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martes, 29 de mayo de 2007

De guardia


Un IES (Instituto de Enseñanza Secundaria) es un organismo vivo que tiene sus ritmos y alucinaciones. Estamos a final de curso y se nota. Hay un aire de inminencia del fin de las clases y los alumnos tienen ya casi echada la persiana de clausura y cierre. Cuesta dar el tono apropiado a las clases. Hay excitación contenida y ganas de acabar. El calor y la euforia de la primavera hacen que los adolescentes estén acelerados.

Contrastando con esto, hacía yo hoy una guardia. Me tocaba de compañero un profesor veterano. No ha habido que hacer ninguna sustitución de profesores ausentes. Pablo, el profesor que me acompañaba, ha tenido diversas crisis de ansiedad que comienzan con vértigos, náuseas y dolores de cabeza. Ha pasado temporadas de baja por depresión profunda, pero siempre ha querido volver a sus alumnos. Sigue medicándose permanentemente. Sus alumnos saben que está enfermo y lo respetan. Tiene un halo de autoridad moral que se trasluce a pesar de su leve tartamudeo y su tono bajo de voz . Su mirada es concentrada y le cuesta sonreír. Hoy me contaba la ilusión que le hace la jubilación dentro de dos o tres años cuando cumpla sesenta. Se irá al pueblo. Allí se dedicará a montar aparatos electrónicos e informáticos y a pescar. También dará paseos y disfrutará de una merecida tranquilidad.

Por la tarde, tras una clase inicial que ha costado mucho llevar adelante, tenía otra guardia. También ha sido tranquila y me ha dado ocasión de charlar con el conserje sustituto que tenemos estas últimas semanas. Es la primera vez que lo hacía. Me ha contado que él era antes fotógrafo profesional. Por las noches dormía poco, pero no tenía problemas de salud. Hacía veinte años que no pisaba el médico, hasta que un día, sin previo aviso, le dio un infarto cerebral que le hizo perder la movilidad de medio cuerpo. Tuvo que dejar la fotografía y dedicar tres años de sesiones diarias a una tarea intensa de rehabilitación. Ha conseguido recuperar buena parte de la movilidad, pero su psicomotricidad fina no acaba de funcionar. La fotografía, lo que daba sentido a su vida, ya no es su leitmotiv. No puede accionar el disparador con precisión. Tiene un sentido del humor muy acusado y veo que le apetece bromear.

La segunda parte de la guardia, he estado hablando con la profesora de música, una mujer de treinta y tantos años con la que da gusto conversar. Le interesa la literatura y solemos hablar de libros. Durante un año le dejé numerosos ejemplares de literatura africana y posteriormente rusa. Luego hablábamos sobre ellos. Cree que hay fuerzas en el cosmos que podemos aprovechar y que nos pueden enriquecer. Le gusta el mundo de la sabiduría y el autoconocimiento, pero no le interesan los nuevos gurus de moda como Jorge Bucay, Susanna Tamaro o Paulo Coelho. Ella prefiere el mundo reflexivo de Krisnamurti, aquel hombre sabio que no pretendía ser maestro de nadie ni aparecer en la lista de los más vendidos. Sólo quería que los hombres se contemplaran interiormente con objetividad sin llevarles a conclusiones apresuradas. La profesora de música inspira serenidad y alegría. Yo le cuento mis aventuras en la montaña y mi estado de ánimo como docente –unas veces más alto y otras veces más decaído-. No nos damos consejos, sólo nos escuchamos y compartimos simpatía mutua.

Estas conversaciones, estas o parecidas, con profesores, personal no docente, o a veces alumnos, ayudan a sobrellevar la tarea al estilo africano, lo que es decir, tener siempre un rato para una amable charla que sirva de intercambio y enriquecimiento. Es final de curso y yo, además de corregir y dar mis últimas clases, tengo una pasión intensa por las conversaciones que salen del alma, aquellas que nos revelan. Y es curioso, últimamente, me seduce mucho más escuchar que hablar yo mismo. El ser humano es una criatura sorprendente. No deja de asombrarme.

11 comentarios :

  1. ¡Cómo te envidio este tiempo para la conversación! En mi centro estamos de traslado. El claustro de profesores nse ha convertido de la noche a la mañana en un brigada de limpieza, embalaje y mudanza. No hay tiempo para la charla reposada.

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  2. Tengo el estigma de la locuacidad, lo que me hace derrochar tiempo de conversación a raudales (en lugar de dedicarlo a corregir exámenes y otros menesteres más productivos que dejo para casa). Gracias a ello, paso muy buenos ratos en la sala de profesores, generalmente de bromas. Incluso en estos días en los que la (mala)política lo inunda todo, siempre hay un resquicio para el buen humor. Sin esa vidilla social, el trabajo sería aún más pesado.
    Por eso, me alegra ver que tú también valoras el trato social como es debido.

