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lunes, 4 de enero de 2021

La apoteosis de Instagram


La sobreabundancia de imágenes y experiencias en Instagram que tienen como fundamento la democratización de la fotografía, de las ideas y el arte tiene un efecto negativo puesto que resta valor a los cientos de imágenes o ideas que te llegan cada día. Lo extraordinario es normal, parece ser el mensaje, nada hay ya que pueda conmocionar al espectador acostumbrado a lo fuera de serie. Antes la contemplación del arte era un hecho importante y daba la impresión de tener peso, ahora no. Todo es magnífico y nada, a la vez, tiene dimensión. 


Esta imagen no ha aparecido en Instagram, es solo un detalle de una talla sin valor artístico en el castillo de Calafell. 


El ser humano del siglo XXI se enfrenta a su falta de dimensión por extraordinaria que sea su aportación, porque ¿hay algo realmente extraordinario?


De ahí la incapacidad para la sorpresa en los niños y en los jóvenes. Y no sé si en los mayores...

34 comentarios :

  1. No hace falta ver algo extraordinario. Las cosas "comunes" son las que sorprenden de verdad... saludos!

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    1. Sí, eso es cierto, la amabilidad de una camarera al servirte los churros, la sonrisa de un niño, el amor cotidiano, una cena compartida, un atardecer, una pareja de ancianos cogidos de la mano, etc, etc, son esas "cosas comunes" que nos sorprenden... es cierto, pero cuando contemplamos la historia del arte en todas sus variantes, esas obras singulares tienen algo que traspasa la banalidad del tiempo. El arte, la ingeniería, la ciencia, la medicina, etc, etc, tienen hechos extraordinarios que son capaces de cambiar una época y un modo de vivir. Y eso excede al espacio de las cosas comunes. Un Shakespeare, un Cervantes, un Dante, un Dostoievski... tienen algo que sobrepasa la cotidianidad.

      En Instagram hay una oferta de cosas cotidianas y extraordinarias en fotografía, pintura, paisaje, hazañas deportivas, escenas de animales realmente sorprendentes... No deja de sorprenderme el talento que hay detrás de muchas fotografías sensacionales. Es esto lo que quería decir, que los niños, que los jóvenes y la población en general, se acostumbra a ver gestas o logros o imágenes o vídeos de lo extraordinario y ya nada sorprende. Yo he sido profesor durante casi cuatro décadas y he advertido lo que sorprendía a mis alumnos de hace treinta años o veinte o en lo más reciente. La capacidad de sorpresa ha ido disminuyendo geométricamente especialmente para la imagen y la literatura. Parece que ya está todo visto, y eso es el problema. Saludos.

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  2. La democratización de la fotografía produce una inflación donde es difícil distinguir la paja del grano. Vivimos tiempos excesivos. Millones de opiniones (twitter), de amigos (feisbuc), de yogures ..... hay que vencer al vértigo y moderarse en el consumo y en la velocidad

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    1. Tienes toda la razón, hay un exceso de oferta, una inflación donde es difícil distinguir lo esencial de lo accesorio o secundario. Antes la oferta era limitada. Ahora en un país hay millones de fotógrafos y bastantes no lo hacen nada mal. Hay miles de escritores -ahí es más fácil distinguir lo que vale la pena y lo que no, aunque el tema de los premios literarios es altamente sospechoso porque uno se da cuenta de que están en función de las modas o tendencias sociológicas-, hay multitud de pintores, de dibujantes. En las redes sociales es abrumadora la cantidad de bites de información irrelevante, pero todo hijo de vecino tiene opiniones sesgadas y concluyentes. Abunda la confusión por esa inflación de información... Yo no sigo las noticias porque me doy cuenta de que la mayor parte de lo que hay es ruido mediático para condicionarnos ideológicamente. No me interesa. Tienes razón en lo de la moderación en el consumo y en la velocidad. Un blog tiene todavía algo de artesanal y es de tempo lento, creo.

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  3. Es lo que los “baby boomers” generacionalmente hablando, empollarnos. Así da la cara. Distinta cuestión es la emoción negativa o positiva que nos despierte.

