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martes, 27 de septiembre de 2022

Gatos y libertad

Me siento frente a la ventana. Abro un libro: Memorias de un niño de derechas. Francisco Umbral. Me hago un café bien cargado. Los gatos corretean por el salón y salen dando saltos a la terraza. Uno es blanco, otro es negro y el último color dulce de leche. Pasa la mañana indolentemente. Hay un principio taoísta que es el Wu Wei, no hacer nada, renunciar a la acción, desasirse de la actividad. No buscar objetivos, no tener propósitos. Abro el libro que recrea, en una prosa espléndida, la España de los años treinta y cuarenta, la época del hambre y el frío, del estraperlo, la España de Cara al sol. Bebo lentamente el café. 

 

No hacer nada. Los gatos son especialistas filosóficos en el Wu Wei, la vida es para ellos un parque de atracciones y no tienen ningún propósito. Duermen mucho, juegan, comen, beben, se acurrucan junto a nosotros y nos hacen compañía, corretean, luchan entre ellos, hacen travesuras. Me pregunto si el ser humano con su capacidad para pensar y articular el lenguaje, con su autoconciencia, sus pulsiones hacia el bien y el mal es un ser más simple o complejo que los gatos. Mi hija dice que en la próxima vida quiere ser gato. Los observo cuando me distraigo de la lectura del libro que me gusta mucho. Umbral era un provocador adorable que perdía el oremus por las ninfas de diecisiete años con pantalones rojos ajustados. Cuando veía a una, la seguía por la calle hasta donde fuera. Y lo escribía, por ejemplo en Mortal y rosa. En este tiempo lo hubieran crucificado por pederasta. Un gatito viene y me mira. Le acaricio el lomo, y él se pone para que le rasque la barriga. Tienen una capacidad para el placer maravillosa, sin angustia, sin remordimiento, sin deseo de nada que no sea real. No anhelan nada salvo comer, dormir, cagar, que los acompañen, no necesitan el dinero ni una limusina para celebrar su cumpleaños. John Gray en su ensayo Filosofía felina. Los gatos y el sentido de la vida dice: “Los gatos pueden querer a los seres humanos, pero eso no significa que los necesiten o que sientan obligación alguna hacia ellos”. Doy fe.

 

Guerra en Ucrania. Miles de rusos huyen despavoridos por las pocas fronteras abiertas para escapar del reclutamiento forzoso de los reservistas. Es una guerra imperialista que no tiene sentido para ellos, pero sí para los ucranianos cuyo país ha sido invadido. Es muy diferente defenderse de una invasión que ser tú el invasor. Elecciones en Italia. Temores en una Europa que se mantiene con alfileres, pero nada de esto preocupa a mis gatitos que viven alegremente al margen de la geopolítica internacional. 

 

Bajo a la calle y me voy con el libro a tomar una cerveza. En el bar es donde mejor leo a pesar del barullo de los parroquianos que pegan la hebra. Manel, el camarero, en cuanto entro me escancia una cerveza tostada, una 1906. Me estoy tres cuartos de hora leyendo intensamente sentado a la barra. Hoy hace la comida mi hija. Normalmente soy yo quien la hace. 

 

Me pregunto, comiendo una tapa de ensaladilla que me han dado, si existe el libre albedrío, si esta mañana de Wu Wei es fruto de mi elección o lo es, como pensaba Spinoza, consecuencia no de mi libre elección sino de causas complejas que operan en mi organismo. El libre albedrío “consiste en la sensación de no saber qué vamos a hacer”. Me serena profundamente pensar que no existe el libre albedrío ese con el que la iglesia y el humanismo - y el existencialismo- nos carga con la elección de nuestras acciones, las elecciones y sus consecuencias. Yo no elijo, es mi naturaleza -misteriosa e incompresible para mí- quien elige por mí. Esto pensaba Spinoza y el taoísmo. La idea de libertad individual es un mito. También la neurociencia lo confirma. Solo existe el instinto de supervivencia. Y la concentración en el instante presente, ese que viven mis gatos de un modo tan absoluto. 

 

La vida es fruto del azar que no podemos controlar. Creemos elegir y no es así. Son las cosas las que nos eligen a nosotros. De ahí esa necesaria actitud atenta y concentrada ante el presente, único hogar posible, porque todo lo demás es fantasía. 

