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miércoles, 21 de mayo de 2008

Joan Brossa


Esta imagen es mi escogida en el meme planteado por Serenus Zeitbloom, que recoge otro de Passion Quilt. Nos ha propuesto a seis bloguers que elijamos una imagen que nos represente. Escojo un poema visual de Joan Brossa, poeta al que llegué a conocer y admirar. Este poema visual nos muestra que un huevo frito siempre se superpondrá a cualquier concepción de lo sagrado. Me parece revulsivo y provocador en una época en que las religiones quieren volver por sus fueros. Nos quedamos -yo al menos- con el huevo frito. En el campo educativo también me quedo con el huevo frito frente a los teorizadores de burocracias y oficialidades.

Dejo este meme en manos de aquellos que quieran continuarlo.

domingo, 18 de mayo de 2008

Filmoteca


Los miércoles a las ocho de la mañana tengo dos horas seguidas con un curso de tercero de ESO de adaptación curricular. Son muchachos inquietos, mayoritariamente varones, a los que les cuesta concentrarse en las tareas escolares. No les atrae para nada la morfología ni la sintaxis y tienen serios problemas expresivos. Son casi treinta y las clases son movidas porque son muy sensibles a ese factor terrible que es el aburrimiento con el que llevo luchando todo el curso. He aprendido a apreciarlos y a sentirme cómodo con ellos aunque las clases no sean un modelo de orden en el sentido habitual.

Sin embargo, llevo varias semanas dedicando la mañana de los miércoles a una actividad que no se me ocurre llamarle de otra manera que el que da título a este post: filmoteca. ¿Es posible hacerles tomar interés por mensajes complejos y luego reflexionar sobre ellos? ¿Es posible pasarles películas interesantes que les sirvan de acicate para su curiosidad? Me di cuenta que la primera película que les pasé, La lengua de las mariposas, absorbió totalmente su atención y luego dio lugar a un debate apasionante que conté en un post. La siguiente película que nos sirvió de base para la discusión fue Los chicos de coro. La atención fue total y absoluta. Aquellos chavales, traviesos y bulliciosos, se vieron totalmente captados por la película que tenía como eje también a muchachos del mismo tipo. Les encantan las películas que tienen como protagonistas a chicos como ellos. La figura del profesor o del vigilante en este caso es atractiva, igual que las peripecias de los alumnos que sufren un proceso de maduración a través de la música. Lo maravilloso del caso es que luego me los encuentro a la hora del patio y siguen dándole vueltas a la película que han visto y me dicen sorprendentemente que les ha gustado mucho. Pienso que no es inútil que un profesor de lengua decida dedicar un día a la semana al lenguaje cinematográfico, un medio que aúna el lenguaje oral, el lenguaje de las imágenes y la música, además del arte interpretativo.

La próxima película que les voy a pasar es Ibrahim y las flores del Corán, relato que les he leído integramente y del que les gustó el personaje central. Quiero observar su sorpresa cuando vean que la historia les es conocida. Es una película espléndida en que el protagonista también es un adolescente que se va de putas pero tiene un maestro –figura esencial- que le enseña acerca de la vida.

Pienso en películas posteriores y acepto sugerencias de mis lectores. He pensado en El gran dictador de Charles Chaplin y Los cuatrocientos golpes de François Truffaut. Películas impactantes, complejas, amenas, emotivas, humanas… que nos den después motivo para una hermosa conversación.

martes, 13 de mayo de 2008

Tormenta emocional


El 13 de setiembre del pasado año publicaba un post titulado Narradores en ciernes en el que planteaba el proyecto para mis alumnos de cuarto de ESO de escribir una novela de entre quince y veinte páginas. Partía de la idea de que nuestro cerebro es una máquina narrativa y que goza igualmente del placer de escuchar historias y de contarlas.

Sé que esta idea es dinamita pura. Alentar a escribir a un adolescente de quince o dieciséis años una novela es un ejercicio de alto riesgo porque, si lo hace, será un producto difícilmente repetible en el resto de su vida. Cómo se lee y se escribe a esta edad es un ejercicio extraordinario del mundo emocional. Pocas etapas de nuestra vida están tan abiertas a las emociones desatadas, al marasmo sentimental, a las tormentas dramáticas y a las cataratas de situaciones inesperadas.