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  4. Qué dirían los pensadores de la Grecia Clásica o los manidos orientales . Seguramente algo así como “ Míralos siguen tan necios como nuestros coetáneos por mucho que los chismes inventados les hayan alargado una vida también inventada.”

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    1. Los pensadores de la Grecia clásica o los maestros orientales sin duda no comprenderían nuestro mundo por superficial, frívolo y democrático. No sé si la democracia lleva en su germen la vulgarización, pero parece habernos llevado a ella. Podemos gritar que todo es vulgar y a la vez que todo es extraordinario. Y sí, nuestra vida es inventada en gran parte, esta idea final es muy buena.

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  5. Esta entrada tiene más profundidad de la que en principio pudiera parecer.

    Hemos banalizado hasta lo más nimio. Ha venido bajo el brazo del consumo. Hacer una foto, hace sólo quince años, significaba que lo que te atraía era importante. Pensar en el precio del carrete, en el de su revelado, en la cola para la compra de lo uno y la visión posterior de lo otro, en que no fallase la toma, y para eso su tiempo, el de espera y el de pose, y pensar que habías comprado un aparato sólo para eso, para hacer fotos, con su diafragma, su tiempo de abertura y su campo de visión.
    Hacer fotos formaba parte de un rito, y no se tomaba por lúdico, sino por arte.

    Hoy el consumismo trae lo lúdico por muestrario. Relojes que te miden el ritmo cardíaco y teléfonos que son más cámara de fotos que lo primero, y todos con GPS, para que el sistema pueda controlarte, saber donde vas, con quien lo haces, de que hablas, con quien te carteas, que preferencias tienes y que es lo que se te puede vender, y si no se te puede vender nada, el Sistema se encargará de ponerte la necesidad y crearte el "deseo" en la pantalla de teléfono. Ya lo necesitarás.

    Y ciertamente, la capacidad de sorpresa ha desaparecido de los niños. Quizá porque vienen con las sorpresas descubiertas debajo del brazo.
    De momento, y a mis 67, me sorprendo de que cuando voy a lavar los platos, empujando una simple palanca, salga agua, y si la giro hacia la izquierda...caliente.

    Mís nietos se rien del detalle, pero yo, no dejo que se les pase el detalle. Estoy convencido de que dentro de 50 años ellos si aprenderán a sorprenderse, cuando vean que de los grifos ya no mana el deseado líquido, sino que será preciado botín de guerra.

    Salut
    salut








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  6. Perdón: Esta entrada tuya, quería decir...y no he dicho.

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    1. Estoy de acuerdo en tu consideración de la banalización de todo... Hacer una fotografía hoy es un acto tan simple como apretar un botón cientos de veces. El otro día mi sobrino al que llevé a ver un castillo en Calafell y la ciudad ibérica reconstruida, me dijo orgulloso que había hecho más de doscientas fotos en las visitas. Yo le dije entonces que un buen fotógrafo toma solo diez fotos porque las piensa una por una. No es fácil hacer una foto, pero los instrumentos prodigiosos que tenemos lo hacen tan sencillo como beber agua. La facilidad con que podemos hacer todo tiene un coste que es el de no darle valor a nada. Contamos con aparatos prodigiosos para ello y a los que no damos valor porque no los entendemos. Un móvil es un instrumento alucinante de la tecnología cuya complejidad es inmensa. Pero su uso es a nivel de idiotas. Utilizamos instrumentos que no comprendemos ni intuimos la maravilla científica que hay detrás. Y estos instrumentos en su uso idiota simplifican el mundo, lo estandarizan, lo vulgarizan en su vorágine frenética. Ciertamente en Instagram por ejemplo hay cientos de fotos, muchas muy buenas, hay cientos de paisajes alucinantes de la tierra, hay cientos de obras gráficas expuestas por artistas singulares... Hay mucha calidad si se sabe buscar pero todo es tan rápido, Miquel, que nada se retiene, nada tiene poso, todo pasa tan vertiginoso que te da igual ver una fotografía excelente que una cita sacada de la obra de Pessoa, todo, incluso lo extraordinario se ofrece en una muestra ininterrumpida de novedades que le resta cualquier tipo de peso. Y es cierto, los niños, los jóvenes tienden a no sorprenderse por nada, el mundo, la vida, solo por el hecho de ser, es un motivo de sorpresa infinita, la propia consciencia es un milagro no explicado, el propio lenguaje es el Rubicón de la esencia humana a diferencia de los animales. Creo que estamos rodeados de hechos maravillosos pero no nos damos cuenta.

