Estoy leyendo El vidente y lo oculto, una biografía de Rainer Maria Rilke escrita por el barcelonés Mauricio Wiesenthal. Es un libro muy extenso que me costó más de
cuarenta euros. Me tomo un café bien cargado y me sumerjo en su lectura,
subrayando con lápiz todo lo que me parece relevante que es mucho. La figura de
Rilke es una de las más interesantes
de la cultura europea. Algún día hablaré de él porque no es sobre ello que
quiero escribir. No. Es una cita en voz de este estudioso y crítico que es Wiesenthal sobre lo que significa la
cultura:
"La
cultura y, sobre todo, la poesía no son mercaderías de primera necesidad en los
apetitos de la burguesía moderna. Solo gente muy sencilla y fina tiene la
sensación de haber quedado en deuda cuando compra un libro. Pero el burgués
moderno lo mide todo a precio de industria, entendiendo que el Estado carga ya
sobre el valor de las cosas impuestos y compromisos sociales. Pocos salen de
una librería pensando que un libro es un bien moral en peligro".
Cuando leo un libro que conecta con mi
alma, cuando veo una película que también lo hace, siento un profundo
agradecimiento a la mente o mentes creadoras que están detrás de ello. Y no
puedo concebir que ese placer que he sentido pueda o deba serme gratuito.
Entiendo que con mi aportación, aunque sea lejana, contribuyo a la continuidad
de la cultura como valor fundamental para los seres humanos. Mi dinero es mi
forma de comprometerme además de mi lectura entregada o mi contemplación de la
película. La cantidad aportada es una forma de participación espiritual para la
existencia de ese bien. No puedo asentir frente a esa concepción
supercalifragilística que sostiene que toda la cultura ha de ser gratis y de
libre circulación y que, por tanto, todo el mundo tiene el derecho de bajársela
o copiársela sin ninguna restricción aduciendo argumentos peregrinos como su
elevado coste o que todo se lo lleva la editorial. Robar un libro en una
biblioteca se considera algo inapropiado y censurable, pero bajárselo de la red
es tenido como meritorio y se hace sin disimulo y sin sentimiento de vergüenza.
Y lo amplío a toda la producción cultural en el ámbito que sea.
Este año de 2016 en el cuatricentenario
de la muerte de Cervantes, apenas se
habla de él como persona, como escritor. Sin duda, las instituciones españolas
han estado descuidadas al respecto y no va a haber celebración o evocación
solvente de la figura de Miguel de
Cervantes. Espero que en el Reino
Unido sean más agradecidos a lo que significó William Shakespeare, autor que murió en fecha muy próxima a la de Cervantes. No es extraño pues pienso
que los británicos aprecian más el valor de la cultura que los españoles. Ya en
su tiempo, este libro fue mucho más importante para los ingleses que para los españoles que lo tomaban por un libro chusco y ridículo. Don Quijote los hacía reír pero no vieron sus contemporáneos mucho
más allá de un humor grotesco e incluso se tuvo a El Quijote apócrifo de Avellaneda
como un libro más valioso que el de Cervantes por mantener el decoro.
Las ediciones que se hicieron de las aventuras del hidalgo castellano apenas
reportaron beneficio a Cervantes que
obtuvo un gran éxito popular pero escasamente compensado económicamente. Eran
normales en su tiempo las ediciones piratas y no existían los derechos de autor
como tales. El caso es que Cervantes
murió en la escasez, tal como vivió, sabiendo lo que es ser creador en España.
Cuatro siglos después, El Quijote sigue sin leerse – a nivel
general- por motivos que expresan la atonía de los lectores que quedan, y su
autor sigue recibiendo el mismo interés que tuvo en su tiempo. Es decir, muy
poco o ninguno. Es cuestión tal vez de la raza de este solar hispánico en que
tan escasamente se valora la cultura y, de hecho, todos somos conscientes del
escaso lugar que ocupa en la vida de la gente común. ¿Conversaciones sobre
libros, sobre películas, sobre obras de teatro, sobre conciertos? No las hay.
Hay cien temas mucho más populares y apasionantes para el español medio, y es,
por eso, que la sensación de profundo agradecimiento hacia el autor de una obra
literaria o un bien cultural es tan raro o inexistente. El español de pro
siente que la cultura es un bien gratuito porque ya pagamos al estado
impuestos, y si no es al estado, a las compañías telefónicas que nos surten de
ADSL para que podamos descargarnos con entusiasmo cualquier bien cultural.
