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lunes, 30 de noviembre de 2015

Diario de un reportero en las aulas


Yo no tenía vocación de profesor, lo he contado en alguna ocasión. Yo quería ser, desde que recuerdo a mis doce años, periodista. A esa edad editaba una revista, en el colegio de curas donde estaba, de la que había solo un ejemplar que iba pasando por toda la clase. En ella copiaba a bolígrafo, con caligrafía no muy esmerada, noticias que recogía de la prensa, algún relato inventado por mí, pegaba fotos que recortaba ... Esta revista me supuso una incautación de sus veinte números, que llegó a alcanzar, por parte del cura sobón que era el tutor de la clase. En uno de los números, había un relato algo erótico producto de la confusión de la adolescencia. Llamó a mis padres. Fue el primer acto que contravenía la ordenanza del sistema en una educación autoritaria y gris. Años después fue la verdadera experiencia como director de una revista parroquial de un club juvenil, porque en los estertores del franquismo los jóvenes nos reuníamos en clubes juveniles para juntarnos chicos y chicas en un tiempo que los colegios nos tenían separados por sexos. ¡Qué pasión me produjo dirigir una revista y que de ella se hicieran cuarenta ejemplares! Los vendíamos a cinco pesetas cada uno y eran para los miembros del club. 

"Allí tuve que defender la libertad de expresión cuando murió Picasso del que publiqué una necrológica alabando su aportación al arte. Una muchacha, próxima al falangismo, quiso evitar que apareciera aquel artículo pero yo me cuadré e hice que se publicara lo que provocó la dimisión de Mari Ángeles, la subdirectora joseantoniana".

Fue una verdadera escuela de buen periodismo aquella revista, titulada Nosotros en la que entrevistamos a algunos prohombres famosos como Forges, Papillón, Xavier Cugat... Yo escribía artículos más bien o cómicos o reflexivos. Me encargaba de la edición de la revista a ciclostil en un convento de monjas de clausura que eran las que tenían la multicopista. Ello me llevó a mantener interesantes conversaciones con la hermana que se encargaba de tirar la revista. Tal vez por ello y por las monjas de mi infancia, guardo buen recuerdo de las religiosas que he encontrado en mi vida. Aquella revista alcanzó unos 18 números hasta que entramos en la universidad y nos distanciamos del club Virgen del Carmen. Recuerdo aquel tiempo con un cariño especial.


Pero yo no tenía vocación de profesor en ningún caso. No había facultad de periodismo en Zaragoza y hube de empezar en una genérica de Letras –aunque había estudiado bachillerato de ciencias-. Así comencé Filosofía y Letras en su rama de Filología. Nunca supuse en aquel momento que terminaría dando clases. Me atraía la Historia y la Filosofía. La Literatura fue posterior, a partir de cuarto –antes las carreras tenían cinco años-. Me especialicé en Filología Hispánica. Y de ahí salió un profesor, pues ¿qué hacer con semejante título si yo no tenía madera de investigador para quedarme en la universidad? Ser profesor fue una salida lógica pero no vocacional y sigo sin tener vocación de profesor. A veces me gusta serlo, pero lo veo desde una posición externa y periférica que no está dentro de la profesión. Me gusta el contacto con jóvenes. Hay algunos en que intuyo que tienen inquietudes intelectuales y me gusta estimularlos. Pero soy un outsider en la profesión. Estoy dentro pero la miro desde fuera. Soy otras muchas cosas antes que profesor. Este es mi modus vivendi e intento hacerlo lo mejor que sé y me dejan hacerlo. No es fácil. Es una profesión complicada y sometida a un intenso desgaste emocional. Recuerdo el último viernes el agotamiento mental con que salí de clase tras una semana intensa. La tristeza y el desánimo me dominaban. Tuvo que pasar todo el viernes y buena parte del sábado para que mi ánimo se recuperara. Puedo entender en buena parte a mis alumnos pero estoy en el otro lado. He de hacer que aprendan y no es fácil en un tiempo con tantas distracciones. Y no soy capaz de urdir discursos convincentes para hacerles recapacitar. Solo sé hacer. Promover acciones que lleven a aprender. Sé lo liviana que es la memoria, sé lo poco interesantes que son los temas de sintaxis pero he de procurar que aprendan aunque a mí me gustaría aprovechar el tiempo en otras cosas más atractivas. Deploro que en esta profesión haya tanto individualismo y que haya tanto derrotismo. Pero lo veo desde fuera sin identificarme con ello. Soy como un visitante a tiempo completo pero externo. Es como si viera la enseñanza a muchos años vista y me diera cuenta de que mucho de lo que hacemos es totalmente inútil y me gustara trabajar más para el muchacho que algún día se dará cuenta de otras cosas. 