      Y sí es muy posible que dentro de cincuenta años, el agua no sea tan común como ahora. No sé cómo se debería cultivar la capacidad para la sorpresa...

      Salut

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    2. No es fácil hacer una foto, pero los instrumentos prodigiosos que tenemos lo hacen tan sencillo como beber agua.
      Lo que hacen muy bien esos instrumentos maravillosos es captar los valores lumínicos de los objetos/sujetos, reproducirlos en un plano focal sensible a la luz (sensor/película). Lo hacen a un perfección que ni se soñaba solo 50 años atrás.
      Pero la foto la hace el cerebro del fotógrafo y como muy bien dices no es fácil y muy largo de hablar.
      Ansel Adams decía que se sentía inmensamente satisfecho si conseguía una fotografía que le resultara "aceptable" cada mes.

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    3. No, no es fácil hacer una foto aceptable, es más bien muy difícil. Si yo tuviera que escoger qué imagen es la que salvaría de mis años de hacer fotografías, diría que esta: EL ENCUENTRO, poco más. Y es de 1997. Son mis dos hijas, Clara y Lucía.

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  7. La exageración de las cosas devalúa su valor. Así en todo, ya sea arte, publicaciones, records, logros, ideas...

    Salud.

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    1. Pues vivimos en un mundo esencialmente exagerado. Cualquier novela publicada es fascinante, apasionante, historia única y que engancha al lector desde la primera página. Todo es extraordinario y eso termina por resultar letal. Pero ya no sabemos distinguir, perdemos los criterios. Hoy todo trata de hacernos adictos: a las redes sociales, a las series, al gimnasio, a la tecnología, a los viajes, a las comidas... El gran problema del mundo es, a mi modo de ver, la desadicción.

      Salud

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  8. Bueno, yo ni siquiera alcanzo a comprender eso de la "democratización" de la Fotografía. ¿Eso, en realidad que significa?
    Lo único que veo que ha cambiado es la "facilitación" o facilidad de uso.
    Democratizada ya lo estaba. Si me apuras podríamos hablar de que está mas socializada.
    Afirmas que en Instagram ves mucha vulgaridad, como si esto fuera un factor nuevo. Me he pasado media vida revelando carretes de gentes normal (clientes) y te aseguro que la vulgaridad ha sido -por lo menos en los tiempos que yo conozco- el factor predominante. No es algo nuevo. Lo que ocurre simplemente es que ahora hay donde verter la mierda y antes, la mierda se quedaba en una caja de zapatos, en un oscuro rincón de algún mueble. Lo que ocurre es que antes la mierda era más cara de producir y ahora es prácticamente gratuita.
    A la imagen le pasa exactamente igual que a la letra. No abunda quien escribe bien (yo desde luego, solo lo intento) y por supuesto tampoco se molesta en aprender y con la imagen ocurre igual. Del mismo modo, estoy arto de ver como, inclusive alumnos que he tenido en cursos de fotografía (he dado clases durante unos 25 años, aproximadamente) sin tener "poco mas que poco" aprendido, se han comprado una cámara de mil euros y se han colgado la etiqueta de "fotógrafo"
    De modo semejante cientos de blogueros van de poetas, con unas construcciones gramaticales que hacen sonrojar. Supongo que es el signo de los tiempos.
    De todos modos, entre nosotros y ahora que no nos ve o lee nadie: Aunque algunos buenos fotógrafos tengan alguna cuentecilla abierta en Instagram, ir a esa plataforma a por arte fotográfico, es como ir al mercadillo semanal, a buscar ropa de Gucci, Versace o Armani.
    Oye! y aún así de vez en cuando te llevas una sorpresa.