Parecerá extraño pero yo siento que debo
pagar, me quedo tranquilo cuando contribuyo con una cantidad más o menos
costosa a la compra de un libro, disco o película. Sé que hay mucho argumentos
de raíz oportunista para actuar de modo diferente, pero en estas estamos. Es mi
forma de reconocimiento. El que quiera entender que entienda.
Hola. te entiendo perfectamente y comporta tu postura de pagar por cualquier manifiestacion cultural y más si nos gusta y apasiona. No concibo el ''todo gratis' que impera hoy en día en parte ocasionada por las redes sociales. Considero esencial pagar por lo que consumimos independientemente que sea arte o comida... seguimos en contacto
ResponderEliminarHola, Marta M., bienvenida a este espacio de reflexión pausada sobre pedagogía, cultura, sociedad, aunque predomina la educación. Me alegro de que estemos de acuerdo. Me encantará leerte por aquí. Saludos.
Eliminar¿Por qué no puedes concebir que el placer que has sentido con una obra artística sea gratuito? No es lo mismo valor que precio...
ResponderEliminarEntiendo tu postura, pretendes ser justo, pero ¿qué pasa con los que quieran leer la biografía de Rilke y no tengan los 40 euros? ¿No te parece el precio, que no el valor, un poco desmedido?
Ya sé que pueden ir a las Bibliotecas Públicas, tan bien surtidas ellas, o pedírselo a un amigo, o comprarlo de segunda mano... seguro que opciones hay, pero... ¿derechos? Creo firmemente que la educación, la sanidad y la cultura deberían ser gratuitas para garantizar la igualdad de oportunidades. Yo no tengo la fórmula, ¡pobre de mí que además soy de letras!, pero seguro que el Estado tiene asesores suficientes para encontrar una medida justa para todos, creadores y consumidores. Otra cosa es que haya voluntad, que en los intermediarios se quede todo el beneficio, que se carguen unos impuestos abusivos sobre estos bienes que deberían ser "patrimonio de la humanidad"...
El papá Estado debería arbitrar fórmulas viables para eso.
Para ti y para mí no es un problema asumir un tanto por ciento de esos gastos, y te honra cumplir con lo que consideras tu parte, pero yo reivindico otra cosa. No sé exactamente cuál.
Un abrazo, Joselu.
Los bares están llenos, los restaurantes están llenos, las tiendas de ropa de los centros comerciales están llenas, las tiendas de móviles de última generación rebosan de clientes, las clínicas dentales de ortodoncia tienen lista de espera, las compañías telefónicas no saben dónde meter sus beneficios y la gente -esa noble gente- sabe que debe pagar por ello y lo hace. Pero ¿pagar por un libro que se lee -o no- y ya está? ¿Qué se hace con él? No creo que la cultura sea una aspiración generalizada de ninguna manera. Solo hay que ver lo que triunfa en nuestra sociedad de masas. Me quieres plantear el caso de un pobre estudiante ansioso de cultura y que no la puede pagar porque sus padres están en paro. Efectivamente hay bibliotecas, hay libros en préstamo por módico precio, hay librerías de segunda mano, mercadillos populares. Pero si al lado de un móvil avanzado existe la negativa a pagar por la cultura ¿dónde estamos? Hasta los espectadores que veían a los juglares habían de pagarles un óbolo, aunque fuera en forma de especias, para verlo actuar y así subsistían yendo de pueblo en pueblo. Tú ves muy claro que la cultura ha de ser abierta y gratuita para todos y que sea el estado el que pague para generalizar el acceso universal. Pero yo veo que lo que no se paga no se aprecia -es una ley general- y los creadores quedan inermes y sin defensa. Hay obras libres de derechos de autor y que son gratuitas porque han prescrito dichos derechos. Nadie puede decir que no lee El Quijote porque sea caro. Lo tienes de cien formas distintas para lectores de ebooks gratuitamente. Y así la inmensa mayor parte de las obras de la literatura universal. Pero si Mauricio Wiesenthal se pasa treinta años de su vida investigando y formándose para escribir la biografía de Rilke, ello implica que no solo conocerá a Rilke sino toda la cultura suya contemporánea, conocerá el alemán y otras lenguas, dedicará miles de horas de estudio a ello. Tras mucho trabajo le publican un libro en edición cuidada de más de mil doscientas páginas. Es el resumen de una vida de estudio e investigación. Él recibe un diez por ciento de una edición minoritaria (porque no creo que este libro se convierta en un bestseller como los de Matilde Asensi o María Dueñas). ¿Qué valor tiene eso? Y luego ¿Qué precio? Para mí es algo de un valor extraordinario que yo tenga acceso a esa investigación cuidadosísima y llena de gusto personal que me abre las puertas a Rainer Maria Rilke, un autor que deseaba conocer. ¿Sería justo que podamos descargárnosla gratuitamente como hace un amigo mío que se descarga todo y hace años que no paga un libro? Lo siento, pero yo no lo puedo entender. Siento tal respeto por Wiesenthal que está en la tercera edad (tiene catorce años más que yo) que no podría robarle. Además está por ver si los jubilados pueden cobrar por derechos de autor sin perder la jubilación. Una ley del PP lo impide. Siento gratitud hacia ese hombre al que no conozco pero respeto.