"Tal vez al periodista que fui le gustaría poder contar la historia de un hombre que ha sido muy feliz siendo profesor y también muy infeliz. He vivido cosas que nunca podré contar ni siquiera a mis más íntimos amigos y menos escribir para nadie".

He vivido esta profesión desde muchos ángulos. No sé si soy un héroe o un bribón. No sé si soy Arlequino o un chamán como reflexionaba Toni Solano, un hombre con verdadera vocación de profesor. Tengo una visión existencial del aula. No puedo pensar en términos de sistema educativo. No me interesa. No quiero formar cachorros para la sociedad productiva. No. Quiero promover salvajes, capaces de pensar por sí mismos, pero no sé si esto es real o no. No sé si nada hay de esto en mi pedagogía presuntamente libertaria. Ya he dicho que soy un invitado a estos centros de enseñanza en que ha pasado buena parte de mi vida y en los que he disimulado lo que era: un extraño que algún día contará qué hace un reportero dentro de las aulas, pero eso será cuando recupere la libertad de acción. En todo caso, me lo paso bien y a veces mis alumnos me ven sonriéndome sin saber muy bien de qué me río. Son cosas mías en contacto con estas fierecillas que tanto me gustan.

23 comentarios :

  1. La enseñanza también me cayó de manera circunstancial porque de niña "sentencié" que lo último que deseaba ser de mayor era profe, me daban cierta penilla las mías.

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    1. Mis hijas que tienen padres enseñantes lo tienen claro y no quieren ser profesoras. Es una profesión que da penilla. ¡Qué vida más arrinconada! ¡Qué alicorta es la vida de un profesor! Siempre esperando con ansia encontrarse a un exalumno que lo abrace y le dé las gracias como si hubiera sido importante en su vida. Una vida asaz gris y diminuta. Dicen que es grande ser maestro pero no sé si es un lugar común más. Tal vez deba serlo y uno muy grande. Sumamente interesado, pues lleva a creerse importante al que lleva una vida sumamente plana. Hace falta el ingenio y la rabia de un desesperado para convertir esta vida penosa de un docente en algo luminoso y ácido.

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  2. Suscribo todo el post, y con entusiasmo. También mi primera vocación fue el periodismo e ideé un diario en que copiaría las noticias e la televisión, la tuve desde el 62, para después venderlo en la clase, pero como pasaba casi más tiempo expulsado que en ellas, desistí. El primer impulso para hacerlo fue enterarme, estaba solo en casa, expulsado del colegio, claro, del asesinato de Keneddy, al que el Régimen ensalzaba por que era "el primer presidente católico" de Usamérica. La sintonía con su juventud y su empaque, frente al tocinón de voz castrada que era Franco no tenía color. Sin embargo, no me hubiera importado ganarme la vida como Reportero Tribulete. Lo que vendí, a cambio, fueron unas imitaciones en papel muy convincentes de los cigarrillos mentolados, Mencey, que vendía a perra gorda... A diferencia de ti, Joselu, yo ni quería estudiar siquiera, por lo que lo de ser profesor ha acabado siendo una ironía suprema del destino. Odiaba la escuela cuando alumno y acabé encerrado en ella 35 años... En fin. Debe de haber un algo de época que se manifiesta espontáneamente en personas que viven a no poca distancia y realidades muy diversas. Lo digo por las coincidencias autobiográficas, que siempre me llaman tanto la atención. La vivencia de la profesión es idéntica. Siempre defendí de nuestra profesión que los profesores nos consideramos profesionales liberales y que "pasamos consulta" las horas de trabajo que tenemos y que ahí se acababa la historia.Después, fuera del horario laboral, empezaba la "verdadera" vida de cada cual: el arte, las aficiones, la política, el deporte... Y sí, junto a duros momentos, no son pocos los de auténtico disfrute profesional. Peor nos podría haber ido, sin duda. Conozco no pocas "bajas" dramáticas por el ejercicio de la profesión. ¿Profesión de riesgo? Pues sí, sin duda. Enhorabuena por el post, una lectura que he leído como si lo hiciera en un espejo.

