Mi hija Clara está lletraferida. Esta es una hermosa palabra catalana que no tiene equivalente en castellano y que califica a una persona que cultiva las letras y que vive apasionada por la literatura. Clara tiene nueve años recién cumplidos y hasta hace poco era una lectora normalita, hasta casi diría yo que un poco perezosa. Pero desde hace un mes aproximadamente parece haber entrado en un éxtasis lector y se dedica a leer apasionadamente cualquier instante que puede arañar al tiempo: en el coche, antes de cenar, los fines de semana poniéndose el despertador a las siete de la mañana, ratitos perdidos por las tardes. Está leyendo la saga de Harry Potter. Ha acabado El prisionero de Azkaban y ha empezado El cáliz de fuego, un libro de seiscientas y pico páginas que no le arredran.
La miro leyendo y recuerdo emocionado el momento en que yo empecé a leer libros. Fue entre los diez y los once años. Hasta entonces leía tebeos que era lo único que tenía a mi alcance. Era otra época y los citados tebeos ocupaban un lugar excepcional en la formación del gusto lector. No hay equivalente ahora. Mi impresión cuando descubrí los libros fue de sentirme maravillado. Me parecían un verdadero prodigio. Comencé con libros que presentaban personajes de series famosas de televisión. Nadie me orientó en mi gusto lector. Hube de abrirme camino sin ningún maestro. En la escuela entonces no se recomendaba especialmente la lectura. Continué con libros de la colección Historias que mezclaban dibujo y texto. Recuerdo mi pasión por Julio Verne. Su novela La isla misteriosa la leí durante un verano interminable una quincena de veces. Cada vez que la terminaba sentía una enorme sensación de pena y empezaba a leerla de nuevo con la misma fruición.
A Verne le siguieron Emilio Salgari y el pirata de Mompracem; Karl May, el escritor austriaco que escribía espléndidas novelas sobre el oeste sin haber estado nunca en los Estados Unidos;Richmal Crompton, la extraordinaria creadora de uno de los mejores personajes que he conocido: Guillermo. Comparto este gusto con mi filósofo favorito, mi querido Fernando Savater que habló con gozo de él y de su banda de los Proscritos en su libro La infancia recuperada. Guillermo era un anarquista nato en la Inglaterra conservadora de la época en torno a la Segunda Guerra Mundial. Enid Blyton fue otra escritora que conformó mis años de pubertad.
Recuerdo tardes inmensas de aburrimiento atroz si no hubiera sido por los libros que me acompañaban fielmente. Podían conjurar la tristeza más terrible y convertirla en una situación luminosa. Hubo tantos personajes que se hicieron mis compañeros de viaje... Creo que como a esta edad ya no se vuelve a leer en la vida. Ocasionalmente he vuelto a encontrar esa pasión por lo que estoy leyendo en alguna obra aislada, pero no como aquellas tardes de mi infancia y primera pubertad, ni aquellas mañanas en que me despertaba tempranito para poder leer durante una hora antes de que empezara el día. Unía a mi lectura matinal un vaso de agua con azúcar y un trozo de pan duro del día anterior. Esta es la felicidad que recuerdo de aquellos años, siempre acompañado de algún libro.
Hacia los catorce años me dediqué a leer noveluchas del oeste de Marcial Lafuente Estefanía o de espías o del espacio. Ya he dicho que no tenía a nadie que me aconsejara. Más adelante un amigo médico de mi familia empezó a regalarme tomos de una revista médica llamada Hora XXV. En ella se publicaban relatos de escritores como Robert Louis Stevenson, Jack London, Eça de Queiroz... Conocí la serie apasionante de Los relatos de los mares del sur o las historias de London del Gran Norte. Cuando años después llegué a Alaska y el Yukón recordaba las lecturas de mi adolescencia. Me sentía como un buscador de oro o un trampero, perdido en las highways americanas. Compré una edición de los Relatos del Gran Norte en la más aislada ciudad de aquellos pagos: Tok, donde proliferan unos mosquitos feroces y estallan unos atardeceres tan hermosos que estremecen.
Del Círculo de Lectores me llegaron otros títulos. Alguno exclusivamente recomendado “para adultos” por lo sensual de sus escenas. Recuerdo uno de estos libros. Se titulaba Los organillos de Henri François Rey. Simplemente presentaba a dos adolescentes Serge y Nadine, desnudos sobre unas rocas y bajo el sol de agosto deseándose en esa maravillosa edad que era la mía. Pero yo no era Serge ni tenía para mi desgracia a Nadine entre mis brazos. Me sentí triste, pero me quedó el mito de ese verano infinito donde se intuye la eternidad y la adolescencia como momento central de la vida. Acabo de leer La presa de Kenzaburo Oé donde vuelve a aparecer esta imagen poderosa del verano:
“Teníamos la impresión de que el verano que mostraba de aquel modo su poderosa musculatura, con un resplandor deslumbrante, el verano que, al igual que un pozo de petróleo que nos embadurnara de un pesado líquido negro, hacía manar un repentino surtidor de inacabable alegría, sería un verano que duraría eternamente, que no acabaría jamás.”
La literatura puede salvarte del tantas veces intuido sinsentido de la vida o a veces puedes rastrear cómo otros se han enfrentado a la tristeza o han disfrutado del gozo de vivir. Yo no sería el mismo sin los libros que he leído. No sé muy bien quién sería pero en todo caso alguien muy diferente.
