Una de las lecturas que me marcó en un tiempo lejano fue el libro de viajes de Juan Goytisolo titulado Campos de Níjar ambientado en estas tierras desnudas de Almería en los años cincuenta. Fue un libro neorrealista que respondía a la literatura social y de compromiso, que implícitamente denunciaba el atraso, el subdesarrollo y la pobreza de aquellos campos de belleza africana, con pitas, henequenes, palmitos, esparto y chumberas. El texto era de una sobriedad documental. En ningún grado el autor se permitía la expresión de sentimientos personales. Todo se mostraba directamente, sin retórica y con total objetividad, pero era a la vez profundamente revelador. Me quedé enamorado de aquel breve libro y de la comarca que recorrí en cuanto tuve ocasión de hacerlo. Fue en la semana santa de 1981, hace la friolera de veintinueve años. Acababa de llegar a Barcelona proveniente de mi Zaragoza natal y mis deseos de descubrir estaban tan intactos como lo están ahora sólo que era treinta años más joven.
Recorrí primero las Alpujarras yendo en autobús desde Granada hasta Órgiva. Dejé a un lado el desvío a Capileira, Pampaneira y Bubión bajo las majestuosas figuras nevadas del Veleta y el Mulhacén en un paisaje bellísimo en que estaban colgados estos pueblecitos blancos de arquitectura bereber. Caminé luego bastantes kilómetros. El día se puso gris y terminó tormentoso, pasé por Torvizcón y llegué hasta Busquístar cruzando el barranco del río Grande de Trevélez y mirando al frente la sierra de la Contraviesa. Desde allí subí hasta Bérchules, un pueblecito de casas encaladas suspendido en el verde de la sierra, en un coche cuyo conductor me invitó a subir. Llovía intensamente, lo que es raro en este contrafuerte sur de Sierra Nevada. En Bérchules, un pueblo que había de ocupar un lugar lleno de sentimiento en mi historia personal, fui acogido en la casa de los hippies que me habían llevado en autoestop. Fue una noche extraña. Juan, Evaristo y Astrid vivían allí no sé muy bien cómo o de qué. La muchacha, que era noruega, era irrealmente guapa y extremadamente delicada mientras que Juan, su novio, era tosco y desagradable. Astrid aguantaba estoicamente los desplantes de Juan con una elegancia que daban medida del enorme estilo que tenía. Evaristo, vivía a la sombra de Juan al que parecía idolatrar mientras que éste parecía despreciarle. Tenían un perrillo al que adoraban y consideraban como de la familia. Me ofrecieron cena, vino y LSD en unos secantes azules. Decían que lo habían traído de Holanda. Yo lo acepté pero a medida que fue haciendo efecto la anfetamina -que era en realidad aquello-, la atmósfera se puso cada vez más espesa y los diálogos entablados eran más desabridos. Astrid se mantuvo en silencio y pronto se fue a dormir. Cuando se fue la mujer de ojos más hermosos que había visto en mi vida sentí angustia y deseo de huir de allí, pero mi estado mental no me permitía orientarme bien. Pasaron horas en que me di cuenta que aquello resultaba asfixiante. Juan machacaba a Evaristo burlándose de él y le retaba a que se fuera a follar con Astrid si tenía lo que hay que tener. A las cinco de la mañana salí de aquella casa bajo la lluvia intensa. Sabía que a las seis salía un autobús que me llevaría hacia Ugíjar y de allí hacia Níjar, el centro de la comarca que quería visitar. Mi estado de ánimo era frágil, sentía frío y cansancio por toda la noche sin dormir, llovía con fuerza y me calé hasta los huesos. Resonaban en mí las conversaciones de aquella noche en que los inconscientes se habían dejado ir. Aquella velada había acabado mal y lamentaba haberles acompañado en aquel viaje. Recordaba los ojos de aquella muchacha de un verde cautivador e intuía el drama que allí se vivía. Me sentía agotado, pero mi visión era extraordinariamente sensitiva. Creo que mi cansancio me hacía ser más receptivo frente al paisaje hermosísimo -entre barrancos y valles- y al que he deseado volver en repetidas ocasiones. Todo estaba húmedo y el cielo, dramático y aborrascado, se me pintaba con matices insospechados. Pasé por Yegen, el pueblo en que vivió en los años veinte el escritor inglés Gerald Brenan y del que hizo una crónica apasionante en su libro Al sur de Granada. Su relación amorosa con Dora Carrington me influyó en aquellos años en que experimentaba emociones parecidas. En aquella atmósfera morisca tuvo lugar la rebelión de las Alpujarras entre 1568 a 1571 frente al ejército imperial. Los moriscos fueron liderados por un caudillo llamado Hernando Válor (del pueblo de Válor) y que tomó el nombre de Abén Humeya. Fueron derrotados y poco tiempo después serían expulsados de España.