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    1. Recibo con ilusión esa comunicación empática de vidas no perpendiculares sino paralelas, como si las hubiera puesto en contacto Plutarco, jajajaja. Siempre me cuesta verte como un alumno disruptivo en tu tiempo. ¡Qué extraño! Yo era más bien un alumno apocado, objeto de acoso escolar durante nueve años espantosos, con una vida familiar tremebunda, pero que desarrolló, para huir de su realidad ominosa, una percepción estética que nadie me ayudó a formar. Yo no tuve ningún maestro que me orientara. ¡Cómo lo hubiera deseado! El libro espléndido de Mi hermano el idiota de MIchel del Castillo que tú me recomendaste, recoge la vida triste y dolorosa del protagonista, pero recuerdo que uno de sus vates, un cura peculiar, le recomienda la lectura de Dostoievski y le abre un mundo. Yo no tuve nada. Hube de buscarme poco a poco a mis maestros. Y los encontré en la lectura. Yo también odiaba la escuela por no pocas razones. ¡Qué grisura! ¡Qué espanto! ¡Qué olor a col fermentada! Pero era incapaz de rebelarme contra las circunstancias. Incluso la rebelión tiene que tener algo que la impulse. ¿Y contra quién iba a rebelarme yo, pobre de mí en aquel tiempo? Ya lo hice a los seis años y no fue pequeña la rebelión pues me rebelé contra Dios. Así empecé. Ahora me enorgullece pero en aquel tiempo fue muy duro. Sentía la vida como un estilete que me atrevesara el hígado y las entrañas. No creo que hubiera sido un buen reportero. Era demasiado interiorista, afincado en mis ensoñaciones interiores para huir de la dolorosa realidad. La cultura me ayudó a comprender. Y la literatura a abrirme a mundos que en alguna manera conectaban con el mío. Ya no estaba solo. Hay muchas vidas que son terribles. Y algunos son capaces de extraer oro del plomo a modo de piedra filosofal. He vivido mi tiempo de profesor como el de un provocador inserto en la maraña de datos sin sentido que se alienta en los centros de enseñanza. Y mi mayor vocación es intentar conseguir ese sentido que conecta los datos, establece sinapsis, reordena las percepciones. No ha sido una prisión para mí la enseñanza. No. Ha sido fuente de dicha enorme, y también de padecimiento en grado sumo. En todo caso no he sido un profesor gris. He alternado la visión multicolor de la mescalina con el negro de las más agudas tristezas. Nadie dirá que he pasado por la profesión -aunque fuera solo un reportero, un enviado especial- como si tal cosa. No, me he hundido hasta la médula. Pero me son ajenos y lejanos la inmensa mayor parte de mis compañeros. No siento que me una nada a ellos. Yo soy de fuera, y ellos son de dentro. Es un colectivo en conjunto poco interesante. Nada, diría yo. Pero tal vez peque de narcisismo. En todo caso, doy por bien pasado este tiempo y en algún sentido siento que se acabe ahora que son buenos tiempos. Al menos aceptables.

      ¿Sigues pensando que es un espejo?

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    2. Totalmente, por supuesto. Cada nuevo dato que añades más me lo confirma: el aislamiento frente al grupo, la interiorización, la crisis de fe, la acentuación de la diferencia, el salvavidas de la lectura... Sin duda que sigo pensándolo. Muchos de nuestros rasgos personales son de época, claro, pero si uno mira a lo esencial de la persona y advierte esa íntima soledad del niño encerrado en su cuarto sin tener con quién jugar, mirando por la ventana y soñando mundos en la contemplación de la calle, pues claro que me veo reflejado. La timidez, la amarga vivencia de la sexualidad inicial, el saberse "destinado" a no se sabe qué, la necesidad constante de amor y de reconocimiento... Podría seguir, está claro.

