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jueves, 30 de noviembre de 2006
La paradoja del enseñante
Un día cualquiera en el que tienes pocas ganas de hablar y de explicar. Te cansa hacerlo a piñón fijo. Prefieres que sean los alumnos los que trabajen. La disertación es cansina. Ya no crees en ella. Es mejor que sean ellos mismos, tus alumnos, los que busquen los datos, los que saquen consecuencias, los que hagan aportaciones. El profesor que lo sabe todo creo que está pasando a la historia. El profesor se convierte en un coordinador, en un aleccionador, en un conductor de potencias en ciernes.
Les proyectas a primera hora Bodas de sangre. Ya se la has pasado a otros cursos. Tú la has visto docenas de veces desde aquella primera y emocionantísima vez que la viste enamorado en París. Mis alumnos la han visto con atención. Era primera hora de la mañana. El DVD ha trasteado un poco pero al final ha funcionado. Cada vez que la ves es como si fuera la primera. Asistes con detenimiento a cada detalle, a cada imagen, a cada encuadre. Eres como un niño que ve su película infinidad de veces. No has tenido que hablar. ¡Qué maravilla! La película se explica por sí sola tras haber leído la tragedia, la maravillosa tragedia de Federico García Lorca.
Eres tutor. Tienes una entrevista con una madre de una alumna. No es propiamente su madre pero es como si lo fuera. Hay emoción en el encuentro. Hay citas que se cargan de dramatismo e intensidad. Surgen historias terribles e injustas. Intentas que la alumna dé más de sí. No sabes si puede hacerlo. Presionas para conseguirlo. No sabes si has tocado las teclas adecuadas porque has puesto a la alumna en un compromiso delante de su “madre” y esto es un error según Frank McCourt en su libro El profesor. A veces no hay que decir totalmente la verdad a los padres si ésta pone en dificultades a los alumnos. Esto les lleva a perder la confianza que tienen en el profesor. Pensarás sobre ello el resto del día.
Para terminar la mañana un ejercicio de comprensión lectora. Los alumnos te piden ir a internet a “cuidar” sus blogs, pero hoy no toca, aunque la semana que viene hay un tremendo puente o acueducto de cinco días sin clase. Es un puente que desarma lo que queda de trimestre y rompe totalmente el ritmo de las clases. Todo sea en honor de nuestra Constitución –que nadie celebra- y la Inmaculada Concepción -en la que nadie cree-.
Les planteas un texto sugerente que parece gustarles. Es periodístico y cuenta la historia de un subdirector general de investigaciones agrarias que aprendió a leer a los diecinueve años. Haste entonces había sido pastor de cabras. Luego terminó haciendo la carrera de ingeniería y el doctorado. Ha escrito quince libros y ocupa un alto cargo en la dirección general de investigaciones agrarias. Están callados. Tú les vas ayudando individualmente según te plantean sus dudas. No tienes que explicar. El texto es suficientemente elocuente.
Por la noche, atiendes a tu correo electrónico. Entras en los blogs de tus alumnos. Lees lo que van escribiendo. Algunos son sumamente interesantes. Se destapan blogueros de raza que son conscientes de pertenecer a una nueva generación. Kiko anima a sus compañeros a crear sus blogs porque "todo el mundo tiene algo que decir". Es la base de los blogs. Todos tenemos algo que decir y encontramos en la blogosfera a alguien que quiere oírte, alguien a quien tus palabras no le dejan indiferente. Puede que sea uno o veinticinco. Es esa necesidad expresiva la que hace tan contagiosa la experiencia del blog.
Última sorpresa cuando te vas a dormir. Un alumno de cuarto se te ha colado en el blog de Profesor en la Secundaria. Querías evitarlo. Querías mantener tu blog alejado de tus alumnos. En este caso el alumno de forma anónima te anima con tus proyectos, incluido el de ir a ver la película de Al Gore, Una verdad incómoda que habías descartado por lo complejo de la película. El alumno ha leído tus últimos posts. Estás al descubierto. Era un peligro que acaba de concretarse. Esperemos que las consecuencias sean positivas. Al fin y al cabo lo que escribes no puede ofender a nadie. Procuras escribir con respeto sobre tus alumnos y el mundo educativo.
Diderot escribió un magnífico libro titulado La paradoja del comediante. En él planteaba la contradicción del actor que para representar dramáticamente una escena necesitaba estar frío en el aspecto emocional. Es la misma paradoja del enseñante. Cuanto más frío esté, cuanto más se sepa contener, cuanto más sepa reservarse, mejor podrá desempeñar su trabajo. El exceso de pasión no ayuda sino todo lo contrario. Cuanto más sereno voy a clase mejor profesor soy. El problema es que no siempre eso es fácil de conseguir, exactamente igual que a los actores. Hay que saber enfriar la cabeza y tener cálido el corazón.
