Páginas vistas desde Diciembre de 2005




viernes, 19 de marzo de 2010

Amada imaginación

Mis diarios de 1989 en adelante están demasiado escondidos y no he podido dar con ellos. Están en un armario muy profundo de mi zaquizamí, perdidos entre bolsas, cachivaches, bártulos varios, cajas, cunas, muñecos y trebejos sin fin. He preferido dejarlo estar y procurar utilizar mi memoria afectiva. No habrá gran diferencia.

Corría 1989, el año en que cayó el muro de Berlín, pero unos meses antes, en pleno invierno, murió el mayor farsante y artista surrealista que ha dado este país, ya de por sí surrealista. Sí, el 23 de enero de 1989 moría Salvador Dalí, el ínclito, carismático e insoportable narcisista impotente que nos dejó una obra pictórica magnífica y una Vida Secreta en la que recreaba su extraordinario complejo de inferioridad travistiéndolo de megalomanía desmesurada. Mis alumnos de tercero de BUP del Institut Mediterrània de El Masnou (Barcelona) estaban avisados. Su estado de salud era precario y la noticia esperada –su muerte anunciada- podía llegar en cualquier momento.

Al día siguiente del óbito, compré toda la prensa disponible para recoger el impacto que causó su muerte. Todas las portadas remitían a extensos artículos que reseñaban la importancia de su obra y su vida enigmática. Aquel martes de enero de 1989, suspendimos las clases ordinarias y me dediqué a leerles fragmentos del Primer manifiesto surrealista publicado por André Breton en 1924. Oír las palabras contenidas en este manifiesto que supone una reivindicación de la infancia y su potencia creadora, de nuestra capacidad de ser todos artistas si dejamos fluir nuestro subconsciente que es capaz de aproximar (en los sueños, en la poesía, en juegos de asociación regidos por el azar) realidades lejanas, de erigir la palabra libertad en eje de nuestra vida, oír esto y ser joven y no sentir una llamada clamorosa a la rebelión es impensable. Así se sintieron aquellos treinta alumnos de 16 y 17 años cuando escucharon mi propuesta. Pero era totalmente secreta.

Durante un mes nos dedicaríamos a estudiar el papel de las vanguardias artísticas, centrándonos fundamentalmente en el surrealismo. Abandonábamos el desarrollo normal de la asignatura de literatura y las cuatro horas semanales trabajaríamos en equipos buscando las claves de este movimiento artísticamente revolucionario que pretendía nada menos que cambiar la vida y la liberación de los impulsos reprimidos para acceder a la verdadera vida (vraie vie) que se halla amordazada en lo más hondo de las conciencias. Luego, un día de febrero, el día D, llevaríamos a la práctica en el instituto un experimento a gran escala, una acción poética colectiva, un happening surrealista.

Viviríamos en primera persona, en carne propia, la experiencia surrealista sin límites, dejándose desbordar nuestra imaginación fuera de corsés morales, estéticos o sociales.
Nuestra espontaneidad a la hora de conectar mundos e imágenes era esencial. Nadie fuera del curso había de saber nada. Ni el director, ni los profesores, ni sus padres, ni sus compañeros. Absolutamente nadie. Era nuestro máximo secreto.

Aquellos muchachos llenos de entusiasmo trabajaron duro. Leyeron manifiestos vanguardistas en especial dadaístas y surrealistas, se impregnaron de la teoría del inconsciente (Freud), trajeron cuadros (no había internet, recordadlo), estudiaron la obra de distintos autores, se empaparon del movimiento en sus bases teóricas, leyeron y crearon poemas basados en la escritura automática y el collage, experimentaron el azar de los encuentros imprevistos, reseñaron sus sueños anotándolos cuidadosamente, descubrieron el movimiento OULIPO y vieron conmigo, comentándola y diseccionándola, cuatro veces la película fundadora del surrealismo cinematográfico El perro Andaluz de Luis Buñuel y Salvador Dalí, además de La edad de oro.

El resultado de un happening surrealista (íbamos a mezclar estos dos conceptos) es imprevisible. No puede estar demasiado elaborado. Teníamos un espíritu, una idea global de lo que representaba el surrealismo, podíamos trazar un pequeño guión, pero era fundamental nuestra propia improvisación del momento. Era necesario, imprescindible, la inspiración, dictada por nuestro inconsciente y el azar.