Nuestro mundo sentimental se hace en la adolescencia. Luego vamos rehaciendo. El mundo de la infancia comienza por primera vez a ser lejano. Se le añora, pero se tiene conciencia de que debe ser ya definitivamente apartado. Comienzan las historias amorosas apasionadas, las inseguridades físicas, el mundo de los sueños y del deseo, se confrontan lo posible y lo inalcanzable, arrecian las tormentas anímicas en las que el adolescente se ve solitario y desprotegido. Y como telón de fondo la muerte y el sentimiento de lo trágico como realidad real. Se tiene miedo, profundo miedo a lo inesperado, a los avatares de la vida, se presiente la muerte. Es una etapa esencialmente pura en la que el adolescente se siente solo y acompañado por los amigos. Grandes narradores han tenido en su obra como eje la adolescencia: pienso en Mark Twain y en su Huckleberry Finn. El río, la muerte figurada y la aventura en estado puro junto al negro Jim. ¿Quién a los quince años no ha imaginado una huida por el río Mississipi?

He planteado a cincuenta adolescentes que plasmen una historia en quince o veinte páginas teniendo en cuenta unos elementos narrativos tales como el tipo de narrador, partes de la narración, el espacio narrativo, el tiempo… El resultado, tras varios meses de preparación, he comenzado a degustarlo hoy. Me he propuesto leer cuatro novelas diariamente. Cada una es una aventura que deja mucho que desear en cuanto a la forma, pero puedo asegurar que cada una de las que llevo leídas es sorprendente a su manera. Todas las leídas me inyectan adrenalina pura. El desafío de escribir una novela ha sido aceptado y el profesor de lengua, que se niega a que su blog sea considerado un mérito académico, disfruta de la teatralidad, del mundo inevitablemente trágico que resulta de estos relatos inimitables.

El mundo es una hamburguesa, comételo. Esta es la filosofía oculta en estos relatos en que la línea de la sombra comienza a ser real y palpable.

sábado, 10 de mayo de 2008

Con el alma


El viernes pasado tuve que participar como Jefe de Seminario en la evaluación de los candidatos a catedrático que se presentaban en mi departamento. Eran tres. Me entrevistó la inspectora. ¿Qué opinaba de ellos? –me preguntó. Sin duda era una situación incómoda por lo que suponía juzgar a mis compañeros, teniendo en cuenta además que yo he desistido de aspirar a ser catedrático por razones que ya he expuesto aquí en otro post. Mi opinión fue netamente favorable a mis colegas como no podía ser de otra forma. Me entrevistaba alguien que ha huido de las aulas hace ya mucho tiempo y me exigía un juicio profesional. La inspectora entró en sus aulas y contempló una clase impartida por cada uno de ellos. Yo quería mantenerme al margen pero tuve que intervenir…

Seguidamente una coordinadora del centro se dirigió a mí y me espetó que como Cap de Departament tenía que formar parte de una comisión para organizar un homenaje a tres profesores que se jubilan este año. Había que comprarles un regalo, etc, etc. Uno de ellos es de mi departamento. Ante esta propuesta me rebelé. Argumenté que me parecía muy triste que tuviera que ser una instancia oficial –otros y yo como jefes de departamento- la que tuviera que organizar algo que más bien entendía yo que debía ser fruto del afecto y el compañerismo. Comprendía que había que hacerles un acto de despedida y quizás un regalo, pero no que fuera una imposición burocrática a los jefes de departamento. Detesto el oficialismo. Todo lo que me viene marcado por la administración me llega cargado de repulsión. No lo puedo evitar. Aprecio las iniciativas individuales y los esfuerzos personales pero no puedo soportar lo que es fruto de esa administración carente de alma y sí abrumadoramente burocrática. No expliqué que me encantaría ser organizador de ese merecido homenaje a esos tres compañeros que se jubilan, pero en calidad de amigo de los mismos, como José Luis al que se le pide que participe en esa hermosa tarea. Me horroriza hacerlo por ser Jefe de Departamento. Temo que en el caso de que algún día me tengan que hacer algo semejante sea fruto del oficialismo. Prefiero que no me hicieran nada, mil veces sin duda. Cuando he participado en la organización de un homenaje de despedida lo he hecho a título personal y lleno de entusiasmo. No sé si entienden mi distinción.