EliminarUn abrazo.
Completamente de acuerdo contigo. En lo primordial y en lo secundario. Todo lo que he pagado por lo que tengo (libros, discos, películas, básicamente) y lo que sigo pagando no justifica que tenga libros, discos y películas por los que no he hecho gasto alguno. De joven, de muy joven, cogía cintas de cassette basf de una hora y me iba a casa de un amigo con la sonrisa en la boca. La sonrisa duraba en el camino de ida, en la estancia y en el camino de vuelta. Venía con Thick as a brick en la cinta o con Made in Japan o con Led Zeppelin IV. Eran los primeros ochenta. Antes del ADSL y todo eso. No me sentía mal no comprando esos discos. La verdad es que hubiese deseado hacerlo, pero no tenía con qué pagarlos. Ahora no es igual el asunto, pero en cierto modo es parecido. Tiene muchas esquinas esta casa. Todas, respetables.
ResponderEliminarYo también me descargo películas clásicas pues no hay otro modo de obtenerlas al no estar a disposición del público por una tarifa plana. Si lo estuvieran, lo pagaría gustoso igual que pago Netflix para ver series o Spotify para música. Las grabaciones en cassette de nuestros años mozos era algo artesano y legítimo. La gente compraba discos y los compartía con los amigos. Ahora el sistema es anónimo y masivo tanto que la industria discográfica se ha hundido. Y veremos si la industria editorial no termina siguiendo su mismo camino. De momento parece que resiste con los bestsellers más exitosos, pero muchas editoriales están en la quiebra técnica. Mis alumnos entienden que comprar un libro es lo último que cabe hacer teniendo otras prioridades, y no es solo por el gasto que supone. Es una forma de estar en el mundo en que la cultura no cotiza. Entiendo que no quepa ser absolutamente purista, pero el bien cultural que es el libro o la música merecen una mayor consideración. Y no pienso que todas las esquinas sean igualmente equivalentes ante este asunto.