Llegué por la tarde a Níjar, había dormido en el autobús. Níjar es un pueblo en pendiente, bellísimo, con sus calles estrechas, sus placetas, sus arcos, sus balcones con rejas y sus casitas encaladas llenas de flores. Me tomé un vino manzanilla y cené magras con tomate, la especialidad de Níjar. Dormí en una pensión que me ofreció cobijo y donde pude descansar de la compleja experiencia de la noche anterior. Antes de dormir, recorrí el pueblecito llegando hasta el final donde acababan las casitas perdiéndose en la montaña. El atardecer era hermoso en la lejanía.
Al día siguiente llegué haciendo autoestop a Carboneras, un pueblo considerado maldito cuyo nombre no se podía decir. Algunos de los habitantes del pueblo sufrían infecciones en los ojos por el viento constante que soplaba y que llevaba arena a los globos oculares. Comí garbanzos tostados en un bar. Como Ignacio Aldecoa -uno de mis maestros narrativos- entiendo que una de las mejores formas de conocer un pueblo es en las tabernas mezclándose con los parroquianos. Recorrí la playa de aquel pueblo entonces muy pobre e hice algunas fotografías a niños que se ofrecieron a mi objetivo. Hoy la foto que ofrezco aquí, tomada en 1981, me lleva a pensar que aquellos niños tendrán hoy unos cuarenta años. Carboneras con el tiempo se ha convertido en un emporio turístico, igual que Mojácar, el siguiente pueblo al que accedí, siempre caminando o en autoestop. Era de una belleza singular aquel pueblo entre el mar y la montaña. Recalé en un pub donde me dedicaba, como habítúo en mis viajes, a escuchar las conversaciones de la gente, mientras a la vez tomaba notas de mis impresiones. Era una forma de estar en el mundo, de viajar en solitario -libremente y a merced de las circunstancias- sin nada prefijado. Mis diarios de viaje enhebran descripciones de paisajes exteriores e interiores, charlas con la gente, historia, botánica, gastronomía, fragmentos oníricos, lecturas, noticias de los periódicos...
Todo lo que conocí allí, en aquel viaje o en otros posteriores a la misma zona, se ha convertido en una costa turística llena de apartamentos y hoteles que le han hecho perder la magia que tenía en otro tiempo. La especulación y la construcción masiva ha urbanizado todo sin dejar nada virgen, salvo el área desértica de cabo de Gata y Las Negras totalmente africano. Subió el nivel de vida, y se perdió aquel ambiente de leyenda oscura y de pobreza intensa que sobrevolaba toda aquella comarca que tuve ocasión de recorrer en mi juventud. Fue un viaje en que se mezclaron sentimientos encontrados, pero siempre fundamentalmente intensos.
Leía en aquel tiempo a Carlos Castaneda, a Tolkien, a Juan Goytisolo, a Severo Sarduy, a Lawrence Durrell, a Aldous Huxley, a Proust, a Guillaume Apollinaire… y la literatura ya embriagaba mi vida y mi imaginación. Jamás luego me abandonaría. Espero que cuando muera siga pensando que mi vida es toda una ficción literaria. Incluida la muerte, sobre todo ella. Y entonces los viajes que he emprendido en mi vida se iluminen con la luz prodigiosa con que los viví. Luego, da igual.
Estupenda entrada en la que se mezcla, en adecuadas dosis, memoria y literatura, paisaje y vida, lectura y sueño. Comparto contigo el gusto por aquellos paisajes que en su día también recorrí. Del mismo modo la admiración por aquel libro de Goytisolo, un libro magnífico. Me gusta el final de tu texto, con esa relación que estableces entre vida y literatura. Comparto lo esencial, pero la vida es vida, a veces la llena y la acompaña o la trastorna, como en el caso del hidalgo de la Mancha, la literatura, pero la literatura nace de la vida y no al revés.
ResponderEliminarUn abrazo y enhorabuena por esta magnífica entrada. Javier
No dejas de sorprenderme, JOSELU. ;-)
ResponderEliminarDesde luego, me consta tu más que demostrado y apabullante dominio a lo largo y ancho de tus innumerables viajes por la literatura.
