cambio que supone la entrada en el mundo educativo -el más avanzado que se da en la sociedad. Nuestros alumnos suman diversas facetas como son su origen familiar, y las tradiciones que viven en virtud del mismo, pero también se añaden sus relaciones de amistad en el instituto, su participación en equipos deportivos, la vida en las calles, su admiración por los ritmos musicales occidentales, los cantantes de moda, la tecnología... Son todos factores poliédricos que componen nuevas identidades y que deparan sorpresas en la combinación de las piezas dando lugar a nuevos hombres y mujeres que se escapan de los esterotipos al uso.
La voz de Najat da vida a algunas de esas contradiciones entre las sociedades de origen y de acogida. Su mensaje es que las identidades no se olvidan y que éstas suman y no restan. El ser inmigrante abre nuevas posibilidades al vivir en la frontera de dos o varios mundos. Sin embargo, según Najat, lo deseable no es que estos -los inmigrantes- se agrupen en sociedades culturales según los modelos étnicos, sino que participen en asociaciones de vecinos o de padres o clubes deportivos o grupos de teatro. Éste es el desafío. Éste y saber mirar con ojos abiertos lo que sucede en nuestro mundo.
Termina diciendo la escritora:
Al final aprenderás a vivir en la frontera de los dos mundos, un lugar que, aunque puede ser de división, también lo es de reunión y punto de encuentro. Un buen día te juzgarás a ti mismo afortunado por el hecho de disfrutar de dicha frontera, y descubrirás que eres más completo, más híbrido y más inmenso que cualquier otra persona.