Una evidencia que asalta al profesor de secundaria y bachillerato es el estado de inquietud y la falta de concentración de la mayor parte de los alumnos durante las clases. Una buena parte de estas consiste en intentar atraer su atención y focalizarla sobre algún aspecto de la materia. El profesor se encuentra ante un clima de dispersión mental en que predominan las emociones disgregadoras como la irritación, el aburrimiento, el cansancio, la agresividad, el nerviosismo… Todo esto se traduce en una deficiente capacidad de atención. ¿Podemos incidir de alguna manera positivamente como profesores en este sentido? ¿Cómo calmar las emociones disruptivas de los alumnos para que puedan centrarse en el aprendizaje? ¿Cómo aumentar su autocontrol, su autoconciencia, el conocimiento de sus sentimientos y la capacidad de la compasión?
Vi con gran interés el último programa de Redes el 20 de diciembre, dirigido por Eduard Punset, en que se hacía eco del Congreso recientemente celebrado en Washington D.C. en que se han encontrado dos corrientes bien distintas: la milenaria de la tradición contemplativa representada por el Dalai Lama y, por otro lado, la ciencia occidental, en especial las llamadas neurociencias. La pregunta básica era si se pueden utilizar las técnicas contemplativas para mejorar el rendimiento en la ciencia educativa.
¿Se puede entrenar la mente para controlar las emociones y desarrollar la atención mediante la práctica contemplativa?
La cuestión es apasionante sobre todo siendo conscientes del mundo hiperestimulado en que vivimos y de la agresividad latente en todo centro de enseñanza. Todo contribuye a la dispersión y a la dificultad de centrar la atención y sin capacidad de atención no hay aprendizaje eficaz. ¿Podemos utilizar prácticas de la meditación para calmar la mente y mejorar la adquisición de conocimientos? No son prácticas difíciles. Sólo se requeriría una especie de rincón de la paz en el aula, un sitio para estar en calma y poder apaciguar la mente. Una postura relajada, con la columna recta, en la que se preste atención a la respiración (al aire que entra y sale de nuestros pulmones) permite que la mente se acalle por sí misma produciendo una sensación de calma que nos tranquiliza, disminuye el estrés y aumenta la percepción del detalle y de la memoria. ¿Qué pasaría si entrenáramos a los niños desde los tres y cuatro años en la práctica regular de la meditación? ¿Qué pasaría si a nuestros adolescentes les enseñáramos a calmar las emociones destructivas y negativas?
Se han hecho experiencias en Baltimore de practica yoga con niños de diez y once años durante doce semanas en sesiones de cuarenta minutos en las que se han practicado diversos assanas para liberar energía y posteriormente, mediante la postura del muerto, se ha llevado a cabo la llamada meditación de la atención o de la compasión. Se dejan pasar los pensamientos y se es consciente de la propia mente mediante la respiración tranquila. Parece que los resultados de la experiencia mostraron que habían sido positivos en el sentido de que disminuyeron los niveles de preocupación y ansiedad, hubo menos pensamientos intrusivos y se estimuló una mejor habilidad para manejar las emociones. Y no me cabe duda de que todo esto es bueno para el aprendizaje de las matemáticas, de la lengua, de la lectura (en el que el mayor problema es la concentración necesaria para la comprensión lectora), de las ciencias y de todas las asignaturas.
Las emociones negativas dificultan el aprendizaje y la capacidad de conservar la información en la mente. Entendemos por negativa toda emoción que persiste más allá del punto en que puede ser útil. Enfadarse es necesario y conveniente según en qué situaciones pero si persiste más allá de lo necesario la ira se convierte en destructiva y altamente disgregadora. Si se tiene ira o miedo en la mente no se puede aprender ni tampoco enseñar. Los alumnos problemáticos y conflictivos muchas veces no tienen problemas cognitivos sino que carecen de algo relativamente simple: la capacidad de calmarse, tener buenas amistades y ser conscientes de sus sentimientos. ¿Es posible desarrollar este mundo emocional? ¿Es posible estimular el autocontrol que lleve a una mayor capacidad de análisis interior y a una mejora del rendimiento académico?