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    3. Pienso que en esto tendrías un excelente relato, tú como novelista. Esa vivencia de la vida. No he entendido nunca tu contumacia en escribir desde fuera, en hacerte desaparecer como narrador para subsumirte en los conflictos de tus personajes. Creo que alguna vez has dicho que alguien te abrió los ojos para escribir flaubertianamente, desvaneciéndote en el narrador. Esa anulación del yo no creo que beneficie tu escritura. Estoy en el instituto aprovechando una hora de reducción que tengo pero aprovecho para reflexionar en los comentarios. Todo lo que escribes como definición de una personalidad, la tuya y la proximidad o paralelismo con la mía, es un buen relato -no la mía sino la tuya. Una vez me dijiste que había una novela que alguien te propuso que se llamaría La ciudad del aire pero tú desechaste. No sé si los personajes que creas tienen conflictos reales. Son demasiado abstractos, muy calderonianos. Les falta fibra sensible real. Algo que podrías hacer si partieras de tu ego desatado. No entiendo esa restricción al punto de vista egocéntrico. Flaubert consiguió algo muy grande en Mme Bovary, pero ¿es ese tu camino? Si pudieras desarrollar y expresar, quitándole ese candado a la intimidad, tu propia realidad, creo que habría un potencial que todavía no has explotado. Ese narrado Ex-machina que pretenden ahondar en conflictos ajenos es poco sensual, muy conceptual. Poco plástico. Hay una barrera que no permite adentrarse en la interioridad pues parte de conflictos abstractos y los seres humanos tienden a ser concretos. Y bastante comunes, tópicos, terrenos. En fin, ha llegado la hora del patio y tengo guardia.

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  3. Si echáramos la vista atrás y recordáramos lo que dijimos de pequeños sobre qué queríamos ser de mayores, seguramente reiríamos o nos entristeceríamos. Muchos somos los que acabamos ejerciendo de algo muy distinto a lo que soñamos y por varios motivos: falta de oportunidad, casualidad, indecisión, ignorancia (sobre las salidas profesionales), temor, cobardía, y muchas cosas más. Creo que lo importante es que aquello que hemos acabado haciendo lo hayamos hecho dignamente, con profesionalidad y, a ser posible, con gusto.
    Yo me licencié en Ciencias Biológicas y a los pocos años trabajaba en un laboratorio farmacéutico, licenciándome más tarde en Farmacia. Mis ilusiones por ser un investigador se esfumaron al acabar la carrera, no tuve la valentía de emigrar, y opté por la comodidad y la oportunidad. La "obligación" sustituyó a la "devoción". Y no me fue mal. Lo he pasado mal y lo que pasado bien y la balanza acabó decantándose hacia lo positivo. Lo hecho hecho está y nunca sabré qué tal me habría ido si hubiera optado por seguir mi vocación primitiva.
    No sé si la vida está llena de casualidades o de causalidades pero, tal como me ha ido, no la cambiaría porque un pequeño giro en el inicio del camino habría significado un gran cambio futuro. Entre otras cosas, nunca hubiera conocido a mi mujer ni hubiera tenido a mis dos hijas. Y visto desde el momento actual, no lo cambiaría por nada en el mundo.
    Creo que se me ha ido "la olla", como dirían los chavales de tu instituto, pero tu magnífica entrada me ha hecho recordar muchas cosas de mi pasado.
    Seguro que hubieras sido un gran periodista pero seguro que has sido un gran maestro.
    Un abrazo.