Igual que detestaría que alguna vez este blog anárquico y existencial pudiera ser considerado un merito oficial en mi carrera académica. Escribo porque me sale de dentro, a veces lleno de tristeza y otras con emoción. El encuentro con mis alumnos es estrictamente personal. A veces acierto y otras veces me equivoco. Me produce hastío que todo lo que haga yo tenga que ser evaluado y burocratizado. Lo hermoso de esta profesión es lo que tiene de iniciativa individual, lo de entrega apasionada que ningún inspector puede valorar. Mi blog es antioficial y antiburocrático, no quiere entre sus lectores a inspectores ni cargos de la administración que han abandonado el estar a pie de aula. Sé que puedo ser injusto pero me da exactamente igual. Lo siento así.

miércoles, 7 de mayo de 2008

La lengua de las mariposas


Mi aguerrido curso de tercero D ha tenido ocasión de ver en dos sesiones la película La lengua de las mariposas, un hermoso homenaje a un maestro republicano, dirigido por José Luis Cuerda, guión de Rafael Azcona, basada en una novela del escritor gallego Manuel Rivas. Pero esto es entre nosotros. Mis alumnos de tercero D desconocían los detalles técnicos y el contexto político y social de la película que como mis lectores saben tiene como trasfondo la segunda República española y la guerra civil.

El maestro –don Gregorio- es un veterano enseñante que lleva a sus alumnos el amor por la cultura y la naturaleza. MonchoGorrión- llega un día a su clase lleno de miedo porque piensa que los maestros pegan y tal es su pánico que se hace pis encima ante la irrisión de sus compañeros. Pero don Gregorio no pega, es un hombre comprensivo y bondadoso, que participa de los ideales republicanos y liberales, igual que el padre de Moncho y piensa que la escuela es el camino de la libertad. Sólo será necesaria una generación educada en libertad para que nuestro pueblo español sea imparable. Entre el niño y el maestro se produce una estrecha relación llena de afecto y simpatía mutua. Don Gregorio le presta un libro de aventuras para iniciarlo en la lectura: La isla del tesoro, una de las mejores novelas de acción jamás escritas.

Esta escena es terrible. Cuando el niño acaba de leer la novela y comienzan los hechos de la guerra Civil. El pueblo es ocupado por los golpista falangistas. Reconocidos republicanos son detenidos en un clima de miedo generalizado. La familia de Moncho puede estar entre los sospechosos de simpatizar con la república, como en efecto era cierto. La película acaba con una escena sobrecogedora: los detenidos, entre ellos don Gregorio, son llevados en un camión a fusilar. La muchedumbre se agolpa insultándolos. Entre ellos, la familia del niño y éste que comienza a insultar a su maestro cuando sale de la prisión, llamándolo ateo y espiritrompa así como a tirarle piedras junto a otros niños del pueblo. Las miradas de Moncho y don Gregorio se cruzan en unos instantes atroces. ¿Cómo recuperar la inocencia después de esto? Es la pregunta que nos queda a los espectadores. ¿Cómo el niño puede traicionar así a su querido maestro?

Pero hoy los espectadores de la película no participaban de tan intelectuales reflexiones. Sólo era una película que les ha gustado, pero de la que desconocían su fondo político y social. Además el noventa por ciento de los chavales eran marroquíes o latinoamericanos a los que el tema de la guerra Civil les cae totalmente alejado. No entendían por qué se los llevaban a fusilar, no entendían por qué el niño le tiraba piedras y le insultaba. Me han acribillado a preguntas: ¿qué guerra era esa a la que yo había aludido? ¿Quién ganó? ¿Qué pensaba yo sobre ella? ¿Quién tenía razón? ¿Era malo ser republicano? ¿Por qué los mataban?