¿Pueden las técnicas contemplativas ayudarnos a mejorar la atención y la concentración imprescindibles para el aprendizaje? Estas son preguntas a las que no se ha dado en el programa una respuesta definitiva, pero sí que se ha sugerido que puede ser una vía interesante de exploración. Creo, desde mi humilde punto de vista, que merece la pena considerarlo.
Para los que quieran ver el vídeo entero que dura unos treinta minutos, dejo aquí el enlace al blog de Eduard Punset.
Estoy de acuerdo con el análisis sencillo de la mayoría de los alumnos disruptivos; es cierto: les falta vida social -más allá de la pantalla del ordenador. La sobreestimulación no ayuda nada en la tarea y las familias sobreportectoras y "amiguitas" de los hijos, tampoco.
ResponderEliminar¿Un rincón así en el aula de Secundaria? Yo creo que por espacio no es posible, tampoco por los intereses de la sociedad. No vende la calma, no vende la tranquilidad, el tiempo, el silencio, el espacio para encontrarse tú a tú...
Muy reflexivo te veo en estos días de descanso...
Saludos.
Joselu, afirmo que trabajando la meditación y relajación, disminuímos la ansiedad y sufrimiento. Nuestra mente tiene la habilidad de generar pensamientos y estados alterados de nosotros mismos. No solo serenamos nuestro pensamiento, sino que también todo el organismo en su totalidad. Siempre he dicho que los chavales deberían practicar estas actividades dentro del horario escolar o como actividad extraescolar. Estarán mas relajados, concentrados, felices, activos positivamente y no tan agresivos... El beneficio es extraordinario. También los profesores deben practicarlo, acumuláis bastante tensión algunos y los cuerpos se resienten. Mejoras mucho la calidad de vida. Meditación, Relajación, Yoga, Tai-chi...
ResponderEliminarUn fuerte abrazo
Namasté
Joselu,
ResponderEliminarCreo que es necesario algo más que meditación para devolver cordura a la escuela. Aunque la meditación pueda ser un camino personal útil.
Esa excitabilidad (miedo, ansiedad, ruido, dispersión..) de los niños y adolescentes me parece que no es otra cosa que nuestro propio estado -que le es trasmitido y proyectado. Me parece que los niños actuan como sensores de un terremoto social: la falta de cordura de padres, profesores, políticos, empresarios... la falta de cordura de una sociedad.
Bueno, me voy a ponerme en posición Zazen un ratito a ver si me centro.
Saludos.
La inquietud, la hiperactividad, el nerviosismo y el aburrimiento son, entre otros, los responsables en gran parte del fracaso escolar. Se nos achaca a los profesores la culpa, pero no podemos hacer mucho al respecto. Sí es necesario un ánimo sosegado y tranquilo para concentrarse y aprender, como bien dices, la pregunta es cuándo y cómo. Con la estructura actual de las clases, en tiempo y espacio, es imposible. Con los pequeños a veces se puede hacer algo, pero normalmente están que botan. No te digo nada después de una clase de E.F., o tras un partido acalorado... El ejercicio físico les exalta aún más. El principio de cada clase se dedica a calmarles, como se pueda. ¿Por qué se aburren tanto? Yo he llegado a contabilizar casi veinte bostezos en una clase de apenas una hora. ¿Sólo debo cambiar yo? ¿He de ser la animadora? Depende mucho de la actividad, claro. Si tienen trabajo personal son capaces de concentrarse, si la sesión consiste sobre todo en una explicación rápidamente "desenchufan" y empiezan a bostezar, aunque les haga frecuentes preguntas para mantener su atención.
