Me he enterado un poco tarde, sobre las once y cuarto, a la
hora del patio en el instituto. Un grupo de profesores hacían cuchufletas sobre
la situación. Me he unido a ellos y he comprobado en internet la noticia que me
ha sorprendido pues no me la esperaba. Luego en las redes sociales he
confirmado que era omnipresente el tratamiento paródico de la abdicación. La
mayoría de los internautas parecían estar hablando del hotel de los líos, o de
la 13 rue del Percebe al referirse tanto al abdicante como al sucesor y monarca
de este país que no parece tomarse en serio a la monarquía.
Todas las fuerzas políticas han reforzado sus posiciones con
la idea de que se abre un tiempo nuevo en el sistema constitucional español y
parecían alentar la posibilidad de una reforma de la Constitución. Los
nacionalistas catalanes han amenazado con que su desafío sigue en pie y que no
variarán ni una coma. Izquierda Unida
y Podemos han reclamado un referéndum
sobre la forma de estado, es decir, que los españoles puedan pronunciarse sobre
si quieren monarquía o república. Hoy, de hecho, va a haber concentraciones
para demandar una consulta sobre la cuestión. Esto, no obstante, es
la posición de minorías porque el grueso de la población española no parece cuestionar
dicha forma de estado masivamente, pero a la vez, toma a chacota el asunto de
la familia real y la monarquía.
Una vez un comentarista del blog, Serenus Zeitbloom, me comentaba que prefería cien veces una
monarquía que una república, que prefería una infanta Leonor destinada a ser reina, que un sistema republicano. No me he
encontrado muchos más que piensen así, y la mayoría de los opinantes con los
que tengo relación parecen ser republicanos. ¿Esto es así? ¿Es una demanda
extendida entre los españoles la república? ¿Podría una república ofrecer
estabilidad política a este país que tiende al desgarro y al costurón? ¿Estamos
los españoles hartos y reclamamos de nuevo el ámbito de las utopías que nos
acecha de vez en cuando en la historia? No es casual que España fuera el país
en que más fuerte era el movimiento anarquista durante el primer tercio del siglo pasado. La monarquía es un síntoma conservador, un sistema que teme y huye del
caos al que propendemos los españoles en cuanto nos dejan, ya que de vez en cuando
nos llega el amok, algo así como la locura malaya por la que, de ciclo en
ciclo, los malayos salen a la calle con sus cuchillos curvos a rebanar la
cabeza al primer chino que aparezca por la esquina. ¿Estamos en este momento?
No digo que vayamos a matar chinos, pero sí banqueros, partidos tradicionales,
la monarquía, los sindicatos como formando parte de un conglomerado que ya no
nos sirve y que está caduco. El humor negro con que ha sido recibida la
abdicación del rey Juan Carlos en su
hijo Felipe no augura una fácil
transición. El rey pareció ganarse la corona con la noche del 23F, algo que
recientemente ha sido puesto en cuestión por el libro de Pilar Urbano Lo que Suárez
olvidó y lo que el rey prefiere no recordar. La corona se cimentó en un
mito del que participaron con su silencio los partidos con responsabilidad
institucional. ¿Qué será necesario para que el sucesor de Juan Carlos, ese Felipe VI
que tan raro se nos va a hacer y cuyo nombre evoca al Felipe V que tanto detestan los nacionalistas catalanes,
constructores a la vez de mitos sin fin y que ahora están decididos a lanzarse
contra el sistema constitucional con la máquina y los vagones a toda velocidad,
llegue a encarnar algo sólido para los españoles, algo que no suene a tebeo
revenido, a crónica perdularia de sociedad?
¿O nos lanzaremos decididamente por la reivindicación
republicana? ¿Estamos ya en ese paso? ¿Tras las befas y mofas con que hemos
recibido la abdicación del rey caza elefantes, perseguidor de faldas corinescas,
polla loca, corto de luces, vividor borbónico,
viejo caduco, habrá por fin una sociedad abiertamente republicana que
apueste por un nuevo sistema político? ¿Los jóvenes que no han votado en estas
elecciones tendrán paradigmas políticos y se imbricarán en la toma de
decisiones? ¿Será Podemos un polo de
atracción para los electores adolescentes y jóvenes? ¿Estamos en uno de esos
puntos de inflexión de nuestra historia en que reivindicamos nuestra faceta
utópica y anarquista y llevaremos nuestra ansia de sueños hasta el patio de
butacas donde los banqueros y grandes empresarios, políticos del PPSOE y demás
partidos institucionales, magistrados de tribunales varios y damas de Acción Católica asisten atónitos al
desarrollo de la función? ¿Es todo esto un bluf? ¿Nuestro humor negro sobre la
monarquía esconde algo más que un estado pasivo de opinión? ¿Estamos a punto o
no de lanzarnos a la yugular de algo que nos oprime? ¿De qué va esta
representación?