Les he explicado que don Gregorio era un maestro republicano que no pegaba a los niños, pero que en la escuela en que estudié yo era frecuente que nos pegaran en clase. Para mi sorpresa todos los niños y niñas marroquíes, algo así como una decena, reconocían que en la escuela de su país se pega a los niños, aunque no lo veían como algo negativo. Yo les he contado que cuando era niño en el colegio de curas me golpeaban con una dura regla mis dedos apiñados; que esa era la escuela que se impuso por causa de los vencedores de la guerra civil y que otros países tenían otras escuelas más liberales en la que se respetaba a los niños. Les he dicho que la guerra civil fue cruenta y que ganaron los enemigos de la libertad y la democracia.

Pero si don Gregorio era ateo significa que no creía en Dios –me decía un alumno bereber- . He recordado para mis adentros entonces la importancia que tuvieron las tropas bereberes en la victoria de Franco y que causaban el pánico entre los republicanos. Me he dado cuenta de lo difícil que es contextualizar el conflicto bélico español con alumnos de otras coordenadas culturales. Lo que hemos logrado consensuar y aceptar como una versión liberal de los hechos, no queda tan claro entre mis alumnos que tenían problemas para entender lo que había pasado. No paraban de hacerme preguntas sobre si se sabía dónde estaban enterrados los fusilados. Les he hablado de Federico García Lorca, del que sabían que era gay y que fue fusilado por eso, les he hablado de la ley de Memoria histórica para recuperar la memoria de los fusilados en aquellos días.

Dos cosas me han quedado claras: la película les ha conmocionado y les ha gustado; por otro lado, les ha abierto interrogantes difíciles de satisfacer por su desconocimiento del contexto histórico. En ellos luchan concepciones distintas de la vida y la sociedad, así como del papel de la escuela en el proceso de la educación. Me ha conmovido esa presencia de los palos en la escuela que vivieron de pequeños en su país. No es de extrañar el choque que supone para ellos la escuela española. Sed bienvenidos, y que vuestra presencia nos haga ser más comprensivos. Los rostros fascinados, las risas y las preguntas de mis alumnos han sido lo mejor de este curso con ellos, fuera de la ortografía y morfología a que los tengo habituados.

domingo, 4 de mayo de 2008

Una historia en sólo seis palabras


Me gusta el mundo de los blogs porque unos se nutren de otros. La idea que alguien lanza al otro lado del mundo, llega a ser fructífera en este lado cuando llega a unos destinatarios predispuestos a seguirla. Me atrae esta interrelación que existe en la blogosfera. Desde que estoy en ella, tengo la impresión de estar íntimamente conectado a muchas mentes pensantes que me proyectan ideas sugerentes. Así sucedió cuando leí el blog de Antonio, que hacía referencia a su vez al blog de Leonor Quintana, que a su vez apuntaba al blog de Lidia. La idea sensacional era la de escribir una historia en seis palabras o como Leonor escribía: La vida en seis palabras. Era una versión de los microrrelatos que tanto juego han dado. Era una propuesta altamente interesante para lanzar a los alumnos de cuarto de ESO.

Propuse la idea e inmediatamente se creó un clima predispuesto a la creación. Los muchachos en el aula se sintieron motivados para concentrar una idea vital en seis palabras. Normalmente se les pide diez líneas para argumentar una idea, pero esta vez el ejercicio era justo el contrario. Se trataba de condensar, sintetizar, hacer densa una idea en seis palabras. El clima en la clase fue de gran concentración, y así surgieron historias como estas que ahora transcribo y que fueron publicadas en el blog de la clase donde se puede seguir en su integridad a través de los comentarios.

Velocidad, adrenalina, y la muerte acechándoles.
Mucha gente intenta cambiar, yo no.
Aprendí a soñar, y me desperté.
Ella, que siempre parecía estar feliz.
No sabía nadar; aprendió a volar.
Despertó: el león se lo comió.
Si soñaras conmigo, no habría mañanas.
Me siento feliz cuando me miras.
Olvida todo lo que has aprendido.
Cuando salgas por la puerta, morirás.
¿Volar? Si me robaste mis alas.
Princesa sacada de un cuento mágico.
Ganas de volar, de gritar, actuar.
Aunque quería sonreír, sólo lloré.
Tómalo, guárdalo, cuídalo, es mi corazón.
Yo quiero hablar, pero no puedo.
Los que se pelean, se desean.
Soy sólo una triste niña enamorada.
Sólo existen dos palabras: te quiero.
¿De qué sirve vivir sin ti?
Quiero existir desde que existes tú.
Fui, volví, y no había nadie.
Tú siempre me haces sentir perdida.
Quiero que amanezcas junto a mí.
Al verte, me faltó la respiración.
La vida es una hamburguesa: cométela.