ResponderEliminarMi colega Miguel te diría que es un problema de la sociedad en general, que es ruidosa y bullanguera, no aprecia el silencio, la quietud y la meditación porque se consideran una pérdida de tiempo. Sólo cuentan la prisa, las carreras, la rapidez. Lo que no es inmediato, fácil y rápido no sirve. Es una marea que nos rodea y nos invade.Descuidamos las relaciones personales, la conversación tranquila, la lectura en silencio... y así nos va. Los niños crecen en ese ambiente histérico. ¿Podemos echarles la culpa de su comportamiento?
Hace años hicimos un curso titulado algo así como "Relajación y bienestar", no lo recuerdo muy bien. Créeme que de todos los que he hecho (y han sido un montón para ganarme los sexenios) ha sido el más provechoso. Durante hora y media nos tumbábamos en las colchonetas, nos relajábamos, escuchábamos música y aprendimos distintas actividades relacionadas con la felicidad y la paz interior, con cosas como "la ducha de la felicidad", técnicas de relajación y otras. Ahí descubrí los mandalas, que les encantan a los chavales y les relajan de verdad.
Creo que si se empezara desde edades tempranas la relajación estaría incorporada a la rutina escolar y sería muy beneficiosa. Si empiezas ya con mayores la juerga está asegurada.
Yo no necesito una técnica especial para relajarme, en cuanto me tumbo en silencio durante unos minutos me quedo dormida, y lo hago cuando llego de colegio porque estoy hecha polvo, "saturada", ésa es la palabra. A otros les va bien el ejercicio físico, a mí no, me pone de los nervios la actividad frenética de algunas clases del gimnasio con una música insufrible a todo trapo. Sólo yo me quejo y he de dejarlo, al resto les encanta sudar y botar, dicen que así descargan tensiones, algo que nunca he entendido. Será que yo soy de otra pasta...
Me parece estupendo que plantees algo así estos días, aunque no sé si es bueno no olvidarnos de nuestro trabajo ni siquiera en vacaciones.
Un fuerte abrazo, colega.
Venga voy a decir la frase, allá va..."esto es como todo", pues eso que es como todo, que dándole un buen uso pues seguro que es bueno para el cerebro y por tanto para el aprendizaje, lo mismo que una buena dieta, el deporte, la reflexión,hacer el amor, reir,..ahora el problema está en que se haga bien, que realmente se crea en ello, que se adapte a cada lugar y circustancia, que sea funcional, que no se imponga por cojo.. como lo de un ordenador por aula y el maestro no sabe arrancar windows, etc..., en fin.
ResponderEliminarMe parece muy interesante tu reflexión, y muy necesaria en los tiempos que vivimos en los que la agresividad, la competitividad o la materialidad, están surtiendo efectos realmente indeseables sobre los niños y adolescentes, por no hablar del desequilibrio emocional de tantos adultos. Momentos de serenidad y paz, autorreflexión y autoconciencia serían realmente necesarios...pero serán posibles en la sociedad de la prisa?
ResponderEliminarEspero que haya mas personas, mas educadores que estén en tu misma línea porque todos como sociedad ganaríamos.
Un saludo a todos...
Leyendo algún comentario editado, me doy cuenta que este "tipo de herramienta consciente" se siente muy lejana a "la realidad". Es cierto que los chavales son esponjas de todo lo que les rodea, justamente por ahí debemos remendar un poco las cosas. Es cuestión de actitud. Padres, adultos, sociedad, colegios, instituciones, maestros .... empezando por el núcleo central, los padres y los centros educativos. Motivación, diálogo y ejemplo. Soy madre de una chica de 16años. Veo en ella momentos muy duros a superar y también ligereza en sus responsabilidades. No es fácil ser adolescente.
ResponderEliminarSí te comunicas con el adolescente con transparencia, el responderá. Salvo casos extremos, que son una minoría.
