El próximo día diecinueve de junio me coronarán rey de España. He de pensar sobre ello. He de
reflexionar sobre mis siguientes pasos como rey y es esencial el primer
discurso de la Corona. Llevo trabajando en él desde hace años, toda mi vida he
estado trabajando en él. Llevaré una corona controvertida. Sé de sobra que los
españoles no son monárquicos. Esto no es el Reino Unido ni Suecia.
La monarquía es fruto de la secuencia histórica, pero también de la voluntad de
un hombre que estuvo en mi bautizo, Francisco
Franco. Nací en enero de 1968. Eso no deben olvidarlo los que me
pronostican un escaso futuro. Sé de mi debilidad. Sé de sobra, porque paseo por
las redes y tengo a Letizia a mi
lado, que está creciendo la marea republicana que cada vez es más audaz. La
portada de El Jueves era hiriente
pero yo no la habría prohibido. ¿Mi padre? ¿Hay alguien que no haya deseado
asesinar a su padre, especialmente si se es el heredero de la corona? Siento
una profunda distancia hacia su persona. Siempre estuve más cerca de mi madre
de la que he heredado el carácter y su forma de hacer las cosas. Mi padre es el
rey de momento y yo no puedo hablar, como él debió callar cuando era el delfín
de Franco. Luego habló y creo que en
conjunto la monarquía tiene una nota de aprobado alta. Otra cosa es el carácter
levantisco de los españoles que nunca saben estar a gusto con nada. Debería
incluirme dentro de ellos, pero ahora yo soy el futuro rey y debo mantener mi
distancia. Los españoles hicieron huir a un rey de una dinastía diferente ante
el caos que suponía la vida interna de España, siempre desgarrada entre
pulsiones contradictorias. Las repúblicas no se afianzaron por sus propios
errores. La primera duró escaso tiempo ante la división tremenda en cantones de
España y la guerra carlista. La segunda que ahora añoran no supo conciliar las
diferentes maneras de entender España en un sistema amplio que incluyera a
todos.
Pero ahora estoy de nuevo en ojo del huracán, ahora no estoy
un peldaño detrás. Ahora seré yo el que reciba los impactos de los huevos que
muchos desearán tirarme y los gritos de Mañana
España será republicana. Esto será creciente y, de hecho, hay muchos puntos
de España que no podré pisar por
prudencia. Estamos como quien dice en una nueva transición y solo saldré
victorioso de ella si soy audaz e imaginativo. Tengo que hacer lo que nadie
espera que haga. Si no hay sorpresa no hay espectáculo. Muchos se desgañitan
porque quieren decidir y eso no es negativo. El pueblo español, yo lo sé, tiene
la impresión de que han jugado con él con cartas marcadas. Que la monarquía
entró por la constitución de 1978 en un paquete y que en realidad no se pudo
nunca decidir. Mi padre tuvo suerte el 23F porque en esa noche se identificó
con el sentir de la mayoría y muchos lo empezaron a querer. En su caso no fue
una elección, era la única garantía de supervivencia. Pero ahora soy yo quien
debe sobrevivir y sé que no lo haré si no rompo el juego. Si sigo haciendo
sentir a los españoles que soy una imposición en pocos años esto se acabará. La
monarquía no podrá superar la ruptura de España
y el sentimiento de fracaso que conllevará. Sé de sobras que los catalanes o
muchos de ellos se encrespan porque se les niega el derecho a decidir y así
crece el vector independentista que hace unos años era muy inferior. No me
falta información sobre la situación en Cataluña
y todo pronostica que vamos al conflicto
más agudo en los últimos ochenta años. Va en serio. Todos vamos a salir dañados
de esto y el primero que caerá seré yo que deberé exiliarme como mi bisabuelo. La
prudencia conservadora me lleva a no variar el rumbo y repetir el mantra de la
unidad y la diversidad de España. Pero sé que con esa mano no podré reinar
mucho tiempo. Por otro lado es cierto que el rey reina pero no gobierna. Yo no
haré las leyes. Mi capacidad de acción es muy limitada. Pero me quedan los
gestos. En mi primer discurso, en el que utilizaré las cuatro lenguas de España, hablaré de la institución, de
mi honor en reinar en un país potencialmente tan rico como España, pero he de marcar mi reinado con otro estilo.
Sé que Letizia no
es muy querida porque dicen que es un saco de huesos y que es distante y
ambiciosa, pero yo la quiero, la admiro porque me dice la verdad y porque ha
decidido unir su destino al mío. Además nos complementamos. Ella me dice que
sea audaz, que sin audacia no reinaré mucho tiempo, que he marcar mi propio
sello a la corona y eso pasa inevitablemente porque yo auspicie la celebración
de un referéndum sobre la forma de estado. Los socialistas recogerían bien la
idea porque sería un impacto tan potente que se quedarían descolocados y
sentirían el aliento republicano de las bases. Y el PP se sentiría totalmente
afrentado pero no podrían enfrentarse al rey si este manifestara su deseo
democrático de plantear de una vez por todas la elección legítima entre un
sistema monárquico o republicano. No me cabe duda de que ganaría el envite si
se planteara francamente la cuestión. Y sobre Cataluña, tampoco me opondría a la realización pactada de un
referéndum sobre la independencia con solo una pregunta. La falta de respuesta
del estado a su demanda creciente deja a éste sin argumentos. No se puede poner
la Constitución como valladar inexorable. Si hay que cambiarla, la cambiamos.
Sé que los catalanes me sentirían inmediatamente cerca. Quiero que estéis con nosotros pero si queréis iros lo entenderemos.
Y lo ganaríamos. No se irían.
¿Cómo meter veladamente todo este magma que me bulle en el
cerebro en mi discurso de coronación? Letizia
me dice que sea cauto pero que no retroceda. No tengo poder efectivo, es
cierto, pero nadie podría contradecirme sin poner ellos mismos la monarquía en
juego. Soy aficionado al ajedrez y sé que esta jugada compleja lleva al jaque
mate en diez movimientos. Pero si reino acomplejado, prisionero del pasado, con
miedo, todo se hundirá en poco tiempo.
Ahora, querida Letizia,
levanta y déjame unos momentos solo. Me encanta hacer el amor contigo a todas
horas y de todas las maneras, pero ahora debo concentrarme en ese discurso que
nadie olvidará. De momento me sienten como una carcasa vacía, pero he de llenarme de contenido. Ahggggggggg.