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sábado, 11 de enero de 2014
Dieudonné M'Bala M'Bala un humorista que la arma.
lunes, 27 de febrero de 2012
¡Profe, que ya sabemos qué es la virginidad!
jueves, 3 de noviembre de 2011
La crisis griega llama a nuestras puertas...
No es Grecia el cáncer europeo. Y está dispuesta a pagar sus errores. Hay algo más y debemos saber que luego vamos los demás. El poder político es pulverizado por los agentes económicos que tienen a los estados a su servicio.
lunes, 17 de octubre de 2011
Preguntas jodidas al 15-M
martes, 11 de octubre de 2011
África: solidaridad y contradicciones.
Me enorgullezco de mantener una comunicación cordial con exalumnos de distintas promociones que han ido jalonando mi vida docente. Con ellos debato, discuto, intercambio, dialogo... Uno de ellos es David B. Fue alumno mío hace dieciocho años. Ya está en la treintena bien entrada. Nos seguimos en facebook, un instrumento útil para mantener una relación fluida.
lunes, 3 de octubre de 2011
Autopsia del desarraigo
viernes, 16 de abril de 2010
El caso Egunkaria
Cuando escribo este post, estoy escuchando Piedra y camino del cantautor vasco Mikel Laboa. Pienso entretanto en aquel alejado 2003 en que surgió el caso Egunkaria, el único diario que se editaba íntegramente en euskera. Fue en febrero de 2003, cuando el juez Juan del Olmo cerró el diario alegando que era un instrumento de ETA y que servía a sus fines e ideología. En aquel febrero el cierre coincidió con el asesinato del socialista Joseba Pagazaurtundua, ex jefe de la policía municipal de Andoain (Guipúzcoa) por parte de la banda armada. Fue abatido por cuatro disparos en el bar Daytona.
Dejo aquí el enlace a un artículo de JOAN MARI TORREALDAI, presidente del Consejo de Administración del diario Egunkaria. También es académico de la Lengua Vasca. Me lo ha dejado Sorel en su comentario y ciertamente merece la pena su lectura a los que quieran saber más.
Declaraciones de Martxelo Otamendi a ETB.
Entrevista a Martxelo Otamendi en Gara.
lunes, 22 de febrero de 2010
La fascinación del islam
En un viaje a Indonesia durante todo el verano de 1986, conocí en Malasia a una intrépida arqueóloga italiana que trabajaba varios meses al año en el Irak de antes de las guerras del Golfo. Tuvimos ocasión de conocernos y hablar sobre su trabajo en el mundo musulmán hacia el que se sentía profundamente atraída. Le seducía –a ella mujer intelectual, libre e independiente- convertirse en la segunda mujer de un beduino, vivir en su jaima e ir conquistando poco a poco su amor para terminar siendo la preferida. Afirmaba que una mujer tiene que tener la libertad de decidir si quiere ser dominada por un hombre. Y a ella le atraía serlo, al menos como imagen erótica en medio de la desnudez del desierto. Este punto de vista me sorprendía y llenaba de confusión en aquel contexto islámico en que estábamos y en el que éramos despertados de madrugada por la voz del muecín, recitando suras del Corán. Y lo cierto es que ese canto armónico a las cuatro de la mañana tenía, en medio del sueño, una extraordinaria fuerza magnética. Tanto es así que en nuestras conversaciones, aquella mujer y yo, fantaseábamos sobre la posibilidad de convertirnos al islam. Me explicaba F. que el acto era sencillo. Sólo había que aceptar delante de un imán que el único dios es Alá y que Mahoma es su profeta. Es la única verdad revelada que hay que saber y es la columna central del islam. El hombre somete su racionalidad ante la omnipotencia de dios y todo cuanto acontece lo hace según su voluntad. En cierto sentido este sometimiento al poder de dios calma la incertidumbre del ser humano, sus dudas agónicas acerca del sentido de la vida y el ansia de perduración en un más allá. El islam es radicalmente simple, no tiene la complicación teológica del cristianismo acerca del sentido de la Trinidad en ese galimatías de tres dioses que son uno solo. Esta concepción, igual que el culto a la Virgen o a los santos, es considerado como politeísta por parte del islam.
miércoles, 10 de enero de 2007
El saludo
Hay días que voy agobiado por los pasillos del instituto. Las cosas a veces no salen como te las esperas y vas un poco molesto por la actitud de tus alumnos o vete a saber por qué. Pero hay un momento en que todo se serena y es cuando nos encontramos y nos dedicamos unos momentos a saludarnos. Me aprietas suavemente el brazo y me dices:
- Muy bien, Ahmed, voy corriendo a clase. ¿Va todo bien?