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  3. Insisto, no hay que ir muy lejos para encontrar un rincón donde perderse.
    Una guardia sirve. Aunque no tenga la estética de acantilados.
    Una conversación puede ser una buena shangrila.

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  4. Me gustan esos momentos de intimidad entre las personas, esos momentos en que fluimos y nos revelamos. Quizás, en una bella metáfora, es una buena sangrila, una sencilla conversación en que dos seres humanos intiman, como estas conversaciones en los blogs que al que suscribe le llenan de satisfacción y alegría.

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  5. El estilo de vida que se ha impuesto no parece el más apropiado para departir una charla amistosa y amena, confrontar puntos de vista diferentes o recuperar recuerdos. Es una suerte que puedas encontrar gente que te escuche y, sobre todo, que te cuente trozos del relato de sus vidas. Es un gesto tan humano ese de compartir las palabras.

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  6. De guardia en la guarida y atento a los guarismos, diría yo, jugando de vocablo. ¡Qué suerte tienes tú, de la conversación inteligente, o sincera, o expansiva! A mí las banalidades me asustan, y prefiero sumergirme en algún libro con el que conversar, y aveces ¡hasta lo hago acaloradamente!, para evitarme lo sórdido, lo vulgar, y los solecismos...
    Yo decía de mí que era un socialista poco sociable. Ahora ya no soy ni sociable... Una lástima, en verdad...

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  7. Gracias por pasar por mi blog de fotos, pásate siempre que quieras, tu comentario será bienvenido. Yo pasaré también por aquí. Siempre admiré al gremio de los profesores. Pero no os envidio, la verdad, porque creo que bregar con los chavales hoy es muy difícil.

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  8. ¡Qué gusto de guardia! Ya me gustaría a mi que, especialmente la que tengo los viernes a última hora fuera igual de grata y no tuviera que ser una especie de Michelle Pfeiffer (en mi imaginación) y la bruja Piruja (desde el punto de vista de)los alumnos persiguiendolos en baños, patio, metiéndolos en clase, volviendo a meterlos en clase y metiendolos en clase 3 o 4 veces más. Claro que esto es la jungla.

    Y que respeten a un profesor que está delicado de salud me parece una rareza mayor que ver un unicornio pastando en la puerta de mi edificio.
    ¿Dónde das clase? Yo quiero ir allí.
    Te envidio la suerte. Paciencia estos días de papelotes y exámenes apostados tras cualquier esquina para atacar.
    Un saludo de una colega.

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  9. Yo tampoco tengo tiempo para muchas charlas. Soy jefa de estudios y siempre tenemos algo que hacer entre manos. Y aunque me gusta el trabajo, una de las cosas que más echo de menos de ser sólo una profesora es tener tiempo para esas charlas reposadas con los compañeros de las que hablas. A veces tengo la impresión de que gente muy interesante que pasa por mi lado se me escapa sin poder llegar a conocerles de verdad.

    Me ha encantado el post. Y por cierto, a mí también me gusta más escuchar.

    Un saludo de fin de curso.

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  10. Me sorprende agradablemente ver una foto de Krishnamurti en este post.

    Mi vida puede dividirse en dos: antes de leer a Krishnamurti y después de leerlo.

    La libertad primera y última, fue el primer libro que hizo impacto en mí. Eso fue recién llegada a Miami, en el 1990.

    En el 1998 formamos un grupo de diálogo en el que participábamos personas de diferentes partes de la tierra. Allí tuve la dicha de conocer a Víctor. Con Víctor, esposa e hijos, nos hemos reunido personalmente en dos ocasiones. El supera con ventaja cualquier idea que tengas formada de él.

    De ese grupo también conocí a un matrimonio muy comprometido con la obra de Krishnamurti. Ellos viven en Gran Canaria. Allá fui a conocerlos y quedé sumamente agradecida e impresionada con la hospitalidad que me brindaron y con la calidad de seres humanos que encontré. ¡Que suerte tengo!

    Es una bendición el poder dialogar con seres humanos capaces de abrir el corazón sin temor a mostrarse tal cual son. Cuando sucede, uno siente que comulga con esa persona.

    Tú, Joselu, eres de esas personas capaz de abrir la puerta del alma para dejarte descubrir.

    Gracias por compartir, por estar ahí y por el valioso tiempo que empleas en redactar tus didácticos posts.

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  11. Hola José Luis. Qué maravilla puede ser la relación, ¿verdad? Puede ser un agua clara en la que nos vemos reflejados, una parte aquí y otra parte allá, y vamos descrubriendo las dimensiones que tenemos. Qué bueno que hables de Krishnamurti antes que yo te lo propusiera, aunque sea de paso. Maritza te dijo algo, tal vez un poco bondadoso cuando se trata de describirme, pero puedo secundar en parte lo que dice: que el encuentro con Krishnamurti cambió el curso de algunas corrientes que nutren mi vida. Y tanto es así que no necesito andar hablando de ello. Aquello tuvo su impacto y uno sigue adelante, como ese río que nunca para.

    Saludos.

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