Día D. Lo fijamos. Sería un 23 de febrero, jueves. La noche anterior deberían llevar a las puertas del instituto todos los objetos raros que les dictara su imaginación, los que tuvieran en casa, en los talleres, en los desvanes, los que encontraran por la calle… El conserje, que debía abrir las puertas, estaría en el ajo y a las siete y media de la mañana les dejaría entrar. No deberían temer las consecuencias ante el director, pues yo las asumía completamente.

23 de febrero. Crónica poética. Treinta adolescentes imbuidos de surrealismo dejando aflorar el eros y el ananké (sexo y necesidad) sin contención pueden ser peligrosos, pero yo intuía -no sé si muy acertadamente- que el experimento no se desbordaría.

La noche anterior empezaron a llevar durante horas en grupos a la puerta del instituto: arcones, muñecos, máquinas de coser y de escribir antiguas, tocadiscos, teléfonos viejos, televisiones desechadas, un contenedor, posters, maniquíes, un banco de la vía pública, una cama, un biombo, posters, bolas del mundo, cuadros, herramientas varias, globos, máscaras africanas, cuerdas, cadenas, cuchillos, floreros, jarrones, peceras, alfombras, cajas, sillones, una moto, un orinal, un lavabo, una mesa…

A las siete treinta AM, el conserje abrió la puerta y los alumnos en comandos se distribuyeron por el instituto. Yo llegaba a las ocho y las clases empezaban a las ocho y media. Toda la planificación escenográfica fue suya. Trabajaron según su propio criterio durante una hora. Bajaron las persianas de todas las ventanas y llenaron el instituto de docenas y docenas de velas encendidas. En cada rellano de la escalera había botellas que servían de palmatorias. Todo debería estar en penumbra e iluminado por las velas. Pusieron en la entrada el banco y asaltaron el seminario de ciencias para traer el esqueleto que allí se guardaba. Lo colocaron sentado fumando un cigarro en el banco frente a la entrada.

Una muñeca, a la que llamaron Chessie, y a la que le faltaba un ojo, colgaba por el hueco de la escalera por un hilo de pescar. Le pusieron vello en el pubis.
La cama estaba en un rellano de la escalera junto con el biombo, hincharon centenares de globos de colores que colgaron por todas partes, había por doquier muñecos de todo tipo y poemas surrealistas en las puertas de cada clase creados por ellos y de Paul Eluard, Max Ernst, Aragon, Soupault, Crevel, Picasso, Dalí, Lorca, Vicente Aleixandre, Alberti…El instituto ofrecía una atmósfera realmente inquietante con docenas y docenas de objetos y con la tumba que habían ideado a la entrada y las velas encendidas. Era espectral y maravillosamente fantasmagórico.

A las ocho treinta todos se escabulleron y fueron a clase. Yo estaba escondido. Por mi reputación, nadie dudaría que yo estaba detrás de aquello y no quería aparecer en público. Di mis clases y no acudí cuando recibí una llamada urgente del director para que fuera a su despacho a explicar aquello. Estaba reunido con la junta para tomar medidas. No podíamos pedir permiso.

El surrealismo es una irrupción de la imaginación en la gris rutina cotidiana
Era una rebelión contra el sistema y la llevaríamos hasta el final. La bomba estaba montada, yo no podía detenerme a dar explicaciones.

En la hora anterior al patio, a las diez, tenían clase conmigo los alumnos de aquel tercero. Todos habían llevado en sus mochilas maquillaje, pinturas y ropa para disfrazarse. Yo también. Cada uno debía crear un personaje y sentirse cómodo dentro de él. Yo me disfracé de Quasimodo con la cara deformada, una enorme joroba y una túnica negra que guardaba de mi época teatral. En el grupo había auténtica fiebre creativa. Todos entendían racional e instintivamente lo que íbamos a hacer. Antirreglas: no romper nada; si se manchaba algo, había que limpiarlo; no alterar en absoluto las clases… Llevaríamos adelante primero acciones individuales. Cada muchacho se colocaría disfrazado delante de las puertas de las distintas aulas y llevaría a cabo una acción dramática que le sugiriera su personaje. Habíamos hablado de los ejes de una actuación y sabían que el personaje debía crear una ilusión (para ello tenían que creérselo) y debían saber hacer esperar al público que estaría sorprendido. Al cabo unos minutos de acciones individuales, sería el momento de acciones en grupo. Iban vestidos algunos de monja, de cura, de obispo, de policía, de militares, de nazis, de prostitutas, de detective con gabardina y sombrero, de años veinte, de niña, de enfermos psiquiátricos, de Freddy Kruger… Yo llevaría a cabo mi propia actuación.