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    1. Noxeus, creo que no me he explicado bien, no digo que en Instagram hay mucha vulgaridad sino todo lo contrario. En Instagram hay una oferta fabulosa y mundial. Si buscas con criterio te encuentras sensacionales fotógrafos que hacen unas fotos soberbias. Yo tengo una selección de oferta creo que muy significativa y singular. Hay muy buenos fotógrafos en instagram si se buscan, como digo. El problema es que ves fotos muy buenas a velocidad de vértigo, pasas y pasas sin advertir la terrible complejidad de hacerlas, igual que ves hazañas deportivas increíbles como si fuera lo más normal del mundo. Y esto es problemático, Noxeus, no hablo de los malos fotógrafos que en el mundo somos, no, hablo de excelentes fotógrafos que ofrecen imágenes únicas en un flujo frenético de novedades, sin cesar, que se alternan con citas geniales de escritores y artistas, cuadros de pintores muy interesantes... No denigro Instagram, pienso que para ser algo en el mundo de hoy, hay que estar en instagram, me refiero a los creadores jóvenes. Yo ni me atrevo a publicar malas fotos a los que solo dan likes media docena de exalumnos agradecidos. Pero tal vez sea por la selección de fuentes que he elegido. Hay mucho talento pero cuyo valor queda absorbido por la velocidad de la red. NO da tiempo de nada.

      Eso sí, los blogueros que van de poetas, es la mayor parte de las veces lamentable. Y tienen cientos de comentarios por ripios prosaicos impresentables. Ya hemos hablado de ello: la aceptación de un blog no tiene nada que ver con su calidad.

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    2. Si, si, el que quizás no se explicó bien fui yo. Claro que hay buenos fotografos en Instagram, incluso algunos desconocidos que son francamente admirables. Pero ufff... la abundancia de porquería es agobiante. Tambien está el tema de que en esas dimensiones (incluso en el ordenador) hay mucha imagen resultona, pero al tamaño en que uno acostumbra a leer fotos, ya no lo son tanto.
      Los fotografos de altura, no suelen usar plataformas como Instagram Flickr, 500px, etc. a no ser que sea para publicitar sus propios portafolios en sus webs.
      Yo si, no obstante lo que hablamos, denigro Instagram. Entiendo que es una herramienta que nación con un propósito y el Sr. Facebook se la cargó para sus intereses al comprarla. Ahora está demasiado cargada de publicidad y mandangas.
      Si fuera una autentica plataforma fotográfica estaría clasificada (géneros fotográficos, paises, etc.) Pero es otra cosa mas parecida a una supertienda.

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  9. Muy interesante reflexión. Joselu. También creo que fue Céline el que se mofaba de las ínfulas literarias, que se expandían como la idiocia. Cualquiera podría ser escritor. Hubo un aluvión tras la guerra de memorias, de la que el escritor, filonazi y de un talento portentoso, salió mal parado. Los calificaba de ágrafos. Me imagino lo que pensaría ahora de este verdadero aluvión de producción literaria, en la que resulta tan complicada, separar el grano de la paja. Luego hay verdaderas delicatesen como tu blog, que nos empujan más allá de los meridianos del pensamiento más convencional.

    Y es que como pronosticaban algunos pensadores como Ortega y Ayala, la alta cultura perdería con la dispersión y la difusión de la misma. Normalmente se adapta a los gustos del público, que había cambiado en número y en percepciones. Quién es capaz de componer una ópera o cualquier pieza musical compleja en nuestros días. La sociedad y la cultura vivían una especie de "entropía" que enfriaría la verdadera creatividad. Si no se demanda y se vende, cualquier expresión cultural estaba condenada a la agonía. Sin llegar a esos extremos, todavía hay manifestaciones que considero muy interesantes, Francisco Ayala, con la irrupción de los mass media controlados por grandes grupos de poder, receló de ellos como una artimaña más del poder, con la que influir a su favor sobre la masa. Reconoció años más tarde, que el proceso había sido el inverso al que había creído. La masa, por mor de las audiencias, había moldeado a su imagen y semejanza los medios, vulgarizado la expresión, acabando con el período dorado del periodismo literario. Si querías incrementar los ingresos de publicidad, necesitabas audiencia. De todas formas, a pesar de esos signos de decadencia que avizoraban nuestros pensadores, que ni siquiera soñaron con internet ( Julio Verne dicen que sí), esta globalización del conocimiento, ofrece posibilidades infinitas para quien desee aprovecharlas.La tecnología no es buena ni mala, todo depende del uso que hagamos de ella. Un abrazo fuerte, Joselu. Soy Sergio Munari.