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Estoy opositando este año, y delante del tribuna me hago mantequilla, supongo que me falta esta parte de actriz, respecto a lo de la serenidad bueno, con los niños del aula de acogida donde trabajo, me pasa un poco esto, el día que voy tranquila todo transcurre en calma, pero mantener la cabeza fría a estas horas de la mañana no es demasiado fácil, jeje,
ResponderEliminarhice las prácticas, hace ya unos añillos, en secundaria, y es muy distinto, espero que todo te vaya bien, por aquí, en mi pueblo, están las cosas regular... como en muchos otros sitios...
un abrazo
Siempre sobrecoge que los alumnos conozcan algo más sobre el profesor. Sus aficiones, sus ideas, sus inquietudes, incluso sus viajes a playas desérticas donde aparecen muchachas de ensueño, pero... No tendrás ningún problema porque su lectura incrementará tu imagen de ser auténtico. Se sorprenden cuando ven que su profesor es una persona como otra cualquier, y eso les hace crecer. No te preocupes compañero.
ResponderEliminarLa cabeza fría y el corazón caliente, sí, de acuerdo, pero ¿y esos momentos mágicos en que te dejas llevar por la pasión, en que literalmente "sales de ti" y eres capaz de arrastrar tras de ti, como el flautista de Hamelín, a tus seducidos oyentes? Son momentos de éxtasis, y a veces se consiguen explicando cosas tan sencillas como la transitividad y la intransitividad. Son esos momentos intensos que anulan el tiempo. Esos momentos que, siendo una excepción, desearías que fueran la norma. ¿Cómo sale uno de clase cuando la peor de las alumnas, después de seguir el hilo de la actividad, oye el timbre que le pone fin y se queja: ¿ya está, ya se ha acabado? ? Te limitas a sonreír, como el mago que conoce el poder de sus encantamientos, y sales tras ella ancho, largo, derramado y derretido...
ResponderEliminarPor suerte, no he tenido malas exeriencias con alumnos, más allá de incompatibilidades de caracteres. Quizá por eso pienso que hay que ser humanos, con luces y sombras, pero dejando ver a los alumnos que no somos seres superiores, que pertenecemos a su mismo mundo, aunque parezcamos disidentes. Ellos lo agradecen y se sorprenden, sobre todo si alguna vez les hablas de los Simpsons, del reggaeton, de Rebeldes, de su rincón particular del universo. Además, es muy desagradable ser siempre desagradable, y hay colegas que lo son.
ResponderEliminarTu eres profesor de bachillerato y yo alumno de bachillerato. Es curioso como, a lo mejor, podrías ser, hasta mi profesor. Quien sabe, ¿no?
ResponderEliminarTe invito a visitar mi blog:
www.escribiresvivir.com
Muy buen post. Después de leerlo no puedo evitar que me vengan algunas preguntas a la cabeza. Me pregunto por ejemplo, ¿actor o diferenciar la labor profesional de la personal?. Por otra parte, ¿qué hay de malo en que los alumnos conozcan al profesor más a fondo?. No quiero decir con esto que les tengamos que contar nuestra vida, ni mucho menos. Sólo que puede ser bueno hacerles ver, en algún caso y ante algún comentario, que los profesores somos personas, con inquietudes, intereses y una vida personal con la que a menudo, inevitablemente, el alumno se cruza. Por suerte, todavía sigo manteniendo contacto con esa buena profesora a la que comencé a admirar antes como persona, que como profesora. Supongo que supo combinar el mantener la cabeza fría cuando era preciso y el acercarse con el corazón cálido, cuando otros lo necesitaban.
ResponderEliminarYo no soy profesor, tampoco alumno de bachillerato, soy alumno de 3r de la eso.
ResponderEliminar(Me gusta tu blog)
http://blogdelalumno.blogspot.com
Joselu, como ves tu blog es apreciado por alumnos y profesores. No sé de dónde sacas tanta ilusión todavía, toda mi enhorabuena y orgullo.
ResponderEliminarOjalá tuviese tiempo de hacer un diario cada noche como este post tuyo. Me serviría para ordenar las ideas y para darme cuenta de que cosas que me parecían gravísimas o importantísimas un día, al siguiente no lo eran tanto.
ResponderEliminarEl año pasado, en un curso de práctica refllexiva, nos propusieron la actividad de observarnos. Podíamos elegir el mecanismo. Uno era el que tú has hecho hoy, llevar un diario de lo que ocurría en clase. Otro, grabarse en vídeo. Opté por lo segundo por razones de tiempo y ... ¡no veas la sorpresa que me llevé cuando vi la grabación! Ésa no parecía ser yo. Me di cuenta de muchos vicios de dicción, gestuales, etc. En fin, lo que hace que uno sea un buen actor, tan necesario para la labor docente.
Tengo El Profesor esperando en mi mesita de noche
Joselu, no olvides que también eres persona, con eso cuento para decir que eres un profesor excepcional.
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