Todo se desarrolló según el guión previsto. A las once sonó el timbre de salida al patio. La sorpresa fue mayúscula entre el alumnado que no sabía qué pasaba desde que habían llegado a primera hora y habían visto el decorado montado. El director del centro estaba desesperado -se había tomado varios ansiolíticos- y me volvió a llamar, pero yo iba metido dentro de mi personaje y no podía dejarlo. Seguiríamos adelante en una locomotora desbocada sin saber adónde íbamos. Tendríamos que improvisar sobre nuestra leve línea argumental. Muchos profesores estaban indignados por la obscenidad del montaje y pedían un claustro extraordinario. Algún representante del OPUS DEI amenazó con llevar a inspección el asunto del crucifijo invertido en el lavabo de chicas de la planta primera, el profesor de arte protestaba por un montaje que era totalmente antieducativo y contrario al buen gusto. Todas las balas apuntaban a Joselu, al que se consideraba con certeza promotor de aquella barbaridad antipedagógica. Y tenían razón, era brutalmente antipedagógica.

Pero me estoy extendiendo demasiado y estoy abusando de vuestra paciencia. El próximo día de aquí a tres continúo con el relato que queda interrumpido en este punto.

(Continuará)

34 comentarios :

  1. Sólo puedo imaginarme una caótica jungla... Espero impaciente el final del relato. Qué valentía al proponer esto.

    (En mi caso, hubiera también tomado esos ansiolíticos).

    ResponderEliminar
  2. Qué bueno, Joselu; estaremos a la espera del desenlace...

    ResponderEliminar
  3. Madre mía,
    quién tuviera un Joselu en su vida... o en su clase...

    ResponderEliminar
  4. Qué valiente!

    Me parece una propuesta fabulosa. Yo nunca tendría valor de hacer algo así.

    Un saludo.

    ResponderEliminar
  5. Zaquizamí y trebejos. Traduce chico, que me pierdo...

    ResponderEliminar
  6. Joselu, eras un profesor progre en plena transición... todo se vivía con auténtica pasión. En mi insti, " Bernardino de Escalante", había profes de tu cuerda que siempre recordamos. Yo, a MErcedes, la de francés, joven y guapa que nos ponía a Brel y a Mooustaki,y tenía algo especial...
    Yo todavía no había despertado al mundo y era tímida e insegura. !!´Qué cosas!!! Un saludo

    ResponderEliminar
  7. ¡Qué gran placer eres, Joselu! ¡Qué regocijo del alma!

    ResponderEliminar
  8. Bueno, creo que es estúpido, pero pienso que yo me hubiese vestido de Abeja Maya de haber podido :S :S

    Estoy casi segura de que el ratio de alumnos tuyos a los que debe de haberles dado por la literatura, supera al de los profes que tuve yo.
    De haber tenido uno como tú... quien sabe... :-)

    Tres post más, dices ¬¬

    ResponderEliminar
  9. Muy interesante, pero tendrás que reconocer que tú de narcisismo tampoco estás carente...

    ResponderEliminar
  10. Perdón, en el comentario anterior he ovidado poner mi nombre. Ahí va:

    Jordi Prats Roura
    (Girona)

    ResponderEliminar
  11. Que experiencia más emocionante! Me hubiera gustado vivirla pero no se si en tu piel pues yo soy un poco cobardica aunque sí que me gusta transgredir.
    Por ahí te llaman "narcisista" y creo que no es la palabra adecuada. Yo te llamaría "adelantado a tu generación", transgresor a lo mejor pero sobre todo un profesor con ideas para que los alumnos se involucren.
    Un abrazo muy fuerte. Lola

    ResponderEliminar
  12. Jordi Prats Roura, seguramente tienes razón. No te lo puedo negar. ¿Y? Toda acción poética implica una fuerte dosis de narcisismo -es inevitable- aunque luego la vida inexorablemente nos va poniendo a cada uno en nuestro lugar. Recibe un cordial saludo.