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    1. Estoy leyendo El Orient Express. El tren de Europa de Mauricio Wiesenthal que revisa con aguda nostalgia otra concepción del viaje, de los trenes, del tiempo, de la cultura, de los seres humanos, de la política, anteriores a la extensión de las corrientes mayoritarias y de masas. Ve en el Mayo francés uno de los hitos más destructivos de la vieja cultura aristocrática. Es un hecho irreversible, vivimos en una cultura de masas, a merced del mercado, de las tendencias, de los likes, y las viejas concepciones aristocráticas hace muchas décadas que han desaparecido. Era un mundo más bello, de eso no cabe duda, era un mundo con más poso, con más sabiduría, com mas complejidad... Hoy todo se compra en Primark, y se navega en FB o TW o IG... Todo está a merced de todos y nada es inferior a nada, han desaparecido las jerarquías: del conocimiento, de las clases sociales, de los trenes, de las sociedades plurales y multilingüísticas... Todo fue arrasado por las concepciones democráticas que han hecho que el mundo perdiera belleza y densidad a cambio de eficacia y usabilidad. Todo es horizontal y plano, no tiene cabida el conocimiento ni la sabiduría, no son valores al alza.

      Instagram reúne aportaciones magníficas en el terreno de la imagen... Nadie en el tiempo del Renacimiento habría sido capaz de imaginar algo tan ubicuo, tan instantáneo y democrático. Se mezcla todo, lo excelso y lo vulgar, en una suerte de pandemonium apoteósico de la sociedad. Para bien y para mal. Leyendo a Wiesenthal, siento que me habría gustado viajar en aquellos trenes de lujo en la década de los veinte. La sociedad actual es una especie de monstruo que ofrece posibilidades infinitas como dices pero que carece de alma, algo que existía en la sociedad aristocrática. La tecnología es fascinante, yo soy un adicto a ella, pero añoro el tiempo anterior a ella. Si pudiera volver atrás, lo haría. Es un sentimiento dual. Un abrazo, Sergio.

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  10. No me extraña, con tanto bombardeo y a tiempo real. Esto genera una confusión mental y más en unos momentos que estamos como atrapados dentro del monitor.

    Pero no solo en la imagen, sino en todo.-La era tecnológica: nos ha quitado creatividad y por eso la imaginación sino es para compartir es un arma de doble filo.

    Nos ha desunido más .No se comparte el pensamiento creativo; sino se compite a ver quien es más competitivo.

    Veo, que entras este nuevo año con mucha energía y eso es bueno-

    Un abrazo


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    1. La era tecnológica ha desarrollado un tipo de creatividad propia de la era tecnológica, pero ha inducido el coma a otros tipos de creatividad que construyeron el mundo y las civilizaciones históricas. Como profesor he constatado que el sistema educativo lamina cualquier tipo de creatividad por un afán de eficacia y democracia. Mis alumnos de hace treinta años eran mucho más creativos, con muchísimos menos medios, que los que tuve treinta años después. El tiempo nos devora, el ruido, la dispersión, la confusión -como dices tú-, nos limita gravemente... Nunca el mundo ha estado tan necesitado de lo espiritual. El otro día estuve en una librería, el FNAC, buscando libros de ciencia y tuve al lado la sección de espiritualidad -no autoayuda- y me quedé sorprendido por la cantidad de títulos que había en los anaqueles. El materialismo es la ideología de nuestro tiempo, eso y la horizontalidad. Vivimos un mundo atroz por la velocidad, por la complejidad y por la falta de filosofía de fondo para comprender y escuchar el alma. Un abrazo.

