¿Qué es Profesor en la Secundaria? Para empezar un conglomerado de contradicciones. El blog oscila entre la esperanza y la desesperanza. No es obra de un neófito que encuentra motivos de ilusión en cada clase que imparte. No. Me cuesta generarla en el día a día. Reconozco que la sensación de inutilidad me invade a menudo. Hay muchos elementos que te impiden tener una actitud abierta a la esperanza. Los alumnos se hacen al margen tuyo y tus enseñanzas les rozan colateralemente. Eres una parte de su vida, pero no fundamental. Hay muchas otra fuentes de información: la televisión, los videojuegos, las revistas adolescentes, las películas porno, la calle… El instituto es sólo una pequeña parte de la jugada. En ella no suelen poner lo esencial de ellos mismos. Alumnos aceptables me han reconocido que ¿para qué van a estudiar más de lo imprescindible para aprobar? Ese esfuerzo suplementario que sería una apuesta por el conocimiento es raro, muy raro. Los mejores alumnos apuestan lo justo para ir tirando, nunca por la excelencia. De los alumnos que apuestan por el mérito he tenido algunos en los últimos años, pero son más bien limitados, y no suelen estar bien vistos por sus compañeros.
El profesor voluntarista ve en esta enseñanza una oportunidad de equilibrar el mundo, el profesor pesimista, como el que este blog encarna, ve en ello una llamada al azar. Es posible que entre tantos seres humanos que pasan delante de ti, haya alguno que concuerde contigo, que escuche tus palabras, al cual tu mensaje sea un punto de referencia. Es extraño, pero a veces sucede así. Las posibilidades contrarias son inmensas, pero también hay que decir que las que hay a favor tampoco son insignificantes. Para la mayoría no significarás nada más que una situación enojosa y fastidiosa aguantada como una hora más del horario. Pero habrá alguno al que tus palabras le revelarán un mensaje que llegue a su alma, no porque tus palabras sean importantes, sino porque en tu sedimento histórico y existencial hay también coincidencias extrañas.
Julián Sorel se identificaba con Napoleón en El rojo y el Negro, y lo ocultaba cuidadosamente para no ser descubierto. También a veces existen complicidades con los alumnos, complicidades encubiertas que lleva a que tus palabras sean especialmente escuchadas. No en vano has leído a Dostoievski y a Boris Vian, a Tolstoi y Cervantes. Has ampliado tu horizonte humano y te defines como no nacionalista. No tienes ninguna tierra que pueda ser inequívocamente tuya, a excepción de la literatura. Te encuentras entre los trasterrados. Como Machado que no se sentía andaluz o Juan Goytisolo que ha decidido identificarse con Marraquesh, antes que con Catalunya que le vio nacer. No tienes equipo de fútbol ni nación que te cobije. Eres definitivamente pobre y alguno en foros nacionalistas ha aludido al vacío de tu alma porque no te sientes de ningún lado. Otros tienen banderas, himnos, historia, cultura, lengua, unidad de destino en lo universal. Tú estás vacío, y sólo te llena leer a Thomas Mann, a Robert Walser, a Haruki Murakami o a Cormac MacCarthy. No te sientes tan extraño en compañía de Bartleby el escribiente o el insecto que protagoniza La metamorfosis. Tu patria es la literatura. Y puede ser que a veces, raras, encuentres, a alguien cuya patria sea la misma que la tuya, que no tenga bandera ni historia, ni orgullo, ni casta… y con él puedas enhebrar un diálogo de tristezas y soledades, también de luces y certidumbres. Es improbable, pero no imposible. Por eso, siempre, respeto a mis alumnos, porque cada uno sigue su proyecto vital y todos son tan válidos o extraños como el mío.
El profesor voluntarista ve en esta enseñanza una oportunidad de equilibrar el mundo, el profesor pesimista, como el que este blog encarna, ve en ello una llamada al azar. Es posible que entre tantos seres humanos que pasan delante de ti, haya alguno que concuerde contigo, que escuche tus palabras, al cual tu mensaje sea un punto de referencia. Es extraño, pero a veces sucede así. Las posibilidades contrarias son inmensas, pero también hay que decir que las que hay a favor tampoco son insignificantes. Para la mayoría no significarás nada más que una situación enojosa y fastidiosa aguantada como una hora más del horario. Pero habrá alguno al que tus palabras le revelarán un mensaje que llegue a su alma, no porque tus palabras sean importantes, sino porque en tu sedimento histórico y existencial hay también coincidencias extrañas.
Julián Sorel se identificaba con Napoleón en El rojo y el Negro, y lo ocultaba cuidadosamente para no ser descubierto. También a veces existen complicidades con los alumnos, complicidades encubiertas que lleva a que tus palabras sean especialmente escuchadas. No en vano has leído a Dostoievski y a Boris Vian, a Tolstoi y Cervantes. Has ampliado tu horizonte humano y te defines como no nacionalista. No tienes ninguna tierra que pueda ser inequívocamente tuya, a excepción de la literatura. Te encuentras entre los trasterrados. Como Machado que no se sentía andaluz o Juan Goytisolo que ha decidido identificarse con Marraquesh, antes que con Catalunya que le vio nacer. No tienes equipo de fútbol ni nación que te cobije. Eres definitivamente pobre y alguno en foros nacionalistas ha aludido al vacío de tu alma porque no te sientes de ningún lado. Otros tienen banderas, himnos, historia, cultura, lengua, unidad de destino en lo universal. Tú estás vacío, y sólo te llena leer a Thomas Mann, a Robert Walser, a Haruki Murakami o a Cormac MacCarthy. No te sientes tan extraño en compañía de Bartleby el escribiente o el insecto que protagoniza La metamorfosis. Tu patria es la literatura. Y puede ser que a veces, raras, encuentres, a alguien cuya patria sea la misma que la tuya, que no tenga bandera ni historia, ni orgullo, ni casta… y con él puedas enhebrar un diálogo de tristezas y soledades, también de luces y certidumbres. Es improbable, pero no imposible. Por eso, siempre, respeto a mis alumnos, porque cada uno sigue su proyecto vital y todos son tan válidos o extraños como el mío.