Páginas vistas desde Diciembre de 2005




lunes, 25 de mayo de 2015

Nos estamos convirtiendo en gilipollas?


En el espacio de una generación se ha modificado por completo nuestra forma de leer desde la irrupción de internet y los nuevos dispotivos de lectura. Leemos más que nunca pero de modo fragmentario y discontinuo, en zig zag, lo que se traduce en una lectura mucho más superficial, menos capaz de enfrentarse a la complejidad de las ideas.

Nicholas Carr en su libro de referencia ¿Qué está haciendo internet con nuestras mentes? planteaba el proceso de adaptación del cerebro a las nuevas circunstancias advenidas por el uso masivo de la tecnología y yo añado nuestro estado de permanente conexión a internet por medio de los móviles de última generación. No hay que ser un observador muy sagaz para darse cuenta de la modificación del modo de estar en el mundo por parte de la gente que vive ahora en su mayor parte conectada y atenta a su móvil donde recibe mensajes continuamente, wassaps y demás, en forma de fragmentos a los que ha de estar pendiente por si se pierde algo que requiera una respuesta inmediata.

En mis años de docencia he constatado la transformación profunda de mis alumnos y de la sociedad que los rodea. Su capacidad de atención es infinitamente menor si no es hacia tareas rutinarias que no exijan una concentración consciente y profunda. El nivel de abstracción se ha perdido en buena medida. Todo ha de ser simplificado y esquematizado para que se pueda asimilar. La capacidad de atención a pensamientos largos y algo más complejos es algo que ya no es de este tiempo. Y esto de igual manera sucede con los textos de lectura que se abordan buscando ideas elementales, poco matizadas y superficiales porque se parte de una atención muy fragmentaria sobre la que se está dando saltos de un lado a otro. Así se es incapaz de analizar información compleja debido a la distracción y a la dispersión que nos caracteriza. Lo noto yo que he nacido en una era analógica y que he leído mucho antes del advenimiento de la era digital. ¿Qué va a ser para ellos que han vivido ya desde siempre con internet, google, los teléfonos inteligentes, las tabletas...? 

Otra de las consecuencias de este estado de cosas es la necesidad de que todo lo que se lea o se escuche sea necesariamente divertido y que sea hábil para captar una atención totalmente discontinua. Algo que sea denso o complicado a la primera lectura aleja por completo a los potenciales lectores.

Nuestro cerebro se caracteriza por la plasticidad y se adapta a las nuevas realidades y usos intelectuales que frecuentamos. Es muy posible que las consecuencias de todo esto es que nos estamos entonteciendo a velocidad creciente. Superficiales, inmaduros y pueriles, incapaces de concentrarnos para procesar cuestiones complejas, anhelantes de diversión y placeres inmediatos que recompensen, simples y fragmentarios. En resumidas cuentas, el futuro ha llegado y estamos en él. Gilipollas perdidos cuando el mundo requiere de planteamientos y soluciones extraordinariamente complejos.


¡¡¡¡Perdón que he recibido un wassap!!!!

22 comentarios :

  1. Estoy de acuerdo. Nos estamos entonteciendo y no creo que sólo podamos responsabilizar a las nuevas tecnologías por ello. Tengo muchas ganas de leer el último libro de Bauman para poder asir mejor fenómenos tan complejos y de etiología múltiple como este, del cual somos a la vez testigos y protagonistas.

    Un abrazo, Joselu.

    Fer

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Los que somos del siglo XX y no podremos ser nunca del siglo XXI aunque hayamos adquirido destrezas tecnológicas interesantes, hemos percibido otro modo de vivir antes de la eclosión de la tecnología. Que por cierto me fascina. No hay engendro nuevo que salga que no me interese. Tengo ganas de introducir en el hogar un robot interactivo con toda la familia. Ahora solo existe en lengua inglesa, pero en pocos años estará conmigo. Lo sé. Pero soy del siglo XX, mis fibras más íntimas se formaron en otro tiempo. Yo diría que cercanas a la revolución de los sesenta. No las viví en directo pero sus estertores me llegaron poderosamente. Ahora leo un libro sobre la experiencia del Living Theatre. Me asombra por la tremenda ingenuidad que supone aquella troupe teatral. Vivir es ser ingenuo. Querer cambiar el mundo es ser ingenuo. Bendita ingenuidad. Yo fui ingenuo y ahora soy escéptico. Es una enfermedad que ya no tiene cura. Es fruto del tiempo. Tic tac. Ahora la tecnología nos ha cambiado el cerebro o la mente, como quieras. Somos más superficiales. Cuando se habla con algunas personas de cierta edad se percibe una dimensión más honda. Han vivido las contradicciones del tiempo. De un tiempo terriblemente acelerado. Parece que me desvío del tema, pero quiero llegar a que la tecnología opera sobre nuestras capas más externas del cerebro, acción-reacción, satisfacción sobre todo. El pensamiento complejo requiere de interacciones más profundas y esas se están orillando por la velocidad de los cambios, por la propia dinámica de la tecnología que es vertiginosa. Procesamos demasiado rápidamente, y eso nos hace lábiles, incapaces de soportar demasiado la frustración, y superficiales. Esto, tarde o temprano nos pasará factura. Hay una ceguera voluntaria que nos aflige. Está ahí.