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  11. El ser humano ante la encrucijada del siglo veintiuno. Siempre habrá capacidad de sorpresa mientras exista la ingenuidad y la inexperiencia. Eso sí mucho más volátil. En cuanto a las herramientas (Instagram) es el uso que de ellas se haga, para dar o para recibir, además de que todas ellas están trucadas por los algoritmos malditos, el previo pago y la manipulación de los usuarios para la obtención de intereses económicos.

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    1. En mis algoritmos de Instagram, que no comprendo, hay una buena selección fotográfica y literaria. Es en base a ella que juzgo Instagram. Mi impresión es que por buenos deseos que haya de mostrar un buen uso de la red, y sé que existen, la velocidad de publicación de las citas y buenas fotografías es tal que el que intenta seguir no puede digerir tanta información. Cientos de citas filosóficas, literarias, políticas, etc, etc, desactivan totalmente los mensajes, que llegan tan gaseosos que es imposible digerirlos. No es que las redes no puedan ser utilizadas positivamente sino que la velocidad invalida cualquier mensaje que se superpone a cientos de otros mensajes. Un ciudadano no puede recibir cien o mil pensamientos estimulantes sin que se sienta saturado y ahíto. En mi instagram hay una buena selección de citas literarias, pero ni las leo. Mi capacidad de respuesta tiene un límite y me blindo mentalmente. Prefiero extraerlas de otros lugares. No pienso que se pueda hacer un buen uso de las redes porque siguiendo a Marshan MacLuhan, el medio es el mensaje, nunca mejor aplicado el aforismo. En cuanto a la manipulación de algoritmos de que somos objeto, ¿podemos asombrarnos de que redes gratuitas nos utilicen como productos suculentos? Lo que vale hay que pagarlo, como bien sabes por tu suscripción periodística.

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    2. No nos podemos enfrentar al espejismo que nos ofrece el mundo digital. En nuestro afán por acudir a todo porque su conocimiento y la curiosidad que suscitan provocan una satisfacción intelectual, olvidamos nuestras limitaciones y aunque todo esté a mano no podemos asirlo en su totalidad. El mundo era multitudinario en hechos y conocimientos antes de Internet, pero nadie lo podía tener tan a mano como ahora. Por eso, un buen uso de las herramientas puede ser la selección. Nutrirnos de aquello que entendamos que nos aporta más a nuestro goce artístico, intelectual o informativo, y para ello ha lista o cuentas a las que seguir sin perderse en el maremagnum de Internet, aunque lo de perderse también puede ser una apuesta. Pagamos con nuestra huella digital, ahora cada uno debe valorar si lo que encuentra vale ese precio o no. También se pude pagar para contribuir a una causa.

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    3. Pienso que sobre redes sociales sabes tú mucho más que yo. Yo las temo. Entrar en Twitter es hacerlo en una selva de micromensajes de distintos pelajes que evito porque me sube la adrenalina y la indignación porque aparecen núcleos ideológicos que me transmiten noticias de las que no quiero estar informado y proyectan pensamientos con el ánimo de influirme y condicionarme aunque sea hacia la sabiduría en píldoras de incierta digestión que evito como el gato escaldado. No me importa nutrirme de ideas en un libro que yo he elegido, hay una elección, pero Twitter parece una guerra ideológica cuyo campo de juego es nuestro cerebro y no me gusta. De Facebook hui y no estoy presente desde hace cuatro años. En Instagram hay menos peligro de manipulación porque la mayor parte de lo que veo son imágenes pictóricas o fotográficas. Hay algún perfil que publica citas literarias de Pessoa, Camus, Nietzsche, etc, etc, que me cansa y evito, pero no es de lo peor. No me gusta que nadie compita por influirme de ninguna manera, a menos que lo elija yo. Cuando yo elijo soy muy dúctil y no me importa que me influyan. Me gusta incluso.

      Lo cierto es que no me gustan las redes sociales.

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  12. Para bien y para mal mi capacidad de sorpresa no tiene límites.
    He visto la foto de tus preciosas hijas, me lleva a uno de los momentos mágicos de mi infancia.
    Gracias por compartir, los nombres de tus hijas son muy luminosos.