    ResponderEliminar
  13. Ahora vuelvo aquí para felicitarte, Joselu. Tu respuesta me ha gustado y dice mucho en tu favor. No me extraña que tengas tantos seguidores.

    Un cordial saludo

    Jordi Prats Roura

    ResponderEliminar
  14. Bueno, no he podido evitar leer tus comentarios JORDI jajaja.

    No sé a JOSELU, pero a mi, también me ha encantado tu respuesta.

    Aunque me permito recordarle, con todo el cariño, que para ser valiente, hay que ser un poquito narcisista y estar muy seguro de uno mismo . No es fácil ponerte el mundo por montera, pero nada fácil... Espero que disculpes mi intromisión, a lo mejor también soy un pelín narcisista. ;-)

    Pienso que un cobarde, desde luego, no tiene nada de narcisista, pero seguramente, jamás sea capaz de hacer nada, que merezca la pena recordar...

    La vida es demasiado aburrida, sin un punto de locura narcisista inconsciente ...Eso sí, bien intencionada, claro y sin pasarse.

    A ver, la verdad, es que como me tenías tan avisada, JOSELU, me esperaba algo muchísimo más rompedor y transgresor... ¡¡Esto que has contado, en absoluto me ha asustado, xD!! ;-)

    Al contrario, me ha parecido más que nada, divertido, por el impacto que causaría a los desprevenidos que llegaron ese día al instituto...

    Y si alguien no valoró vuestra iniciativa, de verdad, que es tonto de solemnidad...¡¡Las sorpresas agradables que te da la vida, son impagables!!
    Y el esfuerzo realizado por todos vosotros, cuando menos, encomiable.

    Desde luego, aquella mañana debiste dejar a todos tus compañeros y resto del alumnado, con los ojos como platos...¡¡me hubiera encantado ver, sobre todo sus caras!!;-) Y tus pintas jajaja.

    Personajes como Dalí, tienen mucho de puesta en escena y supongo que desde fuera es muy difícil saber, hasta donde es verdad y hay donde, sobre actuación.

    Pero su genio, a pesar de la parafernalia con la que lo adornó o lo difuminó, según el día y la época de su vida, creo que fue innegable.

    No sé por qué la excentricidad, casi siempre va a asociada a la genialidad. Sólo a los genios, se les perdona. Por eso, yo creo que el mundo y la historia, se lo perdonará a Dalí.

    Que sepas, que hace falta, pero muchísimo, muchísimo más, para asustarme jajaja... Seguramente, si yo llego ese día a vuestro instituto, me hubiera partido de la risa.;-)

    Reconozco que sois unos valientes...
    Y como a Dalí, eso debería haber hecho que todos los sorprendidos espectadores, os perdonaran el susto, por la genialidad.

    Segurísimo que a Dalí, le encantó.
    No se me ocurre un homenaje mejor.


    Muchos besos y feliz finde, valiente. ;-)

    ResponderEliminar
  15. ¡Pero no nos dejes así! Estaba expectante de ver lo que sucedía, la atmósfera que hubo y que tú has vuelto a recrear es, como mínimo, fantástica (en todos los sentidos de la palabra), y por aquí nos pueden las ganas de ver cómo siguió.
    Impresionante, Joselu, impresionante. Sin duda yo habría sido gustosamente una de esos treinta alumnos.

    ResponderEliminar
  16. ¡Hombre, la verdad es que para actos surrealistas los del conseller Llagaram! ¿O no? Tiene un diseño educativo que subvierte todo lo razonable... ¡Al final tendremos que incluirlo en el capítulo de las Vangardiias...!

    ResponderEliminar
  17. Bueno, espero a ver cómo terminó esto. Más que nada por ver si el director se serenó al final o si le dio un infarto...

