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viernes, 7 de abril de 2006
Las clavijas de Cotatuero
Parece -según un reciente estudio de científicos de la universidad de New Jersey- que nuestra percepción del miedo, sea innato o adquirido, depende de la existencia de un gen llamado stathmin que se haya alojado en la zona central del cerebro, en la amigdala (EL PAIS, 19 de noviembre de 2005). Han hecho experimentos con ratones a los que han bloqueado el citado gen y estos se han mostrado como valientes y temerarios ante situaciones en que los ratones normales estarían atemorizados y paralizados por el miedo. ¡Vaya! Así que el miedo también está alojado en el funcionamiento de un gen y aquellos en que dicho gen funciona deficientemente son los héroes que desafían el peligro, los valientes guerreros de las batallas homéricas.
Quiero evocar mi miedo cerval a las alturas. Este parece ser un miedo de los considerados innatos. He conocido escaladores que padecían de vértigo y, sin embargo, subiendo paulatinamente eran capaces de controlar su miedo lo que no pasaba cuando se veían enfrentados bruscamente a una gran altura que no podían digerir.Recuerdo mis tiempos de estudiante y mis excursiones a la montañas del Pirineo aragonés por el espectacular valle de Ordesa. Yo siempre procuraba ir con un compañero más atrevido que yo, alguien que tirara de mí. En una ocasión nos habíamos planteado subir a los tres mil metros, a un corte muy característico en la montaña llamado la Brecha de Rolando, en el macizo del Monte Perdido. Al otro lado de la brecha ya está Francia. Era el mes de junio y todo estaba nevado a partir de cierta altura. Ascendimos por un bosque de hayas espléndido lo que nos pareció un buen inicio. Para continuar el camino hubimos de trepar por unas empinadas chimeneas al borde de un enorme precipicio. Los agarraderos eran inseguros. Mi gen stahtmin estaba lanzando todas sus llamadas de alerta. Estaba en un estado próximo al pánico, pero lo peor estaba por llegar porque cuando nos nivelamos vimos las temidas clavijas de Cotatuero que son unos grandes clavos hincados en la roca para poner manos y pies. Hay que atravesar unos quince metros sobre el vacío con una caída libre de más de ciento cincuenta metros. El estado en que me encontraba era próximo al shock. Mi compañero de aventuras, tras unos momentos de indecisión, se lanzó a cruzarlas y vio que era bastante más fácil de lo que parecía. El problema era el miedo al abismo. Era sólo un momento de decisión y lanzarse al vacío. Mi gen del miedo me bloqueaba y me decía ¡No! ¡Vuelve atrás! ¡No puedes hacerlo! Sentía terror, pero mi amigo ya estaba al otro lado. No tenía ya la oportunidad de echarme atrás. Hube de lanzarme a apoyar mi primer pie sobre la primera clavija. Las piernas me bailaban, tal era el temblor que me invadía. No podía pararlas. Ya me encontraba en la segunda clavija y mi respiración era entrecortada. La situación era francamente comprometida. Sin embargo, surgió algo, fue un momento extraño en que me invadió un pensamiento que me llegó desde el subsconciente quizás o quizás del infinito. Me dije: ¡Bueno, aquí estoy! Y si me caigo y me mato ¿qué? Entonces me pareció insignificante mi miedo. Yo mismo me resulté insignificante. Era indiferente lo que me pasara. Carecía de importancia. Mis temblores cesaron por completo, mi respiración se serenó y fui poniendo mis pies firmemente en las sucesivas clavijas como si bailara, tal era mi estado de alegría próxima al éxtasis divino. Mi cuerpo era leve y todo carecía de verdadera sustancia. El caso es que estaba allí y estaba viviendo un momento mágico en mi existencia. Sin problemas llegué al otro lado, mi pie salió de la última clavija y se apoyó en la roca firme. Había un prado con un arroyo al otro lado. Algo nuevo me invadía. Aquello duró unos segundos, no fue más, pero han sido unos instantes que no he podido olvidar por la intensidad y maravilla que viví en ellos.
Años después volví a pasar por allí y se me reprodujo el estado de pánico pero no volví a vivir aquella sensación de levedad y totalidad. No sé cómo logré bloquear, anular o desactivar mi gen del miedo. Puedo entender que exista dicho gen y ello explicaría muchas de nuestra conductas, miedos y fobias a tantas cosas, pero también que hay algo extraño que a veces nos lleva al otro lado como a Alicia en el país de las maravillas y desde allí ves la existencia trasfigurada. Puede ser que cuando llegue el día del último viaje y esté al partir la nave que nunca más ha de tornar... me encontraréis cruzando, en un baile maravillado, las clavijas de Cotatuero. Sería un buen final.
Este post fue publicado el 25 de Noviembre de 2005 en Profesor en la Secundaria +. He querido recuperarlo ahora que estoy de vacaciones durante la Semana Santa. No sé si podré escribir estos días. Dependerá de los cibercafés que encuentre, pero aquí os dejo este post que para mí tiene una emoción especial.
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Ante todo que tengas unas buenas vacaciones en compañía de los tuyos.
ResponderEliminarLas emociones intensas sirven para adiestrar a nuestro cerebro. La plenitud sólo tiene un instante.
Que estos versos de Ferreiro te acompañen:
"Investiga a verdade do teu tempo/
i alcontrarás a túa poesía".
Pd.- No es anónimo, es el maldito blogger que no me deja firmar.
ResponderEliminarfmop
Saúde
Gracias por tu comentario fmop. Estoy en Galicia y tus versos no pueden ser más oportunos para el tiempo y el lugar donde estoy. Un recuerdo emocionado para el poeta de Celanova. Aprecio y mucho sus poemas, especialmente Longa noite da pedra. Estoy en la provincia de Lugo, cerca de Mondoñedo, patria de Cunqueiro. Recibe un cordial saludo.
ResponderEliminarQuerido amigo, un bello recuerdo. Un abrazo
ResponderEliminarComentar sobre el miedo.
ResponderEliminarLa sensacion de temor es en muchos casos es un problema de tiempo.
La mente necesita adaptarse ante situaciones que no son las habituales.
Un relativo espacio de tiempo, suele ser suficiente para que nuestro cuerpo reaccione en armonia con nuestra "cabeza".
Esa sensacion de ligereza o levedad es la sensacion que da paso a la aceptacion de un hecho, en situaciones no comunes.
Muchos montañeros y escaladores, podrian comentar tu estupenda narracion, como una descripcion muy acertada de ese momento.
Felicitaciones por tan magnifica ruta.
julio cesar.