Leo la prensa todos los días buscando
alguna inspiración pero hoy nada me ha llamado, salvo las noticias sobre ese
cómico de madre francesa y padre camerunés, Dieudonné M’bala M’Bala, que
está poniendo en jaque a la política francesa por la prohibición que ha
recibido del ministro del interior Manuel
Valls y el Consejo de Estado francés
de llevar a los escenarios su espectáculo Le
mur acusado de incitación al odio racial por sus críticas demoledoras
contra los judíos y la banalización del Holocausto. Dieudonné está cercano simultáneamente a las posiciones del Frente Nacional y el islamismo radical.
Tiene en facebook más de medio
millón de seguidores y sus espectáculos venden miles de entradas al haberse
convertido en el héroe de los marginados de las banlieu en que viven centenares de miles de musulmanes y que asumen
con entusiasmo el gesto inventado por el humorista, la quenelle, que se afirma que es un homenaje al saludo nazi pero al
revés, aunque en otro sentido se afirma que es un gesto antisistema que
representa a los excluidos de la sociedad francesa. La polémica está servida ya
que aunque una buena parte de la opinión pública está de acuerdo con la
prohibición tras siete condenas firmes de la justicia por incitación al odio
racial, hay también importantes sectores incluso en la izquierda que condenan
la prohibición por instaurar la censura previa lo que es un peligroso
precedente en la política cultural de un país que hace gala de su libertad de
expresión.
Dieudonné tiene
miles de seguidores que han estallado indignados por la prohibición de su gira
por veintidós ciudades francesas y lo ven como un ataque contra ellos. Por otra
parte, es innegable que la campaña gratuita de publicidad que está recibiendo
el cómico francés de 47 años es impresionante. Hoy todo el mundo en Francia sabe quién es, y muchos, a
pesar del escándalo y su prohibición estarían dispuestos a querer ver su
espectáculo aunque solo sea por morbo.
El cómico tiene un innegable talento y ha sabido dar en uno
de los lugares sensibles de la compleja sociedad francesa que cuenta con
millones de musulmanes que se sienten fuera y rechazados por el sistema.
Recordemos los episodios de quema de miles de vehículos hace años en los
barrios periféricos de las grandes ciudades francesas cuando todo un sector
juvenil saltó como en plena intifada contra el poder y el sistema. Y es debido
a su habilidad como logra aunar su cercanía al Frente Nacional de Le Pen
y la simpatía por el islamismo radical. Más en un tiempo en que se prevé la
subida del porcentaje de votos del partido ultraderechista francés en las
próximas elecciones.
Su antisemitismo también incide en la sociedad francesa
mezcla por el rechazo al sionismo del Estado de Israel que suscita un amplio rechazo y también por la creencia
extendida de que son los judíos los que controlan el mundo. Así sus críticas
banalizadoras del holocausto son el colofón a una visión del mundo que lo
relativiza frente a otras matanzas habidas en el siglo XX y que no han recibido
tanta publicidad. Además el antisemitismo sigue latente en una Francia que en buena parte colaboró con
el régimen nazi mediante el gobierno de Vichy y deportó a miles y miles de
judíos a los campos de exterminio nazis.
Muchas veces he sospechado que detrás de las críticas muchas
veces justificadas al estado del Israel por su política antipalestina se
agazapaba un fuerte antisemitismo que no quería reconocerse como tal y que se
justifica por la solidaridad con el pueblo palestino. Sin embargo no escucho
voces que se estremezcan por la matanza de la población siria por el ejército
del Assad que masacra a su pueblo.
Ni por la política represora de las mujeres llevada a cabo por Irán o su persecución de homosexuales.
No quiero ni pensar si fuera el estado de Israel
el que la llevara a cabo. Esto me lleva a pensar que existe un profundo
antisemitismo en la sociedad europea, incluida la española, que explota el
cómico francés con éxito extraordinario y que lleva a la Quinta República a establecer la censura de un espectáculo creando
un precedente que hace de Dieudonné
una víctima del sistema y generando centenares de miles de seguidores que hacen
de él un héroe épico.