He seleccionado algunas de sus historias. Abundan los sentimientos que podríamos llamar existenciales como el amor, el deseo, la soledad, la incomunicación, los sueños, la parodia de la vida, la necesidad del tú, el desgarro vital… Esos sentimientos adolescentes tan intensos que hacen que la vida se contemple con una pureza y fuerza que luego es difícil que se reproduzcan en otras etapas de la vida.

Si quieres dejar un comentario, hazlo también en seis palabras.

lunes, 28 de abril de 2008

El corazón de las tinieblas

A propósito de lecturas iniciáticas ¿os habéis dado cuenta del papel de la literatura en nuestras vidas? Parece que se confirma la sentencia de Dios los cría y ellos se juntan. Todos los que habéis dejado vuestra lista de lecturas en Primera memoria, sin duda habéis transcrito una parte de vuestras vidas, la expresada a través de los libros que habéis leído en vuestra juventud y que os marcaron. La lista es extensa y no me resulta desconocida en absoluto. Conozco y he leído el ochenta por ciento de los libros citados, antes de los veinticinco o después de esa cifra aleatoria. No sería el que soy sin Cortázar, sin Dostoievsky, sin Tolstoy, sin Hermann Melville, sin Conrad, sin Kafka, sin Joyce, sin Saint-Exupery, sin Thomas Mann, sin Juan Rulfo, sin Cervantes, sin Clarín, sin Galdós, sin Baroja, sin Lawrence Durrell, sin Bukowsky, sin Asimov, sin Frank Herbert, sin Tolkien, sin Chandler, sin Matthew Lewis, sin Lovecraft, sin R. L. Stevenson, sin Jack London, sin Balzac, sin Stendhal, sin Flaubert, sin García Márquez, sin Borges, sin Alejo Carpentier, sin Boris Vian, sin Julio Verne, sin Salgari, sin Mortadelo y Filemón, sin el capitán Trueno, sin Richmal Crompton (la autora de las aventuras de Guillermo)…

Me pregunto quién sería yo sin ellos. No puedo entender mi vida sin los entes de ficción que me conformaron. Mi encuentro con los libros inicial fue el de un necesitado de consuelo. Necesitaba su presencia. Primero con los tebeos de los que fui un devorador compulsivo, y luego, a los once años, de los libros cuando los descubrí sin que nadie me dijera que existían. En mi casa no había ningún libro. Fui yo quien los compré todos e hice que llegaran a mi hermano quien tuvo ya la mitad de la faena hecha. Sólo tenía que leerlos. Me pregunto si en todos los que leéis este blog y otros semejantes basados en el amor a los libros hay un sustrato común. Profesor en la secundaria es la historia de un antiguo profesor de literatura que amaba hablar de libros con sus alumnos. Así lo hice durante muchos años. Cambiaron los tiempos y las leyes educativas y la enseñanza de la literatura perdió su lugar privilegiado. Hoy es una brizna irrelevante en los modernos planes educativos. Pero yo me pregunto si es necesaria la enseñanza de la literatura. Yo no la necesité para nada hasta llegar a la universidad donde aprendí a leer con algún criterio y descubrí en una asignatura fascinante de Literatura Hispanoamericana, la colección de novelas más apasionante que había conocido hasta entonces.