Dicen, no vende la calma, ni la tranquilidad ni la paz...es error. Lo que ocurre que hay que esforzarse un poco para coseguir, el dominio de las emociones y el control de las mismas, requiriendo una disciplina de trabajo. No lo tienes en un click de dedos, hay que enfrentarse a la mente-egoica. Es un trabajo de conciencia. Dormir no es lo mismo que meditar. Ni reflexionar es lo mismo que meditar. Meditar es estar en estado de plenitud consciente
Un fuerte abrazo
Namasté
Te agradezco mucho el enlace del Blog de Punset
ResponderEliminarInteresantísimo artículo. Pocas veces se acude –se ha acudido- a los conocimientos científicos sobre el aprendizaje para mejorar la práctica educativa: echo en falta más textos o programas divulgativos como el de Punset, ¡con todo lo que parece que se ha avanzado los últimos años sobre el funcionamiento del cerebro! Ahora algunos usamos los medios tecnológicos, pero cuando reflexionamos sobre cómo usarlos, nos encontramos con orientaciones didácticas, pedagógicas, metodológicas muy interesantes, pero basadas casi siempre en psicología, sociología, buenas intenciones, experiencias personales... y poca, muy poca neurociencia.
ResponderEliminarRecojo un par de párrafos del libro “Neurociencia y Educación” de Tomás Ortiz:
“... la atención no se mantiene constante a lo largo del día, sino que presenta un ritmo basado en ciclos que pueden oscilar varias veces al día, incluso varias veces a la hora, lo que da a los procesos atencionales un carácter cíclico. Este carácter cíclico viene influenciado por el sueño, el cansancio, las actividades, los estados emocionales, etc., lo que origina una gran diversidad de estados atencionales a lo largo del día. El conocimiento por parte del profesor de estos estados contribuiría a mejorar sin duda la capacidad de aprendizaje de los alumnos. De ello se deduce que necesitamos pausas, descansos o estados de relajación cortos a lo largo del día si queremos mejorar nuestros procesos de atención. Algunos hablan de la necesidad de tener pausas de 10 minutos cada hora u hora y media, que corresponderían con los ciclos de 90-110 minutos propios del sueño y que también se dan durante el día.
Si se tiene en cuenta esta nueva concepción de la atención a lo largo del día y que el aprendizaje consciente necesita tiempo de procesamiento, de archivo y de recuerdo y si, además, se acepta que el cerebro del niño ha de asociar los nuevos conocimientos con el propio estado de desarrollo neurológico en el que se encuentra, entonces se entenderá que el mantenimiento de la atención durante largos periodos de tiempo es contraproducente. Lo mejor sería establecer los programas de aprendizaje en periodos cortos e insertar en los mismos períodos de descanso, tranquilidad, relajación... (pág. 65-66)
Y perdona la extensión, pero es que el tema se las trae
Carlos Nicomedes Díaz, me alegro de coincidir contigo y que nuestras propuestas se complementen y enriquezcan. Lo cierto es que estos estados de atención dispersa y oscilante requieren de una reflexión que no se hace y menos se acude a las aportaciones de los neurocientíficos o en este caso a corrientes de pensamiento que buscan calmar la mente y favorerecer los estados de atención. Tomo nota del libro de Tomás Ortiz, Neurociencia y educación, del que has entresacado estos párrafos que me han parecido muy reveladores y oportunos. Cabría seguir hablando del tema porque es apasionante y merece la pena extenderlo en la blogosfera educativa. Un cordial saludo.
ResponderEliminarEl que busca, en el blog de Eduard Punset están los programas de Redes a disposición libre del usuario, lo que me parece una aplicación generosa y hermosa del uso en libertad del conocimiento.
