Soy un fiel seguidor de la prensa diaria, la gráfica y la digital. Acostumbro asimismo a seguir los comentarios que hacen los lectores y que aparecen en algunas noticias seleccionadas en la edición digital de El País. Algo que me sorprende en estos comentarios hechos por lectores de a pie es la abundancia de bilis que destilan muchos de sus razonamientos. Da igual el tema que se proponga, bien sea una noticia de la muerte de unos soldados en Afganistán, economía, unas declaraciones del presidente de un club de fútbol o política… Muchos de los comentaristas utilizan un estilo tosco y agresivo, y en el que los razonamientos son gruesos y sesgados… Todo acaba en denuestos y exabruptos entre peperos y sociatas que son reducidos mutuamente a esquemáticas caricaturas objeto de sarcasmo y rencor. Percibo un intenso resentimiento en la música y en la letra de muchos comentarios, hechos en un periódico que no puede ser calificado de amarillista. Presupongo en todos estos lectores una cierta cultura y un cierto refinamiento intelectual, pero en el momento que se ponen a debatir cualquier tema, sale lo peor de ellos mismos y buena parte acaba en referencias a la guerra civil pasada o venidera.
Hoy he entrado en un reportaje que tiene como eje un minirreportaje que han hecho unos periodistas en algunas institutos públicos y centros concertados sobre la nueva asignatura de Educación para la Ciudadanía. Los reporteros habían entrado en varios institutos públicos de Barcelona, Zaragoza, Mérida, y un colegio concertado de Jaén. La conclusión a que llegaban los periodistas en que la asignatura había sido acogida con ganas y sin ninguna polémica. Los alumnos –según los reporteros- opinaban libremente sobre el respeto, la educación, la variedad de tendencias sexuales y los nuevos tipos de familia. Los argumentos de los comentaristas eran de dos tipos: los que aceptaban entusiasmados esta nueva asignatura como forma de educar en libertad y con información abierta los viejos y nuevos problemas de la sociedad actual. Algunos afirmaban que esto ya estaba en el espíritu de la antigua Ética y que Educación para la Ciudadanía es sólo una forma de actualizar la cuestión; otros sostenían malévolamente que a los curas les gusta más practicar el sexo que enseñarlo. Los contrarios a la asignatura argüían que ésta era un mecanismo de adoctrinamiento del gobierno, de manipulación de conciencias, de meterse el estado en el interior de la familia… Hay que decir que la mayor parte de los argumentos defendían la utilidad y necesidad de esta nueva asignatura en la formación de los jóvenes.
Bilis aparte, he de decir que en mi centro la asignatura no ha suscitado ninguna polémica, ni de un signo ni de otro. Se ha visto normal, como todo lo que viene de las instancias superiores. No ha habido ningún entusiasmo por ella ni ningún comentario agrio acerca de la misma. Quizás los profesores se guardan sus opiniones en su ejercicio docente. El caso es que en un primer momento se barajó la hipótesis de que fueran los tutores los que la impartieran, pero luego se optó por los profesores de sociales aunque estos reconocían que una parte de sus contenidos no tenían que ver con el área que enseñaban. Así se ha acatado y se está enseñando. A estas alturas de curso es difícil extraer ninguna conclusión sobre cómo se está desarrollando la asignatura. Depende del enfoque del profesor. La materia es evaluable pero está abierta a la participación de los alumnos. Me gustaría que los jóvenes aprendieran a debatir sin la acritud que muchas veces muestran los mayores. Me gustaría que la asignatura estuviera abierta a la libre expresión de puntos de vista divergentes y de cualquier signo. Querría que esta asignatura se convirtiese en un espacio abierto de debate respetuoso sobre tantas cuestiones sobre las que es necesario hablar: la sociedad multicultural, las relaciones entre culturas distintas, la solidaridad y los mecanismos para regularla, la globalización, el respeto mutuo, la aceptación de la diferencia, el consumo responsable, la conciencia de la propia identidad, la sexualidad y los diferentes modelos de familia, el cambio climático, nuestra responsabilidad ante la marcha del mundo…
Por intentarlo que no quede, pero este docente es consciente de las dificultades de organizar debates entre los alumnos en que se escuchen los puntos de vista del contrario; gustan más las consignas que los razonamientos, los exabruptos que las matizaciones. Sospecho que el mundo de nuestros adolescentes en buena medida, también se ha contagiado de eses virus maligno que es la caricatura de las opiniones ajenas. Hacen falta espacios de respeto para aprender a dialogar. Ojalá sea uno esta asignatura. Lo deseo de todo corazón. Aprender a escuchar y a dialogar son las más importantes materias de las que están necesitados los jóvenes españoles.