Pero esta nueva faceta tuya de viajero en solitario, a la busca y captura de escenarios descubiertos en tus libros, la verdad es que no me lo esperaba. Muchísimo menos, el espíritu y talante aventurero y casi bohemio, que relatas en este viaje.
Sin tener nada que ver, no sé por qué me has recordado los libros que Robert Graves, escribió cuando descubrió Deiá en Mallorca. Aunque supongo que lo que ambos tenéis en común, es la manera en la que describís la atmósfera de los pueblos pequeñitos y pintorescos, a los ojos de un viajero que los descubre cuando aun guardan el auténtico sabor a lo originario, a lo verdadero. El ritmo lento en el que se movían estos pueblos, en medio de su pobreza y belleza natural, antes de que el boom del inmobiliario del turismo, los asesinara sin piedad alguna.
Y en medio de este paisaje, relativamente sereno y como observado desde fuera, detallando los pueblos y lugares que vas recorriendo ¡¡zaaaaas!! una escena casi medio folletinesca y medio dramática, de la chica de los ojos preciosos, en las zarpas de un energúmeno y su pánfilo amigo. Sólo te faltó, para darle un toque épico a tu historia, liarte a mamporros con el ostrogodo ese, en medio de tu experiencia alucinógena , para finalmente, subir a la bella nórdica, a la grupa de tu corcel blanco y salir cabalgando con ella, tras ensartar en un perchero, al bellaco que la tenía alucinada con sus anfetaminas. Si lo hubieras hecho, ahora no te perseguirían sus ojos. ;-)
Me ha encantado Joselu.
La siguiente, seguro que nos desvelas que fuiste agente secreto del MOSSAB, la CIA o el KGB, siguiendo el truculento trama de una novela al estilo de Raymond Chandler.
Como si lo viera. ;-)
Muchos besos y feliz noche, Joselu.
Debes amar mucho la literatura para esperar algo así. Y me da la impresión de que tanto debe ser, que fíjate, no pienso ni que tengas que esperarlo. Porque por suerte, hay cosas que sólo cambian si uno quiere que cambien.
ResponderEliminarBesos, Joselu. Buen día mañana.
Evocadora y fascinante entrada como siempre, Joselu.
ResponderEliminarPor cierto, he reactivado mi blog, si quieres pasar a saludarme.
Un abrazo, y me alegro de que sigas con tanto brío,
Las Alpujarras granadinas mantienen el tipo frente a tanta especulación en el litoral. Es de esperar que aguanten su belleza para viajeros intrépidos como tú. Continúa habiendo hippies pero el nivel de vida ha mejorado bastante.
ResponderEliminarJavier, pienso que en el fondo se oculta esa idea calderoniana de que la vida es sombra, ficción, sueño, ilusión... literatura en suma. Filosofía que deriva en gran parte de la leyenda de Buda. Sí, pienso que nuestra vida, una vez acabada o incluso desarrollándose, no es en suma sino un buen o mal relato, y en él da igual la parte que sea realmente histórica o ficticia. ¿Qué más da? En este sentido sigo a tu admirado Max Aub. Recibo tu elogio con contenida emoción. Pienso a veces que mi verdadera vocación debería ser la escritura, pero antes he de depurar mi estilo. Fíjate que no digo literatura porque me parece demasiado grande. En todo caso intentaré ser un mediano escribidor. Hasta eso me atrevo, creo. Un abrazo, y gracias por pasarte por aquí.
ResponderEliminarMaría, yo creo que escribo fundamentalmente para sorprenderte y no es broma. Si lo logro, pienso que he logrado algo hermoso. Tú eres una lectora penetrante y si te logro engañar y hacer que sigas leyendo sin aburrirte, quiere decir que voy por buen camino. Te seguiré contando historias, historias que forman parte de mi biografía personal a las que añadiremos unas gotitas de literatura en cantidades indescifrables. Aquella noche fue angustiosa, más cuando Astrid se marchó. Sus ojos iluminaban aquella estancia alumbrada con velas. Sin darme cuenta, me había introducido en un drama extraño, como todo lo humano. Cuando pude recuperarme, tomé nota de todo lo que recordaba y aquello me ha servido para evocar veintinueve años después aquel insignificante suceso que tuvo lugar en un lugar de la Alpujarra granadina. Es un paisaje extraordinario, te animo a conocerla. Sí, me hubiera gustado tener un corcel blanco y huir aquella noche con Astrid, perdido es sus ojos oceánicos tomando prestada la imagen de Neruda. Sus ojos tenían una profundidad que no he olvidado. Que la vida haya sido leve con ella. Muchas gracias por estar aquí. Espero seguir (si puedo) sorprendiéndote. ¿Qué es si no la literatura sino sorpresa, maravilla, ensalmo...? Un beso.