Me hice lector al margen de lo académico. Espero que entre mis alumnos exista también esa necesidad íntima de ir más allá de sus vidas, de buscar claves literarias que ayuden a comprender la existencia. Yo no les podré enseñar literatura porque ya el sistema no lo permite, pero ellos, algunos al menos, descubrirán los afluentes secretos que llevan hasta el río Congo, el más oscuro y misterioso de la tierra, el río desde el cual fluyen los meandros misteriosos de la literatura: el corazón de las tinieblas.

jueves, 24 de abril de 2008

Primera memoria


Tengo una relación tormentosa y difícil con las lecturas que me iniciaron en la literatura adulta. Algunas supusieron una epifanía en mi proceso de maduración. Recuerdo la intensa sensación de maravilla cuando me enfrenté a ellas. Tenía menos de veinticinco años. Lo que leí hasta los dieciocho no merece la pena reseñarlo. A veces he contado que no tuve maestros que me introdujeran en la literatura y hube de explorar por mi propia cuenta sin demasiados criterios. Quiero plantear aquí una cuestión a los que seguís este blog. ¿Qué libros os marcaron antes de los veinticinco años? He dicho que mantengo una relación complicada con estos títulos porque cuando los he releído a una edad madura no he encontrado ni de lejos la misma sensación de iluminación que tuve en su primera lectura. Sin embargo, me quedo decididamente con ese primer descubrimiento. Yo, como Aureliano Buendía cuando estaba frente al pelotón de fusilamiento y le vino la imagen de cuando su padre le llevó a conocer el hielo, tengo mitos y alucinaciones personales de primeras lecturas que nunca, tiempo después, se han reproducido. Estos son mis libros escogidos. Me quedo con aquella primera lectura maravillada. ¿Cuáles son los vuestros?

Rayuela, de Julio Cortázar
El diablo en la botella de Robert Louis Stevenson.
Esperando a Godot de Samuel Beckett.
Orlando de Virginia Wolf
El cuarteto de Alejandría de Lawrence Durrell
El que acecha en el umbral de H. P. Lovecraft
Concilio de amor de Oscar Panizza
La espuma de los días de Boris Vian
Campos de Níjar de Juan Goytisolo.
El señor de los anillos de Tolkien
El hombre rebelde de Albert Camus.
Las comedias bárbaras de Valle-Inclán
Guillermo Tell tiene los ojos tristes de Alfonso Sastre.
Las once mil vergas de Apollinaire.
Dune de Frank Herbert.
La isla de Aldous Huxley.
Crónicas marcianas de Ray Bradbury.
Las enseñanzas de don Juan de Carlos Castaneda.
Bajo el volcán de Malcolm Lowry

lunes, 21 de abril de 2008

Un universo poético


Cuando tenía veinte años descubrí maravillado dos obras literarias que se transformaron para mí en creaciones de culto. Una de ellas fue Esperando a Godot de Samuel Beckett y la otra fue La espuma de los días de Boris Vian. Recuerdo la impresión y la conmoción que me causaron la lectura de estas dos obras literarias. Creo que me devolvieron al paisaje de mi infancia y a la pasión con que leí La isla misteriosa de Julio Verne una veintena de veces un verano.

No voy a hablar de Esperando a Godot. Hoy voy a referirme a Boris Vian y su imaginación patafísica que se proyecta en todas sus creaciones geniales: La espuma de los días, El otoño en Pekín, El arrancacorazones, La hierba roja, El lobo-hombre, una colección magnífica de cuentos titulada: Los perros, el deseo, el amor y la muerte, amen de aquella novela negra escrita con el sobrenombre de Vernon Sullivan, Escupiré sobre vuestra tumba…El universo de Boris Vian es un universo surreal que no encubre una concepción pesimista de la existencia. Hay pocas cosas que merezcan la pena, comienza una de sus novelas, el amor con chicas hermosas y la música de jazz de Duke Ellington o de Nueva Orleáns. El resto es feo, y debería desaparecer. En el mundo de Boris Vian todo es posible, la realidad es fragmentaria y trágica y el tiempo ocupa en su capacidad devastadora un lugar fundamental. De ahí ese título desolador que es La espuma de los días, una historia de amor trágica, como todas las grandes historias de amor, entre Colin y Chloé.

