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lunes, 13 de noviembre de 2006
La escuela abierta
Nuestros institutos de enseñanza han cambiado profundamente. Se puede decir que hoy día son los centros más cosmopolitas de la sociedad. No es sólo su dinámica interna la que se ha transformado para bien y para mal sino que su perfil humano se ha modificado por completo. La llegada en grandes oleadas de inmigrantes que se suman a la escuela, fundamentalmente pública, crea situaciones nuevas e inesperadas y añaden un colorido sorprendente respecto a unos años atrás.
Hoy, como profesor de guardia, he estado en un primer curso de bachillerato científico técnico al que acaban de incorporarse quince alumnos recién llegados de la República Popular China. Vienen a realizar el bachillerato español en un máximo de tres años. El paisaje del curso ha variado sustancialmente. De quince alumnos que ocupaban media aula, se ha pasado a treinta y la mitad chinos. Para mi sorpresa, la relación entre el colectivo recién llegado y los antiguos alumnos, varios de ellos inmigrantes magrebíes – alguno de los cuales se ha apuntado a la moda de los pantalones caídos- es bastante fluida. Es más, he constatado un interés generalizado por aprender palabras y expresiones chinas. Había un intercambio intenso, lleno de curiosidad mutua, con diccionarios chino-español de por medio, para intentar comunicarse entre los dos grupos de alumnos. Los estudiantes chinos son disciplinados y tranquilos y no han suscitado ningún problema de adaptación al centro. No entienden todavía el contenido de las clases. Imagínense la explicación del mito de la caverna platónico en catalán. Al final de las clases se intenta hacer un resumen sintético del contenido de la misma… Pero demos tiempo al tiempo y veremos a estos alumnos dentro de un año siguiendo perfectamente las clases.
A mi tutoría, que cuenta con catorce alumnos, cinco de ellos bereberes, una muchacha árabe, un boliviano y una ecuatoriana, acaba de llegar una nueva alumna de origen chileno. Se llama Mónica y ha suscitado verdadera expectación entre todos, pues ha arribado procedente de Italia donde ha estado año y medio y tras pasar antes siete años en California, concretamente en la ciudad de San Francisco. La muchacha es extrovertida y simpática e inmediatamente ha sido integrada y solicitada por todos que se han ofrecido a ayudarla. Hoy en hora de tutoría ha salido a explicar su periplo viajero. Veía en mis alumnos caras de curiosidad e interés por sus explicaciones sobre su estancia en Hollywood y su descripción de cómo son los institutos de secundaria en Estados Unidos. Le han preguntado si hay detectores de metales a la entrada como cuentan las películas; si no le cuesta dejar amigos en todas partes y tenerse que cambiar de país continuamente; si no le gustaría volver a Chile donde tiene a buena parte de su familia… Escuchándola, tan fascinado como mis jóvenes pupilos, me he dado cuenta de que la inmigración es tanto un reto como una inmensa oportunidad que te abre a mundos distintos. Había un contraste muy grande entre los alumnos que apenas han salido de su pequeña ciudad y otros que han cambiado de mundo en varias ocasiones. He reflexionado sobre esa cualidad que es la de abrirte a modos distintos de concebir el mundo y la realidad, en este caso, el de Mónica, con alegría y una permanente sonrisa que no le hace asustarse ante la realidad de tener que aprender catalán y seguir las clases en dicha lengua. A su juicio es muy semejante al italiano, lengua en que se expresa con corrección además de ser el inglés su lengua predominante. Su habla ofrece una mezcolanza divertida de acentos americano, chileno e italiano.
Bienvenida, Mónica, igual que hace unas semanas se incorporaron Mohamed y Abdel aunque estos corren un cierto riesgo de marginarse en su grupo bereber. Nuestro curso que comenzó con pocos alumnos y corría el peligro de convertirse en una clase poco animada, se está transformando y llenando de color y acentos distintos. No puedo dejar de pensar que ésta es también una gran riqueza que afecta a la convivencia y a la variedad de la comunicación.
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Hay quien apuesta porque el futuro de la humanidad está en el mestizaje cultural y etnográfico. Cuantos más colores haya en la paleta más riqueza existirá en la realidad, también conflictos nuevos. Pero siempre habrá exiliados, aunque sólo sea de un exilio interior.
ResponderEliminarHace no mucho leí un artículo de Javier Cercas sobre la existencia de inmigrantes en España que me pareció muy acertado, entre otras cosas porque yo concuerdo plenamente con sus argumentos. Que vengan y se queden, tenía como título. Ese mestizaje puede ser el futuro, un enriquecimiento mutuo que describes perfectamente en tu post. Cuando hablan en los medios de comunicación de educación y aluden a la inmigración como un problema, lo menos que hago es sorprenderme o cuestionarme qué tipo de problema es. Siempre desde una experiencia personal, limitada espacial y cronológicamente, puedo afirmar ¡Que vengan y se queden!
ResponderEliminarEste fenòmeno que tanto te conmueve, ha sido corriente en Argentina, paìs al que arribaban y arriban corriente de inmigrantes huyendo de la guerra y la pobreza. El agradecimiento a la tierra de paz y futuro facilita la integraciòn, tal como mencionas.
ResponderEliminarAntes recibìamos muchìsimos europeos , hoy la tendencia ha variado un tanto, pero poco a poco va revirtiendo, y es hermoso brindar paz y progreso.
Un abrazo