Hoy he entrado en un reportaje que tiene como eje un minirreportaje que han hecho unos periodistas en algunas institutos públicos y centros concertados sobre la nueva asignatura de Educación para la Ciudadanía. Los reporteros habían entrado en varios institutos públicos de Barcelona, Zaragoza, Mérida, y un colegio concertado de Jaén. La conclusión a que llegaban los periodistas en que la asignatura había sido acogida con ganas y sin ninguna polémica. Los alumnos –según los reporteros- opinaban libremente sobre el respeto, la educación, la variedad de tendencias sexuales y los nuevos tipos de familia. Los argumentos de los comentaristas eran de dos tipos: los que aceptaban entusiasmados esta nueva asignatura como forma de educar en libertad y con información abierta los viejos y nuevos problemas de la sociedad actual. Algunos afirmaban que esto ya estaba en el espíritu de la antigua Ética y que Educación para la Ciudadanía es sólo una forma de actualizar la cuestión; otros sostenían malévolamente que a los curas les gusta más practicar el sexo que enseñarlo. Los contrarios a la asignatura argüían que ésta era un mecanismo de adoctrinamiento del gobierno, de manipulación de conciencias, de meterse el estado en el interior de la familia… Hay que decir que la mayor parte de los argumentos defendían la utilidad y necesidad de esta nueva asignatura en la formación de los jóvenes.
Bilis aparte, he de decir que en mi centro la asignatura no ha suscitado ninguna polémica, ni de un signo ni de otro. Se ha visto normal, como todo lo que viene de las instancias superiores. No ha habido ningún entusiasmo por ella ni ningún comentario agrio acerca de la misma. Quizás los profesores se guardan sus opiniones en su ejercicio docente. El caso es que en un primer momento se barajó la hipótesis de que fueran los tutores los que la impartieran, pero luego se optó por los profesores de sociales aunque estos reconocían que una parte de sus contenidos no tenían que ver con el área que enseñaban. Así se ha acatado y se está enseñando. A estas alturas de curso es difícil extraer ninguna conclusión sobre cómo se está desarrollando la asignatura. Depende del enfoque del profesor. La materia es evaluable pero está abierta a la participación de los alumnos. Me gustaría que los jóvenes aprendieran a debatir sin la acritud que muchas veces muestran los mayores. Me gustaría que la asignatura estuviera abierta a la libre expresión de puntos de vista divergentes y de cualquier signo. Querría que esta asignatura se convirtiese en un espacio abierto de debate respetuoso sobre tantas cuestiones sobre las que es necesario hablar: la sociedad multicultural, las relaciones entre culturas distintas, la solidaridad y los mecanismos para regularla, la globalización, el respeto mutuo, la aceptación de la diferencia, el consumo responsable, la conciencia de la propia identidad, la sexualidad y los diferentes modelos de familia, el cambio climático, nuestra responsabilidad ante la marcha del mundo…
Por intentarlo que no quede, pero este docente es consciente de las dificultades de organizar debates entre los alumnos en que se escuchen los puntos de vista del contrario; gustan más las consignas que los razonamientos, los exabruptos que las matizaciones. Sospecho que el mundo de nuestros adolescentes en buena medida, también se ha contagiado de eses virus maligno que es la caricatura de las opiniones ajenas. Hacen falta espacios de respeto para aprender a dialogar. Ojalá sea uno esta asignatura. Lo deseo de todo corazón. Aprender a escuchar y a dialogar son las más importantes materias de las que están necesitados los jóvenes españoles.