      Un abrazo, Fer.

      Eliminar
  2. Es muy interesante comprender la manera en la que las tecnologías van cambiando nuestra forma de vida y nuestro modo de ser. Es verdad, vivimos haciendo zapping todo el tiempo. No sabemos centrarnos en nada. O cada vez menos.

    De todos modos hay siempre algo apocalíptico en muchas de las entradas. Como si siempre estuvieras con el "que mal está el mundo, facundo".

    Yo huyo de ser tan pesimista.

    Ahora tengo a la mitad "atrapados" del mismo autor. Es muy interesante el modo como por ejemplo está cambiando la atención al paciente que tiene que estar tomando notas en su ordenador.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. DEBÍ DECIR: la atencíón del médico al paciente porque tiene que estar tomando notas en su ordenador.

      Eliminar
    2. Mi familia sostiene que soy de naturaleza extremista. De un extremo a otro. ¿Apocalíptico? Aún lo soy poco. Como le decía a Fer, hay una ceguera voluntaria que nos impide ver cómo va a ser el futuro. Las películas de Mad Max son bastante más realistas y menos fantasiosas de lo que cabría pensar. El lorazepán es formidable para tranquilizarnos y hacernos ver con menos urgencia la realidad, con menos tonos trágicos. Pero a mí me apasionan los grandes trágicos desde Sófocles y Esquilo a Shakespeare, Beckett y Valle Inclán por decir algo. La aurea mediocritas es admirable para vivir, es cierto. Pero en mí, a pesar de la desvenlafaxina aún late un salvaje que ama las praderas y que aúlla a la luna llena en noches abiertas. Y necesita ser trágico porque no estoy dormido, solo en estado de hibernación. La ciencia ficción de la que soy un modesto aficionado nos muestra perfiles sobre nuestra realidad y las hipótesis de futuro. Y no son tranquilizadoras. Pero nuestra ceguera voluntaria, necesaria para vivir nos permite no pensar nada más que este aquí y ahora en que lastimosamente nos debatimos creyendo que estamos en el mejor de los mundos posibles. El ser humano se ve lleno de contradicciones. Este blog es una muestra de ellas. Ser apocalíptico viene de la estirpe de los dadaístas, de Artaud, Y yo me siento cómodo en ella, aunque sea un simple burgués con el ingenio romo y necesite las anfetaminas virtuales para vivir.