EliminarEntiendo, aplaudo, defiendo y extiendo...cuanto has escrito. La gratuidad de la enseñanza corre paralela a su deterioro, y aunque en las selectividad casi siempre solía ser de escuela pública quien sacaba la mejor nota, en conjunto los mejor preparados salen de las escuelas privadas, ojo, no de las concertadas, que serían las segundas, es decir, de donde se paga lo que vale una educación excelente. La gratuidad de la cultura será la muerte de la misma. El otro día, que se celebraba el día mundial del teatro, una queja gremial decía que los actores y actrices "que han estudiado la carrera de arte dramático" -¡que exista tal carrera es ya un despropósito descomunal!- apenas podían sobrevivir dedicándose únicamente a su profesión. No se decía claramente, pero tdo daba a entender que se deseaba algo así como una "funcionarización" de la profesión, supongocque concsus vacaciones, sus trienios, sus complementos, etc., es decir, la muerte del teatro. Me he declarado repetidas veces contra el absurdo de que al trabajo intelectual y artístico no le sean de aplicación las mismas leyes que garantizan que, pasen los años que pasen, las fortunas de sus poseedores siguen siendo suyas, o de sus herederos... Ahora bien, los "derechos de autor" forzosamente caducan a los 70 años, momento en que se expropia a los herederos de ese bien "familiar" en todo equivalente al patrimonio de cualquier banquero con quien no se hace lo mismo. Miquel de Palol, en su extraordinario libro "El jardín de los siete crepúsculos", que recomienda vivamente, hace una encendida defensa de la profesionalización de los artistas. Conviene leerla. Con todo, hay una cultura de "segunda mano", de la que yo soy asiduo, que permite no solo formarse, sino, sobre todo, disfrutar, gozar, de las mejores obras de la creatividad humana. Es cierto que no es lo mismo ir al Liceo a ver La flauta mágica que verla en YouTube, pero el conocimiento de la obra está al alcance de todos. Acabo de ver en El País el proceso de caracterización de José Luis Gómez como Celestina... Será caro, ya "me lo veo de venir". Bien, estableceré mis prioridades y escogeré como la hacíaa Cabrera Infante en su niñez, cuando, en precariedad económica, su madre le ponía ante el dilema "¿Cine o sardina?" Cine, está claro. Pues eso.
ResponderEliminarMeandros curiosos y sugerentes los de tu discurso que apoya la idea de no necesaria gratuidad de la cultura. Me apropio de algunas reflexiones del extraordinario libro que estoy leyendo sobre Rilke. Todo lo excelente se consigue con esfuerzo, con mucho esfuerzo. Todos los atajos son farsas que no llevan demasiado lejos. La cultura -una mínima cultura- es algo al alcance de pocos porque conlleva un esfuerzo inmenso, toda una vida. A veces la tenemos libremente a nuestro alcance -internet es algo prodigioso para ello- y otras, sin duda, habremos de pagar porque debe ser así. La cultura y el esfuerzo no se regalan: son solo fruto de la autoexigencia individual. Y el que esté acostumbrado a ello no le dolerá elegir cine en lugar de sardina si el dilema es tan contundente.
EliminarYo compro los libros, nunca me he descargado películas ni discos, posiblemente porque una vez lo intente y como tenia que meter mi numero de teléfono decidí que no lo metía en la red. Un libro es barato, yo empece a leer de forma continua cuando me compré mi primer apartamento, pagaba alquiler, un préstamo para la entrada y cuotas mensuales al constructor durante la construcción, es decir, como tenia "padrinos" ni tenia ni un duro, me dio por leer; iba al rastro y compraba libros de segunda mano al azar y los leía, así descubrí el Discurso del Método de Descartes que posiblemente en mi vida sustituya a la biblia de otros. Uno puede esperar ediciones más baratas, no siempre tiene que leer lo último; los libros esperan a que todo el mundo pueda acceder a ellos, no cambian. Muchos dicen que 20 ó 30 euros son mucho y se gastan 10.000 euros más de lo que debieran para satisfacer sus "necesidades automovilisticas" o pagamos 12 euros en un ronda de vermouth de un domingo. Somos así, casualmente pienso que los que más libros compramos son a los que nos parecen más baratos, por lo menos a mi, ¿quien se pasa un fin de semana espectacular con 20 euros? y pienso tambien que la mayoría que no les compra pone la disculpa de que son caros como podía poner la de que hace sol, no les interesan y punto. Esta semana santa que no tengo la familia en casa, la he pasado leyendo sobre romanos y he disfrutado como un enano, he viajado por Roma, Hispania y gran parte del Mediterráneo estos cuatro dias por un pequeño dinero que me gaste hace 15 años y al que es la tercera que disfruto ¿que hay más barato?, por favor.
ResponderEliminarEstoy cansado de una sociedad cuya máxima aspiración es ser victima de algo y ni se molesta en buscarse soluciones pensando que tienen que ser otros los que lo hagan.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
EliminarSiento que hayas eliminado el comentario anterior. Me parecía muy oportuno y además lleno de luz sobre el valor de la lectura. ¿Cuánto cuesta acompañar a un ballenero en busca de la ballena blanca? -decías entre otras espléndidas ideas y lecturas-. He leído Moby Dick en dos ocasiones en mi vida y espero poderla leer una tercera vez antes de morir, igual que Los hermanos Karamazov o El cielo protector de Paul Bowles.