Observo a mi hija leyendo apasionadamente y me doy cuenta de que es ella la que ha de elegir su propio camino en la lectura y en la vida. No me atrae especialmente ese Harry Potter que ella ha escogido como compañero de la entrada en ese mundo lleno de maravillas de los libros. Pero es su sendero, la llave de entrada a un universo mágico que se vive irrepetiblemente y en soledad. Dejémosla leer, silencio.
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lletraferida, no la coneixia aquest paraula.
ResponderEliminarCada dia s'aprenen coses noves...
JL, algo más que tenemos en común. Mi hijo está "lletraferido" -- la verdad que no encuentro palabra para comunicar lo que dices en español -- y empezó con una serie de libros de un humor muy... digamos infantil: El capitán pantaloncillos. Pero ese es el inicio de su camino literario. Yo tampoco empecé en buen lugar. No había muchos libros a mi alrededor, pero había páginas amarillas y periódicos viejos -- que se guardaban para otros usos.
ResponderEliminarBuenas:
ResponderEliminarGracias por el "resumen" que has mencionado en el texto sobre algunos de los libros y autores que has leido durante todos estos años. Y respecto a tu hija y Harry Potter, como me dijo mi profesora de Literatura, mientras se divierta leyendo ya es más es suficiente (o algo parecido) :P
Saludos ^^
JL, ojalá de niña hubiera adquieirdo ese hábito, me perdí un mundo maravilloso, pero no es tarde.
ResponderEliminarEso de que tu hija ame la lectura es muy bueno.
Joselu:
ResponderEliminarTienes el tacto de tocar los recuerdos.
Estoy viendo mis libros y revistas apilados, en mi niñez tan bella!.
Cuantas noches demoraron al sueño esas lecturas...
Un abrazo amigo.
Pues yo la verdad es que fui un poco tardía en eso de empezar a leer. Mi hermana y mi madre se leían libros y libros e intentaban inculcarme a mí la pasión por la lectura, pero no había manera. Los libros que leíamos en clase de lectura no me parecían muy interesantes.
ResponderEliminarPero un día sin previo aviso la lectura apareció en mi vida. Tenía once años y leyendo el periódico vi un artículo referido a “El retrato de Dorian Gray” de Oscar Wilde. En el artículo se hablaba del argumento del libro y me pareció interesante. Le dije a mi madre que me gustaba el tema, y ella que siempre había querido que leyese porque era una fuente de cultura, me compro el libro y me lo trajo al día siguiente. Me lo leí en 4 días, no podía dejar de leer era superior a mis fuerzas. Desde aquel día empecé a leer libros y hasta ahora.
Es el toque mágico que puede tener un libro. A ti te abrió el camino El retrato de Dorian Grey. Cada lector ha tenido, María José, su puerta de entrada a ese universo tan especial que son los libros y del que ya nunca quiere volver a salir quien lo ha probado.
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Rodolfo, me alegro que los recuerdos hayan aflorado por algo que es hermoso: el comienzo de nuestra vida de lectores. Ese momento tan especial en que decimos este es mi mundo.
Precioso, Joselu, un gustazo leer este post. Siento ser tan pedante, pero tengo que contarlo. Empecé a leer a los 3 años, tengo carnet de biblioteca desde esa edad. Empecé con Asterix, y lloraba por un "barco de vapor". Mis padres me los compraban como churros, pero a mi me daba vergüenza pedirles más. Y me hacía 3 o 4 "vacaciones Santillana" todos los veranos. Me encantaban. En fín, una repelente en toda regla. Pero siempre lo he relacionado con algo negativo, no positivo. Mi soledad y los pocos amigos que tenía. Perdona el egocentrismo del post. Un beso
ResponderEliminarMe ha encantado, Simalme, la ternura y la sinceridad de tu comentatario. Yo era un lector compulsivo de tebeos como Tiovivo, Pulgarcito, TBO, DDT, Pumby, Hazañas Bélicas, El capitán Trueno, El Jabato... Todavía me emociono recordando estas lectura primerizas. Gracias por estar ahí.
ResponderEliminarGracias Víctor, Borre y Enigmática por vuestros comentarios. Os sigo atentamente. Me encanta hacer nuevos amigos. Un saludo.
ResponderEliminarY yo ahora es que estoy leyendo «El retrato de Dorian Gray» -- ya que alguien lo menciona. Qué invento el de los libros, como dices, sobre todo la literatura. Cuestan poco y le dan a uno muchos ratos para descubrirse un poco en ellos.
ResponderEliminarMás que empezar a leer lo que recuerdo es a mi padre leyéndome los Cuentos de Calleja. Toda una llave para abrir la imaginación. Después las fronteras del recuerdo son difusas. Mezcla de libros y de tebeos, textos escolares, álbumes de estampas. De todas formas era un tiempo diferente al que vivimos, saturado de imágenes y de información. Por eso pienso que los lectores, más que los escritores, deberían ser una especie protegida. Bienvenidos sean los nuevos lectores (muchos de ellos después serán 'escribidores' de bitácoras).
ResponderEliminarGracias al cielo me tropece con literatura clasica como puerta a la lectura en mi adolescencia y no esa literatura comercial harry potesca...que se le va hacer! si quiera que agarren gusto a leer...
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