 

Vuelvo a casa. Pancho cuando abro la puerta, sale por un resquicio a la escalera, le sigue Sirius y no puedo evitar que Niebla salga también. Me miran con rostro enigmático, no me necesitan, si yo desapareciera no me echarían en falta. Ellos sí que no hacen nada salvo ser, estar presentes y ser ellos mismos, mientras que nosotros estamos fragmentados como fantasmas y deambulamos por la vida con la carga de la libertad y la necesidad de justificarla mediante nuestras acciones que deben ser productivas para llenar un vacío que entendemos erróneamente como aciago, cuando es luminoso. 

20 comentarios :

  1. A veces nos sentimos en la obligación de estar haciendo algo reconocible de cara los demás y eso lo estropea todo.

    Saludos.

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    1. Alguien te pregunta ¿qué estás haciendo? Y tú contestas, nada, no hago nada. Es complicado. Parece que hay que llenar el tiempo, llenar la vida con acciones reconocibles que nos confieran algún prestigio. En la vida laboral, está claro que hay que hacer muchas cosas. Los trabajos son estresantes y es inevitable tener que hacer, y, de paso, hacerlo bien. La idea del Wu Wei tiene un sentido más contemplativo ante un mundo que exige llenar de actividad nuestro tiempo, en lugar de mirar pasar las nubes, escribir sobre lo que pasa, leer, observar. Pienso que deberíamos ser observadores, en la observación se halla la más alta cualidad humana. Saludos.

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  2. Como me gustaría tener una terraza para sentarme en ella a tomar el café, me he de conformar con una ventana con buenas vistas a las montañas pues vivo en un valle, en el último piso, pero no puedo acceder al exterior, qué le vamos a hacer.
    Los gatos domésticos saborean la vida como ningún otro animal, sí, agradecen nuestros cuidados pero consideran que su única responsabilidad es experimentar la vida y te regalan su amor si así lo sienten, nunca como una contrapartida. A veces pienso que son infinitamente más inteligentes que nosotros pues no se afanan en conseguir objetivos y futuribles, como dices, viven el presente y con lo que hay les basta, además no piensan en Ucrania, ni en Italia, son inmunes a las desgracias y temores que salen en los medios.
    Lo del libre albedrío lo veo de forma diferente a la tuya, a mi me gusta ser la responsable de mi vida, alegrarme de los aciertos y cargar con mis errores, que he espabilado más con esos errores que con el mejor manual de reflexiones que haya leído sobre la vida, y lo cierto es que he leído muchos. En el fondo, creo que aspiro a ser gato, intentar experimentar y gozar, con todas las consecuencias, de mi libre albedrío. Espero que no suene muy escandalosa esa aspiración de descargarme de condicionamientos y tratar de ser yo misma, en coherencia con lo que realmente siento.

    Un abrazo.

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    1. Tenemos una terraza por donde corretean los gatos, hay incluso una hamaca y espacio abundante, pero es un patio interior donde no hay ninguna vista y menos a las montañas. Lo que daría yo por tener vistas... No se puede tener todo. Sabía que el protagonismo de los gatos te interesaría, puesto que los que tenemos gatos, vivimos permanentemente fascinados por la idiosincrasia de estos animalitos tan independientes y filosóficos. Nunca sabes qué puedes esperar de ellos porque parece que su sino es la libertad. Los tres gatitos que tenemos son muy diferentes entre sí dentro de una caracteriología propia muy acentuada. La sociedad de los humanos y la de los felinos se complementan bien. En cuanto a la responsabilidad y el libre albedrío, dejémoslo estar así. A ti te sirve tu manera de entenderlo, yo he tenido que evolucionar para llegar a conclusiones distintas. Un abrazo.

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    2. Hay tantas formas de abordar la vida y seguramente todas son válidas y responden al momento particular que vivimos.
      Con tanto rollo que solté sobre el libre albedrio, dejé sin decir algo bastante importante, esta crónica de una mañana en tu vida ha sido refrescante y me ha gustado mucho.

      Abrazo de nuevo!!