      Eliminar
  3. Tengo el privilegio, entonces, de ser un gilipollas antiguo, lo que no sé si sube o si baja mi estatus... Como yo partí del analfabetismo funcional a los 14 años (mi primer libro completo lo leí a los 15), conozco al dedillo los entresijos de la mente ignara, incapaz de expresarse, aferrada a los instintos y mitómana (el futuro me reserva una gloria para la que estoy predestinado, a pesar de mi total inutilidad y gilipollez...) Desde ese origen, me he mantenido fiel a un solo dispositivo: el libro, que ahora comparto con otros, como este presente en el que escribo y para el que incluso escribo, pero no creo que me puedan devolver a aquelos penosos tiempos orgullosos de la indiferencia hacia el saber, el esfuerzo y el rigor en el aprendizaje. Lo de la dficultad de concentración lo detecté mucho antes de la informática: en la época del dominio absoluto de la publicidad, cuando aún no estaba regulada, y la programación sufría el asalto de la publicidad cada 20 minutos. Ahí se fijó el bloque de atención de los alumnos: 20 minutos. Continuar una explicación diez minutos más era perderla completamente... El insólito trato con la lectura larga y con la expresión extensa acabarán provocando una adaptación tarzanesca del lenguaje, porque decir lacedemónica implica ya justo la realidad contraria.
    Es muy probable que, cada vez con mayores razones, haya una vuelta al aislamiento, a la incomunicación, a la despresurización, a esa suerte de vida feliz de la aurea mediocritas horaciana en la que reencontrar el auténtico valor de las palabras, lejos de su actual valor de intercambio banal, próximo a la bancarrota conceptual y emocional.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. No sé qué decirte. Tu comentario es un festín de ideas y de estilo. Me cuesta imaginarte ignaro y refractario a los libros y la cultura. ¡Qué curioso! Yo no era muy cercano a hipotéticos clásicos pero me sentí atraído magnéticamente por los libros que devoraba desde los once años. Los clásicos los descubrí a los dieciséis por un médico militar que me regaló ejemplares de una revista médica de literatura. ¡Qué tiempos aquellos en que los médicos leían literatura! Ahora que la literatura es expulsada ya definitivamente del sistema educativo. Tal vez tendremos que enclaustrarnos, aislarnos, como sugieres en cámaras de despresurización. ¡Qué maravilla! Con lo que me gusta la idea de un claustro materno que no tenga nada que ver con mi madre.

      Eliminar
  4. Yo no sé si nos estamos volviendo más simples, o más borregos, o más tontos, o más prácticos, o más... yo qué sé... Lo cierto es que la vida en este planeta, desde un par de décadas a esta parte es otra.
    Pienso que no somos del todo conscientes que estamos ya metidos en una nueva era histórica. Algo que lo explicarán los historiadores de los siglos (o milenios) venideros, y que no podemos discernir con objetividad los coetáneos de este frenético devenir del presente que nos ha tocado vivir.
    Hay un cambio. Esto es obvio. Un cambio atroz y vertiginosos en todos los ámbitos.
    Esta crisis, como todos los cambios más o menos revolucionarios, tendrá unas consecuencias. Pero estas están aún por venir. Y como yo no soy pitoniso, ni tengo mucha gracia en predecir el futuro, me remitiré a la manida frase de "que Dios nos pille confesados"

    Un fuerte abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Nuestro registro biográfico es una suma de revoluciones: desde la cultural de los años sesenta a la tecnológica del siglo XXI. Y a la vez añorantes de un tiempo anterior al tiempo en que las cosas eran sólidas en sí mismas, o eso creemos que alguna vez ha sido. Vivir es cambiar. Cambiar es vivir. Pero tener percepción del cambio es interesante en nuestra faceta de juglares de este tiempo: tú cuentas historias y yo devano mi atención en la reflexión sobre el tiempo actual, un tiempo poderoso y potente. Me gusta este tiempo aunque ya haya pasado el mío vital. Ahora son mis alumnos de hace veinte años los que son elegidos concejales por candidaturas populares o los que lideran movimientos de agitación. Me gusta. Hay una continuidad. Entre el radical que fui y el escéptico conservador que soy ahora. Son dos facetas distintas. El tiempo es nuestra dimensión pero cuesta toda una vida descubrirlos. Cuando lo haces eres ya de otra época. Desde la cual se otea el presente, el pasado y el futuro con un prisma óptico y digital convertido en una cámara de fotos que es mi instrumento actual de observación del mundo. No está mal. Puedo dar salida al escritor, al esteta, al fotógrafo y contemplar con ironía este devenir en que yo ya soy una pieza no participante, sino contemplativa. Pero ¡qué maravilla poder contemplar! Sin amargura. Aunque con melancolía. Esa siempre, inevitable. Siempre descubriéndonos a nosotros mismos siendo radicalmente distintos a lo que hemos sido en otro tiempo. Tal vez ya ni seamos los mismos. Somos otros. ¡Qué misterio, Miguel!

      Eliminar
    2. Francisco Brines, gran poeta valenciano, lo dejó escrito: "Estamos hechos de tiempo".
      Y estoy totalmente de acuerdo con él.