EliminarEstoy leyendo la biografía de Rilke, como comentaba arriba. Es un largo libro que me hace meditar profundamente sobre mí mismo, a la vez que sigo los meandros de aquel poeta de vida trashumante. ¡Qué extraña es la vida y qué hermosa es! Y la literatura, el arte, la filosofía, la ciencia son almas nutricias que nos alimentan para intentar comprenderla. ¿Caros los libros, los buenos libros? Es una estupidez tal que no merece la pena comentarla.
Y sí, nuestra cultura es la cultura de la queja, de querer ser víctimas de algo, vivimos en el mejor mundo posible y nos consideramos víctimas, parece que encanta el papel de víctima.
Tienes una sensibilidad que me hace sentirme solidario contigo. Tus puntos de vista son tuyos, equivocados o no, pero tuyos. No piensas con tópicos como la inmensa mayoría de los que pululan por ahí, dando la vara y creyéndose con inequívoca altura moral para juzgar cosas sobre las que no tienen ni idea porque les falta un hervor o dos.
Saludos.
¿Cuanto vale un viaje en un ballenero en busca de una ballena blanca? ¿Cual es el precio de acompañar a Julio Cesar en la Guerra de las Galias? ¿A cuanto asciende el valor de ser un monje medieval que descubre enigmas en un monasterio? ¿Quien no quiere ser un Templario, fiel a sus votos, defendiendo San Juan de Acre? ¿Es caro pensar con un Mundo Feliz ó 1.984? ¿Cuanto vale estructurar tu mente y tu pensamiento con Descartes? ¿Acompañar a las victimas de Bhopal y saber que es el isocianato de metilo, es caro?. Dicen que el Quijote tiene sobre 60.000 palabras, o eso leí en algún sitio, ¿a cuanto sale la palabra?, ¿cuanto valen sus magnificas sentencias? ¿a cuanto asciende su filosofía?. Lo que te digo, el que tiene la droga de la lectura, no se queja del precio. Y no digo, como ves, profundas lecturas, sino obras de entretenimiento geniales.
ResponderEliminarLo había borrado por no monopolizar,
Gracias, no monopolizas, en esta lenta y larga tarde de domingo, hay pocos conectados y tus palabras me suenan gratas e interesantes.
EliminarPor cierto ¿sabes que el Isocianato de Metilo, la causa de la muerte de miles de personas en Bhopal, se sigue utilizando como espuma aislante en las viviendas?. Cuando estaba haciendo la casa donde vivo vi que la espuma que proyectaban era eso. en la India se utilizaba como insecticida o componente del mismo.
EliminarUn saludo
Adhiero a tu sentido de endeudamiento con aquellos que te enriquecen culturalmente. Entiendo que la "gratuidad" extendida de nuestro patrimonio cultural en manos de Internet no ha ayudado a revalorizar nuestra cultura, sino todo lo contrario, y dejo encomillada la idea de gratuidad porque hay allí un debate que de ninguna manera se ha cerrado todavía. No obstante, tengo la impresión de que en mi país los libros están demasiado caros, aunque la inflación tiene por efecto hacer que pierdas la noción del valor real de las cosas por las cuales pagas.
ResponderEliminarUn beso, Joselu.
Fer
Supongo que son caras las novedades, los libros recién publicados, aquellos en que se busca una rentabilidad por ello ... pero las obras clásicas son gratuitas al haber prescrito los derechos de autor, están las bibliotecas, servicios de préstamo o venta de segunda mano.
Eliminar¿Cómo ha ido la visita de Obama? ¿Se respira un mejor ambiente con Macrí? Quiero pensar que algo ha ido para bien con el cambio de dinastía Kirchner.
Un beso, María Paz.
Estoy en absoluto desacuerdo con tu comentario.
ResponderEliminarLas bibliotecas públicas lo desmienten desde hace tres siglos, las emisoras de radio, los programas de televisión, las cintas que te grababas o grababan de la radio musical tus amigos para escuchar en una fiesta o en el coche, los VHS donde grababas tus programas favoritos de tv...
