He visitado Tavertet, un pueblecito situado en la comarca de Osona en Barcelona. Tiene 133 habitantes. Las casas son casi todas de piedra, construidas según el modelo catalán. Este pueblo no tendría nada especial quizás si allí no residiera uno de los más importantes filosofos y teólogos en la historia de las religiones, Raimon Panikkar. Panikkar o Paniker, según otros escriben, se ha especializado en las relaciones entre las religiones cristiana, budista e hinduista. Es un maestro, en el sentido literal de la palabra, que vive en aislamiento fecundo su dedicación a la sabiduría.
¿A qué viene todo esto? Me he estado preguntando sobre el papel de la tecnología en nuestras vidas. En la mía, fundamental. Vivo pendiente de la pantalla del ordenador y de mi blog, escuchando mensajes que me viene de múltiples latitudes. Sigo blogs muy diferentes en planteamientos. Cada blog es un mundo en el que late una personalidad única. Son personas que tienen algo que decir al mundo. Al menos lo intentan, con mayor o menor acierto. Cada blog es una voz que se alza en la inmensidad de la blogosfera intentando comunicarse con otros.
Me pregunto por la función de la tecnología en los adolescentes que educamos. He de reconocer que es un lenguaje atractivo para ellos. Ponerles delante de un ordenador siempre es una fiesta. Chatean, ven vídeos, juegan a juegos interactivos o participan en carreras de coches. Toman de la tecnología su lado más superficial. Emociones del córtex mas epidérmico. Raramente se comunican intentando decir algo importante al mundo: su propia visión de las cosas. Esto es muy raro. Yo lo he observado en muy contadas ocasiones en que un adolescente ha tenido la oportunidad de abrir un blog y comunicarse con los demás. La mayoría de los blogs mueren al poco tiempo. Sólo hay algunos que estructuran una construcción coherente de una realidad.
Mis alumnos utilizan Google. ¡Cómo no! El vídeo en inglés que mostré en mi post anterior hablaba de una generación Before Google y una generación Google. Las búsquedas lanzadas con el buscador son preguntas que utilizadas en una clase suponen un alto nivel de curiosidad frente al silencio que acongoja a las clases convencionales en que raramente se hacen preguntas. La tecnología ofrece, según ese vídeo, unas posibilidades y una riqueza incomparables. No en vano, cada adolescente ha visto decenas de miles de horas de televisión, ha mantenido miles de horas de conversaciones con el móvil y se ha embebido de vídeojuegos durante sus años de niño y púber. Esto es riqueza, según Bill Gates. ¡Cómo les estamos negando a nuestros adolescentes esa tecnología mágica y maravillosa! ¿Acaso no les estamos negando el acceso a una cierta concepción de las cosas? A una concepción de las cosas y a unos métodos de indagar en la realidad.
Pues no sé. Me preocupa más el fondo que la forma. ¿Qué hemos de decirnos? ¿Qué mensajes hemos de intercambiar? Me temo que la inmensa mayoría de los mensajes que emiten nuestros adolescentes son banales. He visto a pocos de ellos preocupados por el cambio climático o por la desigualdad de oportunidades en la sociedad, o preocupados por la situación del mundo. Los veo asentados, esperando su oportunidad de tener un coche y un empleo. No les veo interesados en preguntarse cómo está el mundo y por qué. La teconología les fascina, es cierto. Si pudiéramos dar nuestras clases con pizarras digitales y pudiéramos tener ordenadores en todas las aulas, si cada alumno tuviera un pendrive o Ipod para conservar y manipular información, ¿de qué hablaríamos? ¿Cuál sería el mensaje? ¿La muchacha ecuatoriana agredida por un fascista en Barcelona? ¿El deshielo de los glaciares? ¿La deforestación mundial? ¿La desaparición de especies o de tribus enteras en el proceso de globalización?