- Sí, profe, ten un buen día.
- Lo mismo te digo, suerte.
Marcho satisfecho de estas cuatro palabras aparentemente intrascendentes pero cargadas de calor humano. Es necesario poco más. Nadie te obliga a saludarme ni nada me debes ni nada puedes obtener de mí. Nuestras simpatías son gratuitas. Me doy cuenta por contraste de tantos y tantos alumnos que pasan al lado de mí y no consideran relevante saludarme quizás por pudor o simplemente por falta de consideración, o algunos que lo han sido y que ya no me saludan pasados unos meses después de dejar de ser alumnos, y es como si te hubieran olvidado a pesar de que mantuvisteis una relación cercana y gratificante. En ocasiones percibes claramente el desvío de la mirada cuando está próxima a encontrarse. Siento tristeza, pero no rencor. Sé que los seres humanos son complejos, que cada uno tiene sus motivaciones, sus contradicciones y su derecho a olvidar. No hay reproches. Sólo reprochan los niños. El mundo es ansí, como decía Pío Baroja.
Una alumna que había marchado del centro a otra comunidad autónoma, un día que ha vuelto a hacer una visita, me espera a la salida de clase y cuando salgo me saluda y nos damos un par de besos. Para mi sorpresa me ha traído un regalo: unos chorizos gallegos caseros. No abres el paquete, lo harás en casa. Jessica ya no es alumna tuya, ahora vive a mil quilómetros de distancia y ha venido a verte y recordarte. Nos interesamos mutuamente por nuestra vida. Recuerdas el último examen suspendido que corregiste de ella. Ahora ya no tiene importancia. En el fondo no tiene demasiada importancia suspender o aprobar a un alumno para establecer lazos entrañables con él.
Entonces sientes la maravilla de ser profesor, en esos gestos generosos, sencillos y cordiales, que están absolutamente llenos de densidad humana. Sientes ese calor igualmente en el blog cuando sabes que alguna exalumna tuya lo está siguiendo aunque no deje comentarios. Sabes que está ahí y tú y ella compartís esos secretos que vas desgranando en tu blog.
Gracias Ahmed. Espero que la fiesta del Cordero fuera feliz para ti. Te pregunté por ella y tú me preguntaste por la Navidad. Yo te hablé de mis hijas, de mis sobrinos, de los días moderadamente felices de la Navidad. El universo está frío, y somos nosotros los que lo calentamos con nuestro calor. Un profesor imparte conocimientos pero también da calor, forma parte de nuestra profesión, y a veces hay alumos que se llaman Ahmed o Jessica que te devuelven esa temperatura con su educación y su cortesía exquisita.
sábado, 30 de septiembre de 2006
Hafida en su nuevo curso
Los lectores de mi blog del curso pasado recuerdan al entrañable grupo de cuatro niñas bereberes que formaban parte de mi tutoría. Sufrieron, si lo recuerdan, un verdadero caso de acoso escolar por parte de muchachas “del país”. El formar parte de un grupo que no se integraba demasiado con el resto de la clase y el hecho de ser diferentes despertaba la agresividad en alumnas muy poco dotadas que veía en ellas una ocasión de desahogarse y proyectar sus carencias.
El grupo se ha deshecho: una de ellas ha marchado a otra ciudad; dos –las más flojitas- han pasado a un cuarto de “ritmo más lento”, más por una adaptación curricular que por auténtico nivel académico. Tienen muchas carencias empezando por su escaso dominio de los idiomas castellano y catalán. Es normal, llevan tres o cuatro años en España y el hecho de que vivan en ambientes casi herméticos no facilita su integración. Se añade el hecho de ser mujeres lo que dificulta aún más su aclimatación porque las muchachas marroquíes se relacionan entre ellas pero escasamente con el resto de compañeros con los que hay una enorme distancia cultural.