ResponderEliminarNaia, tienes razón, la meditación no es quedarse dormido, es un estado atento y concentrado, vigilante, en el que se observa, sin juzgar, el funcionamiento de la mente, concentrándose en el ciclo tranquilo de la respiración. Pienso que estas técnicas, despojadas de cualquier cuestión esotérica, pueden contribuir a reconducir esos estados de tensión, irritación y nerviosismo en que están sumidos nuestros alumnos y en especial en esa montaña rusa sin frenos que es la adolescencia. Pero para ello, el profesor que lo dirija debe estar liberado previamente del estrés y la ansiedad, lo que no es fácil. Esta es una idea sencilla, pero cuya aplicación no es tanto. Sin embargo, cabría reflexionar sobre ella. La aportación de Carlos Nicomedes Díaz es muy interesante tomando como referencia la neurología y sus últimos descubrimientos.
Un abrazo.
María, lo cierto es que la idea es totalmente nueva. Yo no he oído hablar a nadie en la comunidad educativa de la misma. Sólo conozco a un profesor que hace tumbarse a sus alumnos en colchonetas y les propone en la penumbra estados de relajación de la mente. Cuando me enteré no le di importancia, pero ahora advierto que sí que la tenía. Quizás no sea posible algo tan tajante como esto, pero sí favorecer estados de calma en medio da las clases. Cabría seguir hablando de ello. Un cordial saludo.
César, realmente la aplicación de esta concepción de la atención dispersa y la necesidad de promover estados de calma mental no es fácil, y sería necesario crear plataformas para difundirlo. No sé si la comunidad educativa lo acogería bien o sería tomado a beneficio de inventario. Sin duda, habría que aplicarlo bien y no es fácil porque lo primero es que quien lo aplique tenga esa calma dentro. Gracias por tu intervención.
Yolanda, me ha parecido interesantísima tu aportación que parte de la realidad concreta y no de soportes teóricos. Una sociedad acelerada, tensa, frenética e incapaz de aportar calma o quietud genera unos niños y muchachos inquietos, que no pueden mantener la atención sin aburrirse. La pregunta es ¿pueden las neurociencias y la culturas de la meditación hacer algo al respecto para enfocar un problema que casi nadie ha señalado como real? Estoy seguro de que merece la pena seguir reflexionando sobre ello. Lo cierto es que no sé si es oportuno sacarlo en estos días, pero no quise dejar sin hacer referencia al programa Redes que se emitió el 20 de diciembre. Un abrazo, colega.
ResponderEliminarSerenus, me alegro de que te vayas a poner en postura de zazén, pero ésta no es fácil, nada fácil. Dicen que hace falta toda una vida para comprenderla. Yo la practique cuatro años pero lo cierto es que me costaba poner las piernas en un mínimo cuarto de loto, y mi estado de concentración era muy desigual y nervioso. Algún día volveré a practicarlo, cuando tenga más tiempo.
ResponderEliminarTienes razón cuando dices que los niños y adolescentes son sensores de un terremoto social. Esto es lo que vemos en las aulas día a día. Por ello, sin desconsiderar otras propuestas que traigan una mayor cordura a la educación y que sabes que comparto contigo en muchos sentidos (soy seguidor de Moreno Castillo y Deseducativos), no resta importancia al hecho de que no se ha reflexionado sobre la naturaleza de la atención en las aulas ni ningún medio para reconducirla mediante técnicas de relajación mental. Un saludo.
Negrevernis, la cuestión no es fácil, cierto, pero merece la pena plantearla y reflexionar sobre ella. ¿Puede un aula normal convertirse en un espacio contemplativo? No podemos pensar que en un centro educativo pueda haber espacios distintos a los de las aulas y éstas suelen estar desordenadas y sucias lo que no es un buen ambiente para la ordenación de la mente. Pero tienen que ser éstas las que den cabida a ejercicios de relajación mental que paren la actividad durante unos minutos para adentrarse en otra materia y favorecer la atención. Sería necesaria otra cultura que como dices no vende. Yo recojo el testigo del programa Redes y lo lanzo en mi blog para discutir y debatir sobre ello. Gracias por tu aportación.
ResponderEliminar¿Un rincón de la paz en el aula?