Recuerdo que esta obra que acabo de citar fue lectura obligatoria durante varios años en los años ochenta y noventa del siglo pasado en segundo de BUP, lo que es el equivalente de cuarto de ESO. Otras veces era lectura orientada y luego posteriormente objeto de intercambio con los compañeros de clase. Su lectura, especialmente en las chicas y los chicos sensibles resultaba demoledora. Pocas obras he visto que desgarraran tanto la sensibilidad de los adolescentes como La espuma de los días. Había un antes y un después de la lectura de la obra. Esta historia triste les sugería la levedad de la vida, la fragilidad de la existencia humana y el amor como uno de los resortes que dan sentido a nuestro devenir. Colin se arruina comprando flores para contrarrestar el nenúfar maligno que Chloé tiene en el pulmón. Se ha de poner a trabajar y tiene ocupaciones terribles como la de anunciar a la gente las desgracias que le van a pasar. Había quienes consideraban a la obra como extremadamente cruel y quienes veían una cierta dosis de esperanza. El final era sombrío. El universo se desmorona y nada queda en pie de todo lo que ha tenido vida. A ninguno les dejaba indiferente y la sensación que yo sentía era la de auténtica conmoción espiritual que percibía a través de sus varios folios enteros que escribían intentando describir el estado emocional que había dejado en ellos la novela.

Traigo esto a colación, recordando otro tiempo, porque en varias ocasiones en los últimos años he intentado recuperar la magia de aquellas lecturas. Hay quienes han dicho que La espuma de los días es una obra juvenil, que se identifica con las turbulencias existenciales de ese periodo de la vida. Sin embargo, he de reconocer que la lectura impuesta como obligatoria en cuarto de la Eso hace tres años, como la de éste en que ha sido una lectura orientada para intercambiar, ha sido un completo fracaso. En general y casi sin excepción, la obra les aburría, les parecía ininteresante y, sobre todo, demasiado imaginativa. Les molestaba esa transgresión de la realidad que se opera constantemente en ella y que lleva a que los ratones hablen o las paredes de una casa tengan vida y se encojan según la evolución de la enfermedad. Los adolescentes percibían algo como muy cruel dentro de ella, pero reconocían que ese universo que enseguida comenzaron a llamar “surrealista” les desbordaba y llegaba a producirles tedio lector. La desrealización de la novela y de los personajes les exasperaba, la fragmentación del espacio y del tiempo les producía irritación, la imaginación desbordante del texto les confundía y producía distanciamiento y animadversión. Aún así reconocían que la novela, críptica para ellos, era demasiado imaginativa y que ellos carecían de la imaginación necesaria para leerla.

Vida, amor, muerte, deseo, mutación… son componentes literarios de la mejor literatura. Mis alumnos actuales, sin duda, son mucho más terrenales, más concretos, más realistas, más tecnológicos, más pragmáticos y los modelos han cambiado. Harry Potter es un héroe que se identifica con muchas de sus inseguridades y tormentas adolescentes, pero es un héroe lógico, hay magia pero no hay surrealidad, ese componente detonante de pasiones en otras generaciones.

A cada época sus libros; a cada tiempo, su imaginación particular; a cada adolescente, su sueño perturbador. Pero qué lástima que el mundo transgresor de Boris Vian les caiga tan lejano e incomprensible. Creo que no me he resignado a este cambio y espero anhelante que algún chaval descubra alguna vez de nuevo el universo cruel y poético de Boris Vian. No sé…

viernes, 18 de abril de 2008

Lluvia en Macondo


El día ha estado marcado por la lluvia abundante que tanta falta está haciendo. Tengo varias guardias. Los cuartos han salido de excursión y tengo que cubrir las ausencias que han dejado los profesores. Subo a primero D. En cinco mesas se colocan una veintena de chicos y chicas. La mayoría son hijos de inmigrantes magrebíes y latinoamericanos. Es un curso de ritmo lento, como le llamamos aquí. Entro y me presento. La profesora tardará un poquito pero podéis ir estudiando el tema 11. Pero antes les pregunto cómo se llaman. Sé que en infantil comienza en algunos colegios la jornada dándose todos el buenos días. Lo aplico a los chavales. Les pregunto cómo se llaman y cuando me lo dicen entre risas les digo Buenos días, Fátima; buenos días, Rachid; buenos días Lassen; buenos días, Rafaela, así hasta los veinte que son. Algunos nombres son nuevos para mí y son difíciles de pronunciar. Lo hago lo mejor posible porque esto siempre da lugar a risas sobre la persona mencionada. Les hace gracia y crea un estado de bienestar en el aula. Les digo que les saludo porque quizás alguna vez yo sea su profesor y hemos de empezar a conocernos. Cuando estamos disfrutando del momento llega la profesora que se había quedado atrapada en un atasco y salgo del aula. A lo largo de la mañana me los encontraré en el vestíbulo pues no pueden salir al patio por la lluvia. Recuerdo algunos nombres. Les saludo y ellos, encantados, me lo devuelven.