      Eliminar
  5. Buen día Joselu, menudo tema! Creo, con Juan Poz, que aquello que has descripto (descrito) tan certeramente, nos ha traído al feliz aislamiento intrauterino, nuevamente. Pero no me precocupa en realidad la observación de nosotros, probablemente todos, gilipollas prehistóricos, sino la incomodidad de varios jóvenes que me rodean - que por educación, tienen la capacidad de profundizar, ejercer la lectura crítica, y entender la densidad de un Heidegger, o un Lacan, por ejemplo - la sensación que transmiten es que se sienten raros, solos, tímidos y "alternativos". si no fuman "porro" (marihuana) para evadir la incomodidad o no consumen alcohol hasta quedar inconscientes no están dentro de la "movida".
    Para poder aprender semiología, por ejemplo, tuve que estar horas y horas al lado de un paciente tratando integrar todo lo que había leído, no conozco otra forma de hacer un diagnóstico, los estudios complementarios, eso eran, no más.
    Me formé en los 70, esperábamos ingenuamente, cambiar el mundo, para eso nos preparábamos, lo bueno de eso es que cambiamos nuestra cabeza, ahora sabemos con certeza los distintos modos de dominación, conocemos las trampas, cuando alguien formado en esa misma época nos habla, con la densidad característica, entendemos sus trucos. Pero toda primavera da paso al verano, y al otoño y al invierno.
    Como borregos irán a donde los lleven para beneficio de pocos, no es eso la historia de la especie humana?
    Un abrazo fuerte

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Ana, el consumo de sustancias psicotrópicas o el mismo alcohol ha acompañado a infinidad de creadores en todos los ámbitos. Desde luego que el consumo de marihuana no hace a nadie artista ni el consumo de alcohol, pero ciertamente que hay muchos artistas que han sacado réditos creativos de ello. Tal vez el uso que se da es diferente. Y en eso reside la distancia. Se puede consumir para ampliar el radio de nuestras intuiciones, ampliar nuestra conciencia, como mecanismo expresivo. O se puede consumir simplemente para divertirse, pasarlo bien sin más coartada que la misma fiesta. Las drogas han sido instrumentos poderosos en la cultura de muchos pueblos, tomadas ritualmente, claro está, no como un consumo desaforado y sin ningún deseo contemplativo. Estoy leyendo un libro sobre la aventura del Living Theatre en los años sesenta especialmente. En sus funciones se consumía marihuana pero con la intención de cambiar la vida, cambiar el mundo. Si es simplemente un hábito sin ninguna proyección creativa o existencial, me alejo de ello totalmente.

      Una amiga de ochenta años ha probado recientemente el consumo ritual de ayahuasca, una yerba sagrada del Brasil. Para ella fue una circunstancia plena de contenido y me invitó a hacerlo alguna vez. Yo le dije que en estos momentos de mi vida no deseo ningún tipo de sustancia que modifique mi percepción. Solo el agua. Quiero la mente clara. Pero hubo otro tiempo en que yo anhelaba probar el peyote o mezcalina, y no lo pude hacer porque no tuve acceso a ello. Si alguna vez he probado las drogas ha tenido siempre una función más allá de lo lúdico-divertido. Había una intención creativa o mística. Ahora me drogo con largas caminatas. Tras cuarenta kilómetros de andadura tu cuerpo segrega importantes dosis de dopamina y serotonina. Eso está bien. Lo hago conscientemente.

      Yo anhelé cambiar el mundo. Pero no pude. Claro. Pero he sido profesor y hoy alguno de aquellos exalumnos de hace veinte años reconocía haber recibido una excelente educación. Hoy ello son la generación emergente, de la edad de Ada Colau.

      Un abrazo fuerte. Tus comentarios son una invitación a la inteligencia.

      Eliminar
  6. Hay algo de ignorancia tramada en la búsqueda de la felicidad. Huir de ir a ti mismo para no profundizar en lo que da vértigo o en lo que no es material, para ganar tiempo, que la vida ahora es un escaparate, una metáfora lejana, un reflejo en el barniz. Lo importante es que con los años ese ignorante? no pierda el asombro de vivir.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. El asombro de vivir. No has podido enmarcar mejor la idea esencial de todo, que no es divertirse en todo momento, sino ser seres asombrados por la vida.

      Eliminar
  7. Cuando tienes hambre el alimento es un bendicion, pero cuando hay sobrealimentacion desprecias todo, te pones obeso y te conviertes en pasivo. Con esto pasa algo parecido.

    ¿Si somos gilipollas? si, y si no lo somos, nos lo hacen ser o parecer, no hay más que ver determinadas modas o determinadas (no todas) exposiciones de "arte moderno" entre otras cosas.