    Adriana

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    1. Ese fue la motivación fundamental de sus nombres, la claridad. Un padre oscuro y una madre luminosa que buscan nombres claros para sus hijas. ¿Te imaginas que les hubiéramos puesto como nombres Oscura y Penumbra? No sé por qué en nuestra civilización apostamos por la luz. En Japón, he leído, la sombra es fundamental en la concepción de la vida. Hay un libro precioso que se titula Elogio de la sombra de Junichiro Tanizaki que es digno de ser leído.

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  13. Es un tema para un ensayo de cierta entidad, porque hay muchos pros y contras. Por una parte se ponen en contacto miradas sobre el mundo que antes quizá se hubiesen anulado poco a poco por falta de retroalimentación con otras personas que miran igual. Por otro, hemos comprobado que aunque sienta uno afinidad con otras, por poner, dos mil personas con las que ahora podamos estar en contacto, tenemos unos límites, físicos y temporales, de capacidad de prestar atención, así que muchas relaciones personales que en los tiempos de carestía, de haberse producido, serían muy intensas, ahora se diluyen bastante. Nos pasa lo que al rey Midas, que la abundancia nos aplasta. Por otra parte, la subida de calidad formal de la producción artística media a mi me parece innegable, también por las mismas razones, de retroalimentación, aparte de las puramente de avance tecnológico. Quizá un fotógrafo profesional añore los tiempos en que la buena fotografía estaba cuidada al detalle, pero yo recuerdo la fotografía normal y corriente, la de los álbumes de fotos familiares, y para mi no hay color. Eso paga un precio en banalización, está claro, pero a mi me permite el acceso a una cierta calidad formal que de otro modo no me hubiese podido permitir, por no poder pagarme los equipos. También el impresionismo es más pobre técnicamente que el neoclasicismo y sus secuelas, pero entre un cuadro de Bourgereau y un boceto al pastel de Degas yo me quedo con ese último. Es cierto: tanta calidad formal 'fácil' como permiten los nuevos equipos da en una banalización brutal, con millones de selfies y fotos de los rincones más típicos y tópicos del mundo, por eso al final lo que cuenta es la mirada. Pasará desapercibida en la avalancha, pero aguantará mejor el paso del tiempo, también lo creo así.

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    1. Acabo de leer El Orient Express. El tren de Europa en que se recrea la historia y mito de esta vía de comunicación que recorría toda Europa, desde Londres y París a Estambul en varios días. Eran trenes de lujo, con diseños realizados por los mejores artistas de su tiempo, con vagones restaurantes en que se daban las más exquisitas comidas acompañadas de los vinos europeos más selectos. Viajaban en estos trenes -"wagon lits"- la alta burguesía, artistas, políticos, aristócratas y el público que podía pagarse semejante viaje. Dejó de existir en 1977 y sus artísticos vagones fueron subastados. Ahora tenemos líneas de alta velocidad, de diseño como un vaso de Nocilla, sin color, asépticas, planas, que van casi a trescientos kilómetros por hora, sin vagones restaurante -ni siquiera te dejan sentarte en el bar-. Creo que es una metáfora exacta de la realidad de nuestro tiempo: planitud y velocidad a cambio de estilo, elegancia, selección, cultura humanista... No cabe duda de que los trenes de Alta Velocidad son formidables y vas a Madrid desde Barcelona en solo tres horas. Pero yo añoro los trenes Expreso en que he viajado en otros tiempos, en los que la gente en la penumbra del vagón durante la noche, contaba historias increíbles. La velocidad, la inmediatez, el diseño funcional, las redes sociales son ya la esencia de nuestro mundo, pero no cabe duda de que algo hemos dejado en el camino. Nunca será una carta física igual que un correo electrónico. El placer es de grado muy distinto. Igual que cuando yo tenía un laboratorio de revelado casero y revelaba los negativos y las fotos. Es una experiencia de raíz muy diferente. Es cierto que ahora todo es más directo, inmediato, eficaz... y permite una calidad que antes no era fácilmente posible... pero...