Vuelvo a Tavertet. En un humilde pueblo se ha creado un foco de irradiación mundial de relación entre las culturas y las religiones. Es un intento de diálogo fuera de los focos de la actualidad mediática. Hay algo que decir. Me temo que tras toda la reivindicación que existe de todo lo tecnológico se esconde un gran vacío. ¿Qué hemos de decirnos?
¿Qué quieren comunicar los adolescentes que educamos?
¿A qué viene todo esto? Me he estado preguntando sobre el papel de la tecnología en nuestras vidas. En la mía, fundamental. Vivo pendiente de la pantalla del ordenador y de mi blog, escuchando mensajes que me viene de múltiples latitudes. Sigo blogs muy diferentes en planteamientos. Cada blog es un mundo en el que late una personalidad única. Son personas que tienen algo que decir al mundo. Al menos lo intentan, con mayor o menor acierto. Cada blog es una voz que se alza en la inmensidad de la blogosfera intentando comunicarse con otros.
Me pregunto por la función de la tecnología en los adolescentes que educamos. He de reconocer que es un lenguaje atractivo para ellos. Ponerles delante de un ordenador siempre es una fiesta. Chatean, ven vídeos, juegan a juegos interactivos o participan en carreras de coches. Toman de la tecnología su lado más superficial. Emociones del córtex mas epidérmico. Raramente se comunican intentando decir algo importante al mundo: su propia visión de las cosas. Esto es muy raro. Yo lo he observado en muy contadas ocasiones en que un adolescente ha tenido la oportunidad de abrir un blog y comunicarse con los demás. La mayoría de los blogs mueren al poco tiempo. Sólo hay algunos que estructuran una construcción coherente de una realidad.
Mis alumnos utilizan Google. ¡Cómo no! El vídeo en inglés que mostré en mi post anterior hablaba de una generación Before Google y una generación Google. Las búsquedas lanzadas con el buscador son preguntas que utilizadas en una clase suponen un alto nivel de curiosidad frente al silencio que acongoja a las clases convencionales en que raramente se hacen preguntas. La tecnología ofrece, según ese vídeo, unas posibilidades y una riqueza incomparables. No en vano, cada adolescente ha visto decenas de miles de horas de televisión, ha mantenido miles de horas de conversaciones con el móvil y se ha embebido de vídeojuegos durante sus años de niño y púber. Esto es riqueza, según Bill Gates. ¡Cómo les estamos negando a nuestros adolescentes esa tecnología mágica y maravillosa! ¿Acaso no les estamos negando el acceso a una cierta concepción de las cosas? A una concepción de las cosas y a unos métodos de indagar en la realidad.
Pues no sé. Me preocupa más el fondo que la forma. ¿Qué hemos de decirnos? ¿Qué mensajes hemos de intercambiar? Me temo que la inmensa mayoría de los mensajes que emiten nuestros adolescentes son banales. He visto a pocos de ellos preocupados por el cambio climático o por la desigualdad de oportunidades en la sociedad, o preocupados por la situación del mundo. Los veo asentados, esperando su oportunidad de tener un coche y un empleo. No les veo interesados en preguntarse cómo está el mundo y por qué. La teconología les fascina, es cierto. Si pudiéramos dar nuestras clases con pizarras digitales y pudiéramos tener ordenadores en todas las aulas, si cada alumno tuviera un pendrive o Ipod para conservar y manipular información, ¿de qué hablaríamos? ¿Cuál sería el mensaje? ¿La muchacha ecuatoriana agredida por un fascista en Barcelona? ¿El deshielo de los glaciares? ¿La deforestación mundial? ¿La desaparición de especies o de tribus enteras en el proceso de globalización?
Vuelvo a Tavertet. En un humilde pueblo se ha creado un foco de irradiación mundial de relación entre las culturas y las religiones. Es un intento de diálogo fuera de los focos de la actualidad mediática. Hay algo que decir. Me temo que tras toda la reivindicación que existe de todo lo tecnológico se esconde un gran vacío. ¿Qué hemos de decirnos?
¿Qué quieren comunicar los adolescentes que educamos?