Visto el último vídeo de Gregorio Luri me he quedado con la impresión compleja de que ha mezclado muchas cuestiones diferentes dejándolas en el aire. Me ha inquietado cuando ha dividido la reacción ante la situación actual de la pandemia entre tres posiciones: la conservadora, la suya, que se ejemplifica con la profecía de José de que hay vacas gordas y vacas flacas, y que la vida es una oscilación entre periodos de las mismas. Ahora nos tocan las vacas flacas. Añade la fábula de la cigarra y la hormiga que no acabo de ver de modo concluyente. La segunda posición es la del progresismo hegeliano que se siente perplejo ante esta rebelión de lo real frente a lo posible. La tercera que es la que más sorpresa le causa es la del progresismo pesimista que ve en esta crisis no la profecía de las vacas gordas y flacas sino la venganza de la naturaleza frente a los desmanes del ser humano frente a ella. Cuando menciona esta opción, su gesto parece desdeñoso por lo absurda e incomprensible que le resulta como que no está a la altura de lo que se exige a un razonamiento riguroso. Luego habla de educación sobre cosas que no acabo de entender demasiado y que centra en que el progresismo quiere favorecer a los alumnos pobres, por su pobreza, y hacerles pasar de curso de modo general. De esto no voy a hablar porque, siendo profesor jubilado, no tengo más referencia que la que conozco por mi esposa que no piensa que se esté haciendo esto exactamente y que se toma muy en serio esta tercera evaluación y los resultados de sus alumnos. El esfuerzo del profesorado para el que no lo conozca es muy importante, lo veo todos los días, con las videoconferencias que mi mujer mantiene con sus compañeros de trabajo y sus alumnos. Ella no está por regalar nada a nadie, pero hay unos problemas reales que no podemos obviar salvo que estés jubilado y veas la situación desde la distancia y te atrevas a intervenir sin saber muy bien lo que está pasando.
Luri habla de que la escuela está educando ante el miedo al futuro, lo que enlaza con la tercera opción la del progresismo pesimista que él parece apartar de sus horizontes intelectuales que piensa que hay tiempos buenos y tiempos malos y en tal caso no habría que temer más allá de lo que nos depare lo real frente a lo posible.
Ciertamente he sido profesor muchos años en un barrio humilde de Cornellà y no he sentido esa educación en el pesimismo de que habla nuestro pensador. Yo no la he percibido. Sí que he hablado a mis alumnos de la crisis climática –no sé si Luri piensa que también es un asunto de tiempos buenos y tiempos malos, de un poco de calor ahora y un poco de frío después-; he hablado también de la realidad de la inteligencia artificial como uno de los desafíos mayores de la humanidad y que según lo enfrentemos nos estamos jugando nuestro futuro; también he hablado de la inequidad creciente en el mundo: cada vez hay menos ricos que disponen de la mayor parte del pastel. La desigualdad ha crecido exponencialmente en los últimos cuarenta años en todos los países. Ello no quiere decir que el mundo sea más atroz que hace un siglo, que no. La vida de la humanidad ha mejorado por la ciencia, la medicina y las políticas sociales. Pero es innegable que las clases medias del mundo están depreciándose a la par de la concentración de la riqueza en menores manos.
No sé si Luri estima que el mundo está bien hecho y que solo hace falta confiar en la familia y en el sentido común. Su visión, que sigo asiduamente, me lo hace sentir como un ideólogo que apuesta por el conocimiento, en eso estoy de acuerdo con él, pero a la vez rebaja a Emilio Lledó, el pensador que más ha luchado por las humanidades en el sistema educativo. Su estilo admonitorio y sapiencial me interesa como algo exótico pero su inspiración conservadora –en que nunca revela qué partidos le representan, ¡ah, pillín!- me revela que algo no está completo. Puedo comprender que el conservadurismo es una tendencia digna, ahí tenemos a Roger Scruton, y que está siendo injustamente apartado de nuestros horizontes, lo acepto. En cierta manera pienso que en nosotros conviven tendencias conservadoras y progresistas, el ser humano necesita del pasado para alumbrar el futuro pero esquivar los peligros que nos depara el futuro como pedagogía del miedo y la urgencia ante ellos con un gesto de desdén, no me ha inspirado nada, de verdad.