ResponderEliminarCreo que el rincón de la paz se asemeja a ese instante en el que la tensión en el aula es elevada, y el profesor le pide a alumno que salga unos minutos de clase para calmarse. Como recurso ese "rincón" puede ser muy práctico, pero tengo un compañero que se pregunta cómo puede hacer sitio para ese rincón con 35 alumnos en clase.
Por otro lado habría que hacer hincapié en la formación emocional del niño desde casa; hoy en día los niveles de frustración de los niños son mínimos, el "no" y el "esfuerzo" está fuera de su vocabulario.
Sumarle a esto los medios de comunicación, mejor dicho la televisión, llena todo el día de programas donde la gente se chilla, se insulta y hablan todos a la vez.
En resumen, el yoga, y todo aquello que ayude a mantener la concentración de nuestros alumnos pueden ser buenas herramientas. Desde el aula podemos utilizar miles de herramientas, pero los días tienen 24 horas y con nosotros los chavales pasan 6, ¿cómo viven las otras 18 horas?
Saludos.
Joselu, gracias por tu comentario en mi blog desolado. He visto / oído vuestra felicitación cantada a Rouco en casa de Antonio Pierdepeso; estais geniales sin excepción. Yo hubiese sido en la letra más cáustico con ese personaje atrabiliario, pero en fin, tampoco está mal un poco de espíritu navideño ;-) Felices Fiestas y buen 2010
ResponderEliminarPantagruel, albricias, me encanta tu visita. He visto tu nombre y me ha recordado otros tiempos en que esperaba tus comentarios con placer. Te deseo también un feliz año. Que los hados te sean propicios. Un abrazo.
ResponderEliminarRecuerdos perdidos, no tengo respuesta a tu pregunta y coincido contigo en tu análisis de la realidad, y ni las aulas ni el horario ni la organización de los centros favorecen en absoluto un espacio de calma. Además la sociedad va en dirección totalmente contraria como bien dices. No obstante, reitero la reflexión del post porque en sí ya está generando interesantes comentarios que reenfocan los planteamientos que daba yo tomados del programa Redes. Gracias por tu intervención.
ResponderEliminarMuy interesante artículo, amigo: la meditación, la reflexión tranquila, la serenidad seguro que favorecen el aprendizaje, la autoestima, la salud física y mental y la calidad de vida. Leyéndote -escuchándolo otras veces de personas que lo practican-, siempre me han dado ganas de intentarlo de nuevo, a pesar de que mis breves experiencias en este ámbito han sido tirando a malas...
ResponderEliminar¿Será la meditación una forma también de acercarnos Oriente y Occidente?
Joselu, hola. Descubrí la meditación cuando era adolescente (tenía 13 años de edad) y encontré en ella una fuente de apoyo importante en esos años explosivos. Creo que el efecto de la meditación es duradero más allá del momento en que se practica, porque aún décadas más tarde uno puede apelar en momentos de desasosiego a esa calma que se experimentó el primer día y sigue latente en el espacio interior. Yo diría que no solamente en las escuelas convendría meditar, sino que los padres podemos enseñárles desde casa. Eso, desde luego, conllevaría que nosotros aprendiéramos a la par de ellos.
ResponderEliminarSerenus ha expresado lo que iba a decir yo (excepto lo de adoptar esas posturas zazen). No podemos pedir a nadie lo que nosotros mismos somos incapaces de dar.
ResponderEliminarSaludos.
Como muy bien ha adivinado Yolanda, yo pienso que la sociedad es el principal enemigo de los docentes. Queremos construir una sociedad que está en contra de la que hay en la calle. Y esto es imposible.
ResponderEliminarTienes, Joselu, toda la razón del mundo cuando apuntas el deseo de que haya en clase un "rincón de la paz". Esto sería oportunísimo. Yo he intentado (a veces, con éxito) algo parecido a nivel colectivo. He hecho relajación y también concentración y demás técnicas que derivan de la meditación. Y la verdad es que con alumnos de primero de ESO no me ha dado mal resultado, pero con los de segundo, imposible, pues se lo toman a cachondeo. Por lo tanto estoy contigo que para evitar esto, tendríamos que acostumbrarlos desde pequeños y no dejar de practicarlo en toda la vida escolar.