    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  18. ¡
    Vaya, Joselu el rompedor, qué valor tuviste! Experiencias así no se olvidan, para que luego digan que la enseñanza no es rompedora... Estoy deseando saber cómo acabó la historia. Eres único, ese docente maravilloso que hay en ti no puede haber desaparecido. ¡Siempre adelante!
    Un fuerte abrazo, colega.

    ResponderEliminar
  19. ¡Qué maravilla! ¡Cuánto me hubiese gustado estar ahí, y poder experimentar toda esa revolución! ¡Qué grande que eres Joselu!
    Eso es pedagógico, ¡menuda experiecia la de esos chicos y chicos de 16-17 años! No lo olvidarán jamás y tú menos.

    Espero ansiosa la continuación.
    Muy creativa la escritura, llena de colores y formas, muy surrealista.

    Te dejo un abrazo muy sereno,
    Naia

    ResponderEliminar
  20. Me acabo de poner un garfio de pirata y una pata de palo... ¡Ron! ¡La botella de ron!...

    Seguimos, ¿no?

    ResponderEliminar
  21. Entre ésta y la del semáforo ya tienes asegurada una parcela en el Parnaso de los malditos. Ojalá hubiese podido vivirlo en persona, aunque fuese a través de una mirilla con el riesgo de ver atravesada mi pupila por una cuchilla...

    ResponderEliminar
  22. Hola, Joselu.

    Enhorabuena por tu blog y tu trabajo. Resulta enriquecedor conocer las diferentes perspectivas de las temáticas tratadas en este lugar de encuentro.

    He leído tu artículo, al igual que otros anteriores. Hasta el momento no me había atrevido a participar en este apartado.

    En relación a tu relato-experiencia...
    creo que es importante hacer uso de la creatividad y fomentarla entre el alumnado. Sin embargo, me gustaría aportar una pequeña crítica, espero que constructiva. No sé si por la forma de narrarlo o la propia esencia de la experiencia, ha dado la sensación de que se trataba de una fiesta improvisada tipo carnaval más que un manifiesto surrealista. El inconsciente no siempre es macabro o sensacionalista, a veces es simplemente absurdo.

    Espero que puedas disculpar la presencia de mi punto de vista.


    Un cordial saludo

    ResponderEliminar
  23. Rosa, los chavales se tomaron muy en serio el trabajo previo de documentación, creo que lo aclaro. Fue un mes previo muy intenso. De todas maneras, la planificación del acto, debía ser dirigida por el inconsciente-consciente. Ese era el juego. En todo caso, en el post siguiente continuaré el relato y procuraré hacer hincapié en tu comentario que me ha encantado porque aquí la crítica es siempre bien venida. Ha habido alumnos que han participado en montajes surrealistas o vanguardistas en general -pero sobre todo el surrealismo- que han continuado reviviendo en grupos de teatro y música aquellas experiencias apasionantes que utilicé durante varios años en COU como parte del desarrollo de la asignatura. Aquel montaje tuvo mucho sentido a pesar de su base inconciente. Un cordial saludo.

    ResponderEliminar
  24. Si todo iba encaminado a homenajear a Dalí, ese anarquista de derechas,me parece que hasta el Director al final lo entendería.
    Esperemos...

    ResponderEliminar
  25. Rubén, Dalí fue la excusa para desarrollar un montaje de cariz surrealista. La verdad es que nos olvidamos de Dalí inmersos en la vorágine que supuso aquello. Y la reacción de muchos profesores contrarios a aquello no fue ninguna broma, igual que el desconcierto absoluto del director.

    ResponderEliminar
  26. Querido Joselu antes de nada pedirte disculpas por el avandono en que te tengo. La puñetera crisis de los cincuenta me tiene frito. Tendré que volver a las Artes Marciales a buscar el equilibrio o encontrarlo en la Ayahuasca... Lo que cuentas, no sé porque me recuerda a una huelga que organizamos en mi instituto en 1979, diez años antes...tal vez lo surrealista...yo recuerdo que estaba en COU e hicimos la huelga entre otras cosas porque el gimnasio que montaron era para EGB, rompimos algunas espalderas...logramaos a base de Asambleas e información extender la huelga a todo el Centro pero lo hicimos al revés...íbamos al instituto...pero no a clase...pintamos el Centro, limpiamos y barrimos los pátios...las Asambleas eran diarias...No sé por qué tu relato me lo ha recordado sólo que si esa entrega, si esas ganas volviesen...otro gallo nos cantaría.