La cultura popular gratuita ha convivido a lo largo de los siglos con la cultura erudita que hasta la revolución burguesa también era en parte de dominio público. El concepto de propiedad intelectual es un concepto moderno, burgués, clasista y usado no para defender a los autores,ya que muy al contrario defiende a los gestores de la industria cultural que no quieren cambiar un modelo caduco, trasnochado y acaparador.
La mentalidad apocalíptica actual de los escandalizados por lo que ellos llaman robos, es la misma mentalidad apocalíptica que justificó el cabreo de los coleccionistas de manuscritos cuando Gutenberg inventó la imprenta. La misma de los autores teatrales cuando el cine se convirtió en el nuevo espectáculo de masas. La misma de Hollywood cuando llegó la televisión para cambiarlo todo.
La comunidad cultural debe proteger a los privilegiados que podéis gastaros 40 libros en un libro y aquellos que por falta de recursos deben acceder a ese material de otra manera.
En fin en el fondo seguimos utilizando la cultura como forma de distinción económica para marcar las distancias y darnos esa idiota sensación de que somos unos putos privilegiados por que tenemos dinero para pagarlo.
Saludos
Sobre la música:
ResponderEliminarhttps://www.enriquedans.com/2016/03/la-industria-de-la-musica-deberia-hacerle-una-estatua-a-shawn-fanning.html
No sé qué decirte. Has dado tus argumentos que aquí quedan plasmados. No estoy de acuerdo con ellos en buena parte, pero de eso se trata, de que haya debate no crispado y amable.
ResponderEliminarLos libros en España son muy caros. Comparé los precios con Alemania (son iguales, los sueldos 2-3 veces más altos) y con Suecia (25-30% más bajos). Son un lujo destinado a los esnobs- creo que en este caso las editoriales asumieron que van a vender poco, así que tienen que vender caro. La ley del precio único no ayuda- frena la competencia mientras las librerías pequeñas que iba a proteger siguen desapareciendo. Aunque no creo que el precio sea realmente la razón de la piratería. Más bien es falta del espíritu cívico. Nadie se preocupa por la consecuencias de sus actos, como cuando dejan las cacas de los perros en las aceras. Al mismo tiempo hay que admitir que las bibliotecas no están bien surtidas. Del libro sobre Suecia del que te hablé en la siguiente entrada me enteré que allí los autores, o mejor dicho la Unión de Escritores en su nombre, cobra un canon por cada préstamo bibliotecario. Lo paga el estado y parte del dinero se destina a becas para escritores. Creo que es un sistema interesante. Y un sistema que funciona protegiendo a los autores de ruina.
ResponderEliminarRealmente haces un diagnóstico muy certero, Agnieszka. E interpretas muy bien el espíritu incívico de la piratería aunque se vista de interpretaciones revolucionarias y reivindicativas. La escasa venta de libros incrementa su precio. Si las librerías estuvieran llenas, como están las tiendas de ropa barata, los precios seguro que bajarían. Es una pescadilla que se muerde la cola. En cuanto a las bibliotecas no sé muy bien. Sé que en Cataluña los libros en las bibliotecas se compran en función de criterios lingüísticos y políticos, de modo que se adquieren muchos más libros en catalán que en castellano, aunque los índices de lectura real son mucho mayores en castellano. Las bibliotecas sirven sobre todo, por lo que sé, para ir a estudiar, para leer el periódico pero no creo que haya mucho movimiento de libros, tal vez por dichos criterios lingüísticos, falta de demanda o falta de libros atractivos debido a la escasez de fondos por los recortes o por la no previsión cultural. A menor demanda, menor inversión pública, libros más caros en las librerías.
EliminarAquí en Cataluña hay una fecha que tú conocerás, que es el día de Sant Jordi. Ese día se venden muchos libros con descuento del 10%. Se venden en general libros de éxito comerciales, los autores firman, pero eso no supone que el resto del año la gente lea o compre libros.
Además oigo repetidamente el argumento más necio que se puede oír que es que no se tiene tiempo para leer. Siempre hay tiempo si se quiere, si se tiene como prioridad, aunque sea en el transporte, el váter, media hora sacada de alguna parte. Mis compañeros, todos profesores, dudo que la inmensa mayoría sean lectores asiduos. Nunca se habla de libros salvo algún caso excepcional con algún compañero o compañera muy especiales. No es una prioridad en general la lectura para los españoles.