ResponderEliminarV., espero que sea cierto lo que dices. No sé si quieres decir lo mismo que yo he entendido, pero sea lo que sea, ojalá que termine descubriendo el sentido de mi camino. Besos.
ResponderEliminarChabela, no sabes la ilusión que me hace tu visita. Siento tristeza cuando hay blogueros entrañables que desaparecen de esta dimensión por motivos X. Bienvenida. Y, claro que me pasaré por tu casa a bailar un poco. Un abrazo.
ResponderEliminarFrancisco, para este verano tengo en mente dos proyectos que no sé si podrán tener lugar. Uno es conocer por fin El Hierro, penúltima isla canaria que me queda por conocer. Otro es volver a la Alpujarra granadina, recorrer los campos de Nijar y tal vez, ojalá, llegarme a Motril. Espero poder realizar alguno de los dos, o los dos. Vete a saber. Y espero encontrar esas Alpujarras tan hermosas como las dejé hace ya diecisiete años. Volvía allí en tres ocasiones más. Un abrazo.
ResponderEliminarLos literatos, pero también quienes, aficionados, escribimos de vez en cuando, no podemos dejar de retratarnos en las palabras. Todo cuanto decimos es, en mayor o menor medida, nuestra propia biografía, da igual que sea una novela de amor o de misterio o de ciencia ficción o incluso de terror. No reconocemos los nombres ni los lugares, pero sí las actitudes y los deseos, y entonces nos abrimos y entregamos, siquiera sea metafóricamente.
ResponderEliminarPor eso nada nos es ajeno, porque todo forma parte de nosotros, incluso aquello que nos hace daño. Tus vivencias de juventud, Joselu, forman parte de esa biografía anónima que pertenece a los demás, y desarrolla un mundo a mitad de camino entre la realidad y la fantasía en el que vivimos con emoción y placer, y eso nos acompaña hasta el final, y después de entonces, como dices, da igual.
Un abrazo.
Pues sí, la verdad es que ya sea por vagancia o por falta de tiempo ahora no renuevo tanto, veremos a ver si me animo a hacerlo más a menudo.
ResponderEliminarA decir verdad, la muerte de Delibes me sobrecogió, sobretodo porque justo acabábamos de empezar con los apuntes de “5 horas con Mario”, analizando a Carmen, comparando a Mario con Paco… Pero supongo que ahora cogeré el libro con más ganas de las que ya le tenía.
Asimismo, pienso que leernos dicho libro será un pequeño homenaje hacía Delibes.
Un beso.
Querido Joselu, me ha emocionado esta entrada, por tu maravillosa forma de contarlo y porque vivo y trabajo en esos paisajes que tan bien describes, vivo en Almería, soy de un pueblo pegado a Mojajar y trabajo en un pueblo de las Alpujarras almerienses :-)
ResponderEliminarun abrazo
Cristobal, no sabes la ilusión que me hace que te haya emocionado. Toda la zona que he descrito ocupa un lugar en mi corazón. Tuve ocasión de ver Mojácar cuando todavía no era un monstruo sin gusto, y Carboneras cuando era un pueblecito pobrísimo. Es el progreso, claro. Estuve en Bérchules en cuatro ocasiones, una vez pasando dos meses en pleno invierno y recibiendo la primavera. Pateé la Alpujarra en todas direcciones. Estoy enamorado de esa tierra. Este verano quiero volver con mis hijas. La belleza de sus pueblos que espero que no haya cambiado demasiado me deleita. Estuve por última vez en 1993. Ya hace demasiado tiempo. Tengo que volver. Un fuerte abrazo, amigo. Tu blog es una referencia para mí.
ResponderEliminarJavier, brindo contigo por ese territorio maravilloso que es la literatura, donde nos adentramos como lectores y a veces hacemos incursiones como escribidores. Tiendo a pensar que escribir es suscitar emociones que un buen dominio de la lengua hace más potentes. Y nuestra biografía es nuestra fuente más poderosa de inspiración. Por la literatura, siempre. Un abrazo.
ResponderEliminarCuca, me hace una gran ilusión verte por aquí. Leía a escondidas tu blog. Seguro que tienes muchas cosas que decir. Tu novela ambientada en Egipto me encantó. Fue para mí la experiencia más enriquecedora de los últimos años. Un abrazo.