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    1. Dices bien cuando escribes que no sabes si la vida está llena de causalidades o casualidades. Vista en perspectiva parece adquirir sentido. Un pequeño cambio en ella y todo el desarrollo posterior cambia radicalmente. Yo no sería el que soy si aquel día... Yo no sería el que soy si de pequeño no me hubiera sentido fascinado por ser de Barcelona y veinte años después yo elegí Barcelona como destino para buscar trabajo, ya que en Zaragoza era previsible que no lo habría. En aquel tiempo, tras la carrera, yo optaba a becas en distintos lugares del mundo, pero no salío ninguna. Querría haberme abierto al mundo. Pero no lo logré. ¿Qué hubiera pasado si hubiera tenido fortuna? ¿Cómo hubiera sido mi vida? ¿Cómo sería si yo en el concurso de traslados hubiera puesto otros destinos diferentes y no hubiera podido conocer a la que fue mi mujer? De la que he tenido dos hijas que tampoco cambio por nada. Sin duda es un misterio, Josep. La vida es una suma de azares y en ella hay momentos aparentemente sin importancia en que se decide nuestra existencia. ¿Tiene esto algún sentido? No creo que hubiera sido un gran periodista ni pienso que haya sido un gran maestro. La vida es tan compleja que es difícil evaluar que es gran respecto a un sustantivo. ¿Grande? ¿Qué vida es realmente grande? Pocas vidas lo son y algunas lo son a su pesar. Pienso en la vida gris y apocada de Franz Kafka y, sin embargo, se lo considera el principal autor de toda la literatura del siglo XX. Me temo que las vidas solo se ven en perspectiva, pero muy pocos son los que tienen la oportunidad de que alguien indague en qué ha sido una vida. Hay pocas vidas grandes. Pienso que la mía es pequeña pero eso no impide que uno sea bastante narcisista y en sus ensoñaciones la llegue a concebir como interesante.

      Un abrazo, y gracias por tu comentario tan reflexivo.

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  4. ¡Ah! Qué casualidad. Creo haberlo contado en un par de sitios. Si en el momento en el que fui a la Universidad hubiera habido en mi ciudad Periodismo, me habría matriculado en esta carrera también.

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    1. No sé en qué tipo de periodismo hubiera encajado yo. No pienso que fuera un reportero en busca de entrevistas o de noticias. Tal vez me hubiera gustado -reflexiono ahora- un tema que tuviera intríngulis humana y que permitiera una disección personal. Tengo la impresión de que lo que me gustaba del periodismo era la edición de una revista y escribir algún artículo con frecuencia. En esta profesión es esencial el descaro y no ayuda la timidez. Y, por supuesto, como en todo, son esenciales las relaciones que uno tenga. No creo que hubiera llegado muy lejos como periodista. De alguna manera realicé mi sueño siendo bloguero. Tras diez años continúo con ilusión renovada.

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  5. Verás que no me equivoco cuando digo que naciste escritor, Joselu. Y estás a tiempo, claro que lo estás. El mejor escritor que he leído fue, ante todo, periodista. Y sabés a quién me refiero,

    Un beso grande.

    Fer

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    1. En cierta manera sí que es cierto que nací escritor. Desde muy temprano me vi seducido por la letra impresa y en seguida comencé a escribir diarios íntimos y a realizar alguna revista como he consignado. Eso es verdad. Hay vocación de escribir y lo hago, pero para ser escritor de verdad hay que tener persistencia en una actitud y en un punto de vista para que la obra resultante tenga coherencia, y en eso no soy una persona adecuada. Escribir trescientas páginas con una historia y unos personajes que cobran vida singular no es apto para mí. Carezco de esa habilidad. Tal vez algo que pudiera escribir fueran fragmentos. Eso es algo que hago en el blog y no tengo aspiraciones de más. ¡Qué lucha por publicar en papel! De cien que empiezan, noventa y nueve se quedan en proyecto y no sobresalen para nada. La literatura es un mundo muy duro y hay que empezar muy pronto. Me gusta escribir, sin duda, pero no estaría dispuesto a hacer nada por publicar un libro. Y menos, si me lo publicaran, a promocionarlo. No obstante, no he dicho todavía mi última palabra. Eres muy gentil en tu apreciación, pero todavía falta algo. Y no sé qué es.

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  6. Llevo un año dudando de: mi motivación verdadera, vocación, ganas, entusiasmo por ser profesora algún día. A veces creo que es cosa de la edad, que a partir de los 40 pensamos todo lo que jamás pensábamos antes de los 30. Otras creo que no seré una buena profesora nunca y hacerlo mañana me atormenta tanto que me impide intentar cosas como por ejemplo ser profesora particular. Yo empecé al revés, por la comunicación audiovisual, prima hermana del periodismo. Y ahora estoy en un limbo del que yo misma soy incapaz de sacarme. Leerte, leer tus tropiezos, tus imperfecciones, tu falta de vocación me hace sentir que no soy un bicho raro. Simplemente humana. Yo no creo que tenga vocación. Escribí también sobre ello. Al menos no una sola vocación pues hay muchas profesiones que me encantaría desarrollar. Gracias por estas reflexiones. Si alguna vez llego a profe espero tener la misma visión de intrusa que tú. De momento, la educación, la veo igual que tú. Coincido en tus planteamientos.