Me paso la mañana haciendo pasillos, metiendo a los alumnos al aula, preguntando a los que deambulan de aquí para allá que qué están haciendo, que adónde van. Observo el clima en las diferentes aulas. Parecen relajados aunque a veces se oye a profesores o profesoras realmente enfadados. Distingo algunos gritos y me doy cuenta de lo agresivos que resultan. Crean un clima desagradable. Me digo que no he de caer en ellos aunque mis alumnos se porten rematadamente mal. Observo la lluvia cayendo por los patios. Todos la celebramos como algo grato. Se ha interiorizado la sequía y somos conscientes de lo que está en juego.

De pronto me llaman del piso sexto. Hay una emergencia. Subo corriendo. Un alumno, al que conozco bien, padece un ataque de ansiedad. El profesor de filosofía, que está haciendo un examen, lo atiende; también una profesora de Experimentales. El chaval –vamos a llamarlo Álex- está tendido en el suelo estremeciéndose por las convulsiones. Es el segundo o tercer ataque que sufre esta mañana. Ha venido su madre que es consciente de la situación pero estima que es mejor que esté en el centro. También el psiquiatra que lo lleva. Impedimos que se muerda la lengua y con palabras afectuosas y tranquilizadoras intentamos calmarlo. Álex, Álex… Lleva tapones de cera para no excitarse con los timbres y los gritos. Está obsesionado con el curso de primero de bachillerato. Piensa que no se lo va a sacar y su responsabilidad le lleva a padecer frecuentes ataques de ansiedad. Sus compañeros lo cuidan y ya están habituados a sus convulsiones y a que tenga que salir de clase cuando le vienen. Son casi diarios. Le damos un diazepan que lleva para casos así. Se lo metemos en la boca, parece ahogarse, vomita y lo echa. Parece quedarse tranquilo. Se toma otro. Al cabo de diez minutos parece serenarse. No es un caso para llamar a la ambulancia. Es algo cotidiano. No quiere irse a casa. Quiere asistir a las clases que faltan de la mañana, nos dice en voz muy bajita. Sus compañeros lo llevan a la clase de física que le toca a la siguiente hora. Algo que ha dicho se me ha quedado grabado: no sirvo para nada. Es un pensamiento peligroso y potencialmente destructivo. Todos estamos sobre el caso y somos conscientes de su situación pero no sabemos muy bien cómo actuar más allá de la buena intención.

Al final de la mañana, por fin me llega la hora de dar una clase. Dejo a Álex calmado de momento y me voy a dar mi clase de bachillerato, mis únicas tres horas de literatura. Hoy nos tocan los capítulos once, doce, trece y catorce de Cien años de Soledad. Tengo cuatro alumnos. Cada uno expone uno. Yo voy orientando la exposición, sobre todo haciendo que no se pierdan en el piélago de infinitos acontecimientos que acaecen a la familia Buendía. Hoy le tocaba el turno a Aureliano Segundo, tan amigo él de las parrandas. Se casa con una mujer fúnebre, Fernanda del Carpio pero sigue teniendo como amante a la vital Petra Cotes que le hace disfrutar del amor y de la cama…Remedios la Bella asciende al cielo, tras causar estragos entre los hombres a los cuales su olor excitaba…

Una mañana densa, llena de vida, en que se mezcla, como a mí me gusta, la vida y la literatura, la cercanía, los descubrimientos, las conversaciones infinitas, la humanidad, los saludos, los encuentros en los pasillos, lo inesperado, la fragilidad… Y esa terrible frase bajo la lluvia de Yo no sirvo para nada sobre la que habré de volver para hablar con Álex. Quizás un melancólico sirva tal vez para comprender a alguien que está sufriendo y preguntándose qué hace aquí. Una pregunta existencial e inquietante. A veces pienso que los universos mágicos como el de García Márquez ayudan también a entender la realidad real que nos rodea, abruma y fascina.

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