    Un saludo

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. El tiempo es confuso y convulso. Cuando acabe mi carrera docente me iré dos meses a la India. Allí creo que me encontraré con otro tiempo y otras densidades. En cuanto a las exposiciones de arte moderno, hay de todo, pero predomina el camelo. Ya no se sabe qué es arte y qué no. Y eso que me gusta ver exposiciones de arte contemporáneo, pero la impresión es pésima. El pop popularizó la contracultura pero la banalizó por completo. Es un debate interesante.

      Saludos.

      Eliminar
  8. Es un tema muy interesante y muy actual. Por eso mismo, difícil generalizar sobre él. Por una parte, cuando nosotros éramos jóvenes la mayor parte de la población no leía, no estudiaba. Si tomamos esto como referencia, no debemos concluir que nos hagamos más tontos. Los que leían y estudiaban lo hacían de una forma completamente diferente a la actual: leían y estudiaban por sí mismos, como si todo lo tuviera que almacenar cada individuo. Por esta parte, por lo tanto, los individuos leídos y estudiados sí podrían calificarse ahora de más tontos. Sin embargo, en la nueva forma de leer y estudiar -o investigar o crear- hay un crecimiento del grupo: lo que yo no sé lo sabe otro con el que puedo relacionarme en el momento a través de esa denostada Internet. Por lo tanto, un individuo más tonto que antes puede hacer más cosas listas que un listo de antes. Y esto no impide que siga existiendo un porcentaje -¿el mismo que antes?- de individuos con saberes por encima de la media y con una capacidad por encima de la media. Por otra parte, ahora debemos pensar en términos globales: ya no se es el tonto o el listo del pueblo. Estamos conectados en red. Se lee mucho más que antes, mucho mejor y de forma más conectada. Y luego dependerá de cada individuo la decisión de qué escalón es el suyo. ¿Ruido tecnológico para no leer en profundidad? Se los deberíamos preguntar al que hace unas décadas no podía leer porque trabajaba de sol a sol. Este tema está lleno de matices...

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Veo que eres optimista. Yo solo puede cotejar mis alumnos de hace veinte años con los de ahora. Y el panorama es realmente distinto. La memoria es selectiva pero sé adónde llegaba entonces y dónde ahora. Ello me da medida de la evolución de los tiempos. Siempre me ha motivado la idea de aprender a pensar, enseñar a pensar. ¿Conocimiento en red? Tal vez donde tú estás disfrutes algo de eso. Al fin y al cabo estás en la universidad y yo en un humilde insituto de barrio en que el setenta por ciento son inmigrantes. Supongo que tenemos percepciones distintas. Si miro a mis hijas, veo en ellas valores intelectuales muy importantes, así que imagino que debe haber otros mundos que los que transito yo.