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  14. Y la normalización de lo extraordinario: me acuerdo de cuando fui a visitar La Granja, en Segovia, que hay allí una antigua fábrica de vidrio, de las primeras fábricas que hubo en España. Tenían expuestas copas y vasos de lo que entonces era el summun de la calidad posible de lo que producían, cosas que solo se hubiesen podido permitir pagar la nobleza, el alto clero y la naciente burguesía y no había una en que el círculo de la base o la boca tuviese la perfección que tiene un vulgar vaso actual de Nocilla. Bueno. Ya nadie aprecia un vaso de vidrio, se ha normalizado. Si la belleza se normaliza, terminará siendo tan apreciada como un vaso, o sea, poco o nada, se volverá algo invisible, se dará por hecho, pero también estará hasta cierto punto bien, supongo...

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    1. Me ha gustado esa idea de normalización de lo extraordinario. Así es, antes he citado el ejemplo de un móvil vulgar de nuestro tiempo. Es un prodigio increíble de la tecnología, tan complejo que prácticamente nadie sabe cómo funciona ni tiene ni idea de la genialidad científica que hay detrás. Un móvil, la cosa más normal de nuestra época, es un aparato tan fascinante que nos tiene a todos abducidos. Solo con nuestro dedo accedemos al mundo de infinidad de modos diferentes. A veces fantaseo en volver en el tiempo a 1984 cuando empezaba mi carrera como profesor para intentar explicar a mis alumnos lo que sería el futuro y qué sería un móvil. Creo que sería imposible. No entenderían qué es internet, ni whatsapp, mi la fotografía digital, ni las pantallas táctiles, ni protocolos TCP, ni la WWW... Sin embargo, pienso aquel tiempo en que homenajeamos a Cortázar y leímos el libro de Orwell y pienso que era pleno, rico y de una realidad tan potente que ahora hemos olvidado. Pienso que las pantallas nos abducen, que el pasado sin ellas era infinitamente más rico y poderoso visualmente... Yo he vivido ambos tiempos, mis hijas ya no podrán comparar...

      No sé si he contestado a tus interesantísimos comentarios que me han hecho pensar en una mañana fría de enero.

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    2. Estoy muy de acuerdo con tu reflexión sobre el móvil (Borges en el Aleph se figuraba que ese acceso enloquecería a quien lo tuviese, y no le faltaba razón): creo que, de todos los prodigios que nos rodean -la electricidad, cómo se genera y llega a nuestras casas; la conducción y gestión de las aguas; los aviones, cómo despegan y se mantienen en el aire y no se rompen solos, etc.- el móvil es el mayor ejemplo de una increible aplicación de inteligencia por parte de los desarrolladores e ignorancia por parte de los usuarios. Yo suelo pensar en un ejemplo de algo mucho más físico y visible: imaginar un mundo sin puentes, solo eso. Por respeto a quienes los han hecho, deberíamos saber algo sobre como son posibles físicamente a su nivel más básico -aguantar un peso, permitir el paso de las aguas y que no lo arrastren-. O el tejido, una de las piedras angulares sobre las que se ha levantado la civilización, tan exigente siempre en mano de obra y horas desde el cultivo de la planta hasta la confección de la prenda, que hoy en dia con las máquinas se hace como si nada, con el resultado que la absoluta banalización de la ropa, que se ha vuelto de usar y tirar... Un saludo, Joselu.

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    3. Tu comentario me lleva a otra reflexión un tanto incómoda pues pienso que está claro que los avances de la técnica, la tecnología, la ciencia, el arte, la filosofía, la medicina, etc, etc... son obra de una minúscula parte de la población, tal vez que no llegue al 0,1% de los seres humanos, los más inteligentes que son los que realizan el progreso en todos los sentidos. El resto, en diferentes grados somos colaboradores, continuadores, usuarios, gente buena, no lo niego -o mala-, que nos aprovechamos de dichos avances y los aplicamos a nuestra vida cotidiana. La civilización está construida en primer nivel por los hombres (o mujeres) de genio que son los descubridores de todo lo nuevo. No es que niegue el papel de las enfermeras, o los albañiles o los electricistas o los amos de casa o los profesores, no, pero es otra contribución que puede hacer el mundo más humano pero es el genio quien crea todo lo nuevo que transforma el mundo y lo hace evolucionar, y para eso hace falta un CI muy elevado. Un saludo, Javier.

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