El enemigo de la clase es un texto dramático escrito en la década de los setenta por el dramaturgo británico Nigel Williams. Retrata un clima violento dentro del aula protagonizado por seis alumnos problemáticos que acaban de expulsar a su profesora y esperan la llegada de un nuevo profesor. La obra ha sido adaptada a la realidad actual y traducida por David Desola y está dirigida por Marta Angelat. Actualmente está recorriendo España con un cierto éxito. En Cataluña tendremos que esperar para verla hasta que dentro de unos meses llegue a Figueres. No sé si podremos verla en Barcelona.
Mientras esperan, los alumnos se golpean entre ellos y hacen barricadas para que nadie pueda entrar, aunque en el fondo esperan que se abra la puerta para que llegue alguna esperanza, al menos en el planteamiento de Nigel Williams y por parte de los adaptadores que la han considerado como muy próxima a los conflictos que actualmente se viven en las aulas y que con frecuencia salen en la prensa.
Traigo a colación esta obra porque en ella actúa un exalumno mío, Ayoub El Hilali al que dediqué un post hace un tiempo. Representa al personaje de Falafel, un joven marroquí que se siente aislado del mundo que le rodea. Ayoub es hermano de Hamza El Hilali que protagonizó hace un año la película Fuerte Apache y que también recogí en este blog. Ambos se han dedicado al teatro y al cine siguiendo los pasos de su madre Amina que también ha actuado en alguna obra de teatro como “Amina busca feina”.
Para mí es una satisfacción ver cómo unos jóvenes que he visto en las aulas y he sido su profesor, progresan en el mundo de la interpretación rompiendo moldes y esquemas sobre las limitaciones que suponen su carácter de hijos de inmigrantes. Me alegra que estos chavales hayan sabido abrirse camino, y estaré muy atento a su evolución de la que espero estar informado.
Sin embargo, quiero hablar del texto de Nigel Williams que escenifica el cinematográfico tema de Rebelión en las aulas que tanto juego ha dado dramática y literariamente. En el planteamiento de la obra, unos chavales problemáticos y desesperados, que se aburren, escenifican peleas y conflictos que en el fondo esconden su inseguridad y su miedo. El enemigo de la clase se estructura también en torno a la clase que da cada uno de ellos sobre su tema favorito mientras esperan a su profesor. La tesis de los adaptadores de la obra es que el sistema es incapaz de dar salida a ese magma que brota de esos corazones puros y adolescentes tan extraviados en la búsqueda de sí mismos. Su violencia es expresión de esta rebeldía que les lleva a enfrentarse a todo –a los padres, a la escuela, al sistema-. Aderécese todo esto con música hip hop y reggae y se tendrá un producto que muchos aplaudirán como altamente simbólico de la realidad actual.
¡Qué plástica y teatral es la imagen del joven conflictivo y rebelde! ¡Qué juego dramático más admirable que plantea! Sin duda es un tema atractivo y vigente, pero no sé por qué los chavales conflictivos que he conocido –y son bastantes en los últimos años- no resultan tan interesantes ni tan dramáticos como aquí se ofrecen ni los considero capaces de dar una clase por sí mismos expresando su concepción del mundo y revelando sus anhelos y frustraciones existenciales. Lo que yo he visto es bastante más trivial, fruto de una mala educación sin límites impuestos por los padres o tutores, a los que estos chavales hace ya tiempo que se les han escapado.
Imagino que gustan los estereotipos y ver en esos jóvenes “airados” un símbolo es un poderoso atractivo que sedujo a Nigel Williams y a los adaptadores de esta obra, que dudo que tenga que ver en absoluto con la realidad pero que la muestra desde un ángulo muy atractivo. Los espectadores que han asistido a la obra y han dejado su opinión dicen que es una obra muy interesante y la ven como muy actual.
Sin embargo, nada en la historia de Ayoub El Hilali, uno de los protagonistas como he dicho antes, tiene que ver con el argumento de la obra, pues este muchacho fue siempre sumamente educado y nada problemático. Creo que la rebeldía no necesita de las formas violentas ni groseras para expresarse. Todo lo que lleve a magnificar la violencia en su lado estético -que lo tiene- no contribuye a construir una sociedad respetuosa con los valores humanos. La violencia es una realidad que existe por doquier, pero me inquieta que se haga con ella un discurso estético sobre la desazón existencial. Los verdaderos rebeldes no son violentos ni maleducados, no deberían serlo. Pero en cuanto pueda, iré a ver la obra.