      Eliminar
  9. Ya hemos comentado esto en otras ocasiones, Joselu, y veo que estamos de acuerdo. Precisamente ayer surgió el tema de forma indirecta cuando en la comida una joven compañera me pidió (más bien se lo ofrecí yo) algún libro que la ayudara a estudiar literatura de cara a la oposición. Como tengo de casi todo le di un par de antiguos libros de texto que le han venido muy bien. A raíz de eso hablamos de las lecturas de antes y de las de ahora, de los libros de lectura obligada en los IES, de nuestras experiencias como lectores de varias generaciones... Por un lado algunos defendíamos la necesidad de conocer a los clásicos, pero no a cualquier edad, y por otro comprendíamos que a veces los alumnos deben leer obras ininteligibles para ellos, lo que les aleja de la buena literatura. El gran error de los últimos años, entre otros muchos, ha sido adaptar el vocabulario de las lecturas al de los alumnos, lo que ha empobrecido notablemente su capacidad de comprensión y expresión. Hoy a nadie le interesa meterse en berenjenales, así que elegimos con frecuencia libros tontorrones pero amenos (?) que tienen a los chavales entretenidos durante algunos ratos. No interesa desarrollar el pensamiento complejo y elaborado. Tantos medios de comunicación y sin embargo estamos más aislados que nunca. Me revienta leer mensajes cargados de emoticonos estúpidos. ¿No sabemos decir con palabras que algo nos gusta? ¿Es por vagancia o por ignorancia? Claro, así a ver cómo vamos a dedicar muchas horas a la lectura reposada de una obra de Galdós, por ejemplo. Hoy he asistido a la representación de una obra de teatro elaborada por muchos de nuestros alumnos bajo la batuta de unos entusiastas actores y gente de teatro, un trabajo encomiable y fantástico. Sólo los que trabajamos con niños sabemos el enorme trabajo que conlleva poner en pie algo así. El comentario posterior era que con la ley actual, si Dios o los pactos no lo remedian, ¿quién va a llenar los teatros y auditorios dentro de unos años? El empobrecimiento cultural no se para en barras, arrasa con todo. Un pueblo inculto y acojonado es fácil de dominar. El abusivo precio de los libros y de la cultura en general obedece a una estudiada estrategia diseñada para convertirnos en borregos dóciles y amedrentados. Nos hacen creer que al "facilitarnos" el acceso a internet y demás nos están haciendo un favor, y es justamente lo contrario. Yo termino mi andadura oficial dentro de unos días, pero lo que viene es desolador, y no me consuela en absoluto que me digan que no es asunto mío ya: lo es, y mucho, es asunto de todos, nos va mucho en ello.
    Mañana es fiesta aquí, pero me esperan exámenes y notas que debo entregar el viernes, qué planazo... Un fuerte abrazo, colega.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Yo no soy tan pesimista, aunque también me voy en breve. Veo en mi casa en mis hijas una seriedad personal y un dominio del lenguaje que me convence de que hay también chavales de su edad que no responden a los estereotipos. En los IES y en la ESO en general domina un ambiente poco propicio a la disciplina y a la atención. Es un problema de época, de este tiempo líquido en que estamos. Se aproximan tiempos todavía más difíciles, Yolanda, que habrán de vivir nuestros hijos. El humanismo es más necesario que otras veces que surgía espontáneamente de la cultura. Hoy hay que buscarlo, y no quedarnos en esas bienintencionadas -no sé si llamarla ideologías- de lo positivo y lo correcto. Yo he sido profesor que ha hecho lo que ha podido. No he sabido hacerlo mejor. El tiempo que vendrá será muy convulso. De eso no te quepa duda. Y en cuanto al acceso a la cultura, disiento de ti, nunca ha sido más barato. Hoy se pueden descargar gratis en internet todas las obras maestras de la humanidad. Y las últimas lecturas, hay piratas que también las tienen y las consiguen gratuitamente. Yo me niego y pago religiosamente todos los libros digitales que leo. El que quiera acceder a la cultura puede hacerlo. No creo que haya una estrategia diseñada para hacernos burros. No creo. El tiempo que vivimos es tan complejo que no lo entendemos. Va todo demasiado rápido. Somos inconsistentes, banales. Más los que vienen, pero nosotros ya estamos a final de curso y de una vida, que creo que olvidaré fácilmente, creo. No sé. Un fuerta abrazo, Yolanda.

      Eliminar
  10. Esta entrada ya te la hemos leído antes, Joselu, sí o sí. Pero sí: en muchos sentidos, nos agilipollamos. Nuestra capacidad de concentración disminuye. Y vivimos de las rentas de lo que leímos cuando aún (de veras) leíamos. Eso no significa que no se gane algo a cambio. Pero, si somos sinceros, ni siquiera se trata (para muchos) de una opción. Es el signo de los tiempos. Una forma posmoderna del hado. // Y para nuestros alumnos, hijos, etc., es peor: la mayor parte salen incapaces de resumir y parafrasear debidamente. Ante cualquier texto que comentar, buscan directamente algo ya dicho y lo cortapegan. Eso no ya en ESO (sic), sino en Bachillerato. Lo cual revela que es perfectamente posible (y cotidiano) alcanzar esos cursos sin haber adquirido esas habilidades básicas.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Tienes razón, este tema ya había salido en otras publicaciones, pero estos días salió un informe al respecto y alguien me lo hizo llegar, y quise volver sobre ello. Es cierto, nuestra capacidad de concentración es menguante, sucede en nosotros, ¿qué será en estos muchachos de la era digital en que no pueden mantener la atención más de cinco minutos? Creo que se nota un cambio, según la madurez, en bachillerato pero la ESO es terrible en ese sentido. No les gusta pensar. Hubo un tiempo en que a mis alumnos les encantaba pensar, comerse la olla que se dice. Ahora es algo contra natura. Quieren cosas divertidas, esencialmente divertidas. Y yo no soy divertido. Tengo todo en contra. Qué carajo.

      Eliminar

Comentar en un blog es un arte en que se recrea un punto de vista razonado, emocionalmente potente.

Selección de entradas en el blog