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    1. El no tener vocación para profesor no impide sentir verdadera pasión en serlo como intruso. He vivido experiencias y momentos vibrantes y alucinantes siendo profesor. Y tal vez el hecho de ser un outsider me hacía verlo de otra manera. Actuar como profesor permite experimentar libremente. Los adolescentes son un colectivo muy interesante. Puñeteros si tienes mala suerte pero a la vez más abiertos y afectivos que otros. Me gustan, me atrae estar cerca de ellos. Se pueden hacer muchas cosas solo por el placer de experimentar. Este año estoy desarrollando una pedagogía experimental que me desafía y a ellos los reta. Está funcionando bien. Creo que para ser un profesor intruso es imprescindible, como en toda actividad humana, la curiosidad. Si eres curiosos necesitas continuamente buscar respuestas y formular preguntas nuevas. Las viejas no te valen.

      Lo que sí puede ser un problema es adentrarse en la docencia tarde. Yo comencé con 23 años y mi distancia con los adolescentes era escasa. Me sentía muy cerca de ellos. No he sido profesor vocacional pero lo que he disfrutado siendo un invasor, un reportero en territorio ajeno, un extranjero entre los profesores, creo que me ha ayudado en ciertos momentos. En otros ha sido muy doloroso. Creo que he sufrido más de lo necesario precisamente por esta actitud. Por eso, mi compañera dice que soy siempre muy extremista. Que vivo todo en los extremos. Puede ser cierto.

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  7. entonces vivo equivocado, jeje. Pensaba que eras de los pocos profesores, con vocación, que hay en el centro ya que siempre te veo muy implicado en las clases e intentando hacerlas los mejor posible. Ánimo.

    att.: un alumno.

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    1. ¿Y no te parece fascinante tener a un bribón dando clase diciendo que es profesor pero que en realidad es un infiltrado, más periodista o escritor, que docente? Y, además, como no es profesor vocacional puede permitirse el lujo de experimentar y llegar adonde los profesores vocacionales no llegan ni pueden llegar. Piénsalo. Y guíñame el ojo. Mañana irás a ver una exposición a la que no te hubiera llevado un profesor vocacional, pero sí un fotógrafo o periodista infiltrado jejejeje.

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    2. sí, sí jeje.
      Qué pena que no sea alumno de esa clase que has acompañado a ver la exposición jejeje

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    3. Ahora sí que me has dejado descolocado. No tengo ni idea de quién eres. Eso está bien.

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  8. Tu texto suena a epitafio y a reconciliación contigo mismo. Estás al final del viaje de una parte de tu vida y necesitas mirar atrás y sentir que lo hecho ha merecido la pena.

    Has sido profesor, te sientes vinculado a esa faceta de tu vida, pero has sido y sobre todo eres, muchas más cosas. Creo que la docencia marca a la gente con un sello especial para siempre. Todos los que habéis pasado por ese mundo estáis muy marcados por esa circunstancia y ahora quizás añoras lo que pudiste ser fuera de ese entorno, lejos de las cargas que esa profesión somete.

    Yo un día teniendo todos los titulos para ejercer la docencia renuncie a ella porque creí que no podría aguantar tanta presión. No me arrepiento de la decisión tomada pero tampoco me siento orgulloso de ello. Valoro vuestro trabajo y vuestra resistencia en un mundo que renuncia a comprender vuestros esfuerzos.

    Saludos

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    1. Durante un tiempo, temí hundirme, irme con el amargo sabor de la derrota que he mascado diversos años. Es una profesión en que has de estar fuerte anímicamente. Si estás fuerte, puedes apuntar alto. Si estás por los suelos, te arrollarán la manada de ñus sin compasión.