La verdad es que aplacar toda la desgana e hiperactividad de nuestro alumnado es tarea ardua y casi casi que imposible, pero no debemos cejar en nuestro empeño.
Un abrazo y feliz año nuevo.
No hay ya consenso para hablar sobre la educación? Pues ahora es el momento de plantear todo lo que necesitais. Si hacen falta firmas, aqui está la mia sin reservas.
ResponderEliminarTu crees que podreis hacer algo útil? Que saldrá de esto? Espero, por vosotros los profesores, y por la juventud y por el futuro de todos que salgan muchas cosas buenas. Tendreis los profesores voz y voto?
Un abrazo fuerte. Lola
Aprovecho para felicitarte el año nuevo.
ResponderEliminarMuy interesante esta entrada.
De colega a colega, te explicaré lo que pasaría si se empezaran a aplicar éstas técnicas. Una compañera lo intentó en tercero de primaria y no duró más de un més; hasta que la directora puso el grito en el cielo cuando vió que los niños se dormían y espetó aquello de "aquí se viene a estudiar y no a dormir". Como ves, no estamos preparados. La mentalidad de nuestra exigente sociedad no se concede ni tiempo par meditar. Así nos va.
Hola Joselu,
ResponderEliminarComo ya hace tiempo que te sigo, pero aún no te había felicitado por el blog, aprovecho esta primera intervención para hacerlo.
La lectura de este artículo me ha hecho volver sobre unos pensamientos que hace tiempo me llevan rondando por la cabeza. Da la casualidad de que practico yoga desde hace años y a la vez tengo varios hermanos en edad adolescente, uno de los cuales se ajusta al tópico del estudiante distraído del que hablas. Tampoco su entorno familiar es propicio para que su carácter hiperactivo se vaya moderando. Yo, que lo veo muy de vez en cuando, ya que vivimos lejos, intento siempre ayudarle a buscar un camino en el que pueda tomar consciencia de la importancia de estar en paz consigo mismo.
Estas navidades, por primera vez, se me ocurrió la idea de hacer una sesión de yoga y meditación con él, y, a pesar de no ser maestra de esta disciplina, los resultados me maravillaron. Pocas veces he visto a este niño saltimbanqui e inconstante concentrado durante más de un minuto en la misma tarea (salvando los videojuegos), pero gracias a esta hora de ejercicio controlado, en el que él debía escuchar su cuerpo, su respiración, y sus limitaciones, tomando consciencia de su ser, pude ver el potencial que todos los niños tienen dentro y que a veces cuesta tanto sacar. Hace ya meses que pienso cómo podría ayudar el implantar en las aulas una disciplina que enseñase a los estudiantes los beneficios de la meditación, así que ver que en otros lugares se están ya haciendo programas piloto con buenos resultados me anima a seguir aportando mi granito de arena.
¡Gracias por el enlace y feliz año!
Fiume, me ha alegrado encontrar tu comentario en este post de hace unos días y que pensaba que estaba ya cerrado. Pienso que la meditación o el yoga pueden ser unas terapias altamente recomendables para los adolescentes. Nuestro ego distraído, disperso, en desequilibrio, va saltando de un lado a otro sin poder centrar su atención. Esta es la esencia de de meditación o el yoga: el desarrollo de la atención al propio cuerpo, a la respiración, al estado de nuestra mente. La sociedad, como varios de los comentaristas han señalado, va en dirección contraria y no entiende que haya que dedicar un tiempo a serenar la mente. Me alegro sobremanera de la experiencia con ese adolescente inquieto. Eso significa que la idea puede prosperar y tener eficacia. Gracias por tus palabras de ánimo y estímulo que siempre vienen bien. Un abrazo.
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