ResponderEliminarVaya, por fin puedo leer los comentarios y añadir el mío, las meigas han hecho de las suyas durante un buen rato. ¿Y qué pasó con el post anterior? Imposible leerlo.
ResponderEliminarPrecioso texto, Joselu. Confirmas que tienes recuerdos maravillosos de tus viajes y que los sabes contar como nadie. Los viajes son más que un desplazamiento físico, son una experiencia que puede convertirse en inolvidable. Tantos años después recuerdas aquellos ojos, aquella noche, con tanto detalle como si lo hubieras filmado y repasaras la película una y otra vez.
Esa zona andaluza es preciosa. La conozco por haber estado un par de veces y recuerdo muchos de los pueblos que mencionas, tan blancos, como casitas de juguete en las laderas de las montañas. Compré mucho aceite purísimo y allí descubrí el aceite de aguacate, estupendo para la piel. Lástima que el ladrillo insaciable se haya cargado sitios idílicos, no tenemos perdón, hemos destrozado buena parte de nuestro patrimonio afeándolo hasta lo indecible.
En "La mano de Fátima" se cuenta la rebelión de las Alpujarras y todo lo que se movía en aquella época. Me gustó mucho, está muy documentada.
Un fuerte abrazo, colega.
Muy literario andas, amigo, en tus últimos escritos. Es un placer recorrer contigo lugares reales y ficticios sin atinar nunca cuál es cuál. No he leído la obra que citas; he visitado los desiertos de Almería, pero no las Alpujarras (a menos que la lectura de El silencio de las sirenas, de Adelaida García Morales sirva de paliativo); pero con tus palabras he ido mucho más allá de lo que ofrecen los mapas y las agencias de viajes. Así que me doy por satisfecho.
ResponderEliminarGracias por este (psico)viaje.
Antonio, leí El silencio de las sirenas precisamente en Bérchules en una estancia de dos meses en la montaña entre el invierno y la primavera, y te puedo asegurar que la sensación de estar aislado del mundo que refleja la obra de Adelaida García Morales (que me gustó mucho, luego se ha apagado), el sentise etéreo, allí, es totalmente cierta.
ResponderEliminarSoy un admirador de la belleza del desierto, durante algunos años -no tan lejanos como los de tu viaje- acostumbraba a visitar ese zona de Almería, y cualquier viernes tras acabar las clases conducía hasta Mojacar, Carboneras, San José, Cabo de Gata. He tomado los mejores boquerones en vinagre que he podido probar en un pequeño bar de tapas de Mójacar, y sólo pensar en esos lugares me llena de contento de vivir. Quizá La Filosofía Perenne de Huxley es el libro que eligiría si tuviese que pasar una temporada allí.
ResponderEliminarAhora mismo imagino a Houellebecq y un Corvette que imagino amarillo.
Gracias por traerme todo eso -y sobre todo los boquerones- a la memoria.
Saludos
Serenus, yo también soy un enamorado de la estética del desierto. Me atrae el sur mucho más que el norte. La posibilidad de pasar de esos pueblecitos blancos de las Alpujarras al desierto en pocos kilómetros me hace que esa zona esté en mi corazón. Amo el paisaje de Almería, al menos la que yo conocí, y no me refiero a Roquetas, claro está. Me tienes que decir dónde se comen esos boquerones, porque quiero convencer a mi familia para ir este verano nuevamente a Cabo de Gata. Una vez pasé dos semanas en Las Negras. Cuando no soplaba viento de levante, lo hacía de poniente. Era tremendo. Espero que no haya cambiado mucho. Me alegro de haberte despertado el contento de vivir con este (psico)viaje, como lo llama Antonio. Pues que se prepare, que el próximo ser todavía más...
ResponderEliminarEstupendo relato Joselu. Memorable noche.
ResponderEliminarYolanda, juego con ventaja, pues cuando viajo solo (lo que suele ser frecuente) llevo un diario de viaje en el que voy recogiendo mis impresiones. He sido un contumaz diarista durante largas épocas de mi vida desde que tenía doce años. No sé lo que haré con ellos, pues escribo libremente sin límite y revelo con gran exactitud todo lo que me pasa por mi cabeza. Desde que empecé la aventura de los blogs, no escribo diarios. Lo veo más apasionante. Es también un diario pero de otra forma. Un abrazo.