      El texto tiene mucho de autoficción. Hoy se lo leía a una compañera del alma del instituto y me decía: Pero lo que dices no es cierto -que no me sentía profesor sino un outsider-. Y me he reído. Ella y yo mantenemos interesantes conversaciones sobre educación. Es la única compañera con quien puedo hacerlo. Y ella me conoce. En este texto hay mucho de fabulación. ¿Me hubiera gustado ser periodista? No me atreví a intentarlo. Eso quiere decir que no me importaba tanto. Con el blog lo he logrado en alguna manera. Escribo y otros me leen. ¿Hay mayor felicidad que esto? Sí, la que he sentido hoy con mis alumnos de tercero de ESO en la excursión que hemos hecho al World Press Photo 2015 en Barcelona. Me he sentido unido a estos diablillos a los que quiero mucho. No lo cambiaría por nada. Me hubiera gustado ser actor, periodista, bailarín, viajero, poeta, dramaturgo, escritor alcohólico autor de obras maestras y morir en la miseria ... pero he sido profesor. No es poca cosa. Olvidando todos esos tontos tópicos del valor de los profesores y tal y cual. Y no tengo conciencia de que el mundo no comprenda nuestros esfuerzos. En realidad me da igual que los reconozca o no. Yo veo las caras de mis alumnos y eso me basta. Juro no ponerme sentimental. Por estas.

      Saludos cordiales.

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  9. Antes de tu comentario hay otro de un bribonzuelo de mis alumnos que se ha enterado que tengo un blog. Me hace gracia pero eso no hace que no escriba libremente. He conocido profesores que se coartaban si sabían que su blog era leído por la comunidad educativa. ¿Quiere leerme? Estupendo, ¿por qué no conocer la trastienda de un profesor? De vez en cuando le dejo algún mensaje en clave.

    Yo no he sido educado en el respeto a las reglas y en muchas ocasiones me ha encantado que mis alumnos aprendieran la violación de las reglas de todo tipo. Sin violación de las reglas no hay creatividad. Y la primera ruptura de las reglas es la del sentido común, la de los tópicos, la de que ya todo es sabido. Hemos de aventurarnos en el desierto para conocernos a nosotros mismos. Y en parte esa peregrinación por la arena ardiente nos enfrenta a la incertidumbre, un estado necesario. Hay profesores en mi centro que no dudan nunca o eso parece. Partir de las dudas nos hace más complejos. Y la educación según la entiendo yo debe tender a la complejidad. Avanzar de lo simple a lo complejo. Y no se puede acceder a lo complejo si no hemos dudado. Esas dudas que manifiestas son en tu favor. ¿Sirve nuestro paso por las aula para algo? ¿Dejamos algo detrás? Para mí es una pregunta importante y a la vez intrascendente. Importante porque es evidente que es mejor que quede algo bueno que no quede. E intrascendente porque no tiene mucha importancia. No soy sentimental. Bueno, un poco sí. Pero no quiero que los sentimientos me nublen la visión racional, la visión fría de la situación. Tú personalmente te puedes sentir orgullosa de lo que has hecho comom profesora. ¿Y la administración? Yo ni pienso en ella. Me importa tanto ella a mí como yo a ella. Ni me debe ni le debo. Bueno, las pagas extras sí jajajajajaja.

    Un fuerte abrazo, Yolanda. Gracias por tu comentario.

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  10. hola joselu, buen post. Una pregunta no dijiste en su día que querias ser payaso en lugar de profesor y tener un compañero que se llame Juan el loco o algo así no me acuerdo, pero se que dijiste que querías ser clown y no periodista

    Un fuerte abrazo

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    1. Esta vocación de periodista fue muy intensa en mi pubertad y adolescencia. Luego ya pasó y me acomodé a ser lo que fui, un licenciado en Filología Hispánica. Ello no impidió que algún tiempo fuera una especie de actor aficionado que representaba dramas ante alumnos de instituto, y que tuvo alguna actuación como payaso en una escuela de arte dramático. La figura del payaso, ciertamente, es fascinante. Hace falta algo muy grande para serlo. No lo es cualquiera. Y yo, desde luego, no tenía cualidades para ello. He tenido vocaciones diversas a lo largo de mi vida: viajero, actor, poeta, novelista, profesor, periodista y seguro que dejo alguna en el tintero. La vida de uno es compleja y larga para tener solo una vocación. Y desde luego la vocación de periodista forma parte de mi actividad de bloguero.

      Un abrazo, y gracias por el comentario. ;-)

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