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    3. Pienso que ha sido muy gatuna, solo los que tienen relación con estos felinos adorables pueden comprenderla bien. Muchas gracias y abrazo de nuevo, también para ti.

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  3. No puedo estar más de acuerdo contigo, estimado Joselu; observar y observar, ahí encuentro una manera serena, y a la vez profunda, de percibir mi existencia a partir de otra, (puede ser una existencia orgánica-animal, o también material-artificial), pudiera ser agacharme para contemplar una abeja recolectando polen (algo que suelo hacer en primavera) y transformar esa experiencia en una forma de ver mi propia vida, esto me sucede de una forma muy espontánea, sencilla y natural, no trato de hacer una teoría científica de esa observación, sino que para mí es algo más sencillo, hay un aprendizaje elemental en ese mirar, y precisamente su condición de elemental lo convierte en un conocimiento genuino y poderoso, ya sabes que esto es una concepción muy budista… de todas las explicaciones posibles o sugeridas, parte de la más humilde, por así decirlo.

    Has escrito hoy de un modo muy vivo, porque lo has plasmado como se vive, en una sucesión de momentos sin orden aparente que, ensamblados todos a lo largo del día, confieren esa extraña coherencia que es la cotidianidad; lo cotidiano se construye día a día con un sinfín de sutilezas y extravagancias que de reparar atentamente en ellas nos dejarían muy asombrados, pero obviamente no vamos a estar todo el día en estado contemplativo, a ver como actuamos en cada minuto de la jornada...

    Tus gatos no te hablan, pero observan con sus bellos y enigmáticos ojos cada uno de tus actos, de tus gestos, ellos no te hablan a ti, pero tú existencia junto a ellos tiene un significado para los gatos, un significado que no conoces, sería maravilloso conocerlo, pero tal vez sea preferible no saberlo, mejor dejar a los gatos que vivan su experiencia contigo como la viven, ellos saben muy bien qué hacer y qué no hacer con su compañero humano, tal vez los gatos sepan mucho mejor que hacer con nosotros… que nosotros lo que hacer con ellos.

    Pues eso; algunas lecturas, tus gatos, Manel (el camarero que te sirve la cerveza), la guerra en Ucrania, el taoísmo, la ultraderecha italiana y alguna cosa más… todo ello configura la cotidianidad (extraño, ¿verdad?) en este día “normal” de tu vida que nos cuentas.

    Escribir como se vive en un momento dado. No es fácil, aunque quien lo hace bien consigue que lo parezca.

    Abrazo.

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    1. Empecé a escribir sin un propósito fijo, y el texto fue haciéndose y creciendo de modo libre, tanto que tuve que truncar un par de párrafos que no hubieran añadido mucho más a la idea que se mostró central: la idea del libre albedrío y la contemplación de la libertad de estos felinos que viven el instante de un modo prodigioso sin hacer planes, sin esperar nada -la comida, por supuesto-, sin proyectos, haciendo nada en especial sino ser lo que no es poco. Son hermosos por ello.

      Sé que eres un excelente observador, de ello dan cuenta tus narraciones abiertas y también libres. Mañana saldremos a recorrer la sierra del Garraf, tan querida y austera, tal vez por eso me atrae tanto. Es árida y esencial, metafísica por su soledad y belleza. El cansancio será también mi acompañamiento -nuestro porque iré acompañado-. Es un buen momento para caminar dado el descenso de la temperatura. Es el momento del otoño, tan grato para mí.

      Un fuerte abrazo, Paco.

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  4. Muy divertida tu anécdota de los perros de la vecina del prusés, seguro que te echan a faltar. Ciertamente, nosotros nunca habíamos tenido animales, hasta que hace poco más de un año, mi hija Lucía se empeñó en traer un gatito a casa, convenció a su madre y yo tuve que acceder. Mis hijas desde siempre habían querido tener algún animal. Desde entonces, la familia gatuna se ha ampliado de uno a tres gatitos y se han hecho ya totalmente de la casa. Tienen enamoradas a mi mujer y a mis hijas. Son muy tontorrones pero tiernos y graciosos. Un perro debe de ser muy diferente. Veo que esta entrada es más para gatunos que saben bien de qué hablo. Un fuerte abrazo, Miquel.