ResponderEliminarFrikosal, menuda nochecita. Salí corriendo como explico, pero pocos años después volví magnéticamente a aquel pueblo. En alguna manera forma parte de mi geografía mágica.
ResponderEliminarDespués de leer algunos comentarios y sus respuestas(desierto, psicodelia, viaje, diarios...), no me quito de la mente los acordes y las letras del 'Hotel California' de los Eagles :-)
ResponderEliminarNostalgia de lugares en el pasado.
ResponderEliminarConozco esa zona, una pena no haberla visitado en otra época.
Relatas muy bien tu vida, embriagas, sobre todo con frases como:
"Espero que cuando muera siga pensando que mi vida es toda una ficción literaria. Incluida la muerte, sobre todo ella."
Saludos.
Antonio, soy un ignorante, no conocía a Eagles. Ahora que soy un adicto al Spotify, he podido escuchar Hotel California, no cantada por ellos, que no estaba disponible, pero sí por otros grupos. Y, claro, que la había oído. No conozco todavía la letra, pero lo intentaré. He descubierto a ese grupo por tu comentario y estoy sincronizando algunos de sus discos que me han encantado. No he sido muy musiquero. El oído no es mi fuerte, pero últimamente me paso el día escuchando música y cada vez me gusta más. ¿Se educará mi oído? Gracias.
ResponderEliminarRecuerdos perdidos, no hay desafío más interesante que convertir un recuerdo de algo lejano en una emoción presente. Eso es lo que he pretendido. Como a ti, me hechiza escribir. Estoy atado a la escritura, cada vez más. Un abrazo.
ResponderEliminar¡Qué lectura más buena! con la que nos deleitas esta vez. ¡La literatura tiene esto!, el autor describe lugares de forma apasionante que luego uno quiere visitar, enamorado de ellos. La juventud es una fuente maravillosa de raras experiencias, (yo también he vivido alguna de ellas) Conozco un poco esa zona de Almeria y era preciosa cuando estuve en los años 80, tiene una cierta mágia la naturaleza en esa zona. Serenidad, Silencio. Belleza.
ResponderEliminarTe dejo un abrazo sereno.
Naia
¡¡¡¡MUCHÍSIMAS FELICIDADES, JOSE LU!!!!
ResponderEliminarAunque estés lejos de Níjar, que tu día, sea igual de feliz, que tus recuerdos.
Muchos besos.
Sorry, I had´t seen the video..¡¡xD!! perdón.
jajaja Yo siempre igual. ;-)
Gracias, María, el día será igualmente feliz. Mis hijas me han puesto un cartel con mi foto dedicada al mejor papá del mundo. Los mejores regalos son los inmateriales, como esta pieza de Miles Davis, que he escuchado con deleite. No sólo eso, sino que he ido a Spotify (¿sabes lo que es?)y he buscado el disco a que pertenece y lo he añadido a mi carpeta de preferidos. Gracias, de nuevo. Espero que no te asustes de mi nuevo post que aparecerá mañana, pero es un poco largo y sólo es la primera parte. Besos.
ResponderEliminarJoselu,
ResponderEliminartenías toda la razón, me ha encantado.
Poco puedo decir yo que vivo en estas mismas tierras, y eso me entristece.
No tendré la suerte de conocer la esencia de esos campos ni de sus gentes; hoy estamos un poco menos vivos que ayer.
Y corremos el riesgo de perder muchas más cosas, empezando por el recuerdo. Todos los recuerdos de lo que hemos sido y de lo que pretendíamos ser. Hoy, por las calles de Almería, un árabe se convierte automaticamente en un "moro ladrón hijoputa" y los pueblecitos se convierten en grises pegotes de viviendas y supermercados.
Pero creo que aún nos quedan esperanzas mientras la Alcazaba nos de sombra y en los pueblos, entre tantos macro-hoteles y super-urbanizaciones aún sople el viento desde el mar y se escuche rugir sobre los campos desnudos, balanceando las pitas...
Estimado Joselu:
ResponderEliminarMi nombre es Cristina Velázquez y soy Profesora de Informática, de Ciencias Exactas y capacitadora de docentes en TIC.
Quiero invitarlo a participar de una de mis iniciativas denominada "Tu Blog en mi Blog"
http://www.tublogenmiblog.blogspot.com/
Para que comprenda mejor de qué se trata, puede leer la presentación en
http://tublogenmiblog.blogspot.com/2009/02/presentacion.html
Espero que le interese la propuesta de contarnos, a través de una entrada, acerca de su Blog.
Cordialmente
Prof. Cristina Velázquez