Sin embargo, me preocupa Hafida. Esta muchacha es muy inteligente. En consecuencia ha sido trasladada a un grupo de ritmo académico “normal”, con alumnos en su inmensa mayoría españoles. Ella puede seguir el ritmo de la clase. No le falta agudeza, tesón e inteligencia. El problema es que Hafida está aislada del resto de sus compañeros. El año pasado sufría claros signos de rechazo por parte de sus condiscípulas. Este año, al menos al comienzo de curso, es objeto de una extrema indiferencia. Es como si un círculo de soledad la rodeara. Se parece a los personajes de la saga de los Buendía en la novela de García Márquez. Viéndola a ella puedo comprender la soledad extrema de la familia del coronel Aureliano. Ella es sumamente sensible y humana. Es capaz de analizar su realidad y entorno, pero pertenece a otra forma de ver las cosas que no concuerda con la que domina entre sus compañeros, especialmente las muchachas.
Su concepción del mundo es más moral, más recatada, más puritana. Es mujer y su hiyab marca un círculo de aislamiento en torno a ella. Es un signo de cubrimiento y de subordinación de la mujer respecto al hombre; es un signo que denota que la mujer pertenece a una determinada moral y forma de comportarse, lo que incluye que no le sea fácil –casi imposible- establecer relaciones con otros compañeros, especialmente muchachos aunque sean de su misma cultura bereber. Es curioso porque estas chicas a veces vuelven a Marruecos y allí sus antiguas amigas no llevan pañuelo en la cabeza porque intentan acercarse a la modernidad. Es en España donde sus padres se convierten en conservadores y quieren que en una sociedad corrompida sus hijas estén marcadas, que no sean miradas como iguales a las demás.
Tengo alumnas de origen magrebí que han nacido en España y tienen un aire muy diferente. Son muchachas de aquí, a pesar de lo que puedan sugerir sus apellidos y su físico. Hay un salto cualitativo en su integración.
Quizás haya que darle tiempo al tiempo, y esperar que la evolución natural de estas muchachas las lleve a integrarse, a ser más iguales a los demás. Sin embargo, veo que es difícil. Hafida tiene mucho que aportarnos. Su temperamento sensible y su inteligencia no es fácil de encontrar. Es un caso único entre los que he conocido. Me asusta su soledad, su aire concentrado y trabajador, pero también su tristeza. Se sabe sola y diferente. La tutora –una profesional excelente- está intentando que sus compañeros se acerquen a ella, que no la dejen aparte, pero es ella misma la que no casa con el ambiente que no es especialmente negativo en este caso.
Pienso en Francia en las leyes antivelo y no puedo dejar de sentirme identificado con ellas. En la escuela pública no deberían permitirse signos distintivos por razón de sexo o de religión. Sé que es algo que suscita polémicas y que aquí en España no se comparten en general los argumentos de la escuela laica y republicana francesa: pero los símbolos que impliquen subordinación de la mujer así como pertenencia religiosa deberían ser evitados en las aulas. No sé cómo funciona la experiencia francesa. No me parece que haya ido mal ni que haya habido excesivos problemas de aceptación o acatamiento. Al menos no han trascendido a la prensa española.
El multiculturalismo es un mito. Los inmigrantes deben integrarse, deben impregnarse de los valores dominantes en la cultura de acogida. Son ellos los que deben aprender las costumbres y valores del país de llegada. Es un flaco favor el que hacemos planteando que todas las culturas son iguales y somos nosotros los que debemos adaptarnos a su idiosincrasia. Occidente significa muchas cosas. Sin duda, nuestro pasado no está limpio y tampoco nuestro presente, pero quien opta por venir aquí no debería pensar que podrá seguir viviendo en un gheto con valores y cultura distintos. Como si no hubiera cambiado de coordenadas. Hafida merece la oportunidad de pertenecer a este mundo. Necesitamos su humanidad, su capacidad reflexiva, su sensibilidad. Si la conocieran advertirían que es un prodigio de persona, pero está terriblemente triste y sola…Sé que el hiyab no es el único motivo, pero sin duda la marca intensamente, igual que su cuerpo totalmente cubierto incluso en verano. Es un motivo de reflexión.