Mientras esperan, los alumnos se golpean entre ellos y hacen barricadas para que nadie pueda entrar, aunque en el fondo esperan que se abra la puerta para que llegue alguna esperanza, al menos en el planteamiento de Nigel Williams y por parte de los adaptadores que la han considerado como muy próxima a los conflictos que actualmente se viven en las aulas y que con frecuencia salen en la prensa.
Traigo a colación esta obra porque en ella actúa un exalumno mío, Ayoub El Hilali al que dediqué un post hace un tiempo. Representa al personaje de Falafel, un joven marroquí que se siente aislado del mundo que le rodea. Ayoub es hermano de Hamza El Hilali que protagonizó hace un año la película Fuerte Apache y que también recogí en este blog. Ambos se han dedicado al teatro y al cine siguiendo los pasos de su madre Amina que también ha actuado en alguna obra de teatro como “Amina busca feina”.
Para mí es una satisfacción ver cómo unos jóvenes que he visto en las aulas y he sido su profesor, progresan en el mundo de la interpretación rompiendo moldes y esquemas sobre las limitaciones que suponen su carácter de hijos de inmigrantes. Me alegra que estos chavales hayan sabido abrirse camino, y estaré muy atento a su evolución de la que espero estar informado.
Sin embargo, quiero hablar del texto de Nigel Williams que escenifica el cinematográfico tema de Rebelión en las aulas que tanto juego ha dado dramática y literariamente. En el planteamiento de la obra, unos chavales problemáticos y desesperados, que se aburren, escenifican peleas y conflictos que en el fondo esconden su inseguridad y su miedo. El enemigo de la clase se estructura también en torno a la clase que da cada uno de ellos sobre su tema favorito mientras esperan a su profesor. La tesis de los adaptadores de la obra es que el sistema es incapaz de dar salida a ese magma que brota de esos corazones puros y adolescentes tan extraviados en la búsqueda de sí mismos. Su violencia es expresión de esta rebeldía que les lleva a enfrentarse a todo –a los padres, a la escuela, al sistema-. Aderécese todo esto con música hip hop y reggae y se tendrá un producto que muchos aplaudirán como altamente simbólico de la realidad actual.
¡Qué plástica y teatral es la imagen del joven conflictivo y rebelde! ¡Qué juego dramático más admirable que plantea! Sin duda es un tema atractivo y vigente, pero no sé por qué los chavales conflictivos que he conocido –y son bastantes en los últimos años- no resultan tan interesantes ni tan dramáticos como aquí se ofrecen ni los considero capaces de dar una clase por sí mismos expresando su concepción del mundo y revelando sus anhelos y frustraciones existenciales. Lo que yo he visto es bastante más trivial, fruto de una mala educación sin límites impuestos por los padres o tutores, a los que estos chavales hace ya tiempo que se les han escapado.
Imagino que gustan los estereotipos y ver en esos jóvenes “airados” un símbolo es un poderoso atractivo que sedujo a Nigel Williams y a los adaptadores de esta obra, que dudo que tenga que ver en absoluto con la realidad pero que la muestra desde un ángulo muy atractivo. Los espectadores que han asistido a la obra y han dejado su opinión dicen que es una obra muy interesante y la ven como muy actual.
Sin embargo, nada en la historia de Ayoub El Hilali, uno de los protagonistas como he dicho antes, tiene que ver con el argumento de la obra, pues este muchacho fue siempre sumamente educado y nada problemático. Creo que la rebeldía no necesita de las formas violentas ni groseras para expresarse. Todo lo que lleve a magnificar la violencia en su lado estético -que lo tiene- no contribuye a construir una sociedad respetuosa con los valores humanos. La violencia es una realidad que existe por doquier, pero me inquieta que se haga con ella un discurso estético sobre la desazón existencial. Los verdaderos rebeldes no son violentos ni maleducados, no deberían serlo. Pero en cuanto pueda, iré a ver la obra.