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  5. No es por llevar la contraria, pero me temo que leer un libro de Paco Umbral y el Wu Wei son aceite y vinagre. Me ha venido a la mente:
    Maestro, ¿Qué miras tan atentamente?
    —El árbol que tengo en frente
    ¿Por tanto tiempo? ¿Y que es lo que ves?
    —No lo sé, ni me importa.

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  6. Miércoles 28/octubre/2022; 22:01 horas... éste sería el encabezamiento de mi comentario si lo hubiese escrito apenas te leí, pero no será así. Y no porque no lo desee, sino porque te mereces más tiempo del que ahora mismo podría ofrecerte... y no quiero, porque tus entradas ya sabés que me dejan reflexionando sobre muchas cosas y ésta de hoy, uffffffffff vaya si lo ha hecho!
    Vuelvo, prometido. Que, entre otras cosas, voy a darles de comer a Suerte y a Poe, éste último le falta sólo hablar ya...

    Besos.

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  7. Años ha, tuvimos un gato blanco, le pusimos de nombre Puma, por el cantante sudamericano José Luis Rodriguez, era un gato arisco y muy cabroncete, en cambio mi consuegra llegó a tener en su Masía de Palau de Plegamans hasta 12 gatos, eran todos muy cariñosos menos uno, y convivían en perfecta armonía con 5 perros de diferentes razas. Mi hija mediana tiene 4 y tenia también un conejo, aunque no sabemos seguro si era un conejo normal, vivió14 años, y los conejos viven 7 u 8 años. Uno de los gatos de mi hija es autista, se esconde cuando llega alguien de fuera a su casa, porque los gatos viven en su casa y te dejan convivir con ellos.

    Salut.

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    1. Hay un sentimiento de aristocracia elegante en los gatos y parece cierto que son ellos lo que te permiten vivir a su lado. Son seres fascinantes. Saludos, Francesc.

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  8. Nunca he tenido mascotas. Durante un tiempo me apeteció tener un perro; afortunadamente no lo tuve, ahora es tal la invasión de estos seres vivos en calles y parques que he empezado a cogerles manía. Los gatos siempre me han dado algo de miedo: su mirada enigmática, su independencia, la sensación de que no nos necesitan para nada... Luego está el olor con que impregnan los lugares donde habitan o por los que pasan. Durante unos años viví en Toledo y muchas calles de esa ciudad olían a gato, a sus excrementos. Desde ese momento les tomé manía.
    La prosa de Umbral es magnífica; no me extraña que disfrutaras tanto de tu cerveza tostada durante esos tres cuartos de hora que pasaste leyendo en el bar. La verdad es que la existencia es eso: un dejarse llevar por la sensación del presente, sabedores de que poco o nada podemos elegir; es nuestra naturaleza, como bien dices en tu entrada, la que elige por nosotros, y qué bien que resulta esa elección: un buen libro y una bebida refrescante en nuestras manos.
    Un saludo, Joselu

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    1. Leer a Umbral ha sido un placer recién descubierto, puesto que yo durante mucho tiempo detesté a ese personaje intemperante y polémico público que aparecía en las pantallas. Pienso que es un autor que se revalorizará en el presente y el futuro.

      En cuanto a la elección de nuestra vida no deja de ser un misterio. Los hechos fundamentales de ella han surgido por un cierto azar que se nos ha impuesto. Tal vez ese azar formaba parte de nuestro destino y nuestra naturaleza hizo lo necesario para realizarlo. Considerar que no elegimos nada, más que la cerveza que tomamos, me tranquiliza y me ha serenado. Hoy iré de nuevo a saludar a Manel. Saludos, Juan Carlos.

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  9. Esto mismo me pasa con mi perrita, que pasa del estado de dormir horas, a pedir mimos para el solo hecho de decir aca estoy.

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    1. Supongo que es importante y venturoso tener relación con otros seres no humanos porque nos muestran otra forma de estar en la vida. Gracias, Ivan, por tu comentario.

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  10. Francisco M. Ortega2 de octubre de 2022, 20:29

    Más que de libre albedrío se puede hablar de azar y la respuesta nos la puede dar el gato de Schrödinger.

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