    ResponderEliminar
  27. He escrito un comentario esta mañana pero veo que no sé qué he hecho que no se ha guardado. Joselu, qué pequeño es el mundo...Yo iba a ese instituto de Masnou, aunque empecé después de tu famosa gesta surrealista ;)) No llegué a conocerte, creo, pero oí hablar mucho de ti, unos admirándote, otros escandalizándose...Como pasa con los auténticos provocadores. Además, mi madre era compañera tuya por aquel entonces (y no de las que te entendían precisamente ;), ahora está ya jubilada, por lo que esa historia me ha llegado en muchas versiones. Ha sido una sorpresa muy grata oír por fin esa historia de viva voz del protagonista; y ahora sé que con quien hablo no es sólo Joselu sino el qeu por aquel entonces se le conocía como "Jota Erre". ¿Cierto? Abrazos. Me hubiera gustado estar ahí para veerlo. ¡Qué osadía la tuya! :) Conociéndote, sé ahora que no fue un acto gratuito ni irreflexivo.

    chabela
    ("meencantobailarcontigo")

    ResponderEliminar
  28. Chabela, ¡qué sorpresa! ¡Maravillosa sorpresa! Siempre hay en un post un momento de auténtica conmoción y éste es uno de ellos. Hubiera querido que algún alumno que participó en aquello, pudiera recordarlo en primera persona. Pero no tengo mi libreta de notas localizable para intentar enlazarlos en el facebook. Tu referencia me ha emocionado. Sé que no gustó a muchos compañeros míos, y en parte tenían razón. Yo era muy egocéntrico y me gustaba contar con los alummnos más que con los profesores a los que veía rendidos. Los alumnos en aquel tiempo estaban sedientos de rebeldía intelectual y yo procuraba satisfacer esa íntima necesidad. Lo que cuento es tal como lo vi (hoy continúo la historia y en cierta manera es una autocrítica también) y lo viví. Fue prodigioso. El grado de implicación y de responsabilidad de los alumnos de aquel tercero fue fantástico. Vivieron el surrealismo de una forma vital y entusiasta. Sé que es cierto porque lo veía en sus ojos y esos no mentían. Me encantó encontrar a alguien que ha conocido aquello de alguna forma. Te hubiera encantado ser protagonista también. Un fuerte abrazo.

    ResponderEliminar
  29. Chabela, otra cosa, yo no era Jotaerre. Éste era otro compañero del seminario de lengua y literatura española al que no pareció gustarle tampoco demasiado aquello. Ignoro, si quieres que te diga la verdad, cómo era conocido en aquel instituto.

    ResponderEliminar
  30. ¿Has visto qué casualidad? Que sepas que no era mi curso pero casi; creo que algún amigo mío sí que estuvo allí o conoce alguien que estuvo; de hecho algunos de ellos siguen mi blog también y cuando sepan quién es Joselu les hará mucha gracia. Ya investigaré y si eso les animo a que comenten tu entrada, ¿ok?
    Por el arte que mantiene a la gente viva...

    Por cierto, yo como no os conocía mezcaba referencias : J.R., M.G...Pero igual a ti simpleente te llamaban José Luis; también me suena eso. Pero lo del happenning ese no creo que lo hiciera nadie más. ;) Investigo y te digo, para que recuperes algún hilo de la memoria desde otro punto de vista...

    ResponderEliminar
  31. jajajaj, míranos Joselu, nos tienes comiendo de la mano, este blog va camino de ser un best-seller, a ver cuando nos cuentas el desenlace ^^

    ResponderEliminar
  32. Fabuloso Joselu!!! tenìa tiempo sin visitarte pero eres impredecible...espero el desenlace!!! pero te felicito de antemano..con estas didàcticas es con las que màs se aprende...BSS

    ResponderEliminar
  33. Sigo leyendo y comentamos... hummm DI-VI-NO, que diría el mis-mí-si-mo Salvador Dalí...

    ResponderEliminar

Comentar en un blog es un arte en que se recrea un punto de vista razonado, emocionalmente potente.

Selección de entradas en el blog